/ viernes 24 de abril de 2020

Medicina y Arte | Ver y observar detenidamente el virus del Ébola

La enfermedad sin cura, violenta, contagiosa y llamada por algunos como un arma letal de nuestros días. De ella poco se sabe, y todo lo que se descubre, revela lo complejo de su estructura microbiológica y su potencia.

Fiebre súbita y alta, dolores musculares intensos, debilidad, vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática, hemorragias internas y externas, así es como se manifiesta la enfermedad que ha inspirado múltiples películas, libros e historias de un terror dantesco: el ébola. La enfermedad sin cura, violenta, contagiosa y llamada por algunos como un arma letal de nuestros días. De ella poco se sabe, y todo lo que se descubre, revela lo complejo de su estructura microbiológica y su potencia.

Todo comenzó en 1976 en Zaire, en el naciente río Ébola (de ahí su nombre) y en Sudán, cuando un grupo de personas presentaron una fiebre hemorrágica atípica, en aquel momento el Dr. David Finkes comenzó a estudiarla y tratar de sistematizar los efectos y las manifestaciones, la enfermedad se presentaba en humanos y primates y lo primero que llamó su atención fue el comportamiento altamente contagioso, a lo que siguió una muy elevada tasa de letalidad, que iba del 50 hasta el 95 por ciento de los casos, esta noticia dejó a propios y extraños absolutamente perturbados con la nueva enfermedad. Aunado a esto no hubo posibilidad de reconocer su reservorio natural, es decir, no saber quién fue el “portador”.

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A la fecha, casi 43 años después, se conocen cinco tipos de ébola, cuatro de ellos mortales para los hombres: Ébola-Zaire, Ébola-Sudán, Ébola-Costa de Marfil y Ébola-Bundibugyo y aunque la mayoría se manifiesta con los mismos síntomas, se diferencian por el lugar territorial en los que se iniciaron y su capacidad de propagación. Así y desde hace ya cuarenta años se han presentado brotes del ébola en diferentes regiones, en ocasiones ha sido más agresivo el virus y en otras no tanto, pero en definitiva lo que sí es constante, es el temor de las personas a la aparición de un nuevo brote, la incertidumbre de que no solo la pobreza, el hambre o la violencia por las que es golpeada la región sean las amenazas del día a día, sino que a ellas se suma la latente aparición de un nuevo brote de la mortífera enfermedad.

Hace tan sólo unos años inició el brote más grande y significativo en la historia de la enfermedad y es por ello por lo que fue un motivo en la prensa y en los medios de comunicación masiva. Tal vez de ahí que las imágenes de personal médico con protección industrial, la asociemos con la muerte, con la letalidad del 95 por ciento.

A estas imágenes de ultra protección lo acompañan dibujos que ilustran el virus con múltiples colores, esquemas explicativos de su estructura, imágenes del patógeno que produce la muerte. Dichas estampas médicas fueron el motivo que inspiraron la serie de microbiología del artista británico Luke Jerram (1974) cuya obra se ha caracterizado por ser colaborativa con el público, en sus obras, el espectador es, en gran medida, el que activa las piezas, participa de ellas, sin el espectador activo, la obra no funciona.

En la serie de microbiología Jerram nos invita a que por un momento seamos la mirada inocente y curiosa, la mirada de un niño, el cual no teme observar de cerca la araña e incluso no teme ser picado, sino que se fascina por la forma y el funcionamiento, busca entender.

Jerram cuenta cómo es que las imágenes de las pandemias, en este caso, los patógenos que producen la enfermedad generan sentimientos de terror, en esa pequeña micromolécula habita el mal, esa es la relación que se tiene con las imágenes, de manera que generan una experiencia que puede ser desde asco, miedo y animadversión o bien completo extrañamiento y distancia. Jerram sostiene que al hacer esto con la representación del virus, se filtra la experiencia y en consecuencia no se permite descubrir el mundo microscópico.

El artista realizó las replicas de aquellos virus que más horror generan en la actualidad: ébola, influenza, sida, malaria y habría que agregar hoy el Sars Cov 19. Los replicó idénticos, sin color, sin carga biologista, explotando la cualidad formal de la transparencia y la fragilidad matérica del cristal, a través de ellos se puede observar una estructura compleja, plena de texturas, de fractales infinitos, pero al tiempo en ellas se descubre la metáfora de la vida: la fragilidad. El artista juega con la dimensión de las piezas, creando algunas de pequeño formato y otras de proporción humana o bien de enormes proporciones, con ello hace alusión a lo inconmensurable de la enfermedad, y a la imposibilidad de controlar lo que es invisible.

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Pero la imagen médica, también es la que ha revelado las posibles curas, recientemente en el sitio de Protein Data Bank, se puede leer una publicación que sostiene que las estructuras de las proteínas del virus del ébola han permitido pensar en una posible cura, este proyecto ha sido promovido por el médico y artista David S. Goodsell, quien descubre en la ciencia molecular, una expresión estética y artística, por lo que su obra gira en torno a la ilustración científica de los virus, poniendo un énfasis preciosista en el detalle. El médico y artista, reconoce que es por medio de las imágenes que podremos saber las brechas de conocimiento o desconocimiento frente a los padecimientos que nos aquejan.

Ambos artistas, desde sus trincheras y desde sus disciplinas nos hacen pensar que, en la vida, en el arte y en la ciencia, siempre tenemos que ver y observar detenidamente, porque muy probablemente en esa imagen se revele la respuesta de lo que buscamos.


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Omny

Fiebre súbita y alta, dolores musculares intensos, debilidad, vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática, hemorragias internas y externas, así es como se manifiesta la enfermedad que ha inspirado múltiples películas, libros e historias de un terror dantesco: el ébola. La enfermedad sin cura, violenta, contagiosa y llamada por algunos como un arma letal de nuestros días. De ella poco se sabe, y todo lo que se descubre, revela lo complejo de su estructura microbiológica y su potencia.

Todo comenzó en 1976 en Zaire, en el naciente río Ébola (de ahí su nombre) y en Sudán, cuando un grupo de personas presentaron una fiebre hemorrágica atípica, en aquel momento el Dr. David Finkes comenzó a estudiarla y tratar de sistematizar los efectos y las manifestaciones, la enfermedad se presentaba en humanos y primates y lo primero que llamó su atención fue el comportamiento altamente contagioso, a lo que siguió una muy elevada tasa de letalidad, que iba del 50 hasta el 95 por ciento de los casos, esta noticia dejó a propios y extraños absolutamente perturbados con la nueva enfermedad. Aunado a esto no hubo posibilidad de reconocer su reservorio natural, es decir, no saber quién fue el “portador”.

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A la fecha, casi 43 años después, se conocen cinco tipos de ébola, cuatro de ellos mortales para los hombres: Ébola-Zaire, Ébola-Sudán, Ébola-Costa de Marfil y Ébola-Bundibugyo y aunque la mayoría se manifiesta con los mismos síntomas, se diferencian por el lugar territorial en los que se iniciaron y su capacidad de propagación. Así y desde hace ya cuarenta años se han presentado brotes del ébola en diferentes regiones, en ocasiones ha sido más agresivo el virus y en otras no tanto, pero en definitiva lo que sí es constante, es el temor de las personas a la aparición de un nuevo brote, la incertidumbre de que no solo la pobreza, el hambre o la violencia por las que es golpeada la región sean las amenazas del día a día, sino que a ellas se suma la latente aparición de un nuevo brote de la mortífera enfermedad.

Hace tan sólo unos años inició el brote más grande y significativo en la historia de la enfermedad y es por ello por lo que fue un motivo en la prensa y en los medios de comunicación masiva. Tal vez de ahí que las imágenes de personal médico con protección industrial, la asociemos con la muerte, con la letalidad del 95 por ciento.

A estas imágenes de ultra protección lo acompañan dibujos que ilustran el virus con múltiples colores, esquemas explicativos de su estructura, imágenes del patógeno que produce la muerte. Dichas estampas médicas fueron el motivo que inspiraron la serie de microbiología del artista británico Luke Jerram (1974) cuya obra se ha caracterizado por ser colaborativa con el público, en sus obras, el espectador es, en gran medida, el que activa las piezas, participa de ellas, sin el espectador activo, la obra no funciona.

En la serie de microbiología Jerram nos invita a que por un momento seamos la mirada inocente y curiosa, la mirada de un niño, el cual no teme observar de cerca la araña e incluso no teme ser picado, sino que se fascina por la forma y el funcionamiento, busca entender.

Jerram cuenta cómo es que las imágenes de las pandemias, en este caso, los patógenos que producen la enfermedad generan sentimientos de terror, en esa pequeña micromolécula habita el mal, esa es la relación que se tiene con las imágenes, de manera que generan una experiencia que puede ser desde asco, miedo y animadversión o bien completo extrañamiento y distancia. Jerram sostiene que al hacer esto con la representación del virus, se filtra la experiencia y en consecuencia no se permite descubrir el mundo microscópico.

El artista realizó las replicas de aquellos virus que más horror generan en la actualidad: ébola, influenza, sida, malaria y habría que agregar hoy el Sars Cov 19. Los replicó idénticos, sin color, sin carga biologista, explotando la cualidad formal de la transparencia y la fragilidad matérica del cristal, a través de ellos se puede observar una estructura compleja, plena de texturas, de fractales infinitos, pero al tiempo en ellas se descubre la metáfora de la vida: la fragilidad. El artista juega con la dimensión de las piezas, creando algunas de pequeño formato y otras de proporción humana o bien de enormes proporciones, con ello hace alusión a lo inconmensurable de la enfermedad, y a la imposibilidad de controlar lo que es invisible.

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Pero la imagen médica, también es la que ha revelado las posibles curas, recientemente en el sitio de Protein Data Bank, se puede leer una publicación que sostiene que las estructuras de las proteínas del virus del ébola han permitido pensar en una posible cura, este proyecto ha sido promovido por el médico y artista David S. Goodsell, quien descubre en la ciencia molecular, una expresión estética y artística, por lo que su obra gira en torno a la ilustración científica de los virus, poniendo un énfasis preciosista en el detalle. El médico y artista, reconoce que es por medio de las imágenes que podremos saber las brechas de conocimiento o desconocimiento frente a los padecimientos que nos aquejan.

Ambos artistas, desde sus trincheras y desde sus disciplinas nos hacen pensar que, en la vida, en el arte y en la ciencia, siempre tenemos que ver y observar detenidamente, porque muy probablemente en esa imagen se revele la respuesta de lo que buscamos.


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