Son muchos los escritores estadounidenses que han hecho la radiografía del ‘sueño americano’. Esto a diferencia de artes como el cine, por ejemplo, que con frecuencia promueve ese ideal pleno de luz, color, alegría, emoción y la siempre victoria del ser americano por encima de todo y por todo.
La literatura estadounidense, en cambio, está repleta de reflexiones que buscan entender el quiénes son, cómo son y por qué... Qué los motiva, qué los contrae, qué los enferma, qué los hunde en sus propias realidades, verdades o mentiras... En sus glorias o en sus mitos dañinos.
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Así, por ejemplo, William Faulkner, Carson McCullers, Hart Crane, Jack Kerouac, Charles Bukowski, Tom Wolfe, Susan Sontag, la gran Lilian Hellman y tantos más, han abierto puertas y ventanas para ver al interior de esta sociedad y sus intensidades más corrosivas.
Uno de ellos, acaso uno de los más emblemáticos autores de poesía, relato, cuento pero, sobre todo, teatro, es Tennessee Williams, quien recorrió los infiernos de su propia vida, su entorno familiar y social, para encumbrarlos y ponerlos en dramaturgia, a modo de reclamo, reproche, redención y súplica.
Se le ha descrito como “el poeta de la soledad, el exceso y la sensualidad sureña”. Sólo él pudo mostrar al mundo el espejo despiadado del sur de Estados Unidos. Sólo él pudo encontrar el hilo conductor del alma femenina y la aberración de un machismo cruel, duro e insensible.
Ese machismo y ese entorno conservador y por lo mismo peligroso le marcaron desde niño y le marginaron hasta que él lo permitió. Su padre lo repudió desde su infancia, ya por su debilidad física como por lo que ya adivinaba en él: su homosexualidad.
Tennessee Williams nació como Thomas Lanier Williams III, en Columbus, Mississippi el 26 de marzo de 1911. Su padre fue Cornelius Coffin Williams, un vendedor-viajero, de zapatos, su madre fue Edwina Williams en su juventud cantante. Tuvo dos hermanos, Rose Isabel Williams (1909–1996) y Walter Dakin Williams (1919–2008), quien fue el preferido de su padre.
Cornelius era violento. Siempre que podía –y era frecuente—alcoholizado arremetía en contra de Thomas. Y aunque pasaba mucho tiempo fuera de la casa al regreso todo era tormento, insultos, menosprecio, marginación doméstica... Lo que se incrementaba en la medida en que crecía.
En 1918, el papá Williams, consiguió trabajo en Saint Louis Missouri y para allá se fueron. Thomas tenía siete años. Poco tiempo después enfermó gravemente de difteria; estuvo en cama por más de un año y para que se distrajera, su madre le regaló una máquina de escribir.
Él tomó muy en serio hacerlo. Escribía en todo momento, y aun cuando tiempo después ya trabajaba con su padre, al regreso se encerraba en su cuarto para escribir... ¿escribir qué?
La obra de Tennessee es en gran medida autobiográfica. Elia Kazan, director de algunas de sus obras en teatro y cine, diría que “su obra está llena de él mismo, y él mismo está lleno de su obra”. Así era.
Fue un recreador de su propia vida, de sus recuerdos y de ese mundo agrio y despiadado. En estilo gótico volcó siempre sus emociones, locuras, insatisfacciones y aspiraciones de felicidad.
Pero sobre todo Tennessee era un hombre emotivo: un poeta. Describía a sus personajes y su ambiente de forma cruda, dramática, pero sobre todo cargados de pasiones incontenibles y cargados asimismo de ilusiones, de sueños, de esperanzas: de la búsqueda de la felicidad que tarda en llegar.
‘Sus personajes se hallan frecuentemente enfrentados con la sociedad y se debaten entre conflictos de gran intensidad, en los que terminan por aflorar las pasiones y culpas en su forma original, ajena a los convencionalismos sociales. La intriga es escasa en sus obras, que se centran en la expresión desgarrada de los personajes, inmersos en un ambiente opresivo, y cuyos diálogos transmiten poesía y sensualidad.’
Pero sobre todo, en su obra está la soledad. Su fraseo es terriblemente duro, sin concesiones, sin recovecos; directo. Y subyace en cada frase un poema que es al mismo tiempo deseo y lucha; el grito único e irremediable que pareciera que sólo él era capaz de expresar: “¡Quiéranme!”
Así que en su máquina comenzó a dibujar su mundo, a su manera. A los 16 años publicó por primera vez un relato que ganó el tercer lugar de un concurso de ensayos “¿Puede una buena esposa ser una buena amiga?” El premio fue de cinco dólares. Esto lo impulsó a decidirse por ser escritor. En agosto de 1928 publicó “ La venganza de Nitocris“ en la revista Weird Tales.
En 1936 se matriculó en la Universidad de Washington; en 1937 se fue a la Universidad de Iowa y en 1938 se licenció en Filosofía y Letras. Por entonces ya era Tennessee, un apodo que le pusieron sus compañeros por su marcado acento sureño.
Para 1940 publica una obra que llamó mucho la atención de los especialistas, “ Batalla de los Angeles”. Comienza su estilo y a sus historias al mismo tiempo dramáticas como poéticas.
En 1944, la Metro Goldwyn Mayer lo contrató como escritor de guiones por 250 dólares a la semana seis meses. Aceptó, aunque durante ese tiempo desarrolló su primera gran obra, El zoológico de cristal que fue aclamada por la prensa neoyorquina.
Es una historia en la que los personajes principales (son su madre y su hermana.) viven una soledad opresiva. El mundo obscuro de la imposibilidad para ser felices. Y sin embargo, queda la esperanza de conseguirlo alguna vez. A pesar de todo.
Ya encarrilado, vino luego “ Un tranvía llamado deseo”; la historia de la decadencia de Blanche DuBois, una aristócrata sureña que se ve obligada a refugiarse en la casa de su hermana luego de perder todos sus bienes. Al llegar Blanche a Nueva Orleáns conoce a Stanley Kowalski, el esposo de su hermana; un inmigrante obrero cuya presencia comienza a volverse inquietante para todos.
La pieza, considerada una de las grandes obras de la dramaturga estadounidense, aborda algunos de los grandes temas que le persiguieron toda su vida y su obra:
El machismo impronunciable (su padre) y la irrupción de la clase proletaria en la sociedad americana, hasta la locura que él mismo vivió en su juventud y que dan forma a Blanche DuBois: Una locura incontenible, un deseo que no se recata, una vida que primero tuvo un sueño para volver a una realidad que se convierte en tierra obscura y árida. La obra fue recibida con un gran entusiasmo de los especialistas y con gran éxito de público.
En adelante seguirían éxitos enormes: “ La gata sobre el tejado caliente”; “ Dulce pájaro de la juventud”; “ Rosa Tatuada”; “ La noche de la iguana”... ¡Éxito! ¡Éxito! ¡Éxito!... y premios a granel.
En 1948 ganó el premio Pulitzer de teatro por “ Un tranvía llamado deseo”, galardón que volvió a conseguir en 1955 con “ La gata sobre el tejado caliente”. En 1951 el premio Tony por “ La rosa tatuada” y muchos más.
Todo parecía ir de maravilla no sólo en su creación, como también en la vida privada. Su relación con quien fue el amor de su vida, Frank Merlo, iba viento en popa y coincidió con el mejor momento teatral de Tennessee. Pero en 1962 murió quien había vivido con él desde 1947 y con quien vivió lo que él mismo dijo “lo mejor de su vida”.
A lo largo de los años sufrió por la condición de salud de su hermana Rose a quien quería mucho. Ella es la inspiración para dos de sus más importantes obras: “ El zoológico de cristal” ahí ella es Laura y Blanche DuBois en “ Un tranvía llamado deseo”. Pero Merlo era su propia vida.
Tennessee Williams comenzó entonces su decadencia. Se vuelve a las drogas y al alcohol a extremos. Su obra ya no es la misma y tan sólo escribe algunas cosas que no tienen ni el impacto ni la intensidad de gran obra maestra.
Solo, el escritor murió a los 71 años víctima de ahogamiento cuando quiso destapar un frasco de medicina con los dientes y se atragantó. “Murió con los brazos llenos de ecos de caricias buscadas en infinidad de jóvenes amantes, pero con el corazón roto”, publicó The New York Times.
Junto con Eugene O'Neill y Arthur Miller, Tennessee Williams es uno de los grandes dramaturgos estadounidenses del siglo XX. Fue enterrado en el Cementerio Calvary de St. Louis, Missouri, muy cerca del lugar donde yace el poeta Hart Crane, a quien siempre consideró una de sus influencias más significativas.
“Llega un momento en que te miras al espejo y te das cuenta de que lo que ves es todo lo que serás. Y luego lo aceptas. O te suicidas. O dejas de mirarte en los espejos”.
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