POR ROBERTO RONDERO
La ironía, el humor, la sensibilidad y la barbarie se mezclan de modo natural, como lo hacen en la vida, aunque lo hacen a la luz del día, sin el disimulo de la educación, sintetiza en su prólogo Antonio Soler respecto a “La perra de mi vida” (Editorial Malpaso, 130 páginas, con E-Book incluido), libro escrito por el narrador, filólogo, historiador, productor y actor francés Claude Duneton (1935-2012).
La perra Rita, la desastrosa Rita, es un pretexto para interrogarnos sobre nosotros mismos en “La perra de mi vida, que habla del descubrimiento de la vida, de su crueldad, del egoísmo, de la lucha por la supervivencia en un mundo hostil, y, solo de una forma solapada, de la ternura”. LA LENGUA COMO ELEMENTO VIVO
En la obra de Duneton, para Antonio Soler, quien convivió con el autor en 2003 en Mont-Noir, “La pupila de un niño sensible va captando y ejercitando la brutalidad, aprendiendo a distinguir el drama de su parodia, intentando, sin conseguirlo nunca, que su perra, él, su mundo, escalen un peldaño y alcancen ese paraíso burgués en que los peros tienen collar y sus dueños buenas maneras.
“Escribir sobre su perra podría parecer singular, pero he aquí el acierto de este texto breve e incisivo, donde las palabras vibrantes desprenden amor y autenticidad”, ha referido Le Fígaro de este libro con prólogo y traducción de Antonio Soler.
“A veces Rita robaba un huevo o dos en los ponederos. Eso causaba siempre un efecto tremendo, no me atrevo a contar las palizas que se llevaba cuando la cogían. Mi madre se vengaba a base de palos: “Ven aquí, toma, puta”.
“Lo normal era que no la pudiese atrapar hasta el día siguiente. A veces dos días más tarde. Entonces, para Rita esas palizas con una vara verde no tenía una relación comprensible con ninguna ofensa. ¡Eran puro capricho! La furia de sus amos le parecía tan inexplicable como la cólera de Dios resultaba imprevisible para mi madre. Maldad gratuita”.