/ domingo 12 de marzo de 2017

Literatura: “El motel del voyeur”

POR ROBERTO RONDERO La edición definitiva, revisada por el mismo Gay Talese, ha sido publicada por Editorial Alfraguara, se trata de “El motel del voyeur” (223 páginas), causante de una polémica sin freno, de un caso real que “The New York Times”, reseñó: “Uno puede admirar este libro y al mismo tiempo desear arrancarse los ojos”:

Gay Talese (Nueva Jersey, 1932), autor de novelas como “Retratos y encuentros”, “Qué leer”, “El silencio del héroe”, “Honrarás a tu padre” –crónica que inspiró la serie “Los Soprano”-, “Vida de un escritor”, “Los hijos”, dudó un buen tiempo en publicar “El motel del voyeur” desde que a principios de 1980 recibió una carta de un hombre de Colorado que lo hacía partícipe de un secreto sorprendente: había comprado un motel para dar rienda suelta a sus deseos de voyeur. MIRA, CALLA Y NO TOQUES

…”Desde hace quince años soy el propietario de un pequeño motel de veintiuna unidades situado en el área metropolitana de Denver, y al tratarse de un establecimiento de clase media, ha atraído a gente de los más variopinto y ha tenido como huéspedes a una muestra enormemente representativa de la población estadunidense.

“Compré este motel para satisfacer mis tendencias de voyeur y mi irresistible interés por todas las fases de la vida de la gente, tanto social como sexualmente, y para responder a la antiquísima pregunta de “cómo la gente se comparta sexualmente en la intimidad de su dormitorio”.

Gerald Foose era el sujeto en cuestión que escribía a Talese para que se interesara en su “experimentación” y en las cientos de páginas escritas al respecto que, incluso, hicieron dudar al escritor en si también el formaba parte de un ilícito tan solo de enterarse de su actividad y planes.

“Lo hice, dijo el voyeur, tan solo por mi ilimitada curiosidad acerca de la gente, y no únicamente como si fuera un voyeur perturbado. He llevado un diario escrupuloso de la mayoría de individuos que he observado, compilando interesantes estadísticas sobre cada uno: qué hacían, qué decían, sus características individuales, edad y complexión, región de procedencia, y comportamiento sexual.

En las anotaciones de Foose aparecían lo mismo parejas casadas que viajaban de un estado a otro, ya fuera por negocios o vacaciones, “parejas que no estaban casadas pero vivían juntas. Mujeres que engañaban a su marido y viceversa, lesbianismo, del que llevé a cabo un estudio personal debido a que cerca del motel se encuentra un hospital del ejército de Estados Unidos en el trabajaban numerosas enfermeras y miembros femeninos del ejército. Homosexualidad, que no me interesaba mucho pero que observé”.  Aquí una descripción del voyeur respecto a dos mujeres en una de las habitaciones: “Eran dos jóvenes muy atractivas, una de ellas una rubia pechugona de más o menos 1.75 y 55 kilos, y la otra una morena de 1.60 y 50 kilos. Al cabo de un rato se quitaron la ropa y la rubia le dio un masaje a la otra, lo que poco a poco condujo a que hiciera el amor de una manera muy distinta a lo que veo cuando las mujeres están con hombres.

“Con las mujeres las acciones físicas con más recíprocas. Técnicamente, lo que las mujeres hacen entre ella es lo que hacen hombre y mujer; se tocan, se besan y se acarician, solo que no hay pene. Todavía no he observado a ninguna lesbiana que utilice un consolador. Creo que el consolador es una gran fantasía porno masculina”…

POR ROBERTO RONDERO La edición definitiva, revisada por el mismo Gay Talese, ha sido publicada por Editorial Alfraguara, se trata de “El motel del voyeur” (223 páginas), causante de una polémica sin freno, de un caso real que “The New York Times”, reseñó: “Uno puede admirar este libro y al mismo tiempo desear arrancarse los ojos”:

Gay Talese (Nueva Jersey, 1932), autor de novelas como “Retratos y encuentros”, “Qué leer”, “El silencio del héroe”, “Honrarás a tu padre” –crónica que inspiró la serie “Los Soprano”-, “Vida de un escritor”, “Los hijos”, dudó un buen tiempo en publicar “El motel del voyeur” desde que a principios de 1980 recibió una carta de un hombre de Colorado que lo hacía partícipe de un secreto sorprendente: había comprado un motel para dar rienda suelta a sus deseos de voyeur. MIRA, CALLA Y NO TOQUES

…”Desde hace quince años soy el propietario de un pequeño motel de veintiuna unidades situado en el área metropolitana de Denver, y al tratarse de un establecimiento de clase media, ha atraído a gente de los más variopinto y ha tenido como huéspedes a una muestra enormemente representativa de la población estadunidense.

“Compré este motel para satisfacer mis tendencias de voyeur y mi irresistible interés por todas las fases de la vida de la gente, tanto social como sexualmente, y para responder a la antiquísima pregunta de “cómo la gente se comparta sexualmente en la intimidad de su dormitorio”.

Gerald Foose era el sujeto en cuestión que escribía a Talese para que se interesara en su “experimentación” y en las cientos de páginas escritas al respecto que, incluso, hicieron dudar al escritor en si también el formaba parte de un ilícito tan solo de enterarse de su actividad y planes.

“Lo hice, dijo el voyeur, tan solo por mi ilimitada curiosidad acerca de la gente, y no únicamente como si fuera un voyeur perturbado. He llevado un diario escrupuloso de la mayoría de individuos que he observado, compilando interesantes estadísticas sobre cada uno: qué hacían, qué decían, sus características individuales, edad y complexión, región de procedencia, y comportamiento sexual.

En las anotaciones de Foose aparecían lo mismo parejas casadas que viajaban de un estado a otro, ya fuera por negocios o vacaciones, “parejas que no estaban casadas pero vivían juntas. Mujeres que engañaban a su marido y viceversa, lesbianismo, del que llevé a cabo un estudio personal debido a que cerca del motel se encuentra un hospital del ejército de Estados Unidos en el trabajaban numerosas enfermeras y miembros femeninos del ejército. Homosexualidad, que no me interesaba mucho pero que observé”.  Aquí una descripción del voyeur respecto a dos mujeres en una de las habitaciones: “Eran dos jóvenes muy atractivas, una de ellas una rubia pechugona de más o menos 1.75 y 55 kilos, y la otra una morena de 1.60 y 50 kilos. Al cabo de un rato se quitaron la ropa y la rubia le dio un masaje a la otra, lo que poco a poco condujo a que hiciera el amor de una manera muy distinta a lo que veo cuando las mujeres están con hombres.

“Con las mujeres las acciones físicas con más recíprocas. Técnicamente, lo que las mujeres hacen entre ella es lo que hacen hombre y mujer; se tocan, se besan y se acarician, solo que no hay pene. Todavía no he observado a ninguna lesbiana que utilice un consolador. Creo que el consolador es una gran fantasía porno masculina”…

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