/ domingo 21 de abril de 2019

Hojas de papel volando | Pascua florida "… de abstinencia y ayuno…"

Eso del ayuno yo lo entendía bien. De hecho ocurría en mi casa de tiempo en tiempo. No sabía por qué. Pero lo que sí, de plano no entendía era eso de la “abstinencia”. ¿Qué era eso? ¿Qué significaba? ¿Con qué se come o se deja de comer?

El cura Benet era mano larga. Cuando éramos niños, a la menor provocación, al menor descuido, a la mínima distracción sentíamos sus nudillos en el coco. Y si no entendíamos lo que decía o leía, o no guardábamos silencio propio de lo eclesiástico, entonces las patillas, nuestras patillas, terminaban en sus dedos mientras así nos levantaba del piso con mirada diabólica y entre ‘¡ayes de dolor!’ y gestos de “perdón por los pecados cometidos” nos soltaba con la advertencia de que “¡es la última vez!”. No lo fue. A las niñas no las tocaba ni con el pétalo de su Biblia. Era sí, el rey del coscorrón “cariñoso” decía luego. Si. Ajá.

Pero bueno. Si, de pronto era bueno. Sobre todo cuando organizaba las posadas de fin de año y nos daba bolsitas de papel celofán con colaciones de todos colores y que pintaban nuestras lenguas al color del caramelo. Bueno. Pero nuestro sacrificio de cada sábado por las mañanas era recompensado un poco, mientras que aprendíamos todo lo que había que saber del catecismo…

Bueno. Por estos días de Semana Santa, cuando la iglesia se vestía de morado, él cantaba como en letanía aquello de “Hijos mius –así sonaba- llegado es el momento de la abstinencia y del ayuno”.

Eso del ayuno yo lo entendía bien. De hecho ocurría en mi casa de tiempo en tiempo. No sabía por qué. Pero lo que sí, de plano no entendía era eso de la “abstinencia”. ¿Qué era eso? ¿Qué significaba? ¿Con qué se come o se deja de comer?

PUEBLA, PUEBLA, 19 ABRIL 2019.- Representación de la Pasión de Cristo en la Junta Auxiliar Romero Vargas como parte de la Celebración de Semana Santa | Foto: Cuartoscuro

… Yo le preguntaba al cura Benet –del que nunca supe su nombre, Dios lo tenga en su gloria--, pero hacía como que estaba muy concentrado en su Biblia abierta, se remojaba con saliva el dedo índice para pasar página y salía con otra cosa. Yo me quedaba rascando la cabeza.

Un día se lo pregunté al abuelo que qué era eso de la “abstinencia”. Hizo como que no oyó y siguió chiflando “ Cartas marcadas” mientras seguía clavando clavos a la mesa para que se estuviera quieta mientras comíamos. “Abstinencia… abstinencia…”

Un día en que el cura Benet estaba en el púlpito, diciendo su sermón de forma emotiva, a toda voz y con movimiento de brazos como si fuera rehilete, comenzó a llorar un niño de brazos. Él le pidió a la madre que lo callara. Imposible. El niño siguió llorando a todo dar. Benet le exigió a gritos, a la madre, que saliera de la iglesia porque “no deja que se escuche la palabra de Dios”.

Nos explicaba lo que significaban estos días de guardar. Eran los días en los que debíamos recordar que hace muchos años en un lugar lejano, llamado Israel, crucificaron a un hombre bueno por el sólo hecho de decir que los seres humanos nos quisiéramos unos a otros, que no nos hiciéramos maldades, que atendiéramos a la gente que más lo necesita y que a través de unos mandamientos deberíamos guiar nuestras vidas para ser felices sin hacer daño a nadie. Pero también nos leía libros: me acuerdo. Sí, me acuerdo.

TEMASCALCINGO, ESTADO DE MÉXICO, 19 ABRIL 2019.- La Hermandad de los Crucíferos de Temascalcingo tiene una tradición de más de 130 años, realizando una procesión año con año en Semana Santa, caminan descalzos cargando cruces de color verde que pesan más de 80 kilos, vestidos de blanco y con la cara tapada con manta de cielo blanca, su marcha es en silencio | Foto: Cuartoscuro

Le daba por leernos a Agustín de Hipona, conocido también como san Agustín. Decía que es un sabio, padre y doctor de la Iglesia católica. El “ Doctor de la Gracia” y el máximo pensador del cristianismo del primer milenio. Y enfatizaba, como si tuviéramos forma de dudarlo: “Uno de los más grandes genios de la humanidad”.

Nos recomendaba leer sus libros. “Cuando sean grandes –uhhhhh—deberán leer la obra de este sabio” decía: y citaba “ Confesiones” y “ La ciudad de Dios”. “Si se portan bien, se los voy a regalar”, por supuestísimo eso nunca ocurrió. Pero bueno, muchos años después compré la obra de Agustín de Hipona y la leí.

Pero eso, por estos días leía en voz alta mientras caminaba por el pasillo de la iglesia y nosotros dormitábamos en las bancas de madera:

“Era poca humillación para nuestro Señor el nacer por nosotros, pues incluso llegó a dignarse morir por los mortales, se humilló hecho sumiso hasta la muerte y muerte de cruz, para que ninguno de nosotros, aunque pueda no tener miedo a la muerte, se horrorice si recibe un género de muerte especialmente ignominioso establecido por los hombres. Así, pues, creemos en aquel que fue crucificado y sepultado bajo Poncio Pilato.” Y repetía el nombre del juez para conocer la fecha.

CIUDAD DE MÉXICO, 19 ABRIL 2019.- Fue realizada la tradicional procesión 176 del la Representación de Semana Santa por los ocho barrios de Iztapalapa | Foto: Cuartoscuro

Cuando leía esto parecía arrobado, como si fuera otro y no el mano larga que era. Se transformaba y casi casi podríamos decir que en una de esas, en uno de sus arrebatos emotivos, veríamos cómo se elevaba del piso en estado de levitación. Pero no: porque alguno se durmió y pronto venía para aplicar el sano castigo divino: el coscorrón correspondiente.

Y por estos días, salíamos para ser testigos de las procesiones. Todos venían de distintos lugares para acompañar al Jesucristo y su dolor. Y todos guardaban silencio mientras el tambor repetía su letanía monótona y dolorosa al paso de los penitentes. Era y es una ceremonia impresionante por su significado profundo, la que motiva nuestras reflexiones más intensas, y la que le da sentido a nuestro creer o no: es cosa y libertad de cada uno, y eso es bueno.

Así el jueves y viernes. Todo era estarse quietecito –aunque no tanto para nosotros que seguíamos con el trompo, el balero y las escapadas por ahí—aunque se enojara el cura Benet que hubiera querido tenernos ahí aplastados esperando en silencio a que nos leyera de nuevo, si no fuera porque por estos días sí que trabajaba. De todos modos había ratos en los que nos asestaba alguno que otro capítulo, esta vez con lo de Pablo de Tarso:

“Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído…

CIUDAD DE MÉXICO, 19 ABRIL 2019.- Con motivo de la 176 representación de la Pasión de Cristo, cientos de habitantes caracterizados de nazarenos y con cruces de madera al hombro, de más de 70 kilos | Foto: Cuartoscuro

“Les he transmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los Apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.”

Y yo no entendí por entonces tampoco eso de ‘aborto’. Pero no me preocupó mucho porque ya era la hora de la comida y había que estar a tiempo en casa: habría caldillo oaxaqueño hecho con camarones… mmmm… y pescado salado del Istmo… mmmm…

Pero bueno, A Benet tampoco le importaba explicarlo, porque asimismo tenía que irse a comer invitado a la casa de alguien. Siempre había alguien, alguna familia que lo invitaba y comía como para tres… Bueno. Está bien. Dios lo tenga en su gloria.

Después del viernes de Dolores ya todo iba de bajada hacia el Sábado de Gloria cuando todos salíamos a darle vuelo a la hilacha con aquello de bañarnos y gritar “¡Sábado de Gloria!” mientras una cubetada de agua fría caía encima del más ingenuo que había salido a la calle.

CIUDAD DE MÉXICO, 20 ABRIL 2019.- Al estar prohibido tirar agua en las calles, niños disfrutaron del sábado de gloria al interior de sus casas | Foto: Cuartoscuro

Nosotros estábamos empapados y felices. (Bueno, eso hoy está prohibido por aquello de no gastar el preciado líquido, aunque cuando hay escapes de agua se tardan hasta el día del juicio final para arreglar el desperfecto).

Éramos felices con aquella algarabía en días calurosos y llenos de intensidades al mismo tiempo religiosas como humanas. Porque lo que hacían ‘los grandes’, como nosotros niños aun, era encontrarnos como si todo pudiera ser siempre así…

En todo caso llegaba ya el domingo de Pascual, el de la Pascua Florida, que es cuando se celebra la resurrección de Jesús. Era y es un domingo de algarabía y entonces ya podíamos comer lo mejor luego de días de ayuno. Había reunión de todos en la casa. Había comida para todos. Y aguas frescas para nosotros y mezcalines para ‘los grandes’ que comenzaban a hablar de sus cosas…

De esto hace muchos años. De estas intensidades que sólo se viven cuando se es feliz en la infancia que nunca queremos que termine. O acaso nunca termina. Y eso es bueno.

Hoy ya no está el cura Benet. Ya no hay coscorrones. Ya no hay jalones de patillas. Y ya no hay colaciones de colores. Todo pasó ya, como un suspiro. Como un abrir y cerrar de ojos o como el tronido de anular con pulgar. No importa. Si importa. Y hoy ya sé qué es abstinencia.

jhsantiago@prodigy.net.mx

El cura Benet era mano larga. Cuando éramos niños, a la menor provocación, al menor descuido, a la mínima distracción sentíamos sus nudillos en el coco. Y si no entendíamos lo que decía o leía, o no guardábamos silencio propio de lo eclesiástico, entonces las patillas, nuestras patillas, terminaban en sus dedos mientras así nos levantaba del piso con mirada diabólica y entre ‘¡ayes de dolor!’ y gestos de “perdón por los pecados cometidos” nos soltaba con la advertencia de que “¡es la última vez!”. No lo fue. A las niñas no las tocaba ni con el pétalo de su Biblia. Era sí, el rey del coscorrón “cariñoso” decía luego. Si. Ajá.

Pero bueno. Si, de pronto era bueno. Sobre todo cuando organizaba las posadas de fin de año y nos daba bolsitas de papel celofán con colaciones de todos colores y que pintaban nuestras lenguas al color del caramelo. Bueno. Pero nuestro sacrificio de cada sábado por las mañanas era recompensado un poco, mientras que aprendíamos todo lo que había que saber del catecismo…

Bueno. Por estos días de Semana Santa, cuando la iglesia se vestía de morado, él cantaba como en letanía aquello de “Hijos mius –así sonaba- llegado es el momento de la abstinencia y del ayuno”.

Eso del ayuno yo lo entendía bien. De hecho ocurría en mi casa de tiempo en tiempo. No sabía por qué. Pero lo que sí, de plano no entendía era eso de la “abstinencia”. ¿Qué era eso? ¿Qué significaba? ¿Con qué se come o se deja de comer?

PUEBLA, PUEBLA, 19 ABRIL 2019.- Representación de la Pasión de Cristo en la Junta Auxiliar Romero Vargas como parte de la Celebración de Semana Santa | Foto: Cuartoscuro

… Yo le preguntaba al cura Benet –del que nunca supe su nombre, Dios lo tenga en su gloria--, pero hacía como que estaba muy concentrado en su Biblia abierta, se remojaba con saliva el dedo índice para pasar página y salía con otra cosa. Yo me quedaba rascando la cabeza.

Un día se lo pregunté al abuelo que qué era eso de la “abstinencia”. Hizo como que no oyó y siguió chiflando “ Cartas marcadas” mientras seguía clavando clavos a la mesa para que se estuviera quieta mientras comíamos. “Abstinencia… abstinencia…”

Un día en que el cura Benet estaba en el púlpito, diciendo su sermón de forma emotiva, a toda voz y con movimiento de brazos como si fuera rehilete, comenzó a llorar un niño de brazos. Él le pidió a la madre que lo callara. Imposible. El niño siguió llorando a todo dar. Benet le exigió a gritos, a la madre, que saliera de la iglesia porque “no deja que se escuche la palabra de Dios”.

Nos explicaba lo que significaban estos días de guardar. Eran los días en los que debíamos recordar que hace muchos años en un lugar lejano, llamado Israel, crucificaron a un hombre bueno por el sólo hecho de decir que los seres humanos nos quisiéramos unos a otros, que no nos hiciéramos maldades, que atendiéramos a la gente que más lo necesita y que a través de unos mandamientos deberíamos guiar nuestras vidas para ser felices sin hacer daño a nadie. Pero también nos leía libros: me acuerdo. Sí, me acuerdo.

TEMASCALCINGO, ESTADO DE MÉXICO, 19 ABRIL 2019.- La Hermandad de los Crucíferos de Temascalcingo tiene una tradición de más de 130 años, realizando una procesión año con año en Semana Santa, caminan descalzos cargando cruces de color verde que pesan más de 80 kilos, vestidos de blanco y con la cara tapada con manta de cielo blanca, su marcha es en silencio | Foto: Cuartoscuro

Le daba por leernos a Agustín de Hipona, conocido también como san Agustín. Decía que es un sabio, padre y doctor de la Iglesia católica. El “ Doctor de la Gracia” y el máximo pensador del cristianismo del primer milenio. Y enfatizaba, como si tuviéramos forma de dudarlo: “Uno de los más grandes genios de la humanidad”.

Nos recomendaba leer sus libros. “Cuando sean grandes –uhhhhh—deberán leer la obra de este sabio” decía: y citaba “ Confesiones” y “ La ciudad de Dios”. “Si se portan bien, se los voy a regalar”, por supuestísimo eso nunca ocurrió. Pero bueno, muchos años después compré la obra de Agustín de Hipona y la leí.

Pero eso, por estos días leía en voz alta mientras caminaba por el pasillo de la iglesia y nosotros dormitábamos en las bancas de madera:

“Era poca humillación para nuestro Señor el nacer por nosotros, pues incluso llegó a dignarse morir por los mortales, se humilló hecho sumiso hasta la muerte y muerte de cruz, para que ninguno de nosotros, aunque pueda no tener miedo a la muerte, se horrorice si recibe un género de muerte especialmente ignominioso establecido por los hombres. Así, pues, creemos en aquel que fue crucificado y sepultado bajo Poncio Pilato.” Y repetía el nombre del juez para conocer la fecha.

CIUDAD DE MÉXICO, 19 ABRIL 2019.- Fue realizada la tradicional procesión 176 del la Representación de Semana Santa por los ocho barrios de Iztapalapa | Foto: Cuartoscuro

Cuando leía esto parecía arrobado, como si fuera otro y no el mano larga que era. Se transformaba y casi casi podríamos decir que en una de esas, en uno de sus arrebatos emotivos, veríamos cómo se elevaba del piso en estado de levitación. Pero no: porque alguno se durmió y pronto venía para aplicar el sano castigo divino: el coscorrón correspondiente.

Y por estos días, salíamos para ser testigos de las procesiones. Todos venían de distintos lugares para acompañar al Jesucristo y su dolor. Y todos guardaban silencio mientras el tambor repetía su letanía monótona y dolorosa al paso de los penitentes. Era y es una ceremonia impresionante por su significado profundo, la que motiva nuestras reflexiones más intensas, y la que le da sentido a nuestro creer o no: es cosa y libertad de cada uno, y eso es bueno.

Así el jueves y viernes. Todo era estarse quietecito –aunque no tanto para nosotros que seguíamos con el trompo, el balero y las escapadas por ahí—aunque se enojara el cura Benet que hubiera querido tenernos ahí aplastados esperando en silencio a que nos leyera de nuevo, si no fuera porque por estos días sí que trabajaba. De todos modos había ratos en los que nos asestaba alguno que otro capítulo, esta vez con lo de Pablo de Tarso:

“Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído…

CIUDAD DE MÉXICO, 19 ABRIL 2019.- Con motivo de la 176 representación de la Pasión de Cristo, cientos de habitantes caracterizados de nazarenos y con cruces de madera al hombro, de más de 70 kilos | Foto: Cuartoscuro

“Les he transmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los Apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.”

Y yo no entendí por entonces tampoco eso de ‘aborto’. Pero no me preocupó mucho porque ya era la hora de la comida y había que estar a tiempo en casa: habría caldillo oaxaqueño hecho con camarones… mmmm… y pescado salado del Istmo… mmmm…

Pero bueno, A Benet tampoco le importaba explicarlo, porque asimismo tenía que irse a comer invitado a la casa de alguien. Siempre había alguien, alguna familia que lo invitaba y comía como para tres… Bueno. Está bien. Dios lo tenga en su gloria.

Después del viernes de Dolores ya todo iba de bajada hacia el Sábado de Gloria cuando todos salíamos a darle vuelo a la hilacha con aquello de bañarnos y gritar “¡Sábado de Gloria!” mientras una cubetada de agua fría caía encima del más ingenuo que había salido a la calle.

CIUDAD DE MÉXICO, 20 ABRIL 2019.- Al estar prohibido tirar agua en las calles, niños disfrutaron del sábado de gloria al interior de sus casas | Foto: Cuartoscuro

Nosotros estábamos empapados y felices. (Bueno, eso hoy está prohibido por aquello de no gastar el preciado líquido, aunque cuando hay escapes de agua se tardan hasta el día del juicio final para arreglar el desperfecto).

Éramos felices con aquella algarabía en días calurosos y llenos de intensidades al mismo tiempo religiosas como humanas. Porque lo que hacían ‘los grandes’, como nosotros niños aun, era encontrarnos como si todo pudiera ser siempre así…

En todo caso llegaba ya el domingo de Pascual, el de la Pascua Florida, que es cuando se celebra la resurrección de Jesús. Era y es un domingo de algarabía y entonces ya podíamos comer lo mejor luego de días de ayuno. Había reunión de todos en la casa. Había comida para todos. Y aguas frescas para nosotros y mezcalines para ‘los grandes’ que comenzaban a hablar de sus cosas…

De esto hace muchos años. De estas intensidades que sólo se viven cuando se es feliz en la infancia que nunca queremos que termine. O acaso nunca termina. Y eso es bueno.

Hoy ya no está el cura Benet. Ya no hay coscorrones. Ya no hay jalones de patillas. Y ya no hay colaciones de colores. Todo pasó ya, como un suspiro. Como un abrir y cerrar de ojos o como el tronido de anular con pulgar. No importa. Si importa. Y hoy ya sé qué es abstinencia.

jhsantiago@prodigy.net.mx

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