/ domingo 27 de mayo de 2018

Libertad de Imprenta: ¿Obedecer y callar? | Hojas de papel volando

De una vez por lo venidero deben saber los súbditos del Gran Monarca
que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y
no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno

Marqués de Croix, Virrey de la Nueva España, 1767


Todavía resonaban en Dolores, Hidalgo, los gritos de hartazgo encabezados por Miguel Hidalgo cuando el 24 de septiembre de 1810, en la Isla de León, Cádiz, se llevaba a cabo la primera reunión de las Cortes que tenían su origen en las Juntas de 1808 y cuyas funciones eran las de dirigir la guerra y la posterior reconstrucción del Estado luego de la invasión napoleónica a la península…

Dadas las circunstancias, las Cortes españolas se trasladaron a Cádiz en donde continuaron sus trabajos. Para el mexicano Lucas Alamán, la Constitución Política de la Monarquía Española, debía ser vista desde dos perspectivas:

Uno, según la forma general de gobierno de la nación, y dos, según la forma particular que se estableció para las grandes regiones de América y Asia. La intención era la de constituir un Estado en condiciones extremas, lo que significaba replantearse el modelo de monarquía absoluta por un régimen constitucional.

Por este lado del Atlántico, los insurrectos y el gobierno virreinal andaban jalándose del copete, y cada quien andaba en lo suyo: Cádiz construyendo un nuevo modelo de Estado y Nueva España buscando su destino.

Y si bien en las Cortes de Cádiz había representantes de la Nueva España (Miguel Ramos Arizpe, José Miguel Guridi Alcocer, José María Couto...) lo cierto es que acá se tenían noticias vagas de lo que ocurría en San Fernando y no se tenía impacto de los debates y sus resultados.

Las noticias de lo que ocurría en España se publicaba en el periódico virreinal de la época, pero no estaba en el ánimo de los insurrectos o del gobierno tomar decisiones en base a Cádiz. No obstante sí se tenían expectativas, o por lo menos esto quedó registrado en el primer periódico insurgente de México: El Despertador Americano.

Cuando fusilan a Hidalgo el 30 de julio de 1811 aún no se firmaba la Constitución de Cádiz por lo que no pudo incluir sus principios en su ideario, como tampoco lo harían Allende, Aldama o Jiménez, iniciadores de la guerra y también fusilados. La lucha ahora si claramente independentista la continuaría José María Morelos y Pavón, Vicente Guerrero y otros…

No obstante es a partir del 30 de septiembre de 1812 cuando la Constitución se dio a conocer y se juró en México. De inmediato se comenzaron a publicar bandos con prevenciones para intentar ir adaptando las viejas instituciones y prácticas a las formas y lenguaje del nuevo sistema.

“Los cambios representaron sólo una transferencia de facultades de unos órganos a otros y variaciones de nombre. De ellos, la libertad de prensa y las elecciones para nombrar ayuntamientos, diputados provinciales y diputados a cortes, hubieran podido significar cambios profundos, históricos, de fondo; pero no se llevaron a cabo. Y los que se intentaron, fueron inmediatamente suprimidos, derogados o permitidos en forma incompleta y por poco tiempo, volviéndose todo al estado de cosas que existían antes de ellos.” Dice José Herrera Peña.


La ley de imprenta y el Despertador Americano


Un ejemplo claro de la determinación de no implementar la Constitución de Cádiz en Nueva España fue la de la Ley de Imprenta.

En Nueva España había ya, desde muchos años antes, una larga historia de periodismo, casi siempre de tono informativo, cultural o científico. Ya desde fines del siglo XVI había Hojas volantes, páginas o, incluso, aquellos anónimos críticos que subrepticiamente se colocaban en los portales de la plaza mayor. Fueron muchos y muchos de ellos honorables los periódicos surgidos durante la colonia, pero para ubicarnos en tiempo ahí estaba ya El Despertador Americano.

Anticipándose a lo que se debatía en materia de libertad de imprenta en Cádiz, en Nueva España, apareció el primero periódico insurgente: El Despertador Americano. Fue publicado fuera de la ciudad de México y el primer número salió el jueves 30 de diciembre de 1810, apenas tres meses y medio después de iniciada la rebelión.

De este periódico sólo se imprimieron siete números a lo largo de un mes, con un total de dos mil ejemplares por edición y se presentaba como “Correo político económico de Guadalaxara”, un poco para mostrar su intención modernizadora que al mismo tiempo trataría asuntos de política, lo cual era su intención primordial, y luego el tema económico. (Concluyó el 17 de enero de 1811)

En el país existía la inquietud por crear periódicos que transmitieran acontecimientos de fondo político, sin conseguirlo debido al férreo control virreinal sobre ellos. Pero El Despertador Americano irrumpe para dar a conocer los planteamientos y razones del movimiento rebelde; su intención y hechos de guerra.

El periódico ordenado por Miguel Hidalgo e ideado y dirigido por Francisco Severo Maldonado dio a conocer el espíritu que movía a la rebelión e incluía proclamas y reflexiones vigorosas sobre la situación de la Nueva España.

Su costo al público fue de dos reales y estaba dirigido a la clase ilustrada del país; un país en donde predominaban los analfabetas. Pero fue tal el éxito de la publicación que se esperaba la salida del periódico y de él se hacían copias manuscritas para ser remitidas a más lectores.

Hidalgo era consciente de la importancia de la prensa como factor de divulgación e información y, en ese sentido El Despertador Americano cumplió a cabalidad su cometido, a pesar de su muy corta vida, porque heredó a otros periódicos su sentido y sentimiento de rebeldía y apego a la libertad de imprenta, que es a fin de cuentas la libertad de pensamiento y libertad de expresión.

El Despertador Americano en su número Uno saluda de forma irónica a Cádiz. Quizá porque Hidalgo no tenía claro el sentido de las Cortes (recordemos que este primer número salió el 30 de diciembre de 1810) y se refirió a ello apenas para responder a la información que había transmitido La Gaceta. En el número uno de El Despertador Americano cita textual a La Gaceta virreinal del 17 de agosto:

“ … nación heroica que pelea por la sagrada libertad, sostiene inviolablemente los derechos de la naturaleza y con estos nuestra reunión a la metrópoli y nuestra verdadera libertad, no aquella idea quimérica que predican los insurgentes, sino aquella libertad santa que tenemos ya en nuestras manos desde el momento mismo en que fueron nombrados nuestros representantes en Cortes al Congreso Nacional, en que nosotros mismos por medio de ellos hemos de sancionar nuestras leyes y hemos de arreglar nuestros intereses, sin que nos pueda coactar el poder ejecutivo, ni ninguna otra persona o corporación, pues sólo ha de obrar nuestra voluntad general”… y más adelante se burla de esta representación diciendo que:

“Acá se creía que iban a un Concilio, en vista de ser los más Eclesiásticos, llenos de Cánones y Teología; pero vacíos…”

Por supuesto Hidalgo desconocía en ese momento que los representantes novohispanos en las Cortes tenían la aspiración de la autonomía.

“Cada colonia quería ser un reino separado, pero bajo la soberanía del rey. Los delegados americanos dijeron que el gobierno de los europeos era ilegítimo; que ellos realmente no luchaban por la independencia, sino por el derecho de formar sus propios gobiernos bajo el mando del rey.” (Timothy E. Anna)

Así, a contracorriente de los realistas, la libertad de imprenta fue tomada por los independentistas pues hicieron uso de ella por su propia cuenta. Mientras, en Cádiz, se habría de discutir seriamente sobre la libertad de prensa, la que fue una de sus más importantes reformas pues los congresistas estaban convencidos de que sólo los ciudadanos informados podían continuar luchando contra la tiranía francesa…

“… porque la falta de libertad de imprenta y otras causas, que todos saben, contribuyeron a que se ignorasen aquellas maldades que, al ser publicadas, Bonaparte no hubiera conseguido engañar a esta Nación grande y valiente”

Así, las Cortes publicaron el decreto del 10 de noviembre de 1810. Este fue recibido y leído en el cabildo de la ciudad de México el 21 de enero de 1811. (cinco días antes había concluido El Despertador Americano). Ese día se dijo:

“… todos los cuerpos y personas particulares de cualquier condición y estado que sean tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión o aprobación”. Se conoció y se leyó, pero el virrey Venegas se negó a ponerla en vigor.

De hecho, luego el virrey persiguió a “algunos periódicos sediciosos” que hacían referencia al movimiento de Hidalgo e impidió que se publicaran manifiestos, decretos o ensayos rebeldes.

A varias requisitorias de las Cortes para que pusiera en vigor la Ley de Imprenta en Nueva España, por insistencia de Miguel Ramos Arizpe, simplemente se negó e ignoró la orden y siguió persiguiendo lo que ya era incontenible: la gran cantidad de manuscritos y propaganda rebelde que se colaba a la ciudad de México. De esta forma el español Venegas y su gobierno desconocían la autoridad de las Cortes; Venegas y luego Calleja se movían por su propia cuenta.

El 19 de marzo de 1812 las Cortes promulgaron la Constitución política de la Monarquía española, que incluía lo que habían aprobado las Cortes. Esto amenazaba a los ultra realistas de Nueva España. El 10 de mayo de 1812 le ordenaron al “renuente” virrey Venegas que pusiera en vigor la Constitución.

Un ejemplar autorizado de la Constitución llegó a Veracruz el 6 de septiembre de 1812, el 11 de septiembre Venegas le envía al municipio de la ciudad los diversos decretos que la acompañaban y una semana después le envió un ejemplar de la Constitución junto con el voto afirmativo del acuerdo real y su permiso oficial de que podía aplicarse en Nueva España. Lo tuvo que hacer, pero nunca aplicó partes importantes de esa Constitución.

A regañadientes, el 5 de octubre de 1812 el virrey tomó juramento a los integrantes de la junta de censura que habría de garantizar el ejercicio de la libertad de prensa dentro de la ley. Era lo esperado: de inmediato surgieron periódicos y publicaciones extraordinarias al por mayor, algunas como la del oaxaqueño Carlos María de Bustamante que se llamó “Con que podemos hablar…” o como “El Pensador Mexicano” de Joaquín Fernández de Lizardi.

El 5 de diciembre del mismo año, 1812 –dos meses después de promulgada- se decretó la abolición de esa libertad…

En todo caso, la lucha por la independencia de México fue firme en cuanto a su vigor rebelde, pero titubeante en cuanto a sus fines iniciales. Se sabía que sólo mediante las armas se podría conseguir cambiar el sentido del gobierno monárquico dependiente de la corona a un gobierno propio mediante junta de criollos, predominantes en Nueva España y sin desconocimiento del rey Fernando VII, mientras retomaba el poder.

Al mismo tiempo en Cádiz se diseñaba una nueva forma de Estado y de gobierno y era, en sí mismo, una forma de liberación política y, por tanto, de construcción de un nueva forma de gobierno, con gobierno y con autoridad.

Parece mentira que, precisamente, fueran los españoles en México quienes con más vigor rechazaron el mandamiento gaditano. Y aunque de forma lenta, fueron los independentistas los que mejor valoraron la intensidad y la sabiduría de la obra de los representantes españoles y novohispanos en las Cortes.

En lo que se refiere a la libertad de imprenta, fue efímero lo acordado en las Cortes. Luego de la suspensión del decreto en 1812 vinieron nuevos intentos y es desde entonces, como ahora mismo, que esta libertad de imprenta contiene a la libertad de pensamiento y de expresión y es una de las aportaciones más valiosas de aquellas Cortes y de aquellos hombres, como herencia que no debemos perder porque es nuestra herencia para quienes nos siguen y porque es esta libertad de imprenta-de expresión, el principio de todas las libertades.


jhsantiago@prodigy.net.mx

De una vez por lo venidero deben saber los súbditos del Gran Monarca
que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y
no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno

Marqués de Croix, Virrey de la Nueva España, 1767


Todavía resonaban en Dolores, Hidalgo, los gritos de hartazgo encabezados por Miguel Hidalgo cuando el 24 de septiembre de 1810, en la Isla de León, Cádiz, se llevaba a cabo la primera reunión de las Cortes que tenían su origen en las Juntas de 1808 y cuyas funciones eran las de dirigir la guerra y la posterior reconstrucción del Estado luego de la invasión napoleónica a la península…

Dadas las circunstancias, las Cortes españolas se trasladaron a Cádiz en donde continuaron sus trabajos. Para el mexicano Lucas Alamán, la Constitución Política de la Monarquía Española, debía ser vista desde dos perspectivas:

Uno, según la forma general de gobierno de la nación, y dos, según la forma particular que se estableció para las grandes regiones de América y Asia. La intención era la de constituir un Estado en condiciones extremas, lo que significaba replantearse el modelo de monarquía absoluta por un régimen constitucional.

Por este lado del Atlántico, los insurrectos y el gobierno virreinal andaban jalándose del copete, y cada quien andaba en lo suyo: Cádiz construyendo un nuevo modelo de Estado y Nueva España buscando su destino.

Y si bien en las Cortes de Cádiz había representantes de la Nueva España (Miguel Ramos Arizpe, José Miguel Guridi Alcocer, José María Couto...) lo cierto es que acá se tenían noticias vagas de lo que ocurría en San Fernando y no se tenía impacto de los debates y sus resultados.

Las noticias de lo que ocurría en España se publicaba en el periódico virreinal de la época, pero no estaba en el ánimo de los insurrectos o del gobierno tomar decisiones en base a Cádiz. No obstante sí se tenían expectativas, o por lo menos esto quedó registrado en el primer periódico insurgente de México: El Despertador Americano.

Cuando fusilan a Hidalgo el 30 de julio de 1811 aún no se firmaba la Constitución de Cádiz por lo que no pudo incluir sus principios en su ideario, como tampoco lo harían Allende, Aldama o Jiménez, iniciadores de la guerra y también fusilados. La lucha ahora si claramente independentista la continuaría José María Morelos y Pavón, Vicente Guerrero y otros…

No obstante es a partir del 30 de septiembre de 1812 cuando la Constitución se dio a conocer y se juró en México. De inmediato se comenzaron a publicar bandos con prevenciones para intentar ir adaptando las viejas instituciones y prácticas a las formas y lenguaje del nuevo sistema.

“Los cambios representaron sólo una transferencia de facultades de unos órganos a otros y variaciones de nombre. De ellos, la libertad de prensa y las elecciones para nombrar ayuntamientos, diputados provinciales y diputados a cortes, hubieran podido significar cambios profundos, históricos, de fondo; pero no se llevaron a cabo. Y los que se intentaron, fueron inmediatamente suprimidos, derogados o permitidos en forma incompleta y por poco tiempo, volviéndose todo al estado de cosas que existían antes de ellos.” Dice José Herrera Peña.


La ley de imprenta y el Despertador Americano


Un ejemplo claro de la determinación de no implementar la Constitución de Cádiz en Nueva España fue la de la Ley de Imprenta.

En Nueva España había ya, desde muchos años antes, una larga historia de periodismo, casi siempre de tono informativo, cultural o científico. Ya desde fines del siglo XVI había Hojas volantes, páginas o, incluso, aquellos anónimos críticos que subrepticiamente se colocaban en los portales de la plaza mayor. Fueron muchos y muchos de ellos honorables los periódicos surgidos durante la colonia, pero para ubicarnos en tiempo ahí estaba ya El Despertador Americano.

Anticipándose a lo que se debatía en materia de libertad de imprenta en Cádiz, en Nueva España, apareció el primero periódico insurgente: El Despertador Americano. Fue publicado fuera de la ciudad de México y el primer número salió el jueves 30 de diciembre de 1810, apenas tres meses y medio después de iniciada la rebelión.

De este periódico sólo se imprimieron siete números a lo largo de un mes, con un total de dos mil ejemplares por edición y se presentaba como “Correo político económico de Guadalaxara”, un poco para mostrar su intención modernizadora que al mismo tiempo trataría asuntos de política, lo cual era su intención primordial, y luego el tema económico. (Concluyó el 17 de enero de 1811)

En el país existía la inquietud por crear periódicos que transmitieran acontecimientos de fondo político, sin conseguirlo debido al férreo control virreinal sobre ellos. Pero El Despertador Americano irrumpe para dar a conocer los planteamientos y razones del movimiento rebelde; su intención y hechos de guerra.

El periódico ordenado por Miguel Hidalgo e ideado y dirigido por Francisco Severo Maldonado dio a conocer el espíritu que movía a la rebelión e incluía proclamas y reflexiones vigorosas sobre la situación de la Nueva España.

Su costo al público fue de dos reales y estaba dirigido a la clase ilustrada del país; un país en donde predominaban los analfabetas. Pero fue tal el éxito de la publicación que se esperaba la salida del periódico y de él se hacían copias manuscritas para ser remitidas a más lectores.

Hidalgo era consciente de la importancia de la prensa como factor de divulgación e información y, en ese sentido El Despertador Americano cumplió a cabalidad su cometido, a pesar de su muy corta vida, porque heredó a otros periódicos su sentido y sentimiento de rebeldía y apego a la libertad de imprenta, que es a fin de cuentas la libertad de pensamiento y libertad de expresión.

El Despertador Americano en su número Uno saluda de forma irónica a Cádiz. Quizá porque Hidalgo no tenía claro el sentido de las Cortes (recordemos que este primer número salió el 30 de diciembre de 1810) y se refirió a ello apenas para responder a la información que había transmitido La Gaceta. En el número uno de El Despertador Americano cita textual a La Gaceta virreinal del 17 de agosto:

“ … nación heroica que pelea por la sagrada libertad, sostiene inviolablemente los derechos de la naturaleza y con estos nuestra reunión a la metrópoli y nuestra verdadera libertad, no aquella idea quimérica que predican los insurgentes, sino aquella libertad santa que tenemos ya en nuestras manos desde el momento mismo en que fueron nombrados nuestros representantes en Cortes al Congreso Nacional, en que nosotros mismos por medio de ellos hemos de sancionar nuestras leyes y hemos de arreglar nuestros intereses, sin que nos pueda coactar el poder ejecutivo, ni ninguna otra persona o corporación, pues sólo ha de obrar nuestra voluntad general”… y más adelante se burla de esta representación diciendo que:

“Acá se creía que iban a un Concilio, en vista de ser los más Eclesiásticos, llenos de Cánones y Teología; pero vacíos…”

Por supuesto Hidalgo desconocía en ese momento que los representantes novohispanos en las Cortes tenían la aspiración de la autonomía.

“Cada colonia quería ser un reino separado, pero bajo la soberanía del rey. Los delegados americanos dijeron que el gobierno de los europeos era ilegítimo; que ellos realmente no luchaban por la independencia, sino por el derecho de formar sus propios gobiernos bajo el mando del rey.” (Timothy E. Anna)

Así, a contracorriente de los realistas, la libertad de imprenta fue tomada por los independentistas pues hicieron uso de ella por su propia cuenta. Mientras, en Cádiz, se habría de discutir seriamente sobre la libertad de prensa, la que fue una de sus más importantes reformas pues los congresistas estaban convencidos de que sólo los ciudadanos informados podían continuar luchando contra la tiranía francesa…

“… porque la falta de libertad de imprenta y otras causas, que todos saben, contribuyeron a que se ignorasen aquellas maldades que, al ser publicadas, Bonaparte no hubiera conseguido engañar a esta Nación grande y valiente”

Así, las Cortes publicaron el decreto del 10 de noviembre de 1810. Este fue recibido y leído en el cabildo de la ciudad de México el 21 de enero de 1811. (cinco días antes había concluido El Despertador Americano). Ese día se dijo:

“… todos los cuerpos y personas particulares de cualquier condición y estado que sean tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión o aprobación”. Se conoció y se leyó, pero el virrey Venegas se negó a ponerla en vigor.

De hecho, luego el virrey persiguió a “algunos periódicos sediciosos” que hacían referencia al movimiento de Hidalgo e impidió que se publicaran manifiestos, decretos o ensayos rebeldes.

A varias requisitorias de las Cortes para que pusiera en vigor la Ley de Imprenta en Nueva España, por insistencia de Miguel Ramos Arizpe, simplemente se negó e ignoró la orden y siguió persiguiendo lo que ya era incontenible: la gran cantidad de manuscritos y propaganda rebelde que se colaba a la ciudad de México. De esta forma el español Venegas y su gobierno desconocían la autoridad de las Cortes; Venegas y luego Calleja se movían por su propia cuenta.

El 19 de marzo de 1812 las Cortes promulgaron la Constitución política de la Monarquía española, que incluía lo que habían aprobado las Cortes. Esto amenazaba a los ultra realistas de Nueva España. El 10 de mayo de 1812 le ordenaron al “renuente” virrey Venegas que pusiera en vigor la Constitución.

Un ejemplar autorizado de la Constitución llegó a Veracruz el 6 de septiembre de 1812, el 11 de septiembre Venegas le envía al municipio de la ciudad los diversos decretos que la acompañaban y una semana después le envió un ejemplar de la Constitución junto con el voto afirmativo del acuerdo real y su permiso oficial de que podía aplicarse en Nueva España. Lo tuvo que hacer, pero nunca aplicó partes importantes de esa Constitución.

A regañadientes, el 5 de octubre de 1812 el virrey tomó juramento a los integrantes de la junta de censura que habría de garantizar el ejercicio de la libertad de prensa dentro de la ley. Era lo esperado: de inmediato surgieron periódicos y publicaciones extraordinarias al por mayor, algunas como la del oaxaqueño Carlos María de Bustamante que se llamó “Con que podemos hablar…” o como “El Pensador Mexicano” de Joaquín Fernández de Lizardi.

El 5 de diciembre del mismo año, 1812 –dos meses después de promulgada- se decretó la abolición de esa libertad…

En todo caso, la lucha por la independencia de México fue firme en cuanto a su vigor rebelde, pero titubeante en cuanto a sus fines iniciales. Se sabía que sólo mediante las armas se podría conseguir cambiar el sentido del gobierno monárquico dependiente de la corona a un gobierno propio mediante junta de criollos, predominantes en Nueva España y sin desconocimiento del rey Fernando VII, mientras retomaba el poder.

Al mismo tiempo en Cádiz se diseñaba una nueva forma de Estado y de gobierno y era, en sí mismo, una forma de liberación política y, por tanto, de construcción de un nueva forma de gobierno, con gobierno y con autoridad.

Parece mentira que, precisamente, fueran los españoles en México quienes con más vigor rechazaron el mandamiento gaditano. Y aunque de forma lenta, fueron los independentistas los que mejor valoraron la intensidad y la sabiduría de la obra de los representantes españoles y novohispanos en las Cortes.

En lo que se refiere a la libertad de imprenta, fue efímero lo acordado en las Cortes. Luego de la suspensión del decreto en 1812 vinieron nuevos intentos y es desde entonces, como ahora mismo, que esta libertad de imprenta contiene a la libertad de pensamiento y de expresión y es una de las aportaciones más valiosas de aquellas Cortes y de aquellos hombres, como herencia que no debemos perder porque es nuestra herencia para quienes nos siguen y porque es esta libertad de imprenta-de expresión, el principio de todas las libertades.


jhsantiago@prodigy.net.mx

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