/ viernes 13 de mayo de 2022

Te presentamos un fragmento del libro "Todos quieren a Daisy Jones" de Taylor Jenkins Reid

El libro narra la trayectoria de una banda de rock ficticia aunque la autora confesó en alguna entrevista que se inspiró en The Eagles para crear The Six

La autora es capaz de construir personajes tan memorables porque trabajó durante mucho tiempo para directores de casting que seleccionaban actores. Después de un periodo como profesora, comenzó a publicar sus propias historias en 2013. Desde entonces sus novelas han entrado en todas las listas de ventas y en miles de clubes de lectura, la gran prueba de hasta qué punto los lectores las adoran. En este libro, narra la trayectoria de una banda de rock ficticia aunque la autora confesó en alguna entrevista que se inspiró en The Eagles para crear The Six, mientras que la turbadora Daisy Jones del título es un reflejo de Stevie Nicks. Describe su origen, su laborioso ascenso al estrellato y, por supuesto, su fin, todo con muchas dosis de rivalidades, celos, luchas de egos, larguísimas giras, bastante sexo y, sobre todo, drogas, muchas drogas. Todo lo que se espera de una novela situada en el periodo clásico del rock & roll.

Mediados de los sesenta. Vemos cómo, a base de tiranteces, raptos de inspiración y vivencias cotidianas, se construyen las canciones que harán célebre a la banda. Los personajes, con el paso de los años, y con la creciente fama, evolucionan, cambian; antiguas fidelidades se angostan, y otras surgen de la nada.Todos quieren a Daisy Jones, catalogado como un bestseller por The New York Times, cautivó a Reese Witherspoon, que la ha defendido en numerosas entrevistas y ha impulsado una miniserie sobre el libro.

Gracias a una cortesía de la editorial Blackie Books con los lectores de la Organización Editorial Mexicana, presentamos un fragmento de esta novela.

Taylor Jenkins Reid nació en Acton, Massachusetts. Es escritora de ficción y ensayista, y se licenció en Ciencias de la información en el Emerson College. Su primera novela, Por siempre, unidos, fue definida como ”uno de los 11 debuts que adoramos” por Kirkus reviews. Actualmente vive en Los Angeles con su esposo, Alex, y su perro, Rabbit. Puedes seguirla en Twitter @TJenkinsReid.


Nota de la autora

Este libro tiene por objeto ofrecer un retrato claro del ascenso a la fama de Daisy Jones & The Six, el famoso grupo de rock de los setenta, así como de los motivos que los llevaron a su abrupta y tristemente célebre separación en plena gira, en Chicago, el 12 de julio de 1979.

A lo largo de los últimos ocho años he realizado entrevistas individuales a los miembros de la banda, así como a familiares, amigos y a la élite de la industria musical que los rodeaba en aquel momento. La reconstrucción que se presenta a continuación ha sido compilada y editada a partir de esas conversaciones, además de correos electrónicos, transcripciones y letras relevantes de las distintas canciones (al final del libro se puede consultar la letra de las canciones que conforman el álbum Aurora).

Pese a que mi objetivo ha sido el de ofrecer un enfoque completo, debo reconocer que ha sido imposible. No ha sido fácil localizar a varias de las personas potencialmente entrevistables; entre los entrevistados, unos se han mostrado más comunicativos que otros; y, por desgracia, algunas personas han fallecido.

Esta ha sido la primera y única ocasión en la que los miembros del grupo han accedido a hablar de su historia juntos. No obstante, cabe señalar que, independientemente de su importancia, las visiones de un mismo acontecimiento varían.

La verdad a menudo se encuentra, aunque nadie la reivindique, en el punto medio.


La groupie Daisy Jones 1965-1972


Daisy Jones nació en 1951 en Hollywood Hills, Los Ángeles (California). Hija de Frank Jones, célebre pintor británico, y de la modelo francesa Jeanne LeFevre, Daisy empezó a labrarse un nombre propio a finales de la década de los sesenta en el Sunset Strip, cuando todavía era una adolescente.


Elaine Chang (biógrafa, autora de Daisy Jones: flor salvaje): Lo que hacía que Daisy Jones resultase tan fascinante, incluso antes de convertirse en «Daisy Jones», era lo siguiente:

Chica blanca y rica que crece en Los Ángeles, incluso de niña ya era preciosa. Tiene unos ojos azules enormes y deslumbrantes (de un azul cobalto, oscuro); una de mis anécdotas favoritas es la de la empresa de lentillas de colores que, en los años ochenta, llegó a crear una tonalidad llamada Azul Daisy. Una buena melena ondulada rojo cobrizo. Los pómulos tan definidos que hasta parecen operados. Y a todo esto hay que añadir una voz increíble que no necesita educar, por lo que jamás toma ninguna clase de canto. Ha nacido con todo el dinero del mundo, tiene acceso a cuanto quiera, ya sean artistas, drogas, discotecas... Todo, absolutamente todo, está a su disposición.

Pero en Los Ángeles no tiene a nadie. No tiene hermanos ni cuenta con un círculo familiar. Sus padres están tan enfrascados en su propia existencia que apenas muestran interés en la de su hija. Eso sí, nunca se niegan a que pose para sus amigos artistas. Este es el motivo de que haya tantos cuadros y fotografías de cuando era niña: los artistas que iban a casa de sus padres la veían, advertían lo preciosa que era y querían capturar esa belleza. Resulta muy significativo que no exista ni un solo Frank Jones de Daisy. Su padre estaba demasiado ocupado con sus desnudos masculinos para prestarle atención a su hija. En líneas generales, la infancia de Daisy es más bien solitaria.

Sin embargo, en realidad es una chica muy sociable y extrovertida. Daisy solía pedir que la llevaran a cortarse el pelo porque le encantaba hablar con su peluquera, preguntaba a los vecinos si podía sacar a pasear a sus perros, incluso en la familia corría un chiste sobre la vez que había intentado preparar una tarta de cumpleaños al cartero. Es decir, es una chica que desea desesperadamente conectar con los demás, pero no hay nadie realmente interesado en conocerla, empezando por sus padres. Esto la rompe. Pero por esto mismo al crecer se convierte en un icono.

Nos encanta la gente que es hermosa y está rota. Y es difícil encontrar a alguien más roto y con una belleza más clásica que la de Daisy Jones.

Por eso es comprensible que Daisy empiece a encontrarse a sí misma en un lugar tan glamuroso y sórdido como el Sunset Strip de Los Ángeles. Daisy Jones (cantante, Daisy Jones & The Six): Desde mi casa podía llegar caminando al Strip. Debía de tener unos catorce años y estaba harta de quedarme encerrada en casa sin saber qué hacer. No tenía la edad para entrar en ninguno de los bares o discotecas, pero iba de todas formas.

Me acuerdo de que cuando todavía era muy joven le gorroneé un cigarrillo a un roadie de los Byrds. Pronto aprendí que si no llevabas sujetador la gente creía que eras más mayor. Y a veces me ponía un pañuelo en la cabeza como los que llevaban las chicas guays. Quería encajar con las groupies que esperaban en la acera con sus porros, sus petacas y todo eso.

Así que una noche le gorroneé un cigarrillo a ese roadie fuera del Whisky a Go Go; era la primera vez que fumaba y traté de fingir que estaba superacostumbrada. Me aguanté la tos y me puse a tontear con él lo mejor que supe. Si pienso en ello ahora, en lo torpe que debí de ser, me muero de la vergüenza.

Al final aparece un tipo que le dice al roadie: «Tenemos que entrar a preparar los amplis». Y el roadie se vuelve hacia mí y me pregunta: «¿Vienes?». Y así es como me cuelo en el Whisky por primera vez.

Esa noche salí hasta las tres o cuatro de la mañana. Nunca había hecho nada parecido. Pero de repente era como si existiera, como si formase parte de algo. Esa noche pasé de cero a cien. Bebía y fumaba cualquier cosa que me ofrecieran.

Al llegar a casa, entré por la puerta, borracha y fumada, y me caí redonda en la cama. Estoy segurísima de que mis padres ni siquiera se dieron cuenta de que me había ido.

La noche siguiente volví a salir e hice lo mismo.

Al cabo de un tiempo, los porteros del Strip me reconocían y me dejaban entrar en todas partes: en el Whisky, en el London Fog, en la Riot House... A nadie le importaba lo joven que era.

Greg McGuinness (antiguo conserje del hotel Continental Hyatt House): Oooh tío, no te sé decir cuánto tiempo llevaba Daisy frecuentando el Hyatt House antes de que me fijara en ella. Pero me acuerdo de la primera vez que la vi. Yo estaba al teléfono y de repente entra una chica altísima y delgadísima con flequillo. Y los ojos azules más enormes y redondos que te puedas imaginar. Y qué sonrisa. Era inmensa. Entró agarrada del brazo de algún tipo. No recuerdo quién.

Lo que quiero decir es que por aquel entonces muchas de las chicas del Strip eran jóvenes pero intentaban parecer mayores. Daisy era Daisy, no parecía que tratara de ser nada salvo ella misma.

A partir de ese momento, me di cuenta de que iba mucho por el hotel. Siempre se estaba riendo. Nunca parecía estar de bajón. Era como ver a Bambi aprendiendo a caminar. Era muy inocente y frágil, pero se notaba que tenía algo.

Si te digo la verdad, me preocupaba por ella, estaba intranquilo. A muchos hombres de aquel mundillo les gustaban las jovencitas. Estrellas del rock de treinta y pico que se acostaban con adolescentes. No digo que estuviera bien, tan solo lo que había. ¿Cuántos años tenía Lori Mattix cuando salía con Jimmy Page? ¿Catorce? ¿Y qué me dices de Iggy Pop y Sable Starr? Él cantaba sobre eso, tío. Presumía de ello.

En cuanto a Daisy... A ver, los cantantes, los guitarristas, los roadies..., todos la miraban. Cuando venía procuraba asegurarme de que estuviera bien, estar pendiente. Me gustaba de verdad. Daisy valía más que cualquiera de los que iban por allí.

Daisy: Aprendí qué eran el sexo y el amor por las malas. Descubrí que los hombres hacían lo que querían y no sentían que debieran nada a nadie, que algunas personas solo quieren un pedazo de ti.

A lo mejor había chicas de las que no se aprovecharan, como las Plaster Casters o algunas de las GTO, no lo sé. Pero, para mí, al principio fue una putada.

Perdí la virginidad con..., da igual. Era más mayor, batería de un grupo. Estábamos en el vestíbulo del Riot House y me invitó a subir a su habitación para meternos unas rayas. Me dijo que era la chica de sus sueños.

Me gustaba básicamente porque yo le gustaba. Quería que alguien me escogiera entre las demás, que me tratara de forma especial. Así de desesperada estaba porque alguien se interesara por mí.

Cuando quise darme cuenta ya estábamos en su cama. Me preguntó si sabía lo que estaba haciendo y le dije que sí, aunque obviamente no tenía ni la menor idea. Pero todo el mundo hablaba del amor libre y del sexo como algo bueno. Si molabas, si estabas en la onda, te gustaba el sexo.

Estuve todo el rato mirando al techo esperando a que él terminara. Sabía que supuestamente tenía que moverme, pero me quedé totalmente paralizada, aterrada. Lo único que podía oírse en la habitación era el sonido de nuestra ropa al rozar la colcha.

No sabía lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía si no quería. A lo largo de mi vida he hecho mucha terapia, y cuando digo mucha quiero decir muchísima. Y ahora lo entiendo. Veo claramente cómo era entonces. Quería estar rodeada de todos esos hombres, de esas estrellas, porque no sabía de qué otra manera podía ser importante. Y suponía que, si quería formar parte de su mundo, debía complacerlos.

Cuando acabó, se levantó. Yo me bajé el vestido. Me dijo: «Si quieres volver abajo con tus amigos, me parece bien». En realidad yo no tenía amigos, pero entendía que quería que me largase. Así que me largué.

No volvió a dirigirme la palabra nunca más.


La autora es capaz de construir personajes tan memorables porque trabajó durante mucho tiempo para directores de casting que seleccionaban actores. Después de un periodo como profesora, comenzó a publicar sus propias historias en 2013. Desde entonces sus novelas han entrado en todas las listas de ventas y en miles de clubes de lectura, la gran prueba de hasta qué punto los lectores las adoran. En este libro, narra la trayectoria de una banda de rock ficticia aunque la autora confesó en alguna entrevista que se inspiró en The Eagles para crear The Six, mientras que la turbadora Daisy Jones del título es un reflejo de Stevie Nicks. Describe su origen, su laborioso ascenso al estrellato y, por supuesto, su fin, todo con muchas dosis de rivalidades, celos, luchas de egos, larguísimas giras, bastante sexo y, sobre todo, drogas, muchas drogas. Todo lo que se espera de una novela situada en el periodo clásico del rock & roll.

Mediados de los sesenta. Vemos cómo, a base de tiranteces, raptos de inspiración y vivencias cotidianas, se construyen las canciones que harán célebre a la banda. Los personajes, con el paso de los años, y con la creciente fama, evolucionan, cambian; antiguas fidelidades se angostan, y otras surgen de la nada.Todos quieren a Daisy Jones, catalogado como un bestseller por The New York Times, cautivó a Reese Witherspoon, que la ha defendido en numerosas entrevistas y ha impulsado una miniserie sobre el libro.

Gracias a una cortesía de la editorial Blackie Books con los lectores de la Organización Editorial Mexicana, presentamos un fragmento de esta novela.

Taylor Jenkins Reid nació en Acton, Massachusetts. Es escritora de ficción y ensayista, y se licenció en Ciencias de la información en el Emerson College. Su primera novela, Por siempre, unidos, fue definida como ”uno de los 11 debuts que adoramos” por Kirkus reviews. Actualmente vive en Los Angeles con su esposo, Alex, y su perro, Rabbit. Puedes seguirla en Twitter @TJenkinsReid.


Nota de la autora

Este libro tiene por objeto ofrecer un retrato claro del ascenso a la fama de Daisy Jones & The Six, el famoso grupo de rock de los setenta, así como de los motivos que los llevaron a su abrupta y tristemente célebre separación en plena gira, en Chicago, el 12 de julio de 1979.

A lo largo de los últimos ocho años he realizado entrevistas individuales a los miembros de la banda, así como a familiares, amigos y a la élite de la industria musical que los rodeaba en aquel momento. La reconstrucción que se presenta a continuación ha sido compilada y editada a partir de esas conversaciones, además de correos electrónicos, transcripciones y letras relevantes de las distintas canciones (al final del libro se puede consultar la letra de las canciones que conforman el álbum Aurora).

Pese a que mi objetivo ha sido el de ofrecer un enfoque completo, debo reconocer que ha sido imposible. No ha sido fácil localizar a varias de las personas potencialmente entrevistables; entre los entrevistados, unos se han mostrado más comunicativos que otros; y, por desgracia, algunas personas han fallecido.

Esta ha sido la primera y única ocasión en la que los miembros del grupo han accedido a hablar de su historia juntos. No obstante, cabe señalar que, independientemente de su importancia, las visiones de un mismo acontecimiento varían.

La verdad a menudo se encuentra, aunque nadie la reivindique, en el punto medio.


La groupie Daisy Jones 1965-1972


Daisy Jones nació en 1951 en Hollywood Hills, Los Ángeles (California). Hija de Frank Jones, célebre pintor británico, y de la modelo francesa Jeanne LeFevre, Daisy empezó a labrarse un nombre propio a finales de la década de los sesenta en el Sunset Strip, cuando todavía era una adolescente.


Elaine Chang (biógrafa, autora de Daisy Jones: flor salvaje): Lo que hacía que Daisy Jones resultase tan fascinante, incluso antes de convertirse en «Daisy Jones», era lo siguiente:

Chica blanca y rica que crece en Los Ángeles, incluso de niña ya era preciosa. Tiene unos ojos azules enormes y deslumbrantes (de un azul cobalto, oscuro); una de mis anécdotas favoritas es la de la empresa de lentillas de colores que, en los años ochenta, llegó a crear una tonalidad llamada Azul Daisy. Una buena melena ondulada rojo cobrizo. Los pómulos tan definidos que hasta parecen operados. Y a todo esto hay que añadir una voz increíble que no necesita educar, por lo que jamás toma ninguna clase de canto. Ha nacido con todo el dinero del mundo, tiene acceso a cuanto quiera, ya sean artistas, drogas, discotecas... Todo, absolutamente todo, está a su disposición.

Pero en Los Ángeles no tiene a nadie. No tiene hermanos ni cuenta con un círculo familiar. Sus padres están tan enfrascados en su propia existencia que apenas muestran interés en la de su hija. Eso sí, nunca se niegan a que pose para sus amigos artistas. Este es el motivo de que haya tantos cuadros y fotografías de cuando era niña: los artistas que iban a casa de sus padres la veían, advertían lo preciosa que era y querían capturar esa belleza. Resulta muy significativo que no exista ni un solo Frank Jones de Daisy. Su padre estaba demasiado ocupado con sus desnudos masculinos para prestarle atención a su hija. En líneas generales, la infancia de Daisy es más bien solitaria.

Sin embargo, en realidad es una chica muy sociable y extrovertida. Daisy solía pedir que la llevaran a cortarse el pelo porque le encantaba hablar con su peluquera, preguntaba a los vecinos si podía sacar a pasear a sus perros, incluso en la familia corría un chiste sobre la vez que había intentado preparar una tarta de cumpleaños al cartero. Es decir, es una chica que desea desesperadamente conectar con los demás, pero no hay nadie realmente interesado en conocerla, empezando por sus padres. Esto la rompe. Pero por esto mismo al crecer se convierte en un icono.

Nos encanta la gente que es hermosa y está rota. Y es difícil encontrar a alguien más roto y con una belleza más clásica que la de Daisy Jones.

Por eso es comprensible que Daisy empiece a encontrarse a sí misma en un lugar tan glamuroso y sórdido como el Sunset Strip de Los Ángeles. Daisy Jones (cantante, Daisy Jones & The Six): Desde mi casa podía llegar caminando al Strip. Debía de tener unos catorce años y estaba harta de quedarme encerrada en casa sin saber qué hacer. No tenía la edad para entrar en ninguno de los bares o discotecas, pero iba de todas formas.

Me acuerdo de que cuando todavía era muy joven le gorroneé un cigarrillo a un roadie de los Byrds. Pronto aprendí que si no llevabas sujetador la gente creía que eras más mayor. Y a veces me ponía un pañuelo en la cabeza como los que llevaban las chicas guays. Quería encajar con las groupies que esperaban en la acera con sus porros, sus petacas y todo eso.

Así que una noche le gorroneé un cigarrillo a ese roadie fuera del Whisky a Go Go; era la primera vez que fumaba y traté de fingir que estaba superacostumbrada. Me aguanté la tos y me puse a tontear con él lo mejor que supe. Si pienso en ello ahora, en lo torpe que debí de ser, me muero de la vergüenza.

Al final aparece un tipo que le dice al roadie: «Tenemos que entrar a preparar los amplis». Y el roadie se vuelve hacia mí y me pregunta: «¿Vienes?». Y así es como me cuelo en el Whisky por primera vez.

Esa noche salí hasta las tres o cuatro de la mañana. Nunca había hecho nada parecido. Pero de repente era como si existiera, como si formase parte de algo. Esa noche pasé de cero a cien. Bebía y fumaba cualquier cosa que me ofrecieran.

Al llegar a casa, entré por la puerta, borracha y fumada, y me caí redonda en la cama. Estoy segurísima de que mis padres ni siquiera se dieron cuenta de que me había ido.

La noche siguiente volví a salir e hice lo mismo.

Al cabo de un tiempo, los porteros del Strip me reconocían y me dejaban entrar en todas partes: en el Whisky, en el London Fog, en la Riot House... A nadie le importaba lo joven que era.

Greg McGuinness (antiguo conserje del hotel Continental Hyatt House): Oooh tío, no te sé decir cuánto tiempo llevaba Daisy frecuentando el Hyatt House antes de que me fijara en ella. Pero me acuerdo de la primera vez que la vi. Yo estaba al teléfono y de repente entra una chica altísima y delgadísima con flequillo. Y los ojos azules más enormes y redondos que te puedas imaginar. Y qué sonrisa. Era inmensa. Entró agarrada del brazo de algún tipo. No recuerdo quién.

Lo que quiero decir es que por aquel entonces muchas de las chicas del Strip eran jóvenes pero intentaban parecer mayores. Daisy era Daisy, no parecía que tratara de ser nada salvo ella misma.

A partir de ese momento, me di cuenta de que iba mucho por el hotel. Siempre se estaba riendo. Nunca parecía estar de bajón. Era como ver a Bambi aprendiendo a caminar. Era muy inocente y frágil, pero se notaba que tenía algo.

Si te digo la verdad, me preocupaba por ella, estaba intranquilo. A muchos hombres de aquel mundillo les gustaban las jovencitas. Estrellas del rock de treinta y pico que se acostaban con adolescentes. No digo que estuviera bien, tan solo lo que había. ¿Cuántos años tenía Lori Mattix cuando salía con Jimmy Page? ¿Catorce? ¿Y qué me dices de Iggy Pop y Sable Starr? Él cantaba sobre eso, tío. Presumía de ello.

En cuanto a Daisy... A ver, los cantantes, los guitarristas, los roadies..., todos la miraban. Cuando venía procuraba asegurarme de que estuviera bien, estar pendiente. Me gustaba de verdad. Daisy valía más que cualquiera de los que iban por allí.

Daisy: Aprendí qué eran el sexo y el amor por las malas. Descubrí que los hombres hacían lo que querían y no sentían que debieran nada a nadie, que algunas personas solo quieren un pedazo de ti.

A lo mejor había chicas de las que no se aprovecharan, como las Plaster Casters o algunas de las GTO, no lo sé. Pero, para mí, al principio fue una putada.

Perdí la virginidad con..., da igual. Era más mayor, batería de un grupo. Estábamos en el vestíbulo del Riot House y me invitó a subir a su habitación para meternos unas rayas. Me dijo que era la chica de sus sueños.

Me gustaba básicamente porque yo le gustaba. Quería que alguien me escogiera entre las demás, que me tratara de forma especial. Así de desesperada estaba porque alguien se interesara por mí.

Cuando quise darme cuenta ya estábamos en su cama. Me preguntó si sabía lo que estaba haciendo y le dije que sí, aunque obviamente no tenía ni la menor idea. Pero todo el mundo hablaba del amor libre y del sexo como algo bueno. Si molabas, si estabas en la onda, te gustaba el sexo.

Estuve todo el rato mirando al techo esperando a que él terminara. Sabía que supuestamente tenía que moverme, pero me quedé totalmente paralizada, aterrada. Lo único que podía oírse en la habitación era el sonido de nuestra ropa al rozar la colcha.

No sabía lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía si no quería. A lo largo de mi vida he hecho mucha terapia, y cuando digo mucha quiero decir muchísima. Y ahora lo entiendo. Veo claramente cómo era entonces. Quería estar rodeada de todos esos hombres, de esas estrellas, porque no sabía de qué otra manera podía ser importante. Y suponía que, si quería formar parte de su mundo, debía complacerlos.

Cuando acabó, se levantó. Yo me bajé el vestido. Me dijo: «Si quieres volver abajo con tus amigos, me parece bien». En realidad yo no tenía amigos, pero entendía que quería que me largase. Así que me largué.

No volvió a dirigirme la palabra nunca más.


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