/ viernes 22 de octubre de 2021

Misiones Culturales trabajan con pocos recursos en el centenario de su labor

La SEP lanzará hoy una nueva campaña para combatir el analfabetismo mientras las misiones, creadas hace casi un siglo para la misma tarea, padecen la falta de maestros e infraestructura

IXHUATLÁN DE MADERO. Con su morral al hombro Noel Moreno Caro recorre las sedes de Educación Básica, Actividades Agropecuarias, Educación Familiar y Educación para la Salud en donde alumnos y profesores vuelven a reencontrarse tras varios meses de educación virtual.

Aunque para cualquiera pueden parecer canchas, galeras, patios y bodegas, quienes participan de la Misión Cultural número 200 estos espacios son aulas en las que reciben conocimientos básicos y capacitación para el trabajo. Se trata de un proyecto que José Vasconcelos comenzó hace casi un siglo y sigue vigente: las Misiones Culturales.

Bachilleres trabajarán para atacar "analfabetismo funcional" de 30 millones de mexicanos

“Otra educación es posible”, asegura Moreno Caro, jefe de la Misión que actualmente tiene como sede el municipio de Ixhuatlán de Madero.

Este sitio se ubica en la zona norte de Veracruz, en la región Huasteca Baja, y está integrado por cuatro grupos étnicos; en su territorio se hablan las leguas náhuatl, otomí, tepehua y totonaco.

A casi siete horas en auto, pero dentro de la misma entidad, la titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Delfina Gómez Álvarez, arrancará hoy desde Boca del Río el Movimiento Nacional por la Alfabetización, un programa que busca atender a 4.4 millones de adultos que no saben leer ni escribir y 30 millones en situación de rezago educativo porque no concluyeron la educación básica.

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En el marco de los festejos por el centenario de la institución, la SEP empleará a un millón de alumnos de bachillerato como alfabetizadores, en una cruzada semejante a la que se lanzó hace casi cien años con las Misiones Culturales.

Joya de la educación rural, éstas fueron creadas en 1923 con el fin de promover el desarrollo integral de las comunidades rurales, especialmente indígenas. A partir de ese momento, se han dedicado a llevar educación, capacitación para el trabajo y conocimientos a las zonas más apartadas del país a través de una oferta educativa comunitaria que se otorga en determinado tiempo.

Actualmente hay 310 Misiones Culturales en todo el país, salvo en la Ciudad de México. Oaxaca, Michoacán y Chiapas concentran el mayor número. La SEP dejó en los gobiernos estatales la responsabilidad de su labor.

En Veracruz hay 12 misiones distribuidas en cuatro zonas, aunque para Moreno Caro se trata de un número insuficiente considerando la población rural e indígena de la entidad. Para el docente, lo deseable es que se contara con al menos 80 misiones distribuidas en la geografía veracruzana y que el norte tuviera 10 de estas con personal y herramientas necesarias para ofrecer todo el abanico de posibilidades.

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“Nosotros en Ixhuatlán no tenemos la plantilla completa, contamos con seis maestros para las clases cuando lo deseable son 10 docentes en cada misión. Nos están faltando clases de música, albañilería, mecánica y carpintería porque no hay quiénes las impartan”, lamenta.

En Ixhuatlán, la Misión Cultural 200 no tiene una sede fija, sino que está repartida en diversos espacios que la comunidad les presta o que el ayuntamiento renta para este fin. Aunque esto de trabajar en espacios prestados o no aptos pareciera incomodo, el maestro Noel minimiza estas carencias y asegura que de esta forma “toda la comunidad es su escuela”.

Hace una semana, el subsecretario de Educación Media Superior, Juan Pablo Arroyo, afirmó que la nueva campaña de alfabetización nacional que arranca hoy retomará la labor de las Misiones Culturales.

NUNCA ES TARDE PARA APRENDER

En un edificio en obra negra, un grupo mujeres se reúne en torno a una mesa armada con lápices y borradores. Una a una reciben una hoja con ejercicios de sumas y restas y tratan de recordar cómo realizar operaciones. Intrigadas reciben las hojas y ninguna se anima a empezar.

—“¿Ya se les olvidó cómo hacerlas?”, bromea el profesor mientras ellas retoman el ritmo. Se trata de alumnas de educación básica que buscan terminar la primaria.

Desde su fundación en 1923, la alfabetización fue uno de los ejes principales del trabajo de las Misiones Culturales de la SEP. A casi un siglo de su arranque, los misioneros aún recorren las comunidades rurales llevándole las primeras letras a hombres y mujeres mayores de 15 años de edad.

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Con más de 12 mil habitantes analfabetas o sin escolaridad en Ixhuatlán de Madero, desde su llegada la Misión 200 comenzó un trabajo de difusión de la especialidad básica que se asentó en la localidad de El Zapote, logrando así una matrícula importante.

Sin embargo, la llegada de la pandemia de Covid-19 hizo estragos y de 16 estudiantes que están inscritos en los programas de primaria y secundaria, sólo cerca de 10 regresaron a clases. El resto tuvo que quedarse en casa a atender a su familia o acudir a la reunión del programa Sembrando Vida que organiza el gobierno federal.

“Aquí a veces la cuestión del trabajo o de las labores a los alumnos los tiene bien atados y pues es la prioridad porque es su sustento”, explica Raúl Domínguez Cruz, responsable del área de Educación para adultos.

Mientras las alumnas resuelven la hoja de actividades, el docente reconoce que la mayoría de su grupo son mujeres que acudieron a inscribirse motivadas por la necesidad de ayudarles a sus hijos en sus tareas, otras más —las más jóvenes— lo hicieron para lograr un certificado de primaria o secundaria que les permita conseguir un trabajo en la cabecera municipal.

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Para Edith Ramírez las motivaciones fueron ambas. Con siete hijos y un marido fuera de casa “que sólo a veces se acuerda de mandar dinero”, el sueño de la mujer es conseguir un trabajo para poder hacer frente a los gastos de su casa.

Por ello, la llegada de las Misiones Culturales de la SEP fue para ella “una bendición”, ya que le permitió retomar los estudios que abandonó siendo niña para irse a la Ciudad de México a trabajar como empleada doméstica. “Me quedé en cuarto año y tuve que dejar la escuela por apoyar a la familia porque la verdad en la casa se ocupaba más el dinero que la escuela”.

Tres décadas después nuevamente está en busca de un empleo para ayudar a su familia. Sin embargo, ahora tiene planeado concluir el programa de primaria para poder conseguir un documento que le permita conseguir un trabajo mejor remunerado y con prestaciones.

“Hay muchas oportunidades de trabajar, pero cuando llegas lo primero que te preguntan es si tienes papeles, por lo menos el de la primaria, todos te preguntan. Yo les dije a mis hijos que ahora me gustaría trabajar y, quién sabe, a lo mejor en un futuro tener un negocio”.

ENSEÑAR A TRABAJAR

A pesar del sedante que le inyectaron al potrillo de dos años y dos meses de edad, Zeus se niega a dejarse someter. A su lado un grupo de hombres espera paciente con cuerdas para amarrarle las patas mientras otro grupo se encarga de preparar el medicamento y material quirúrgico para la cirugía. El resto de los presentes sólo observa el proceso a una distancia considerable.

Se trata del grupo de actividades agropecuarias, que comprende agricultura, ganadería y pequeñas industrias, quienes llevan a cabo su primera práctica presencial luego de varios meses de clases en línea.

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A manera de recordatorio, el maestro Leocadio Martínez Hernández explica brevemente los pasos a seguir en el proceso de castración del potrillo y comienza a realizar las incisiones en los testículos del animal. Poco a poco los alumnos se van involucrando en la cirugía y haciendo preguntas sobre la salud del equino.

En menos de media hora le han extraído los dos testículos, realizado las suturas y puesto un antibiótico para evitar infecciones. De acuerdo al profesor esto le quitará la agresividad, mejorará el carácter del animal y lo hará apto para los trabajos del campo.

“Lo que se busca es que ellos como pequeños ganaderos sean capaces de resolver este y varios procedimientos simples sin ayuda, que lo hagan en campo con los materiales básicos”, explica el médico veterinario. Y añade: “Hay muchos casos en los que la vida del animal corre riesgo y no tienen acceso a un veterinario o, por el contrario, otros en los que son procedimientos muy simples que no ameritan llamar por un especialista. Es ahí cuando ellos pueden hacer uso de este conocimiento”.

Durante la pandemia, Ángel de Jesús Martínez conoció del trabajo de las Misiones Culturales a través de la página de Facebook “Misión Cultural Rural 200 Oficial”.

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Habitante de la localidad de Chapopote Chico, en el municipio de Chalma, Veracruz, a casi 100 kilómetros de Ixhuatlán de Madero, el joven se inscribió en el curso de Agricultura, Ganadería y Pequeñas Industrias con el fin de aprender estos dos rubros y aprovechar las clases en línea que se ofrecían. Sin embargo, reconoce que aún no sabe cómo vinculará esos conocimientos con la formación que lleva como pedagogo.

“Yo quiero laborar en el campo de la educación, pero la verdad es que estos aprendizajes me han llamado mucho la atención y siempre he pensado que hay que aprender cosas nuevas y diferentes porque a la larga todo te sirve; con la pandemia tuve tiempo extra y decidí aprovecharlo así”, cuenta ilusionado.

Leocadio Martínez imparte también el curso de Pequeñas Industrias Rurales. Ahí hombres y mujeres de la comunidad han aprendido a aprovechar productos locales como el tamarindo, cacahuate y jobo para hacer dulces tradicionales, licores o mermeladas que ellos mismos envasan y venden. Los productos, que se comercializan dentro y fuera del municipio, llevan consigo una etiqueta en la que se detalla que el producto fue hecho en la Misión Cultural 200.

COCINAR PARA HACER COMUNIDAD

Aunque es originaria de Ixhuatlán de Madero, Mabel Ugalde Rendón vivió por más de 40 años en la Ciudad de México junto a su familia. Hace cuatro años tomó la decisión de jubilarse y regresar a “su terruño”.

Luego de toda una vida de trabajo y lejos de Ixhuatlán, las Misiones Culturales fueron para la maestra jubilada una oportunidad de aprender cosas nuevas y de hacer nuevos vínculos y amistades. Fue así como comenzó con los cursos de cocina y repostería.

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Lo que comenzó como una opción de entretenimiento se ha convertido también en una forma de negocio al vender entre amigos y conocidos algunas de sus creaciones. Y es que, al final de cuentas, ser autoproductivo “es parte del espíritu de las misiones culturales”.

Entrevistada mientras sostiene en sus manos un pastel red velvet que preparó junto a otra de sus compañeras de curso, Ugalde Rendón asegura estar feliz de haber regresado a las aulas tras más de un año y medio de clases virtuales por la pandemia. Cuenta que, aunque al principio la cuarentena fue para ella una oportunidad para aprender a su ritmo, con el paso de los meses anhelaba la presión de las clases y la dinámica que impone la maestra. “Me hice de alguna forma más floja porque no había que reportarle a la maestra inmediatamente, regresar fue mejor porque me mantiene más activa”.

La responsable de la especialidad de Educación Familiar es Ana Lucía Cruz Santiago. Ella es la encargada de impartir las clases de cocina, repostería y panadería; manualidades y corte y confección de ropa. Se trata de tres cursos que pueden tomarse de manera independiente o integrarlas.

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En el patio de una vivienda, cinco alumnas preparan un pastel con la guía de Cruz Santiago, son las alumnas del curso de cocina, repostería y panadería que desde hace un mes retomaron sus clases presenciales. Mientras integra con ellas los ingredientes del betún, la docente explica que se trata de un curso completamente diferente a los que ha impartido, ya que la pandemia de Covid-19 las obligó a modificar el formato de las clases.

“Tuvimos inscripciones de alumnos de otros municipios del estado e incluso de otros estados; además de que por la pandemia algunas de las alumnas de aquí de Ixhuatlán tuvieron que migrar a otras partes del estado o del país y desde allá continuaron con las clases y las guías para no perder su capacitación”, explica.

APRENDER PARA ENSEÑAR

Al ritmo de la música que sale de una pequeña bocina inalámbrica, el grupo de Danza Regional comienza con sus ensayos. Aunque la coordinación de sus movimientos las hace parecer iguales, dentro del grupo hay mujeres de todas las edades que llegaron con diversas motivaciones, pero que encontraron en el baile una forma de entretenimiento y aprendizaje.

Una de estas mujeres es Vanesa Hernández Nochebuena, quien conoció las Misiones Culturales desde hace más de tres años, cuando la Misión Cultural estuvo en la localidad de Colatlán, de donde ella es originaria. Ahí comenzó con su formación de danza motivada en aprender para poder trasmitir estos conocimientos a sus alumnos.

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De formación docente, Vanesa reconoce que se trata de una materia que tiene mucha aceptación entre los menores. Aunque en un principio planeó enseñarles danza a sus estudiantes de manera presencial, la llegada de la pandemia cambió sus planes y ahora ha tenido que impartir las clases en línea, contribuyendo así a la actividad física de los menores. “A los alumnos les ha interesado mucho aprender. Somos huastecos y nos gusta zapatear, lo traemos en la sangre y veo que los alumnos piden más clases”.

Érika del Ángel Santos, maestra de la especialidad de Actividades Recreativas, explicó que además de la danza regional el curso contempla actividades deportivas y juegos organizados.

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Con 28 alumnos en matrícula, el regreso a las clases presenciales ha sido complejo, reconoce la docente, ya que de estos 10 viven en la cabecera municipal, 12 en la localidad de Colatlán y seis más son de otros municipios de la entidad.

“Yo mando las clases por videos vía WhatsApp y dos veces a la semana nos reunimos de manera presencial aquellos que pueden acudir. Sí ha sido un curso diferente, pero vemos que ni la distancia les ha quitado las ganas a los alumnos, desde los jóvenes hasta las señoras adultas de la tercera edad que tienen el mismo nivel y entusiasmo”. Con información de Nurit Martínez.



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IXHUATLÁN DE MADERO. Con su morral al hombro Noel Moreno Caro recorre las sedes de Educación Básica, Actividades Agropecuarias, Educación Familiar y Educación para la Salud en donde alumnos y profesores vuelven a reencontrarse tras varios meses de educación virtual.

Aunque para cualquiera pueden parecer canchas, galeras, patios y bodegas, quienes participan de la Misión Cultural número 200 estos espacios son aulas en las que reciben conocimientos básicos y capacitación para el trabajo. Se trata de un proyecto que José Vasconcelos comenzó hace casi un siglo y sigue vigente: las Misiones Culturales.

Bachilleres trabajarán para atacar "analfabetismo funcional" de 30 millones de mexicanos

“Otra educación es posible”, asegura Moreno Caro, jefe de la Misión que actualmente tiene como sede el municipio de Ixhuatlán de Madero.

Este sitio se ubica en la zona norte de Veracruz, en la región Huasteca Baja, y está integrado por cuatro grupos étnicos; en su territorio se hablan las leguas náhuatl, otomí, tepehua y totonaco.

A casi siete horas en auto, pero dentro de la misma entidad, la titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Delfina Gómez Álvarez, arrancará hoy desde Boca del Río el Movimiento Nacional por la Alfabetización, un programa que busca atender a 4.4 millones de adultos que no saben leer ni escribir y 30 millones en situación de rezago educativo porque no concluyeron la educación básica.

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En el marco de los festejos por el centenario de la institución, la SEP empleará a un millón de alumnos de bachillerato como alfabetizadores, en una cruzada semejante a la que se lanzó hace casi cien años con las Misiones Culturales.

Joya de la educación rural, éstas fueron creadas en 1923 con el fin de promover el desarrollo integral de las comunidades rurales, especialmente indígenas. A partir de ese momento, se han dedicado a llevar educación, capacitación para el trabajo y conocimientos a las zonas más apartadas del país a través de una oferta educativa comunitaria que se otorga en determinado tiempo.

Actualmente hay 310 Misiones Culturales en todo el país, salvo en la Ciudad de México. Oaxaca, Michoacán y Chiapas concentran el mayor número. La SEP dejó en los gobiernos estatales la responsabilidad de su labor.

En Veracruz hay 12 misiones distribuidas en cuatro zonas, aunque para Moreno Caro se trata de un número insuficiente considerando la población rural e indígena de la entidad. Para el docente, lo deseable es que se contara con al menos 80 misiones distribuidas en la geografía veracruzana y que el norte tuviera 10 de estas con personal y herramientas necesarias para ofrecer todo el abanico de posibilidades.

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“Nosotros en Ixhuatlán no tenemos la plantilla completa, contamos con seis maestros para las clases cuando lo deseable son 10 docentes en cada misión. Nos están faltando clases de música, albañilería, mecánica y carpintería porque no hay quiénes las impartan”, lamenta.

En Ixhuatlán, la Misión Cultural 200 no tiene una sede fija, sino que está repartida en diversos espacios que la comunidad les presta o que el ayuntamiento renta para este fin. Aunque esto de trabajar en espacios prestados o no aptos pareciera incomodo, el maestro Noel minimiza estas carencias y asegura que de esta forma “toda la comunidad es su escuela”.

Hace una semana, el subsecretario de Educación Media Superior, Juan Pablo Arroyo, afirmó que la nueva campaña de alfabetización nacional que arranca hoy retomará la labor de las Misiones Culturales.

NUNCA ES TARDE PARA APRENDER

En un edificio en obra negra, un grupo mujeres se reúne en torno a una mesa armada con lápices y borradores. Una a una reciben una hoja con ejercicios de sumas y restas y tratan de recordar cómo realizar operaciones. Intrigadas reciben las hojas y ninguna se anima a empezar.

—“¿Ya se les olvidó cómo hacerlas?”, bromea el profesor mientras ellas retoman el ritmo. Se trata de alumnas de educación básica que buscan terminar la primaria.

Desde su fundación en 1923, la alfabetización fue uno de los ejes principales del trabajo de las Misiones Culturales de la SEP. A casi un siglo de su arranque, los misioneros aún recorren las comunidades rurales llevándole las primeras letras a hombres y mujeres mayores de 15 años de edad.

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Con más de 12 mil habitantes analfabetas o sin escolaridad en Ixhuatlán de Madero, desde su llegada la Misión 200 comenzó un trabajo de difusión de la especialidad básica que se asentó en la localidad de El Zapote, logrando así una matrícula importante.

Sin embargo, la llegada de la pandemia de Covid-19 hizo estragos y de 16 estudiantes que están inscritos en los programas de primaria y secundaria, sólo cerca de 10 regresaron a clases. El resto tuvo que quedarse en casa a atender a su familia o acudir a la reunión del programa Sembrando Vida que organiza el gobierno federal.

“Aquí a veces la cuestión del trabajo o de las labores a los alumnos los tiene bien atados y pues es la prioridad porque es su sustento”, explica Raúl Domínguez Cruz, responsable del área de Educación para adultos.

Mientras las alumnas resuelven la hoja de actividades, el docente reconoce que la mayoría de su grupo son mujeres que acudieron a inscribirse motivadas por la necesidad de ayudarles a sus hijos en sus tareas, otras más —las más jóvenes— lo hicieron para lograr un certificado de primaria o secundaria que les permita conseguir un trabajo en la cabecera municipal.

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Por ello, la llegada de las Misiones Culturales de la SEP fue para ella “una bendición”, ya que le permitió retomar los estudios que abandonó siendo niña para irse a la Ciudad de México a trabajar como empleada doméstica. “Me quedé en cuarto año y tuve que dejar la escuela por apoyar a la familia porque la verdad en la casa se ocupaba más el dinero que la escuela”.

Tres décadas después nuevamente está en busca de un empleo para ayudar a su familia. Sin embargo, ahora tiene planeado concluir el programa de primaria para poder conseguir un documento que le permita conseguir un trabajo mejor remunerado y con prestaciones.

“Hay muchas oportunidades de trabajar, pero cuando llegas lo primero que te preguntan es si tienes papeles, por lo menos el de la primaria, todos te preguntan. Yo les dije a mis hijos que ahora me gustaría trabajar y, quién sabe, a lo mejor en un futuro tener un negocio”.

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A pesar del sedante que le inyectaron al potrillo de dos años y dos meses de edad, Zeus se niega a dejarse someter. A su lado un grupo de hombres espera paciente con cuerdas para amarrarle las patas mientras otro grupo se encarga de preparar el medicamento y material quirúrgico para la cirugía. El resto de los presentes sólo observa el proceso a una distancia considerable.

Se trata del grupo de actividades agropecuarias, que comprende agricultura, ganadería y pequeñas industrias, quienes llevan a cabo su primera práctica presencial luego de varios meses de clases en línea.

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A manera de recordatorio, el maestro Leocadio Martínez Hernández explica brevemente los pasos a seguir en el proceso de castración del potrillo y comienza a realizar las incisiones en los testículos del animal. Poco a poco los alumnos se van involucrando en la cirugía y haciendo preguntas sobre la salud del equino.

En menos de media hora le han extraído los dos testículos, realizado las suturas y puesto un antibiótico para evitar infecciones. De acuerdo al profesor esto le quitará la agresividad, mejorará el carácter del animal y lo hará apto para los trabajos del campo.

“Lo que se busca es que ellos como pequeños ganaderos sean capaces de resolver este y varios procedimientos simples sin ayuda, que lo hagan en campo con los materiales básicos”, explica el médico veterinario. Y añade: “Hay muchos casos en los que la vida del animal corre riesgo y no tienen acceso a un veterinario o, por el contrario, otros en los que son procedimientos muy simples que no ameritan llamar por un especialista. Es ahí cuando ellos pueden hacer uso de este conocimiento”.

Durante la pandemia, Ángel de Jesús Martínez conoció del trabajo de las Misiones Culturales a través de la página de Facebook “Misión Cultural Rural 200 Oficial”.

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Habitante de la localidad de Chapopote Chico, en el municipio de Chalma, Veracruz, a casi 100 kilómetros de Ixhuatlán de Madero, el joven se inscribió en el curso de Agricultura, Ganadería y Pequeñas Industrias con el fin de aprender estos dos rubros y aprovechar las clases en línea que se ofrecían. Sin embargo, reconoce que aún no sabe cómo vinculará esos conocimientos con la formación que lleva como pedagogo.

“Yo quiero laborar en el campo de la educación, pero la verdad es que estos aprendizajes me han llamado mucho la atención y siempre he pensado que hay que aprender cosas nuevas y diferentes porque a la larga todo te sirve; con la pandemia tuve tiempo extra y decidí aprovecharlo así”, cuenta ilusionado.

Leocadio Martínez imparte también el curso de Pequeñas Industrias Rurales. Ahí hombres y mujeres de la comunidad han aprendido a aprovechar productos locales como el tamarindo, cacahuate y jobo para hacer dulces tradicionales, licores o mermeladas que ellos mismos envasan y venden. Los productos, que se comercializan dentro y fuera del municipio, llevan consigo una etiqueta en la que se detalla que el producto fue hecho en la Misión Cultural 200.

COCINAR PARA HACER COMUNIDAD

Aunque es originaria de Ixhuatlán de Madero, Mabel Ugalde Rendón vivió por más de 40 años en la Ciudad de México junto a su familia. Hace cuatro años tomó la decisión de jubilarse y regresar a “su terruño”.

Luego de toda una vida de trabajo y lejos de Ixhuatlán, las Misiones Culturales fueron para la maestra jubilada una oportunidad de aprender cosas nuevas y de hacer nuevos vínculos y amistades. Fue así como comenzó con los cursos de cocina y repostería.

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Lo que comenzó como una opción de entretenimiento se ha convertido también en una forma de negocio al vender entre amigos y conocidos algunas de sus creaciones. Y es que, al final de cuentas, ser autoproductivo “es parte del espíritu de las misiones culturales”.

Entrevistada mientras sostiene en sus manos un pastel red velvet que preparó junto a otra de sus compañeras de curso, Ugalde Rendón asegura estar feliz de haber regresado a las aulas tras más de un año y medio de clases virtuales por la pandemia. Cuenta que, aunque al principio la cuarentena fue para ella una oportunidad para aprender a su ritmo, con el paso de los meses anhelaba la presión de las clases y la dinámica que impone la maestra. “Me hice de alguna forma más floja porque no había que reportarle a la maestra inmediatamente, regresar fue mejor porque me mantiene más activa”.

La responsable de la especialidad de Educación Familiar es Ana Lucía Cruz Santiago. Ella es la encargada de impartir las clases de cocina, repostería y panadería; manualidades y corte y confección de ropa. Se trata de tres cursos que pueden tomarse de manera independiente o integrarlas.

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En el patio de una vivienda, cinco alumnas preparan un pastel con la guía de Cruz Santiago, son las alumnas del curso de cocina, repostería y panadería que desde hace un mes retomaron sus clases presenciales. Mientras integra con ellas los ingredientes del betún, la docente explica que se trata de un curso completamente diferente a los que ha impartido, ya que la pandemia de Covid-19 las obligó a modificar el formato de las clases.

“Tuvimos inscripciones de alumnos de otros municipios del estado e incluso de otros estados; además de que por la pandemia algunas de las alumnas de aquí de Ixhuatlán tuvieron que migrar a otras partes del estado o del país y desde allá continuaron con las clases y las guías para no perder su capacitación”, explica.

APRENDER PARA ENSEÑAR

Al ritmo de la música que sale de una pequeña bocina inalámbrica, el grupo de Danza Regional comienza con sus ensayos. Aunque la coordinación de sus movimientos las hace parecer iguales, dentro del grupo hay mujeres de todas las edades que llegaron con diversas motivaciones, pero que encontraron en el baile una forma de entretenimiento y aprendizaje.

Una de estas mujeres es Vanesa Hernández Nochebuena, quien conoció las Misiones Culturales desde hace más de tres años, cuando la Misión Cultural estuvo en la localidad de Colatlán, de donde ella es originaria. Ahí comenzó con su formación de danza motivada en aprender para poder trasmitir estos conocimientos a sus alumnos.

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De formación docente, Vanesa reconoce que se trata de una materia que tiene mucha aceptación entre los menores. Aunque en un principio planeó enseñarles danza a sus estudiantes de manera presencial, la llegada de la pandemia cambió sus planes y ahora ha tenido que impartir las clases en línea, contribuyendo así a la actividad física de los menores. “A los alumnos les ha interesado mucho aprender. Somos huastecos y nos gusta zapatear, lo traemos en la sangre y veo que los alumnos piden más clases”.

Érika del Ángel Santos, maestra de la especialidad de Actividades Recreativas, explicó que además de la danza regional el curso contempla actividades deportivas y juegos organizados.

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“Yo mando las clases por videos vía WhatsApp y dos veces a la semana nos reunimos de manera presencial aquellos que pueden acudir. Sí ha sido un curso diferente, pero vemos que ni la distancia les ha quitado las ganas a los alumnos, desde los jóvenes hasta las señoras adultas de la tercera edad que tienen el mismo nivel y entusiasmo”. Con información de Nurit Martínez.



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