Durante el siglo XIX, una de las costumbres más arraigadas entre los habitantes de la Ciudad de México fue la de portar en sus bolsillos un “calendario”, pequeña edición que publicaba el santoral, los eclipses, las fiestas de guardar, el clima, oraciones y algunas efemérides. La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) alberga dentro del Fondo Reservado un rico acervo denominado genéricamente “Calendarios”, que abarca, además de este tipo de ejemplares, otras publicaciones anuales, como almanaques, anuarios, años nuevos y guías de forasteros, explicó Laura Herrera, historiadora de la BNAH.
Añadió que los calendarios se elaboraban en papel mecánico, cuyo tiempo de vida era un año por ser de un material frágil. Por esta razón, se hizo una conservación directa o estabilización con la finalidad de que puedan ser consultados.
- Su historia
El auge de estos pequeños calendarios se dio en los años 60 del siglo XIX. Después surgieron los de mayores dimensiones que se colgaban en la pared, se colocaban en el escritorio o se hacían con otras modalidades. Sin embargo, el de Galván logró sobrevivir y hasta la fecha se edita con el sello de Murguía, puntualizó Laura Herrera.
El Calendario de Mariano Galván Rivera tuvo una amplia distribución en la República, debido a que se vendía por millares —lo que representaba un buen negocio— en establecimientos, ferias tradicionales y vendedores que lo ofrecían de pueblo en pueblo, de tal forma que alcanzaba los rincones más alejados del país.
Mezli Silva apuntó que en términos bibliotecológicos los calendarios evolucionaron: de siete por 10 centímetros aumentaron su tamaño a 10 por 15 centímetros, y sus cubiertas rústicas pasaron a ser de color para hacerlos más atractivos con viñetas y frontispicios (ilustración decorativa) que enmarcaban el título, al tiempo que se mejoró la tipografía. En cuanto al contenido, se agregaron horóscopos y anuncios publicitarios, principalmente de cervezas, cigarros, máquinas de coser e incluso de la misma imprenta que los realiza. Su emblema distintivo es el toro, que todavía utiliza.
Mariano Galván Rivera nació en Tepotzotlán, Estado de México, en 1792, y desde joven se inclinó por la publicación de distintos tipos de libros, pero su prestigio lo logró a través de su calendario. El editor es considerado uno de los sobresalientes empresarios culturales de su tiempo.
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