/ sábado 24 de noviembre de 2018

Migrantes-viajeros-peregrinos "Vino el remolino, y nos alevantó"

todos enriquecieron cultura y el conocimiento mexicanos, a su manera

No. La Revolución Mexicana no se hizo con canciones rancheras ni corridos; no se hizo con fogatas nocturnas y hombres armados alrededor, sentados en cuclillas y cubiertos con sarapes de Saltillo, sombreros de charro y el arma en la mano, en tanto que cantantes entonan melodías ya de tristeza, nostalgia o bravías. Eso está en las películas sacrosantas que dibujan a una Revolución violenta pero al final triunfante, con hombres bragados y mujeres fieles, pero también entronas…

De la Revolución Mexicana, de sus orígenes, razones, vicisitudes y ruta se ha escrito mucho. Y lo que falta. En todo caso d e 1910 a 1921 murieron aquí aproximadamente un millón de mexicanos al grito de Revolución; otro millón salió del país. Se fueron para Estados Unidos, migrantes que fueron, se acomodaron en esas tierras y esos aires porque en México “Vino el remolino y nos alevantó”, según la película de 1950 de Juan Bustillo Oro.

Lo dicho: ese viento revolucionario se llevó de aquí a un millón de mexicanos, pero al mismo tiempo y como por goteo comenzaron a llegar a México viajeros con ojos de águila y piernas de jinete. Todo para poder ver mejor lo que aquí ocurría, la transformación prometida y para recorrerlo a paso suave y meterse en las entrañas de ese nuevo México y de su gente ancestral, como expectante.

David Herbert Lawrence, ‘D. H Lawrence’ uno de los primeros. El escritor inglés que escribió obra inquietante del espíritu británico como “Mujeres enamoradas”; “El amante de Lady Chaterlley” vino a México a los 38 años -1923- atraído por el exotismo de un país en construcción. Él quería ver ese nuevo paraíso y ser parte de él…

Primero llegó a Sonora, luego Jalisco en donde creyó encontrar el lugar ideal para una Comuna intelectual a la que sólo tendrían acceso escritores británicos para la creación y el diálogo…

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Pronto fue a la Ciudad de México en donde se encuentra fuera de sí y comienza a repudiar el sentir y la inconsistencia de ese paraíso soñado. No se entiende con ese mirar mexicano que lo mismo saluda cordial que repasa al personaje para indagar con la visa sus intimidades. Repudia el gusto mexicano por la fiesta de toros y la describe de forma brutal en la obra que le inspira el país: “La serpiente emplumada” que lo mismo es crítica y reproche, como enamoramiento por el ajeno mundo que se le presenta a la vista.

Molesto por lo que encuentra en Ciudad de México y por lo que consideró “maltrato” de José Vasconcelos –entonces secretario de Educación Pública-, en marzo de 1923 llega a Oaxaca. Se asienta y permanece ahí una muy larga temporada para revisar y darle el punto final a “La Serpiente Emplumada”, pero es donde escribe una de sus obras más espejo: “Mañanas de México” una serie de relatos inspirados en aquellos aires, las luces, el clima, la gente y su sentido de la felicidad íntima… Cuando dejó el país se había reconciliado con México y lo mexicano.

En 1924 llega Bruno Traven… ¿quién fue Bruno Traven?... Un misterio aun hoy, aunque sí muchas huellas que podrían conducir hacia el autor de “El Tesoro de la Sierra Madre”; “Canasta de cuentos mexicanos”; “La rebelión de los colgados”...

Inquieto r ecorre el mundo y en 1924 aparece en Tampico, México. La especulación dice que huía de la muerte en Alemania, pero tampoco se puede probar que en sus recorridos hubiera tenido que ocultarse por razones extremas. Pero adoptó diferentes nombres, historias, lugares. Al final lo que importa sería su obra ilustre. La mayor parte de ella escrita en México y sobre México. El misterio de Bruno Traven aún está ahí y es parte de la novela de la vida de un peregrino.

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Katherine Ann Porter llegó a México en 1910 y se enamoró del país a primera vista. Era periodista y escritora de Texas que ganó el Premio Pulitzer y el Nacional Book Award en 1966 y nominada tres veces al Nobel de Literatura. Pero sobre todo sentía pasión por el país que la recibió a punta de balazos porque comenzaba el ideal del cambio hacia una democracia aun soñada.

Decía que México era su segunda patria y escribió sobre esta patria nueva suya. “Judas en flor” (sobre la etapa Obregonista) y “Un país familiar” en el que expresa su amor por este país que la recibió con los brazos abiertos. De Veracruz salen los viajeros de “La nave de los tontos” hacia Alemania. Su obra máxima.

En sus recuerdos siempre estaban presentes las flores de Nochebuena, las Bugambilias, el aroma de los jazmines en tierras frías y el recuerdo de cada uno de los pasos que dio en tierra mexicana: su segunda patria. Fue una peregrina en México que nos dejó retratos de ese México bravo y tierno, como dijo.

¿Y qué tal Graham Greene? El amor y odio juntos. Vino a México por dos posibles razones: una, la de ver con sus propios ojos la destrucción que el gobierno mexicano hacía de la iglesia católica, según le habían informado, él, católico profundo, creyente firme y crítico de la adversidad religiosa, sobre todo en un país “bárbaro” que era capaz de quemar iglesias y obligar a los curas a casarse, o la muerte.

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“Su viaje lo llevó de Laredo a Monterrey; de allí a San Luis Potosí, de allí a México. Después fue a Veracruz para tomar un barco hasta Frontera y bajar hasta Villahermosa. De allí, de la antigua San Juan Bautista, tomó un avión a Salto del Agua, visitó Palenque, regresó a Salto, tomó otro avión, llegó hasta San Cristóbal y, ya de regreso, por Tuxtla llegó a Oaxaca.

“Usó trenes, camiones, automóviles, aviones, barcos, burros y caballos durante su travesía. Se documentó todo lo que pudo (…), quiso ser testigo de la destrucción y dejar su testimonio, fue a misa cuando pudo, entrevistó sacerdotes en México, e incluso oyó la historia de aquel whisky priest que le daría inmensa fama.

“Regresó a Inglaterra y publicó The lawless roads, [Caminos sin ley] la narración de este periplo mexicano, en 1939. En 1940 publicaría The power and the glory [El poder y la gloria] su obra maestra tal vez…” (Pablo Soler Frost).

Al final terminó por deplorar lo visto aquí, pero lo visto aquí le dio para escribir dos clásicos de la literatura mundial en los que su peregrinaje por México alimentó tanto la indignación como la creación y el éxito mundial.

Malcolm Lowry escribió “Bajo el volcán” obra cumbre de la literatura del siglo XX en medio de su propia locura, su tristeza inmensa por el abandono de su esposa Jan Gabrial y porque México exaltó su espíritu extremo lo mismo de autodestrucción como creativo.

Llegó a México en 1936. Entro por Acapulco, para pasar luego a Cuernavaca en donde comienza a escribir su novela máxima: “Bajo el volcán”. Llega con su esposa con quien vive altibajos y locuras interminables hasta que esta lo abandona y él va a refugiarse a Oaxaca: quiere conocer el paraíso terrenal, pero antes tendría que cruzar por el infierno del alcohol.

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Escribe gran parte de “Bajo el volcán” en su mesa de la cantina ‘El farolito’ que estaba en la esquina de Independencia y Mier y Terán. Habita en el Hotel Francia, el mismo al que había llegado años antes D.H.Lawrence. Se hace asiduo a las cantinas y es detenido “por vagar borracho por las calles”.

Era asiduo de las cantinas oaxaqueñas. Consumía mezcal en enormes cantidades. En la cantina “La Covadonga” conoció a quien sería su mejor amigo-su gran amigo: Juan Fernando Márquez: “Veo que está usted muy turbado con sus pensamientos, debería dejar de preocuparse.” le dijo el oaxaqueño. Y desde entonces se hicieron inseparables amigos que recorrieron caminos y veredas oaxaqueñas, estuvieron a punto de morir en sus caminos y muchas veces Márquez lo sacó de la cárcel y le salvó la vida…

Años después, Malcolm regresaría a Oaxaca para buscar a su amigo. Había muerto, asesinado en una cantina. Le impactó mucho la noticia y la noticia se volvió otra de sus grandes obras: “Oscuro como la tumba donde yace mi amigo”. Malcolm fue uno de los grandes viajeros por tierra mexicana, en donde enloqueció, pero al mismo tiempo entregó, a todos, el sueño de un sólo día en una novela que transcurre en un sólo día.

Luego habrían de venir muchos escritores de fuste: Jack Kerouac (“En el camino”, “Mexico City blues”…) el chileno Roberto Bolaño (“Los detectives salvajes”) y pintores como Lenora Carrington cuya historia con Renato Leduc ya hemos platicado aquí; y llegaron a México otro tipo de viajeros-peregrinos-migrantes, como fue la migración española, la migración argentina y la migración chilena, cuyo origen fue político y el de la salvación de su propia vida: todos enriquecieron cultura y el conocimiento mexicanos, a su manera… Ya platicaremos de esto, seguro que sí…

No. La Revolución Mexicana no se hizo con canciones rancheras ni corridos; no se hizo con fogatas nocturnas y hombres armados alrededor, sentados en cuclillas y cubiertos con sarapes de Saltillo, sombreros de charro y el arma en la mano, en tanto que cantantes entonan melodías ya de tristeza, nostalgia o bravías. Eso está en las películas sacrosantas que dibujan a una Revolución violenta pero al final triunfante, con hombres bragados y mujeres fieles, pero también entronas…

De la Revolución Mexicana, de sus orígenes, razones, vicisitudes y ruta se ha escrito mucho. Y lo que falta. En todo caso d e 1910 a 1921 murieron aquí aproximadamente un millón de mexicanos al grito de Revolución; otro millón salió del país. Se fueron para Estados Unidos, migrantes que fueron, se acomodaron en esas tierras y esos aires porque en México “Vino el remolino y nos alevantó”, según la película de 1950 de Juan Bustillo Oro.

Lo dicho: ese viento revolucionario se llevó de aquí a un millón de mexicanos, pero al mismo tiempo y como por goteo comenzaron a llegar a México viajeros con ojos de águila y piernas de jinete. Todo para poder ver mejor lo que aquí ocurría, la transformación prometida y para recorrerlo a paso suave y meterse en las entrañas de ese nuevo México y de su gente ancestral, como expectante.

David Herbert Lawrence, ‘D. H Lawrence’ uno de los primeros. El escritor inglés que escribió obra inquietante del espíritu británico como “Mujeres enamoradas”; “El amante de Lady Chaterlley” vino a México a los 38 años -1923- atraído por el exotismo de un país en construcción. Él quería ver ese nuevo paraíso y ser parte de él…

Primero llegó a Sonora, luego Jalisco en donde creyó encontrar el lugar ideal para una Comuna intelectual a la que sólo tendrían acceso escritores británicos para la creación y el diálogo…

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Molesto por lo que encuentra en Ciudad de México y por lo que consideró “maltrato” de José Vasconcelos –entonces secretario de Educación Pública-, en marzo de 1923 llega a Oaxaca. Se asienta y permanece ahí una muy larga temporada para revisar y darle el punto final a “La Serpiente Emplumada”, pero es donde escribe una de sus obras más espejo: “Mañanas de México” una serie de relatos inspirados en aquellos aires, las luces, el clima, la gente y su sentido de la felicidad íntima… Cuando dejó el país se había reconciliado con México y lo mexicano.

En 1924 llega Bruno Traven… ¿quién fue Bruno Traven?... Un misterio aun hoy, aunque sí muchas huellas que podrían conducir hacia el autor de “El Tesoro de la Sierra Madre”; “Canasta de cuentos mexicanos”; “La rebelión de los colgados”...

Inquieto r ecorre el mundo y en 1924 aparece en Tampico, México. La especulación dice que huía de la muerte en Alemania, pero tampoco se puede probar que en sus recorridos hubiera tenido que ocultarse por razones extremas. Pero adoptó diferentes nombres, historias, lugares. Al final lo que importa sería su obra ilustre. La mayor parte de ella escrita en México y sobre México. El misterio de Bruno Traven aún está ahí y es parte de la novela de la vida de un peregrino.

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Katherine Ann Porter llegó a México en 1910 y se enamoró del país a primera vista. Era periodista y escritora de Texas que ganó el Premio Pulitzer y el Nacional Book Award en 1966 y nominada tres veces al Nobel de Literatura. Pero sobre todo sentía pasión por el país que la recibió a punta de balazos porque comenzaba el ideal del cambio hacia una democracia aun soñada.

Decía que México era su segunda patria y escribió sobre esta patria nueva suya. “Judas en flor” (sobre la etapa Obregonista) y “Un país familiar” en el que expresa su amor por este país que la recibió con los brazos abiertos. De Veracruz salen los viajeros de “La nave de los tontos” hacia Alemania. Su obra máxima.

En sus recuerdos siempre estaban presentes las flores de Nochebuena, las Bugambilias, el aroma de los jazmines en tierras frías y el recuerdo de cada uno de los pasos que dio en tierra mexicana: su segunda patria. Fue una peregrina en México que nos dejó retratos de ese México bravo y tierno, como dijo.

¿Y qué tal Graham Greene? El amor y odio juntos. Vino a México por dos posibles razones: una, la de ver con sus propios ojos la destrucción que el gobierno mexicano hacía de la iglesia católica, según le habían informado, él, católico profundo, creyente firme y crítico de la adversidad religiosa, sobre todo en un país “bárbaro” que era capaz de quemar iglesias y obligar a los curas a casarse, o la muerte.

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“Su viaje lo llevó de Laredo a Monterrey; de allí a San Luis Potosí, de allí a México. Después fue a Veracruz para tomar un barco hasta Frontera y bajar hasta Villahermosa. De allí, de la antigua San Juan Bautista, tomó un avión a Salto del Agua, visitó Palenque, regresó a Salto, tomó otro avión, llegó hasta San Cristóbal y, ya de regreso, por Tuxtla llegó a Oaxaca.

“Usó trenes, camiones, automóviles, aviones, barcos, burros y caballos durante su travesía. Se documentó todo lo que pudo (…), quiso ser testigo de la destrucción y dejar su testimonio, fue a misa cuando pudo, entrevistó sacerdotes en México, e incluso oyó la historia de aquel whisky priest que le daría inmensa fama.

“Regresó a Inglaterra y publicó The lawless roads, [Caminos sin ley] la narración de este periplo mexicano, en 1939. En 1940 publicaría The power and the glory [El poder y la gloria] su obra maestra tal vez…” (Pablo Soler Frost).

Al final terminó por deplorar lo visto aquí, pero lo visto aquí le dio para escribir dos clásicos de la literatura mundial en los que su peregrinaje por México alimentó tanto la indignación como la creación y el éxito mundial.

Malcolm Lowry escribió “Bajo el volcán” obra cumbre de la literatura del siglo XX en medio de su propia locura, su tristeza inmensa por el abandono de su esposa Jan Gabrial y porque México exaltó su espíritu extremo lo mismo de autodestrucción como creativo.

Llegó a México en 1936. Entro por Acapulco, para pasar luego a Cuernavaca en donde comienza a escribir su novela máxima: “Bajo el volcán”. Llega con su esposa con quien vive altibajos y locuras interminables hasta que esta lo abandona y él va a refugiarse a Oaxaca: quiere conocer el paraíso terrenal, pero antes tendría que cruzar por el infierno del alcohol.

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Escribe gran parte de “Bajo el volcán” en su mesa de la cantina ‘El farolito’ que estaba en la esquina de Independencia y Mier y Terán. Habita en el Hotel Francia, el mismo al que había llegado años antes D.H.Lawrence. Se hace asiduo a las cantinas y es detenido “por vagar borracho por las calles”.

Era asiduo de las cantinas oaxaqueñas. Consumía mezcal en enormes cantidades. En la cantina “La Covadonga” conoció a quien sería su mejor amigo-su gran amigo: Juan Fernando Márquez: “Veo que está usted muy turbado con sus pensamientos, debería dejar de preocuparse.” le dijo el oaxaqueño. Y desde entonces se hicieron inseparables amigos que recorrieron caminos y veredas oaxaqueñas, estuvieron a punto de morir en sus caminos y muchas veces Márquez lo sacó de la cárcel y le salvó la vida…

Años después, Malcolm regresaría a Oaxaca para buscar a su amigo. Había muerto, asesinado en una cantina. Le impactó mucho la noticia y la noticia se volvió otra de sus grandes obras: “Oscuro como la tumba donde yace mi amigo”. Malcolm fue uno de los grandes viajeros por tierra mexicana, en donde enloqueció, pero al mismo tiempo entregó, a todos, el sueño de un sólo día en una novela que transcurre en un sólo día.

Luego habrían de venir muchos escritores de fuste: Jack Kerouac (“En el camino”, “Mexico City blues”…) el chileno Roberto Bolaño (“Los detectives salvajes”) y pintores como Lenora Carrington cuya historia con Renato Leduc ya hemos platicado aquí; y llegaron a México otro tipo de viajeros-peregrinos-migrantes, como fue la migración española, la migración argentina y la migración chilena, cuyo origen fue político y el de la salvación de su propia vida: todos enriquecieron cultura y el conocimiento mexicanos, a su manera… Ya platicaremos de esto, seguro que sí…

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