/ viernes 9 de octubre de 2020

México y su educación jesuita

La presencia de la Compañía de Jesús en nuestro país se remonta al año 1572 cuando llegaron a México los primeros monjes, desde entonces, su influencia y aportación al mundo intelectual y cultural son inconmensurables

Que México conquista cada vez más espacios en el mundo de la cultura y el espectáculo es una verdad imposible de negar. ¿Pero qué tienen en común Alejandro Gonzáñez Iñárritu haciendo historia en Hollywood, Guillermo Arriaga ganando el Premio Alfaguara 2020 y Michel Franco apoderándose de los círculos más prestigiosos de Cannes y Venecia?

Todos ellos se formaron en colegios fundados por jesuitas, específicamente en la Universidad Iberoamericana, institución creada en 1943 con un programa de estudios rico en artes y humanidades. De ese mismo recinto egresó, también, Eugenio Caballero, el hombre que estuvo detrás de El laberinto del fauno, la película que catapultó a la fama a Guillermo del Toro, quien dio sus primeros pasos cinematográficos en el Instituto de Ciencias, otro colegio jesuita de Guadalajara.

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Foto: Reuters

Y es que la influencia de la Compañía de Jesús en México es inconmensurable.La educación preparatoria, la devoción guadalupana, los derechos de las comunidades indígenas y las garantías individuales establecidas en nuestra Constitución son algunas de las herencias más importantes que dejaron los jesuitas en México.


EXPANSIÓN EN MÉXICO

Fundada por Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de Jesús jugó un papel fundamental en la construcción del país, desde sus principios democráticos hasta su identidad nacional. No por nada los jesuitas han sido considerados, incluso por el propio Daniel Cosío Villegas, como los precursores de la Independencia de México.

“Las aportaciones de los jesuitas a la cultura, la ciencia, la política y las humanidades son inconmensurables”, asegura en entrevista Pedro Reyes, integrante de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. “La mayor parte de las élites de la Nueva España se formaron en colegios jesuitas. De hecho, los dos grandes independentistas, Miguel Hidalgo y José María Morelos, se formaron en seminarios con influencia jesuita”.

Enviados por san Francisco de Borja, los jesuitas llegaron a tierras novohispanas el 9 de septiembre de 1572. Eran un grupo de 15 hombres bajo las órdenes del padre Pedro Sánchez, primer superior provincial de la Provincia Mexicana de la Compañía. Una vez establecidos en la Ciudad de México, Sánchez promovió la fundación de un colegio-seminario en 1573.

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“En Europa ya era muy conocida la formación académica anterior a la universidad. Los jesuitas trajeron ese modelo educativo a México con colegios que, posteriormente, se convertirían en lo que hoy conocemos como preparatoria o secundaria. En esas escuelas se enseñaban matemáticas, humanidades, ciencias y lenguas clásicas, asignaturas que hasta el día de hoy forman parte del tronco común de la educación intermedia en nuestro país”, sostiene Reyes.

La expansión de la Compañía de Jesús por la República Mexicana fue veloz. A diferencia de otras congregaciones religiosas que se asentaron en el país —como los franciscanos, los dominicos o los agustinos—, los jesuitas se acercaron a las comunidades indígenas con un gran respeto por sus tradiciones y cosmogonías.

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“Igual que otros misioneros de aquel tiempo, tenían una visión colonialista y creían que los pueblos indígenas debían ser transformados hacia una organización social más europea. Sin embargo, fueron los únicos que vivieron realmente con las comunidades. Se nutrieron de sus tradiciones y conocimientos, respetaron sus costumbres, sus rangos sociales y defendieron con gran convicción sus lenguas”, afirma Reyes.

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La preservación del náhuatl durante los siglos XVII y XVIII fue posible gracias a los misioneros jesuitas y franciscanos que estudiaron a fondo la lengua nativa de Tenochtitlán, según cuenta el lingüista de la UNAM, Federico Beals Nagel, en su ensayo El aprendizaje del idioma náhuatl entre los franciscanos y los jesuitas en la Nueva España.

“Cuando llegaron los jesuitas a la Nueva España iniciaron la fundación de su noviciado y escuelas para niños españoles. Posteriormente, cuando consiguieron un grupo de hablantes de lenguas indígenas, crearon un colegio para el estudio de éstas y una escuela para niños nobles indígenas”, abunda.

De hecho, uno de los objetivos de la Compañía de Jesús en aquella época era que todos sus novicios hablaran, cuando menos, una lengua nativa. Según Beals Nagel, los jesuitas llegaron con diferentes metas y una organización distinta a la de los franciscanos: para fundar sus escuelas, se apoyaron de un grupo de hablantes bilingües nativos. De esta manera, en sus colegios comenzó a construirse una idea de identidad nacional que combinaba las visiones europea e indígena, es decir, lo que décadas después se conocería como México.

“Al difundirse este tipo de conocimientos se confirma un fuerte sentimiento nacional que se desmarca completamente de la Corona Española. De algún modo, los jesuitas contribuyeron a formar una identidad propia del mexicano en la cultura, la economía, la política y la religión”, considera Reyes.


LAICOS Y RELIGIOSOS

En 1586, los jesuitas fundaron su primera escuela para hijos de indígenas en la Ciudad de México: el Colegio de San Gregario. Desde ese momento, desarrollaron una base firme de conocimientos en náhuatl y otomí. Tres años después, extendieron sus misiones al noroeste. Avanzaron hacia regiones chichimecas (casi siempre abandonadas por las otras congregaciones y por el propio gobierno) y fundaron una misión en San Luis de la Paz, en lo que hoy es el oriente del estado de Guanajuato.

“Los jesuitas fueron trascendentales para que hubiera una integración real en la variadísima sociedad novohispana. Ellos desarrollaron un sentimiento de pertenencia y de identidad que después se reflejaría en muchos movimientos sociales”, asegura Arturo Reynoso, historiador de la Universidad Jesuita de Guadalajara.

Gran parte de las aportaciones de la Compañía de Jesús a la cultura mexicana se dieron desde el terreno académico. De hecho, muchas obras escritas por misioneros jesuitas son consideradas pilares para la fundación de México. Algunas de estas obras son Historia Antigua de México (1780), de Francisco Javier Clavijero, y Rusticatio Mexicana (1871), de Rafael Landívar. “También son importantísimos los trabajos de Pedro José Márquez para recuperar la estética prehispánica y los trabajos de interpretación de códices de José Lino Fábrega. Todo esto conforma un soporte académico a los fundamentos sociales del país”, explica Reynoso.

Hoy, los dos grandes bastiones del conocimiento jesuita son la Universidad Iberoamericana (IBERO) y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), también conocido como la Universidad Jesuita de Guadalajara.

La Universidad Iberoamericana se fundó en 1943 y el ITESO algunos años después, en 1957. Sin embargo, por ley, ninguna escuela puede ser propiedad de alguna institución religiosa, por lo cual estas universidades son el resultado de esfuerzos conjuntos entre religiosos y laicos.

Foto: Cortesía

“Algo que se ha dicho poco, pero es importante, es que, tras su expulsión en 1767, los jesuitas tardan mucho en estabilizarse en México. El siglo XIX fue particularmente difícil para asentarse debido a las convulsiones políticas que había en el país. En realidad, fue hasta la década de 1940 que pudieron estabilizarse para ofrecer opciones académicas que no fueran ateas”, dice Reyes.


“En el siglo XX, los jesuitas toman un papel activo en la política al participar en la formación del ideario del Partido Acción Nacional (PAN)”, explica Reyes. “También vemos una influencia importante en el teatro. Todos los colegios de la compañía tienen formación teatral. Ellos fueron pioneros del teatro mexicano al producir obras propias de la Nueva España, y no sólo traer montajes de Europa”, añade.

El director y dramaturgo Luis de Tavira es un buen ejemplo de la influencia jesuita en las artes escénicas mexicanas. Él se formó en colegios jesuitas, donde leyó con profundidad a Sófocles, el filósofo griego por el que decidió entregar su vida al teatro. De Tavira es considerado uno de los personajes más influyentes de la cultura mexicana, al ser formador de decenas de generaciones de actores y fundador de instituciones como el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, el elenco estable del Centro de Experimentación Teatral del INBA, el Núcleo de Estudios Teatrales, La Casa del Teatro, el Centro de Arte Dramático de Michoacán y la reestructuración de la Compañía Nacional de Teatro del INBA en 2008.

Dramaturgo, pedagogo, ensayista y director, Luis de Tavira obtuvo en 2006 el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Bellas Artes / Foto: Notimex

“Los jesuitas hicieron entender a los europeos que México también tenía una riqueza cultural, económica, política y humanística inmensa. En pocas palabras, que México no le debía nada a Europa porque también tenía una identidad propia. Y es curioso que los primeros independentistas de la Nueva España promovieran la abolición de la esclavitud, una idea que ya tenían muy arraigada los colegios jesuitas, donde el debate de ideas no era monolítico, sino diverso, igual que México en cada una de sus regiones”, concluye Reyes.


Que México conquista cada vez más espacios en el mundo de la cultura y el espectáculo es una verdad imposible de negar. ¿Pero qué tienen en común Alejandro Gonzáñez Iñárritu haciendo historia en Hollywood, Guillermo Arriaga ganando el Premio Alfaguara 2020 y Michel Franco apoderándose de los círculos más prestigiosos de Cannes y Venecia?

Todos ellos se formaron en colegios fundados por jesuitas, específicamente en la Universidad Iberoamericana, institución creada en 1943 con un programa de estudios rico en artes y humanidades. De ese mismo recinto egresó, también, Eugenio Caballero, el hombre que estuvo detrás de El laberinto del fauno, la película que catapultó a la fama a Guillermo del Toro, quien dio sus primeros pasos cinematográficos en el Instituto de Ciencias, otro colegio jesuita de Guadalajara.

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Y es que la influencia de la Compañía de Jesús en México es inconmensurable.La educación preparatoria, la devoción guadalupana, los derechos de las comunidades indígenas y las garantías individuales establecidas en nuestra Constitución son algunas de las herencias más importantes que dejaron los jesuitas en México.


EXPANSIÓN EN MÉXICO

Fundada por Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de Jesús jugó un papel fundamental en la construcción del país, desde sus principios democráticos hasta su identidad nacional. No por nada los jesuitas han sido considerados, incluso por el propio Daniel Cosío Villegas, como los precursores de la Independencia de México.

“Las aportaciones de los jesuitas a la cultura, la ciencia, la política y las humanidades son inconmensurables”, asegura en entrevista Pedro Reyes, integrante de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. “La mayor parte de las élites de la Nueva España se formaron en colegios jesuitas. De hecho, los dos grandes independentistas, Miguel Hidalgo y José María Morelos, se formaron en seminarios con influencia jesuita”.

Enviados por san Francisco de Borja, los jesuitas llegaron a tierras novohispanas el 9 de septiembre de 1572. Eran un grupo de 15 hombres bajo las órdenes del padre Pedro Sánchez, primer superior provincial de la Provincia Mexicana de la Compañía. Una vez establecidos en la Ciudad de México, Sánchez promovió la fundación de un colegio-seminario en 1573.

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“En Europa ya era muy conocida la formación académica anterior a la universidad. Los jesuitas trajeron ese modelo educativo a México con colegios que, posteriormente, se convertirían en lo que hoy conocemos como preparatoria o secundaria. En esas escuelas se enseñaban matemáticas, humanidades, ciencias y lenguas clásicas, asignaturas que hasta el día de hoy forman parte del tronco común de la educación intermedia en nuestro país”, sostiene Reyes.

La expansión de la Compañía de Jesús por la República Mexicana fue veloz. A diferencia de otras congregaciones religiosas que se asentaron en el país —como los franciscanos, los dominicos o los agustinos—, los jesuitas se acercaron a las comunidades indígenas con un gran respeto por sus tradiciones y cosmogonías.

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“Igual que otros misioneros de aquel tiempo, tenían una visión colonialista y creían que los pueblos indígenas debían ser transformados hacia una organización social más europea. Sin embargo, fueron los únicos que vivieron realmente con las comunidades. Se nutrieron de sus tradiciones y conocimientos, respetaron sus costumbres, sus rangos sociales y defendieron con gran convicción sus lenguas”, afirma Reyes.

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La preservación del náhuatl durante los siglos XVII y XVIII fue posible gracias a los misioneros jesuitas y franciscanos que estudiaron a fondo la lengua nativa de Tenochtitlán, según cuenta el lingüista de la UNAM, Federico Beals Nagel, en su ensayo El aprendizaje del idioma náhuatl entre los franciscanos y los jesuitas en la Nueva España.

“Cuando llegaron los jesuitas a la Nueva España iniciaron la fundación de su noviciado y escuelas para niños españoles. Posteriormente, cuando consiguieron un grupo de hablantes de lenguas indígenas, crearon un colegio para el estudio de éstas y una escuela para niños nobles indígenas”, abunda.

De hecho, uno de los objetivos de la Compañía de Jesús en aquella época era que todos sus novicios hablaran, cuando menos, una lengua nativa. Según Beals Nagel, los jesuitas llegaron con diferentes metas y una organización distinta a la de los franciscanos: para fundar sus escuelas, se apoyaron de un grupo de hablantes bilingües nativos. De esta manera, en sus colegios comenzó a construirse una idea de identidad nacional que combinaba las visiones europea e indígena, es decir, lo que décadas después se conocería como México.

“Al difundirse este tipo de conocimientos se confirma un fuerte sentimiento nacional que se desmarca completamente de la Corona Española. De algún modo, los jesuitas contribuyeron a formar una identidad propia del mexicano en la cultura, la economía, la política y la religión”, considera Reyes.


LAICOS Y RELIGIOSOS

En 1586, los jesuitas fundaron su primera escuela para hijos de indígenas en la Ciudad de México: el Colegio de San Gregario. Desde ese momento, desarrollaron una base firme de conocimientos en náhuatl y otomí. Tres años después, extendieron sus misiones al noroeste. Avanzaron hacia regiones chichimecas (casi siempre abandonadas por las otras congregaciones y por el propio gobierno) y fundaron una misión en San Luis de la Paz, en lo que hoy es el oriente del estado de Guanajuato.

“Los jesuitas fueron trascendentales para que hubiera una integración real en la variadísima sociedad novohispana. Ellos desarrollaron un sentimiento de pertenencia y de identidad que después se reflejaría en muchos movimientos sociales”, asegura Arturo Reynoso, historiador de la Universidad Jesuita de Guadalajara.

Gran parte de las aportaciones de la Compañía de Jesús a la cultura mexicana se dieron desde el terreno académico. De hecho, muchas obras escritas por misioneros jesuitas son consideradas pilares para la fundación de México. Algunas de estas obras son Historia Antigua de México (1780), de Francisco Javier Clavijero, y Rusticatio Mexicana (1871), de Rafael Landívar. “También son importantísimos los trabajos de Pedro José Márquez para recuperar la estética prehispánica y los trabajos de interpretación de códices de José Lino Fábrega. Todo esto conforma un soporte académico a los fundamentos sociales del país”, explica Reynoso.

Hoy, los dos grandes bastiones del conocimiento jesuita son la Universidad Iberoamericana (IBERO) y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), también conocido como la Universidad Jesuita de Guadalajara.

La Universidad Iberoamericana se fundó en 1943 y el ITESO algunos años después, en 1957. Sin embargo, por ley, ninguna escuela puede ser propiedad de alguna institución religiosa, por lo cual estas universidades son el resultado de esfuerzos conjuntos entre religiosos y laicos.

Foto: Cortesía

“Algo que se ha dicho poco, pero es importante, es que, tras su expulsión en 1767, los jesuitas tardan mucho en estabilizarse en México. El siglo XIX fue particularmente difícil para asentarse debido a las convulsiones políticas que había en el país. En realidad, fue hasta la década de 1940 que pudieron estabilizarse para ofrecer opciones académicas que no fueran ateas”, dice Reyes.


“En el siglo XX, los jesuitas toman un papel activo en la política al participar en la formación del ideario del Partido Acción Nacional (PAN)”, explica Reyes. “También vemos una influencia importante en el teatro. Todos los colegios de la compañía tienen formación teatral. Ellos fueron pioneros del teatro mexicano al producir obras propias de la Nueva España, y no sólo traer montajes de Europa”, añade.

El director y dramaturgo Luis de Tavira es un buen ejemplo de la influencia jesuita en las artes escénicas mexicanas. Él se formó en colegios jesuitas, donde leyó con profundidad a Sófocles, el filósofo griego por el que decidió entregar su vida al teatro. De Tavira es considerado uno de los personajes más influyentes de la cultura mexicana, al ser formador de decenas de generaciones de actores y fundador de instituciones como el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, el elenco estable del Centro de Experimentación Teatral del INBA, el Núcleo de Estudios Teatrales, La Casa del Teatro, el Centro de Arte Dramático de Michoacán y la reestructuración de la Compañía Nacional de Teatro del INBA en 2008.

Dramaturgo, pedagogo, ensayista y director, Luis de Tavira obtuvo en 2006 el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Bellas Artes / Foto: Notimex

“Los jesuitas hicieron entender a los europeos que México también tenía una riqueza cultural, económica, política y humanística inmensa. En pocas palabras, que México no le debía nada a Europa porque también tenía una identidad propia. Y es curioso que los primeros independentistas de la Nueva España promovieran la abolición de la esclavitud, una idea que ya tenían muy arraigada los colegios jesuitas, donde el debate de ideas no era monolítico, sino diverso, igual que México en cada una de sus regiones”, concluye Reyes.


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