/ martes 26 de enero de 2016

“La vida en rojo”

POR ROBERTO RONDERO | El Sol de México

62 entrevistas, tres conversaciones exclusivas y 11 vía telefónica, conforman “La vida en rojo” (Editorial Debolsillo, 719 páginas), libro escrito por el historiador, político y diplomático Jorge G. Castañeda, una biografía del Ché Guevara, que desentraña numerosos testimonios y documentos, tan diversos como polémicos, y desde los orígenes hasta nuestros días, de Ernesto Guevara de la Serna.

Aderezado por fotografías reveladoras de su vida y muerte, “La vida en rojo” es una investigación que requirió, como lo señala su autor, “de una gran multiplicidad de fuentes. Ninguna es perfecta ni suficiente en sí misma; todas encierran enigmas, defectos y lagunas. Incluso las más irreprochables en apariencia –cartas, notas o diarios del sujeto de la misma biografía- entraña contradicciones y reservas: ¿quién es transparente consigo mismo?”.

-El Cristo de Vallegrande

En el capítulo primero, Castañeda describe con lujo de detalle la muerte del Ché Guevara por parte de las milicias bolivianas, instante en que el mito del guerrillero cobraría vida: “Despejaron su rostro, ya sereno y claro, y le descubrieron el pecho diezmado por 40 años de asma y uno de hambre en los páramos del sureste boliviano. Lo tendieron luego en la batea del hospital de Nuestra Señora de Malta, alzándole la cabeza para que todos pudieran contemplar la presa caída. Al recostarlo en la lápida de concreto, le desataran las cuerdas con que lo maniataron durante el viaje en helicóptero desde La Higuera, y le pidieron a la enfermera que lo lavara, lo peinara e incluso le afeitara parte de la barba rala que portaba”. “Para cuando comenzaron a desfilar los periodistas y vecinos curiosos, la metamorfosis ya era completa: el hombre abatido, iracundo y desarrapado aún en vísperas de su muerte se había convertido en el Cristo de Vallegrande, reflejado en sus límpidos ojos abiertos la tranquilidad del sacrificio consentido. El ejército boliviano cometió su único errar de campaña una vez consumada la captura de su máximo trofeo de guerra. Transformó al revolucionario resignado y acorralado, al indigente de la Quebrada del Yuro, vencido con todas las le de la ley, envuelto en trapos y con la cara ensombrecida por la furia y la derrota, en la imagen crística de la vida que sigue a la muerte. Sus verdugos le dieron rostro y cuerpo y alma al mito que recorrería el mundo”.

Ernesto Guevara de la Serna nace el 14 de junio de 1928 en Rosario, tercera ciudad de un país de 12 millones y medio de habitantes, muchos de ellos oriundo de otras latitudes. Ernesto hijo poseía sangre española, irlandesa (el bisabuelo Patrick Lyngch huyó de Inglaterra a Esapaña y de allí a la Gobernación de Río de la Plata en la segunda mitad del siglo XVIII) y hasta mexicano-americana, ya que la abuela paterna del Ché nació en 1868 en California.

Estructurada por 11 capítulos, “La vida en rojo” inicia con “Muero porque no muero”, pasando por episodios como “Años de amor e indiferencia: Buenos Aires, Perón y Chichina”, “Los primeros pasos: Navegar es preciso, vivir no es preciso”, “Bajo fuego con Fidel”, “Nuestro hombre en La Habana”, “Cerebro de Revolución, retoño de la URSS”, “No vale la pena morir bellamente”, “Con Fidel, ni matrimonio ni divorcio”, “El corazón de las tinieblas del Ché Guevara”; ¿Traicionado por quién, en dónde?”, y “Muerte y resurrección”.

/arm

POR ROBERTO RONDERO | El Sol de México

62 entrevistas, tres conversaciones exclusivas y 11 vía telefónica, conforman “La vida en rojo” (Editorial Debolsillo, 719 páginas), libro escrito por el historiador, político y diplomático Jorge G. Castañeda, una biografía del Ché Guevara, que desentraña numerosos testimonios y documentos, tan diversos como polémicos, y desde los orígenes hasta nuestros días, de Ernesto Guevara de la Serna.

Aderezado por fotografías reveladoras de su vida y muerte, “La vida en rojo” es una investigación que requirió, como lo señala su autor, “de una gran multiplicidad de fuentes. Ninguna es perfecta ni suficiente en sí misma; todas encierran enigmas, defectos y lagunas. Incluso las más irreprochables en apariencia –cartas, notas o diarios del sujeto de la misma biografía- entraña contradicciones y reservas: ¿quién es transparente consigo mismo?”.

-El Cristo de Vallegrande

En el capítulo primero, Castañeda describe con lujo de detalle la muerte del Ché Guevara por parte de las milicias bolivianas, instante en que el mito del guerrillero cobraría vida: “Despejaron su rostro, ya sereno y claro, y le descubrieron el pecho diezmado por 40 años de asma y uno de hambre en los páramos del sureste boliviano. Lo tendieron luego en la batea del hospital de Nuestra Señora de Malta, alzándole la cabeza para que todos pudieran contemplar la presa caída. Al recostarlo en la lápida de concreto, le desataran las cuerdas con que lo maniataron durante el viaje en helicóptero desde La Higuera, y le pidieron a la enfermera que lo lavara, lo peinara e incluso le afeitara parte de la barba rala que portaba”. “Para cuando comenzaron a desfilar los periodistas y vecinos curiosos, la metamorfosis ya era completa: el hombre abatido, iracundo y desarrapado aún en vísperas de su muerte se había convertido en el Cristo de Vallegrande, reflejado en sus límpidos ojos abiertos la tranquilidad del sacrificio consentido. El ejército boliviano cometió su único errar de campaña una vez consumada la captura de su máximo trofeo de guerra. Transformó al revolucionario resignado y acorralado, al indigente de la Quebrada del Yuro, vencido con todas las le de la ley, envuelto en trapos y con la cara ensombrecida por la furia y la derrota, en la imagen crística de la vida que sigue a la muerte. Sus verdugos le dieron rostro y cuerpo y alma al mito que recorrería el mundo”.

Ernesto Guevara de la Serna nace el 14 de junio de 1928 en Rosario, tercera ciudad de un país de 12 millones y medio de habitantes, muchos de ellos oriundo de otras latitudes. Ernesto hijo poseía sangre española, irlandesa (el bisabuelo Patrick Lyngch huyó de Inglaterra a Esapaña y de allí a la Gobernación de Río de la Plata en la segunda mitad del siglo XVIII) y hasta mexicano-americana, ya que la abuela paterna del Ché nació en 1868 en California.

Estructurada por 11 capítulos, “La vida en rojo” inicia con “Muero porque no muero”, pasando por episodios como “Años de amor e indiferencia: Buenos Aires, Perón y Chichina”, “Los primeros pasos: Navegar es preciso, vivir no es preciso”, “Bajo fuego con Fidel”, “Nuestro hombre en La Habana”, “Cerebro de Revolución, retoño de la URSS”, “No vale la pena morir bellamente”, “Con Fidel, ni matrimonio ni divorcio”, “El corazón de las tinieblas del Ché Guevara”; ¿Traicionado por quién, en dónde?”, y “Muerte y resurrección”.

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