POR JUAN NIETO RIVERA
La celebración del Día de los Muertos se celebra los días 1 y 2 de noviembre; tradición que representa honrar a los difuntos; se acude a los panteones para llevar flor de cempasúchil, rosas y gardenias, se limpian las tumbas, algunos usan la loza mortuoria de mesa, ponen un lindo mantel para dar sus ofrendas a sus seres queridos que ya hicieron el “viaje sin retorno”. Hay quienes llevan mariachis o norteños, ese día no se llora y se comparte la comida como “antes”, cuando “ellos” vivían, se pasa un buen rato, recordando anécdotas y cantando canciones que les gustaban, claro, acompañados de un buen tequila o cerveza que le gustaba al difunto.
En los hogares se ponen las ofrendas con calaveritas de azúcar o chocolate, calabaza, platillos tradicionales y la foto del difunto, que solo se fue físicamente, pero que esos días vienen a visitar a sus seres queridos. Se abren las puertas de esa dimensión, con el “permiso divino”, para que convivan con sus seres queridos y prueben la esencia de los alimentos dulces y de un buen tequila, todo esto se prepara con mucho respeto y amor.
El extranjero ve con asombro cómo el mexicano se ríe de la muerte, las caricaturas de Posada son únicas en el mundo, sin olvidar que éstas nacieron en la época de Porfirio Díaz y fue precisamente Posada quien creó la famosa Catrina, caricatura que representaba la época victoriana, vestida con la elegancia de aquel tiempo; existen profundas raíces de la tradición de este festejo y nos hace recordar nuestra identidad, usos y costumbres. En el pueblo de Mixquic es muy celebrada esta tradición, que atrae turismo nacional y extranjero, el altar a la muerte tiene su significado, incluso es reconocido por la Unesco, como patrimonio cultural.
Esta tradición se remonta a la época prehispánica, pues nuestros antepasados al morir iniciaban el viaje hacia el Mictlán -el reino de los muertos-, al que los españoles lo tradujeron como el infierno. Nuestros antepasados tenían otro concepto sobre la muerte, distinta a la que trajeron los españoles; con la religión católica decían que el infierno era el castigo y el cielo era la gloria y si el moribundo dejaba todas las riquezas y propiedades “entraría” más rápido a la gloria, esta fue la condición del clero.
Si los antepasados morían en el agua, eran mandados al Tlalolcan, o sea, el paraíso de Tláloc; los que morían en combate y las mujeres que morían en el parto iban al Ameyucan, Paraíso del Sol, donde el dios Huitzilopochtli, dios de la guerra, los “recibía con honores”; el Mictlán era el lugar de los que morían en forma natural; los niños recién nacidos, si morían llegaban al Chichihuancuanco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que se alimentaran.
¡Qué bellas creencias tenían nuestros antepasados! ¿No lo cree usted, estimado lector? Al llegar los españoles, todas estas costumbres, ofrendas y cultos se terminaron y entonces la iglesia católica hace una celebración a los Muertos los días 1 y 2 de Noviembre, para celebrar la memoria de todos los santos y la fiesta de los fieles difuntos.
Hermosa tradición de nuestra identidad, es la tradición propia de México y está siendo olvidada, nadie sabe la real esencia y misterio que tiene, la influencia norteamericana no podrá superar el misticismo y amor que el pueblo tiene por sus parientes que ya partieron. El altar se arregla con flores de cempasúchil, veladoras, la foto del difunto, papel picado, ricos platillos y un buen tequila para agradarlo.
Así celebra nuestro pueblo a sus difuntos, esta es nuestra identidad nacional y no podrá ser superada por el siniestro Halloween, estos días son celebrados con mucho respeto, ese día convivimos con “ellos”, cantamos canciones, algunos rezan por su buen descanso en el “más allá”.
Recordamos una canción popular que dice: “Viene ‘La Muerte’ luciendo mil llamativos colores, en qué quedamos pelona, me llevas o no me llevas”. Este es el modo en que celebra el mexicano. ¡Salud! – ¡perdón!, Solo es una canción popular ¿no cree usted, estimado lector?
Celebremos con respeto esos días y meditemos que algún día vamos a estar con “ellos”, y a ¡seguir la fiesta!
Estimado lector, el espacio se nos terminó, como siempre, El Sol de México y su servidor agradecemos su preferencia, mil gracias y Dios los bendiga.
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