/ viernes 17 de abril de 2020

La vida es un regalo | Fotoreportero Raúl Arboleda

El fotoreportero colombiano Raúl Arboleda asegura tener una misión en la vida: ser una vitrina para contar las historias a las que pocas personas tienen acceso, ni siquiera idea

Las fotos de Alca, un joven migrante venezolano de 25 años, sin piernas, y que a pesar de eso surfea y prefiere andar en su skateboard que en silla de ruedas, le valieron varios premios al reportero colombiano Raúl Arboleda. Entre ellos el prestigioso AISPS Sport Media Award en la categoría Sport Action, entregado en febrero pasado en Budapest.

Pero más que los honores, este fotógrafo de la oficina de Bogotá de la Agencia Francesa de Noticias (AFP), de 42 años – de los cuáles 13 ha estado en la agencia - subraya el impacto en su cotidianidad por el encuentro con Alfonso Mendoza: desde ese momento, todos los días, y en particular los más difíciles, Raúl piensa en Alca, en su fuerza y recuerda que "la vida es un regalo".

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"Cuando vi publicada la foto de Alca en un medio local, primero pensé que era magia o algún efecto de photoshop. Pero cuando lo investigué más, dije: no, este chico es increíble, es un ejemplo de superación. ¡Demuestra que los límites están en la mente!

Tenía un viaje programado para cubrir un partido en Barranquilla, así que armamos un equipo de texto, foto y video. Fueron dos días intensos con él, una de las experiencias más enriquecedoras para un reportero.

Casualmente en esos días fue invitado a dar una conferencia motivacional a jóvenes vulnerables en Barranquilla. Proyectaron un video donde lo mostraron volando en parapente, cosas que nosotros estando completos no hacemos. Él estaba fuera, los niños no sabían que estaba presente. Cuando terminó el video, entró en su monopatín: los chicos estaban aterrados.

En el momento en que empezó a hablar, no dejaron de prestarle atención. Y eso que tener a esos niños tan concentrados no es fácil. Al final, lo abrazaron, todos querían fotos con él.

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Durante el reportaje hubo un momento muy difícil: invitamos a Alca a almorzar y él entró primero al restaurante. Pero lo rechazaron por su discapacidad, sin que hubiera pronunciado una palabra. Fue durísimo. Yo me indigné y la gente del restaurante terminó pidiendo “perdón".

Raúl se mantuvo en contacto con Alca. "Está muy contento con el premio. Pienso compartir económicamente con él porque finalmente ¡él es el premio! Me gustaría poder hacer mucho más, que la gente se dé cuenta que existe y lo ayuden".

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TRISTE REALIDAD

Como Alca, cerca de cinco millones de personas huyeron de una Venezuela en crisis desde 2015, de las cuales más de 1.4 millones emigraron hacia la vecina Colombia. Un éxodo sin precedente en América Latina, de múltiples rostros, que el equipo de AFP retrató en sus reportajes a lo largo de un país de un tamaño que podría ser cuatro veces Francia.

Richard vive en los árboles de un parque de Bucaramanga. Johnny, actor desempleado, sobrevive mendigando en Medellín vestido de Joker.

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En el centro de Bogotá, Paula y Javier pintan los retratos del antiguo capo de la cocaína Pablo Escobar, o del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, sobre billetes venezolanos devaluados. El músico Víctor toca y canta en los cruces peatonales de la ciudad fronteriza de Cúcuta. Ya muy flaca, la profesora Lulexis se exiló dejando atrás a sus dos hijas y su madre, esperando encontrar trabajo en Cali.

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Eduar se raspa las manos recolectando coca, materia prima de la cocaína, en la peligrosa región del Catatumbo.

María huyó de la crisis y las penurias para pasar clandestinamente la frontera en canoa, pero sobre la otra orilla del río Arauca se ve confrontada a la violencia del conflicto armado y las minas antipersona. Pese a su embarazo, Mariangela no dudó en recorrer 2 mil 400 kilómetros para atravesar Colombia, encarar las montañas de los Andes y llegar hasta Ecuador.

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Raúl relató en foto varias de esas historias "muy fuertes": "Una vez, en la frontera me alcancé incluso a desplomar, se me salieron las lágrimas - quizás porque tengo un hijo pequeño de tres años - y fue cuando vimos niños, que son los que pagan más caro esta crisis, botados en camiones como gallinas.

El reportaje sobre las migrantes, policías, profesoras, etc. que llegan a prostituirse, a ofrecer sus cuerpos a los disidentes de la exguerrilla FARC, también fue súper impactante. Podrían ser nuestras hermanas, nuestras compañeras".

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CONTAR HISTORIAS

En cerca de veinte años como fotógrafo, Raúl cubrió la violencia de la guerra interna y de los narcotraficantes, e incluso recibió amenazas de pandillas cuando trabajaba en Medellín, antiguo feudo de Escobar. "Me llamaban. Temía por mi familia, mi esposa, no sabía cómo protegerlos. Era un desgaste emocional. Yo veía una moto y pensaba en qué momento vendrían por mí".

El miedo también se siente durante los reportajes sobre las guerrillas, como el año pasado cuando pasó una semana en un campamento del ELN (Ejército de Liberación Nacional, guevarista) en plena selva, con Héctor Velasco en texto y Luis Robayo en video.

"Todo el tiempo, sabíamos que estábamos en riesgo. A las seis de la tarde, la selva oscurece y ya tienes que estar en la hamaca. Abriendo o cerrando los ojos, la oscuridad era igual, con la zozobra de los bombardeos militares. Los aviones pasaban muy bajito y los guerrilleros nos decían: ‘Allí vienen, allí vienen’. Creo que otra noche más no la aguantaba. Psicológicamente, afecta un poquito". Raúl vive la foto como una pasión. "A través de la fotografía, puedo ver y mostrar esos sitios donde nadie llega, esas situaciones que tienen un impacto humano, como la de Alca". Pero le gusta ser muy "respetuoso" en su forma de trabajar. "Nunca llego disparando. Primero, quiero ganarme la confianza de la gente, hablar, ni siquiera saco la cámara. Creo que el valor más importante de la reportería es que la gente se abra, no tu forzar, sino que las cosas vayan fluyendo". Y espera "contar una historia, empezando por las cosas más simples, ir de lo más detallado al ‘big picture’".

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Sin esconder que le "gusta la adrenalina", admite abiertamente la necesidad de relajarse después de cada cobertura difícil. Para él, eso pasa por la natación cuando hay una piscina cerca, así como por la batería tocando rock metal. "Necesitamos desahogarnos de esas situaciones y para mi, una de las formas de terapia es la música. Cuando voy tocando, se me van pasando por la mente todas las situaciones que viví y me libera”, dice.

Este reportero dice que tiene "una misión en la vida: ser una vitrina para contar las historias a las que pocas personas tienen acceso, ni siquiera idea".

Las fotos de Alca, un joven migrante venezolano de 25 años, sin piernas, y que a pesar de eso surfea y prefiere andar en su skateboard que en silla de ruedas, le valieron varios premios al reportero colombiano Raúl Arboleda. Entre ellos el prestigioso AISPS Sport Media Award en la categoría Sport Action, entregado en febrero pasado en Budapest.

Pero más que los honores, este fotógrafo de la oficina de Bogotá de la Agencia Francesa de Noticias (AFP), de 42 años – de los cuáles 13 ha estado en la agencia - subraya el impacto en su cotidianidad por el encuentro con Alfonso Mendoza: desde ese momento, todos los días, y en particular los más difíciles, Raúl piensa en Alca, en su fuerza y recuerda que "la vida es un regalo".

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"Cuando vi publicada la foto de Alca en un medio local, primero pensé que era magia o algún efecto de photoshop. Pero cuando lo investigué más, dije: no, este chico es increíble, es un ejemplo de superación. ¡Demuestra que los límites están en la mente!

Tenía un viaje programado para cubrir un partido en Barranquilla, así que armamos un equipo de texto, foto y video. Fueron dos días intensos con él, una de las experiencias más enriquecedoras para un reportero.

Casualmente en esos días fue invitado a dar una conferencia motivacional a jóvenes vulnerables en Barranquilla. Proyectaron un video donde lo mostraron volando en parapente, cosas que nosotros estando completos no hacemos. Él estaba fuera, los niños no sabían que estaba presente. Cuando terminó el video, entró en su monopatín: los chicos estaban aterrados.

En el momento en que empezó a hablar, no dejaron de prestarle atención. Y eso que tener a esos niños tan concentrados no es fácil. Al final, lo abrazaron, todos querían fotos con él.

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Durante el reportaje hubo un momento muy difícil: invitamos a Alca a almorzar y él entró primero al restaurante. Pero lo rechazaron por su discapacidad, sin que hubiera pronunciado una palabra. Fue durísimo. Yo me indigné y la gente del restaurante terminó pidiendo “perdón".

Raúl se mantuvo en contacto con Alca. "Está muy contento con el premio. Pienso compartir económicamente con él porque finalmente ¡él es el premio! Me gustaría poder hacer mucho más, que la gente se dé cuenta que existe y lo ayuden".

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TRISTE REALIDAD

Como Alca, cerca de cinco millones de personas huyeron de una Venezuela en crisis desde 2015, de las cuales más de 1.4 millones emigraron hacia la vecina Colombia. Un éxodo sin precedente en América Latina, de múltiples rostros, que el equipo de AFP retrató en sus reportajes a lo largo de un país de un tamaño que podría ser cuatro veces Francia.

Richard vive en los árboles de un parque de Bucaramanga. Johnny, actor desempleado, sobrevive mendigando en Medellín vestido de Joker.

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En el centro de Bogotá, Paula y Javier pintan los retratos del antiguo capo de la cocaína Pablo Escobar, o del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, sobre billetes venezolanos devaluados. El músico Víctor toca y canta en los cruces peatonales de la ciudad fronteriza de Cúcuta. Ya muy flaca, la profesora Lulexis se exiló dejando atrás a sus dos hijas y su madre, esperando encontrar trabajo en Cali.

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Eduar se raspa las manos recolectando coca, materia prima de la cocaína, en la peligrosa región del Catatumbo.

María huyó de la crisis y las penurias para pasar clandestinamente la frontera en canoa, pero sobre la otra orilla del río Arauca se ve confrontada a la violencia del conflicto armado y las minas antipersona. Pese a su embarazo, Mariangela no dudó en recorrer 2 mil 400 kilómetros para atravesar Colombia, encarar las montañas de los Andes y llegar hasta Ecuador.

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Raúl relató en foto varias de esas historias "muy fuertes": "Una vez, en la frontera me alcancé incluso a desplomar, se me salieron las lágrimas - quizás porque tengo un hijo pequeño de tres años - y fue cuando vimos niños, que son los que pagan más caro esta crisis, botados en camiones como gallinas.

El reportaje sobre las migrantes, policías, profesoras, etc. que llegan a prostituirse, a ofrecer sus cuerpos a los disidentes de la exguerrilla FARC, también fue súper impactante. Podrían ser nuestras hermanas, nuestras compañeras".

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CONTAR HISTORIAS

En cerca de veinte años como fotógrafo, Raúl cubrió la violencia de la guerra interna y de los narcotraficantes, e incluso recibió amenazas de pandillas cuando trabajaba en Medellín, antiguo feudo de Escobar. "Me llamaban. Temía por mi familia, mi esposa, no sabía cómo protegerlos. Era un desgaste emocional. Yo veía una moto y pensaba en qué momento vendrían por mí".

El miedo también se siente durante los reportajes sobre las guerrillas, como el año pasado cuando pasó una semana en un campamento del ELN (Ejército de Liberación Nacional, guevarista) en plena selva, con Héctor Velasco en texto y Luis Robayo en video.

"Todo el tiempo, sabíamos que estábamos en riesgo. A las seis de la tarde, la selva oscurece y ya tienes que estar en la hamaca. Abriendo o cerrando los ojos, la oscuridad era igual, con la zozobra de los bombardeos militares. Los aviones pasaban muy bajito y los guerrilleros nos decían: ‘Allí vienen, allí vienen’. Creo que otra noche más no la aguantaba. Psicológicamente, afecta un poquito". Raúl vive la foto como una pasión. "A través de la fotografía, puedo ver y mostrar esos sitios donde nadie llega, esas situaciones que tienen un impacto humano, como la de Alca". Pero le gusta ser muy "respetuoso" en su forma de trabajar. "Nunca llego disparando. Primero, quiero ganarme la confianza de la gente, hablar, ni siquiera saco la cámara. Creo que el valor más importante de la reportería es que la gente se abra, no tu forzar, sino que las cosas vayan fluyendo". Y espera "contar una historia, empezando por las cosas más simples, ir de lo más detallado al ‘big picture’".

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Sin esconder que le "gusta la adrenalina", admite abiertamente la necesidad de relajarse después de cada cobertura difícil. Para él, eso pasa por la natación cuando hay una piscina cerca, así como por la batería tocando rock metal. "Necesitamos desahogarnos de esas situaciones y para mi, una de las formas de terapia es la música. Cuando voy tocando, se me van pasando por la mente todas las situaciones que viví y me libera”, dice.

Este reportero dice que tiene "una misión en la vida: ser una vitrina para contar las historias a las que pocas personas tienen acceso, ni siquiera idea".

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