/ domingo 18 de diciembre de 2016

La tambora, parte fundamental del folclore de Sinaloa

Mazatlán, Sin. (OEM-Informex).- Es pegajosa, agradable y adaptable a diferentes estructuras musicales, cuenta con ese algo especial que la hace ser muy diferente a otras bandas, inclusive entre las diferentes zonas del Estado contienen diferencias de estilo que en lugar de limitarla la engrandecen y así encontramos que hay diferencias en cuanto a la forma de tocar de acuerdo a las diferentes zonas de nuestro Estado, que proyectan la esencia de las comunidades que le han dado origen.

Las tamboras tienen su origen en el siglo XIX, pero no es sino hasta mediados de los años 30’s, y con mayor fuerza en los 50’s que las tamboras empiezan a surgir por todo el mapa de Sinaloa, no hay pueblo o comunidad rural que no quiera ser representada musicalmente por una banda, todos se pelean por el honor de ser los favoritos en el gusto de las personas y esta efervescencia da por resultado que de muchos poblados emigraran bandas a los principales municipios del estado a probar suerte y fortuna.

El número de integrantes que se necesita para formar una tambora, oscila entre los 14 y 20 elementos, mismos que tocan instrumentos como: trompetas, trombones, clarinetes, tuba, tambora, bajo, tarola y los platillos, en su mayoría se le ha introducido vocalistas y un mayor número de instrumentos bases y nuevas percusiones, con la intención de darle más fuerza musical a sus interpretaciones. Estas bandas han modificado el contexto original agregando un sabor muy propio que no pocas tamboras sinaloenses han tratado de imitar.

En la Tambora Sinaloense se pueden escribir capítulos enteros, es inobjetable la influencia que ha tenido en la cultura popular de Sinaloa; en sus notas se cuentan la historia y sentimientos de sus pueblos y de su gente, tiene la facultad de transportarte de la tristeza a la alegría y con la misma facilidad que te hace reír y llorar te puede hacer soñar.

Sinaloa envía al mundo a través de la Tambora, su espíritu de lucha, la historia de sus pueblos y el franco corazón de su gente.

 Origen de la banda sinaloense

Desde su aparición, la banda pasó a ser parte de nuestro pueblo, surgiendo como reguero de pólvora por todo el Estado.

Mazatlán tuvo sus primeros pobladores de habla hispana por el año de 1531, pero fue hasta el 15 de diciembre de 1821, en que la Junta Gobernativa de México lo declaró puerto de altura, dejándolo abierto al comercio extranjero. Muy poco duró la disposición a causa de la revolución de Iguala, sin embargo, el 1 de febrero de 1838 es rehabilitado como puerto altura. Desde esta remota época empiezan a llegar comerciantes y aventureros en busca de fortuna, siendo ya por los años de 1840 notable el aumento de población de extranjeros, dominando los europeos.

Algunos que vinieron de paso se quedaron definitivamente y otros llegaron dispuestos a quedarse para establecer grandes empresas. Había de todas las nacionalidades: españoles, chinos, filipinos, ingleses, franceses, pero en mayor numero alemanes.

Así llegan a estas tierras los hermanos Jorge y Enrique Melchers acompañados de Celso Fuhrken, formando el 1 de enero de 1840 el negocio mercantil “Melchers Hnos. y CIA.”, en cuyo comercio había desde herramientas para la minería, muebles para el hogar, toda clase de ferretería y contaba dentro del giro con instrumentos musicales, operaba también como casa bancaria (en ella se hacían tanto operaciones comerciales como bancarias). Creció dicha compañía al ritmo que crecía el puerto, ya que para los años de 1860 habían abierto sucursales por todo el país promoviendo sus artículos.

Sus socios siendo numerosos y de origen alemán sintieron la nostalgia de su tierra, edificaron chalets estilo europeo, iniciando también obras de ornato, destacando principalmente el hermoso kiosco de la Plazuela Republica, la glorieta de Germania, así como el paseo Clausen. Sin embargo, les hacía falta aquellas bandas que escuchaban en su tierra y trajeron los instrumentos necesarios para interesar a los lugareños; así se forman las primeras bandas de música de viento – como se les llamó al principio por los mazatlecos-. Los músicos de cuerda que ya existían, eran exclusivos de la aristocracia y solamente en sus fiestas se escuchaban.

La Tambora (como empezó a llamarse por las audiciones que daban en los kioscos), inmediatamente se identificó con el pueblo, y éste con ella, sintiendo que era su música, la música del campo, la única de los de abajo, y así surgen por todos rumbos las bandas que tocaban en las plazuelas, en los bailes populares y aún en los entierros. Siendo campesinos lo músicos en su mayoría, era en el fin de semana cuando se convertían en parte de la banda. Aún recuerdo por los años 30, cuando el sábado por la tarde a eso de las tres, salía a la banqueta de su casa el director de la banda a sonar estrepitosamente la tambora, a fin de reunir los músicos para la escoleta, quizá recordando que en la época prehispánica era esa una forma de comunicaciones. Al final de los tamborazos, para destacar la primera llamada dejaba un espacio de tiempo y daba un solo golpe el instrumento.

Si el músico estaba en la mesa era tiempo de apresurar la comida para que a la segunda llamada ya estuviera saliendo a la escoleta, siendo la segunda destacada por dos toques después de la pausa; la tercera llamada era para los entretenidos que no habían respondido oportunamente a las anteriores y que llegaban corriendo con sus instrumentos a cuestas.

De nuestro pueblo surgieron como reguero de pólvora por todo el Estado, músicos de origen campesino que hacían viaje hasta el puerto para comprar el clarinete o la corneta, aunque fuera en abonos. Había que ver la satisfacción que experimentaban cuando eran dueños de ellos y les permitían formar parte de la banda del lugar, siendo muy frecuente que ésta se formara en su mayoría por elementos de una misma familia, incluyendo cuñados, primos ,etc.

Muy pocos eran los que tenían conocimiento de nota. Sobre esto recuerdo a un prominente y próspero músico, don Gabriel R. Osuna, que llegó inclusive a ser presidente municipal de Mazatlán; don Gabriel siempre tocó por nota, pero su maestro don Cuco Godínez, lo bautizó con el apodo de “El Lírico” por una facultad muy especial que tenía al escuchar cualquier pieza o tonada.

Ya en este siglo algunas bandas por razones de competencia modificaron su estructura haciéndose llamar banda orquesta. Efectivamente, en la mayor parte de las bandas sus músicos eran de oído y entre las jergas de ellos se les llamaba músicos de orejas.

Siendo en la primera mitad del siglo antepasado cuando nace la Tambora, esto hace más difícil saber quién o quiénes formaron la primera música de viento. Fue tal su popularidad, que traspasó las fronteras de nuestro Estado y el país.

La Tambora siempre ha estado presente en todas las fiestas del pueblo, en la ulama, en carreras de caballos, bodas, y hasta en sepelios ya que hay pueblos en que la mayor satisfacción de los dolientes es llevarles la música al muerto desde que entra en agonía hasta que le echan la última palada de tierra en la tumba.

La Tambora sinaloense se encuentra en todos los actos de nuestra Revolución, ya alegrando a la tropa o alentándola en el combate, habiendo ocasiones en que las primeras bajas en el combate fueron miembros de la banda.

No cabe duda que su máxima popularidad la alcanzaron cuando empezaron a aparecer en películas, televisión y grabar para compañías disqueras, encargándose estas compañías de hacerles promoción, trayendo todo esto por consiguiente la contaminación con los ritmos de moda.

Las bandas que se presentan en los kioscos de las plazuelas, iniciaban la audición invariablemente con una marcha y luego sonaban las notas de La India Bonita, El Coyote, La Culebra Pollera, El Quelite, El Sauce y la Palma, El Caballo Bayo, y cuando surgía algún desafió se oía sonar las notas de El Toro.

Fuente: http://mazatlan.gob.mx/turismo/conoce-mazatlan/la-tambora/

Mazatlán, Sin. (OEM-Informex).- Es pegajosa, agradable y adaptable a diferentes estructuras musicales, cuenta con ese algo especial que la hace ser muy diferente a otras bandas, inclusive entre las diferentes zonas del Estado contienen diferencias de estilo que en lugar de limitarla la engrandecen y así encontramos que hay diferencias en cuanto a la forma de tocar de acuerdo a las diferentes zonas de nuestro Estado, que proyectan la esencia de las comunidades que le han dado origen.

Las tamboras tienen su origen en el siglo XIX, pero no es sino hasta mediados de los años 30’s, y con mayor fuerza en los 50’s que las tamboras empiezan a surgir por todo el mapa de Sinaloa, no hay pueblo o comunidad rural que no quiera ser representada musicalmente por una banda, todos se pelean por el honor de ser los favoritos en el gusto de las personas y esta efervescencia da por resultado que de muchos poblados emigraran bandas a los principales municipios del estado a probar suerte y fortuna.

El número de integrantes que se necesita para formar una tambora, oscila entre los 14 y 20 elementos, mismos que tocan instrumentos como: trompetas, trombones, clarinetes, tuba, tambora, bajo, tarola y los platillos, en su mayoría se le ha introducido vocalistas y un mayor número de instrumentos bases y nuevas percusiones, con la intención de darle más fuerza musical a sus interpretaciones. Estas bandas han modificado el contexto original agregando un sabor muy propio que no pocas tamboras sinaloenses han tratado de imitar.

En la Tambora Sinaloense se pueden escribir capítulos enteros, es inobjetable la influencia que ha tenido en la cultura popular de Sinaloa; en sus notas se cuentan la historia y sentimientos de sus pueblos y de su gente, tiene la facultad de transportarte de la tristeza a la alegría y con la misma facilidad que te hace reír y llorar te puede hacer soñar.

Sinaloa envía al mundo a través de la Tambora, su espíritu de lucha, la historia de sus pueblos y el franco corazón de su gente.

 Origen de la banda sinaloense

Desde su aparición, la banda pasó a ser parte de nuestro pueblo, surgiendo como reguero de pólvora por todo el Estado.

Mazatlán tuvo sus primeros pobladores de habla hispana por el año de 1531, pero fue hasta el 15 de diciembre de 1821, en que la Junta Gobernativa de México lo declaró puerto de altura, dejándolo abierto al comercio extranjero. Muy poco duró la disposición a causa de la revolución de Iguala, sin embargo, el 1 de febrero de 1838 es rehabilitado como puerto altura. Desde esta remota época empiezan a llegar comerciantes y aventureros en busca de fortuna, siendo ya por los años de 1840 notable el aumento de población de extranjeros, dominando los europeos.

Algunos que vinieron de paso se quedaron definitivamente y otros llegaron dispuestos a quedarse para establecer grandes empresas. Había de todas las nacionalidades: españoles, chinos, filipinos, ingleses, franceses, pero en mayor numero alemanes.

Así llegan a estas tierras los hermanos Jorge y Enrique Melchers acompañados de Celso Fuhrken, formando el 1 de enero de 1840 el negocio mercantil “Melchers Hnos. y CIA.”, en cuyo comercio había desde herramientas para la minería, muebles para el hogar, toda clase de ferretería y contaba dentro del giro con instrumentos musicales, operaba también como casa bancaria (en ella se hacían tanto operaciones comerciales como bancarias). Creció dicha compañía al ritmo que crecía el puerto, ya que para los años de 1860 habían abierto sucursales por todo el país promoviendo sus artículos.

Sus socios siendo numerosos y de origen alemán sintieron la nostalgia de su tierra, edificaron chalets estilo europeo, iniciando también obras de ornato, destacando principalmente el hermoso kiosco de la Plazuela Republica, la glorieta de Germania, así como el paseo Clausen. Sin embargo, les hacía falta aquellas bandas que escuchaban en su tierra y trajeron los instrumentos necesarios para interesar a los lugareños; así se forman las primeras bandas de música de viento – como se les llamó al principio por los mazatlecos-. Los músicos de cuerda que ya existían, eran exclusivos de la aristocracia y solamente en sus fiestas se escuchaban.

La Tambora (como empezó a llamarse por las audiciones que daban en los kioscos), inmediatamente se identificó con el pueblo, y éste con ella, sintiendo que era su música, la música del campo, la única de los de abajo, y así surgen por todos rumbos las bandas que tocaban en las plazuelas, en los bailes populares y aún en los entierros. Siendo campesinos lo músicos en su mayoría, era en el fin de semana cuando se convertían en parte de la banda. Aún recuerdo por los años 30, cuando el sábado por la tarde a eso de las tres, salía a la banqueta de su casa el director de la banda a sonar estrepitosamente la tambora, a fin de reunir los músicos para la escoleta, quizá recordando que en la época prehispánica era esa una forma de comunicaciones. Al final de los tamborazos, para destacar la primera llamada dejaba un espacio de tiempo y daba un solo golpe el instrumento.

Si el músico estaba en la mesa era tiempo de apresurar la comida para que a la segunda llamada ya estuviera saliendo a la escoleta, siendo la segunda destacada por dos toques después de la pausa; la tercera llamada era para los entretenidos que no habían respondido oportunamente a las anteriores y que llegaban corriendo con sus instrumentos a cuestas.

De nuestro pueblo surgieron como reguero de pólvora por todo el Estado, músicos de origen campesino que hacían viaje hasta el puerto para comprar el clarinete o la corneta, aunque fuera en abonos. Había que ver la satisfacción que experimentaban cuando eran dueños de ellos y les permitían formar parte de la banda del lugar, siendo muy frecuente que ésta se formara en su mayoría por elementos de una misma familia, incluyendo cuñados, primos ,etc.

Muy pocos eran los que tenían conocimiento de nota. Sobre esto recuerdo a un prominente y próspero músico, don Gabriel R. Osuna, que llegó inclusive a ser presidente municipal de Mazatlán; don Gabriel siempre tocó por nota, pero su maestro don Cuco Godínez, lo bautizó con el apodo de “El Lírico” por una facultad muy especial que tenía al escuchar cualquier pieza o tonada.

Ya en este siglo algunas bandas por razones de competencia modificaron su estructura haciéndose llamar banda orquesta. Efectivamente, en la mayor parte de las bandas sus músicos eran de oído y entre las jergas de ellos se les llamaba músicos de orejas.

Siendo en la primera mitad del siglo antepasado cuando nace la Tambora, esto hace más difícil saber quién o quiénes formaron la primera música de viento. Fue tal su popularidad, que traspasó las fronteras de nuestro Estado y el país.

La Tambora siempre ha estado presente en todas las fiestas del pueblo, en la ulama, en carreras de caballos, bodas, y hasta en sepelios ya que hay pueblos en que la mayor satisfacción de los dolientes es llevarles la música al muerto desde que entra en agonía hasta que le echan la última palada de tierra en la tumba.

La Tambora sinaloense se encuentra en todos los actos de nuestra Revolución, ya alegrando a la tropa o alentándola en el combate, habiendo ocasiones en que las primeras bajas en el combate fueron miembros de la banda.

No cabe duda que su máxima popularidad la alcanzaron cuando empezaron a aparecer en películas, televisión y grabar para compañías disqueras, encargándose estas compañías de hacerles promoción, trayendo todo esto por consiguiente la contaminación con los ritmos de moda.

Las bandas que se presentan en los kioscos de las plazuelas, iniciaban la audición invariablemente con una marcha y luego sonaban las notas de La India Bonita, El Coyote, La Culebra Pollera, El Quelite, El Sauce y la Palma, El Caballo Bayo, y cuando surgía algún desafió se oía sonar las notas de El Toro.

Fuente: http://mazatlan.gob.mx/turismo/conoce-mazatlan/la-tambora/

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