POR MANUEL COSME | El Sol de México
L a vida en el Palacio Negro de Lecumberri ha sido descrita en libros como “El apando” del maestro José Revueltas; en películas, por ejemplo: “Nosotros los pobres”, donde cae Pepe “El Toro”, e incluso hay una cinta que se llama así, “Lecumberri”, pero ninguna puede reflejar el infierno que se vivía cuando se llegaba a estar encarcelado ahí.
[caption id="attachment_166004" align="aligncenter" width="615"] José Revuletas, escritor mexicano que en su libro “El apando” tomó como referencia al Palacio de Lecumberri.[/caption]
Quienes ahí estuvieron presos, narran genéricamente que la atmósfera era hostil, donde todo mundo se tenía que cuidar de ser asesinado por sus amigos o enemigos, incluso los mismos celadores.
No había utensilios para comer, por lo que los alimentos se recibían en hojas de lata, las manos o la ropa.
El inmueble fue inaugurado por don Porfirio Díaz, el 29 de septiembre de 1900, para ser una penitenciaria en la que fueran recluidos aquellos reos que estuvieron en la no menos pavorosa Cárcel de Belem.
Y es que la apertura de Lecumberri permitió desalojar dicha cárcel y quienes ya estaban sentenciados pasaron al nuevo penal, que se ubicaba en los llanos de San Lázaro.
En 1933, la Cárcel de Belem cerró definitivamente sus puertas y los procesados también pasaron a Lecumberri, por lo que se convirtió en un penal y correccional, lo que provocó un hacinamiento total y una mezcla de delitos e intereses que provocaron que imperara la violencia.
Doce años después, entró en servicio la Cárcel de Mujeres, lo que permitió que en el Palacio Negro fueran encarcelados únicamente hombres.
El diseño del penal estuvo basado en el concepto “panóptico”, ideado por Jeremías Bentham, según, el cual, todas las celdas organizadas en crujías que formaban los siete brazos de una estrella eran vigiladas fácilmente desde un punto central, en este caso una enorme torre.
Las crujías fueron denominadas con las letras de la A a la N, de las cuales las peores eran la A, donde iban a dar los reincidentes; la B para delincuentes sexuales, la F para narcotraficantes y drogadictos; y la J para homosexuales.
Lo que en principio fue considerado un penal de avanzada, termino por convertirse, como las de ahora, en una prisión sobrepoblada, donde los drenajes terminaron por no servir y eso provocó un ambiente de fetidez, nauseabundo e insoportable.
Al edificio original se le fueron agregando, como parches, construcciones para tratar de aliviar el hacinamiento.
Sobre el mote a la cárcel de Lecumberri, “ hay varias versiones, una de ellas fue que en tiempos del presidente Miguel Alemán se aprobó el delito de “disolución social”, que fue usado para encarcelar a los opositores al régimen priísta, al igual que lo hizo don Porfirio, y por eso se le puso el mote de “El Palacio Negro”.
Otra versión indica que antes de ser inaugurado se desbordó el canal de aguas negras cercano a él, e inundó el inmueble, cuyas paredes blancas quedaron percudidas y entonces fue llamado “El Palacio Negro”.
Ante la situación imperante en el lugar, las autoridades terminaron por cerrar la cárcel de Lecumberri, y su desocupación inició el primero de agosto de 1976, 76 años después de su inauguración. Actualmente, alberga el Archivo General de la Nación
Finalmente, de lo que sobrevive de que aquella terrible época hay un mural efectuado, en enero de 1959, por personal recluido bajo la dirección y patrocinio del general Carlos Martín del Campo.
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