/ domingo 24 de enero de 2016

Máscaras mexicanas; simbolismos velados

M adera tallada, cuernos, bambú, cortezas de árbol, fibras vegetales y naturales, carrizo, barro, cerámica modelada y estucada, huesos, cera y chaquira, son algunos de los materiales con que están creadas las 450 máscaras que integran la muestra “Máscaras mexicanas. Simbolismos velados”.

La Galería de Palacio Nacional es la sede de esta muestra que, a lo largo de nueve módulos, exhibe máscaras prehispánicas, zoomorfas, antropomorfas, funerarias, de rostros fantásticos, de tradición virreinal y de danza.

En la exposición, que comprende tres mil años de historia, se pueden apreciar lo mismo piezas del año 1000 aC que actuales, creadas en diversas zonas de México como en Nueva Guinea, Venezuela, Canadá, Zaire, Nigeria, Angola, Costa de Marfil, Congo, China, Indonesia y el Estado de Alaska.

El primer módulo que el público podrá visitar es “La máscara, pensamiento universal”, que aborda la forma en que el hombre creó la máscara como un objeto ritual de transformación que utilizaba para rendir tributo a las fuerzas de la naturaleza.

Algunas de las piezas se utilizan para acompañar los ritos agrícolas, de iniciación, festivos y ceremonias fúnebres, que en su mayoría incluían procesiones y danzas, cuya práctica ha perdurado hasta nuestros días en amplias regiones del mundo.

Destaca la pieza “Máscara-espíritu Kavat”, proveniente de Papúa, Nueva Guinea, que es utilizada para dar vida a los espíritus del bosque durante la danza nocturna masculina, complemento de la danza diurna femenina de la fertilidad.

Además de algunas “Máscaras de cuervo (espíritu)” de Vancouver, Canadá, las cuales evocan al héroe mítico que enseñó al hombre a pescar y construir sus casas. Se utilizaban en el Potlach, ritual en el que los danzantes son espíritus y ancestros que otorgan a los kwakiutl facultades especiales para ejecutar diversas tareas.

También se encuentra la “Máscara propiciatoria baulé”, de Costa de Marfil, utilizada por los baulé durante las ceremonias fúnebres y los rituales de fertilidad agrícola y de fecundidad, ya que para ellos la máscara es el elemento mediante el cual los espíritus y ancestros adquieren forma en el mundo material.

El segundo módulo “Ritos propiciatorios y ritos de paso”, exhibe máscaras ceremoniales que son utilizadas para propiciar la fecundidad; promover el paso del hombre a una nueva etapa; para celebrar acontecimientos míticos y para captar la fuerza vital del difunto y acompañarlo en su recorrido por los reinos sobrenaturales.

Destacan las “Máscaras espíritu ceremonial de Alaska”, máscaras eskimo que representan, entre otras cosas, la dualidad del alma humana. Las utilizan los chamanes, durante los rituales en los que fungen como intermediarios entre la comunidad y el mundo espiritual, para pedir abundancia en un mundo donde las condiciones de vida son muy difíciles.

En el tercer módulo “La máscara, el rostro de la deidad” se presentan máscaras rituales utilizadas en las antiguas civilizaciones para venerar a las deidades en sus fiestas ceremoniales y crear puentes de comunicación entre los reinos sobrenaturales y el mundo terrenal. En esta sección destaca la “Máscara funeraria de Malinaltepec”, única en su género por ser rostro ceremonial de piedra del Clásico teotihuacano, cubierto por un mosaico del Posclásico, cuya imagen probablemente representa a Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas y la fertilidad, así como del nacimiento-muerte-renacimiento.

Además del “Mascarón de Dios Jaguar del Inframundo”, venerado por los mayas por su visión nocturna y su fuerza y a quien consideraban la manifestación zoomorfa del sol nocturno que cada noche efectuaba su trayecto por el mundo subterráneo.

En el cuarto módulo “La máscara, esencia sagrada y humana” se aborda cómo la personificación de las deidades fue una práctica común entre las civilizaciones y tuvo continuidad a lo largo del período mesoamericano y trascendió a la Conquista.

Destaca la pieza “Personaje con máscara de Ehécatl”. Para las antiguas civilizaciones Ehécatl era el aspecto de Quetzalcóatl, la “Serpiente Emplumada”, capaz de mover el viento a través de su máscara bucal de pico de ave para limpiar los caminos y permitir la llegada de la lluvia, además es considerado el creador del hombre de la era actual.

En “La máscara, el rito y la fiesta” se muestran máscaras con una original combinación de símbolos de la tradición ceremonial y festiva que se mezclan con las máscaras creadas para la práctica de ritos y danzas de tradición virreinal en donde las máscaras son el elemento central de la celebración.

Aquí se encuentran “Máscaras de tigre, cochino y caimán” utilizadas en danzas propiciatorias de profundas raíces prehispánicas como la de los Paixtles para la fertilidad y abundancia, que sobrevivieron al Virreinato y aún hoy se siguen practicando. En ella, los danzantes llevan máscaras de animales y pesadas vestimentas de heno para simbolizar su relación con la naturaleza.

En el sexto módulo “Máscaras de tradición virreinal” se exhiben piezas elaboradas por las comunidades indígenas para venerar a los santos patronos junto con las deidades prehispánicas. Estas piezas fueron promovidas por los frailes, quienes metieron a las comunidades indígenas en las fiestas del año litúrgico e introdujeron en su vida dramas morales basados en la historia sagrada y eventos históricos, cuya tema central es la lucha entre el bien y el mal.

Sobresale la “Máscara e indumentaria de charro o paragüero”, utilizada por los charros o paragüeros del Carnaval de Tlaxcala, quienes recrean a los catrines y hacendados del siglo XIX, los cuales danzan con finas máscaras de ojos de vidrio, sombrero de numerosas plumas de avestruz a manera de sombrilla, capa y un chicote en alusión a la serpiente como símbolo de la lluvia y el trueno.

Además de la “Máscara de catrín”, utilizada en la danza de Los Catrines, una sátira sobre los franceses del tiempo de la intervención armada de 1862, pero cuyo propósito de fondo es la petición de lluvia y fertilidad para las cosechas.

En “Mascareros y máscaras”, se exhibe el universo del mascarero y las piezas que elabora, las cuales dan vida a personajes cuyo propósito es refrendar la victoria del bien sobre el mal y mantener así el equilibrio natural y social.

Destaca la obra “El gigantón, serpiente emplumada”, utilizada en la danza del Calalá, en donde numerosos tigres actúan como agresores contra un venado, un joven, los llamados “chamulas” de rostro pintado de blanco, y una serpiente emplumada relacionada con Quetzalcóatl. Se trata de una gran máscara de espalda adornada con espejos y un alto penacho de plumas.

/arm

M adera tallada, cuernos, bambú, cortezas de árbol, fibras vegetales y naturales, carrizo, barro, cerámica modelada y estucada, huesos, cera y chaquira, son algunos de los materiales con que están creadas las 450 máscaras que integran la muestra “Máscaras mexicanas. Simbolismos velados”.

La Galería de Palacio Nacional es la sede de esta muestra que, a lo largo de nueve módulos, exhibe máscaras prehispánicas, zoomorfas, antropomorfas, funerarias, de rostros fantásticos, de tradición virreinal y de danza.

En la exposición, que comprende tres mil años de historia, se pueden apreciar lo mismo piezas del año 1000 aC que actuales, creadas en diversas zonas de México como en Nueva Guinea, Venezuela, Canadá, Zaire, Nigeria, Angola, Costa de Marfil, Congo, China, Indonesia y el Estado de Alaska.

El primer módulo que el público podrá visitar es “La máscara, pensamiento universal”, que aborda la forma en que el hombre creó la máscara como un objeto ritual de transformación que utilizaba para rendir tributo a las fuerzas de la naturaleza.

Algunas de las piezas se utilizan para acompañar los ritos agrícolas, de iniciación, festivos y ceremonias fúnebres, que en su mayoría incluían procesiones y danzas, cuya práctica ha perdurado hasta nuestros días en amplias regiones del mundo.

Destaca la pieza “Máscara-espíritu Kavat”, proveniente de Papúa, Nueva Guinea, que es utilizada para dar vida a los espíritus del bosque durante la danza nocturna masculina, complemento de la danza diurna femenina de la fertilidad.

Además de algunas “Máscaras de cuervo (espíritu)” de Vancouver, Canadá, las cuales evocan al héroe mítico que enseñó al hombre a pescar y construir sus casas. Se utilizaban en el Potlach, ritual en el que los danzantes son espíritus y ancestros que otorgan a los kwakiutl facultades especiales para ejecutar diversas tareas.

También se encuentra la “Máscara propiciatoria baulé”, de Costa de Marfil, utilizada por los baulé durante las ceremonias fúnebres y los rituales de fertilidad agrícola y de fecundidad, ya que para ellos la máscara es el elemento mediante el cual los espíritus y ancestros adquieren forma en el mundo material.

El segundo módulo “Ritos propiciatorios y ritos de paso”, exhibe máscaras ceremoniales que son utilizadas para propiciar la fecundidad; promover el paso del hombre a una nueva etapa; para celebrar acontecimientos míticos y para captar la fuerza vital del difunto y acompañarlo en su recorrido por los reinos sobrenaturales.

Destacan las “Máscaras espíritu ceremonial de Alaska”, máscaras eskimo que representan, entre otras cosas, la dualidad del alma humana. Las utilizan los chamanes, durante los rituales en los que fungen como intermediarios entre la comunidad y el mundo espiritual, para pedir abundancia en un mundo donde las condiciones de vida son muy difíciles.

En el tercer módulo “La máscara, el rostro de la deidad” se presentan máscaras rituales utilizadas en las antiguas civilizaciones para venerar a las deidades en sus fiestas ceremoniales y crear puentes de comunicación entre los reinos sobrenaturales y el mundo terrenal. En esta sección destaca la “Máscara funeraria de Malinaltepec”, única en su género por ser rostro ceremonial de piedra del Clásico teotihuacano, cubierto por un mosaico del Posclásico, cuya imagen probablemente representa a Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas y la fertilidad, así como del nacimiento-muerte-renacimiento.

Además del “Mascarón de Dios Jaguar del Inframundo”, venerado por los mayas por su visión nocturna y su fuerza y a quien consideraban la manifestación zoomorfa del sol nocturno que cada noche efectuaba su trayecto por el mundo subterráneo.

En el cuarto módulo “La máscara, esencia sagrada y humana” se aborda cómo la personificación de las deidades fue una práctica común entre las civilizaciones y tuvo continuidad a lo largo del período mesoamericano y trascendió a la Conquista.

Destaca la pieza “Personaje con máscara de Ehécatl”. Para las antiguas civilizaciones Ehécatl era el aspecto de Quetzalcóatl, la “Serpiente Emplumada”, capaz de mover el viento a través de su máscara bucal de pico de ave para limpiar los caminos y permitir la llegada de la lluvia, además es considerado el creador del hombre de la era actual.

En “La máscara, el rito y la fiesta” se muestran máscaras con una original combinación de símbolos de la tradición ceremonial y festiva que se mezclan con las máscaras creadas para la práctica de ritos y danzas de tradición virreinal en donde las máscaras son el elemento central de la celebración.

Aquí se encuentran “Máscaras de tigre, cochino y caimán” utilizadas en danzas propiciatorias de profundas raíces prehispánicas como la de los Paixtles para la fertilidad y abundancia, que sobrevivieron al Virreinato y aún hoy se siguen practicando. En ella, los danzantes llevan máscaras de animales y pesadas vestimentas de heno para simbolizar su relación con la naturaleza.

En el sexto módulo “Máscaras de tradición virreinal” se exhiben piezas elaboradas por las comunidades indígenas para venerar a los santos patronos junto con las deidades prehispánicas. Estas piezas fueron promovidas por los frailes, quienes metieron a las comunidades indígenas en las fiestas del año litúrgico e introdujeron en su vida dramas morales basados en la historia sagrada y eventos históricos, cuya tema central es la lucha entre el bien y el mal.

Sobresale la “Máscara e indumentaria de charro o paragüero”, utilizada por los charros o paragüeros del Carnaval de Tlaxcala, quienes recrean a los catrines y hacendados del siglo XIX, los cuales danzan con finas máscaras de ojos de vidrio, sombrero de numerosas plumas de avestruz a manera de sombrilla, capa y un chicote en alusión a la serpiente como símbolo de la lluvia y el trueno.

Además de la “Máscara de catrín”, utilizada en la danza de Los Catrines, una sátira sobre los franceses del tiempo de la intervención armada de 1862, pero cuyo propósito de fondo es la petición de lluvia y fertilidad para las cosechas.

En “Mascareros y máscaras”, se exhibe el universo del mascarero y las piezas que elabora, las cuales dan vida a personajes cuyo propósito es refrendar la victoria del bien sobre el mal y mantener así el equilibrio natural y social.

Destaca la obra “El gigantón, serpiente emplumada”, utilizada en la danza del Calalá, en donde numerosos tigres actúan como agresores contra un venado, un joven, los llamados “chamulas” de rostro pintado de blanco, y una serpiente emplumada relacionada con Quetzalcóatl. Se trata de una gran máscara de espalda adornada con espejos y un alto penacho de plumas.

/arm

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