/ jueves 10 de febrero de 2022

Guillermo Arriaga, el escritor que se propuso ser

Guillermo Arriaga reedita su primer libro, dedicado a la colonia donde creció y en el que están las bases de todo lo que ha escrito

A Guillermo Arriaga el box lo arrojó a la literatura. “Me llevo increíblemente bien con mis padres. Me llevaba, ya murieron los dos. Recientemente, de hecho mi madre fue víctima del Covid”, comparte en entrevista el autor, al recordar que salió de la casa familiar a los 23 años.

“Siempre quise ser escritor, pero por esa época, me empezó a entrar la cosa de izquierda y de la política, hasta que estaba yo queriendo ir a boxear y me empezó a doler mucho el pecho, fui al doctor y me dijo que era una torcedura y seguí boxeando, pero era una infección en el corazón que se me complicó. Me vio otro doctor y me dijo ‘pues vamos a ver si la haces carnal’. Cuando me vi las manos como de un cadáver, dije ‘no, la política me vale madres, voy a hacer política pero de otra manera’. Me puse a escribir y desde entonces no he parado”.

Precisamente entre los 23 y los 28 años tuvo una prolífica etapa, en la que encontró en la escritura una forma de plasmar las ideas de una mente que funciona a saltos. “Si hay una palabra que quiero que defina mi carrera es riesgo”, afirma quien, sin nostalgia, mira al escritor que fue hace casi 40 años. “Nunca he vivido para recuperar anécdotas, me gusta la vida y me gustan los seres humanos, pero valoraba mucho las experiencias, hasta las más violentas”, dice acerca de Retorno 201, su primer libro, que acaba de reeditar.

El libro toma el título de la calle de la casa donde creció, en la colonia Unidad Modelo en Iztapalapa. Retorno 201 reúne 14 cuentos escritos durante esa época. La reedición incluye un cuento que creía extraviado titulado Trilogía, de 1983 y que su hijo Santiago encontró buscando entre los manuscritos de su padre la primera versión de A cielo abierto, con el que iniciaba la trilogía original de la cual eran parte Amores perros y 21 Gramos, así como Tarde, un inédito escrito sólo con sustantivos.

A la distancia, asegura, Arriaga se encontró en aquella literatura “igualito a como soy ahora, es increíble lo poco que he cambiado mis preocupaciones temáticas, estilísticas y vitales, me reconozco, ahí estaba el germen de todo. Hay gente que escribe y luego da un giro completo, yo al contrario, seguí esa línea. Por ejemplo Paz, es la base de 21 gramos. No me acordaba de Trilogía, y es la estructura de Salvar el fuego, tengo otros dos libros perdidos que no encuentro por ninguna parte, ojalá mi hijo los encuentre en la covacha donde tengo cajas y cajas de papeles”.

Y si bien admite que reconocerse en su primer libro le provoca alegría por comprobar que sigue teniendo las mismas bases, “y sigo siendo el mismo escritor que me propuse ser”, dice que le preocupa saber si ha tenido una evolución, “pero no soy yo el que lo va a decir, serán los lectores”.

En Retorno 201 hay historias de familias que prefieren ignorar sus tragedias, jóvenes que en su iniciación sexual cometen crímenes, hombres que no pueden enfrentar la paternidad ni la vida… hay personajes surgidos de ese sitio donde el autor creció.

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“No son colonias lumpen ni bravas, pero tienen su filito, la Grajas Esmeralda, Sector Popular, Héroes de Churubusco, un poco más bravo San Andrés Tetepilco (colonias cercanas a la suya). Me di cuenta que me había alimentado de muchas historias, muchos personajes, de lenguaje, el cuento Salvaje, es la Unidad Modelo en los sesentas, era muy particular, el médico que va a la iglesia del Espíritu Santo, pero es un abortista, la verdad agradezco haber crecido en la Unidad Modelo”.

El autor de El salvaje asegura que escribe lo que puede, no lo que quiere. “Decía Faulkner que no entendía cómo un campesino de Mississippi podía escribir esas novelas, yo también pienso por qué un vato de la Unidad Modelo escribe esas cosas. Es lo que me atrae, es como un instinto, creo que a lo mejor el que era bravo y el que se metía en problemas era yo. Con Edith González estábamos una vez cenando y decía ‘era súper linda la colonia’, ella también creció allá y yo le dije ‘pero si eran putizas todo el tiempo, ¿dónde creciste tú?’. Por cierto, John Faulker, el hermano de Wiliam Faulkner, escribió en un libro ‘no sé por qué mi hermano escribía cosas tan oscuras, si vivíamos tan contentos, nos llevábamos muy bien con los negros’. Tiene que ver en dónde está tu mirada”, concluye.



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A Guillermo Arriaga el box lo arrojó a la literatura. “Me llevo increíblemente bien con mis padres. Me llevaba, ya murieron los dos. Recientemente, de hecho mi madre fue víctima del Covid”, comparte en entrevista el autor, al recordar que salió de la casa familiar a los 23 años.

“Siempre quise ser escritor, pero por esa época, me empezó a entrar la cosa de izquierda y de la política, hasta que estaba yo queriendo ir a boxear y me empezó a doler mucho el pecho, fui al doctor y me dijo que era una torcedura y seguí boxeando, pero era una infección en el corazón que se me complicó. Me vio otro doctor y me dijo ‘pues vamos a ver si la haces carnal’. Cuando me vi las manos como de un cadáver, dije ‘no, la política me vale madres, voy a hacer política pero de otra manera’. Me puse a escribir y desde entonces no he parado”.

Precisamente entre los 23 y los 28 años tuvo una prolífica etapa, en la que encontró en la escritura una forma de plasmar las ideas de una mente que funciona a saltos. “Si hay una palabra que quiero que defina mi carrera es riesgo”, afirma quien, sin nostalgia, mira al escritor que fue hace casi 40 años. “Nunca he vivido para recuperar anécdotas, me gusta la vida y me gustan los seres humanos, pero valoraba mucho las experiencias, hasta las más violentas”, dice acerca de Retorno 201, su primer libro, que acaba de reeditar.

El libro toma el título de la calle de la casa donde creció, en la colonia Unidad Modelo en Iztapalapa. Retorno 201 reúne 14 cuentos escritos durante esa época. La reedición incluye un cuento que creía extraviado titulado Trilogía, de 1983 y que su hijo Santiago encontró buscando entre los manuscritos de su padre la primera versión de A cielo abierto, con el que iniciaba la trilogía original de la cual eran parte Amores perros y 21 Gramos, así como Tarde, un inédito escrito sólo con sustantivos.

A la distancia, asegura, Arriaga se encontró en aquella literatura “igualito a como soy ahora, es increíble lo poco que he cambiado mis preocupaciones temáticas, estilísticas y vitales, me reconozco, ahí estaba el germen de todo. Hay gente que escribe y luego da un giro completo, yo al contrario, seguí esa línea. Por ejemplo Paz, es la base de 21 gramos. No me acordaba de Trilogía, y es la estructura de Salvar el fuego, tengo otros dos libros perdidos que no encuentro por ninguna parte, ojalá mi hijo los encuentre en la covacha donde tengo cajas y cajas de papeles”.

Y si bien admite que reconocerse en su primer libro le provoca alegría por comprobar que sigue teniendo las mismas bases, “y sigo siendo el mismo escritor que me propuse ser”, dice que le preocupa saber si ha tenido una evolución, “pero no soy yo el que lo va a decir, serán los lectores”.

En Retorno 201 hay historias de familias que prefieren ignorar sus tragedias, jóvenes que en su iniciación sexual cometen crímenes, hombres que no pueden enfrentar la paternidad ni la vida… hay personajes surgidos de ese sitio donde el autor creció.

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“No son colonias lumpen ni bravas, pero tienen su filito, la Grajas Esmeralda, Sector Popular, Héroes de Churubusco, un poco más bravo San Andrés Tetepilco (colonias cercanas a la suya). Me di cuenta que me había alimentado de muchas historias, muchos personajes, de lenguaje, el cuento Salvaje, es la Unidad Modelo en los sesentas, era muy particular, el médico que va a la iglesia del Espíritu Santo, pero es un abortista, la verdad agradezco haber crecido en la Unidad Modelo”.

El autor de El salvaje asegura que escribe lo que puede, no lo que quiere. “Decía Faulkner que no entendía cómo un campesino de Mississippi podía escribir esas novelas, yo también pienso por qué un vato de la Unidad Modelo escribe esas cosas. Es lo que me atrae, es como un instinto, creo que a lo mejor el que era bravo y el que se metía en problemas era yo. Con Edith González estábamos una vez cenando y decía ‘era súper linda la colonia’, ella también creció allá y yo le dije ‘pero si eran putizas todo el tiempo, ¿dónde creciste tú?’. Por cierto, John Faulker, el hermano de Wiliam Faulkner, escribió en un libro ‘no sé por qué mi hermano escribía cosas tan oscuras, si vivíamos tan contentos, nos llevábamos muy bien con los negros’. Tiene que ver en dónde está tu mirada”, concluye.



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