/ domingo 21 de mayo de 2017

Recordando la heroica batalla de la defensa de Córdoba

Córdoba, Ver.- La Batalla de la defensa de Córdoba ocurrida un 21 de mayo de 1821 en la Villa fue un hecho de relevancia, por los habitantes lucharon por su independencia, derrotando al Ejército Realista Español; este suceso sirvió para que el 24 de agosto del mismo año, se reunieran en la población Agustín de Iturbide, Jefe del Ejército Trigarante y Juan O’Donojú, último Virrey de la Nueva España, para firmar los tratados de Córdoba, mediante los cuales se reconocía la independencia del país y se daba fin a la guerra.

  UN POCO DE HISTORIA

El cronista de la ciudad, Rafael de la Mora Herrera, hace una remembranza de la historia y por qué Córdoba recibió el título de heroica.

Debemos recordar que un suceso externo habría de ocasionar que la Independencia de México se consumara muy distinta a como se pensó en un inicio. A principios de 1820 una sublevación en España, encabezada por el comandante del batallón de Asturias, Rafael del Riego, había obligado a Fernando VII A aceptar nuevamente la Constitución de Cádiz, derogada por él para recuperar el trono después de vencer a Napoleón.

Esto ocasionó que en la Nueva España pensaran que afectaría a las clases dominantes, alto clero y militares, al desaparecer sus fueros y privilegios que tenían con absolutismo.

Foto: El Sol de Córdoba

Así que iniciaron juntas en la iglesia de la Profesa, encabezadas por el canónigo Matías Monteagudo con el fin de que el Virrey siguiera gobernando conforme a las leyes de Indias. Por recomendación de Monteagudo, y el oidor Bataller, se nombró a Agustín de Iturbide, comandante general del sur, cargo al que había renunciado Gabriel Armijo, con la consigna de acabar con los pocos insurgentes que aún quedaban capitaneados por Vicente Guerrero y Pedro Ascencio, pero Iturbide tenía hecho su plan que sin duda elaboró, y se le proporcionaron 25 mil soldados por él seleccionados.

El 14 de febrero de 1821 proclamaron su Plan de Iguala, invitando a participar en el lado de la independencia a los insurgentes, a los realistas, indios castas y esclavos, a los cuales llamó mexicanos, incluyendo a europeos y asiáticos, señalándoles que su patria era América porque en ella vivían y se proclama la Independencia de la América Septentrional, que ya no reconoce ni depende de España y que no le anima otro deseo a su ejército que conservar su religión.

Desplegando una desenfrenada actividad epistolar se invitó a sumarse al Plan de Iguala o de las tres garantías que eran: independencia, religión y unión, mismas que representó en los tres colores de la bandera  ideada para tal fin, y que confeccionó el sastre barbero Magdaleno Ocampo el 24 de febrero de 1821.

Foto: El Sol de Córdoba

La defensa de la iglesia y de la religión católica establecida en el plan, le significó el apoyo del clero tanto mexicano como español.

José Joaquín de Herrera, que había sido destacado soldado realista hasta llegar al grado de coronel y después de haberse significado en la lucha contra la insurgencia, estando en Acapulco, pide su retiro de las tropas realistas, siendo aceptado y dado de baja del servicio del rey el 5 de agosto de 1820, con el grado de teniendo coronel.

Pero el destino lo volvió a tentar cuando la guarnición del fuerte de San Carlos en Perote se sumaba al ejercito trigarante de Iturbide, le ofrecieron que fuera él su comandante cosa que aceptó, haciéndose subordinado de Iturbide.

Foto: El Sol de Córdoba

Entonces es cuando interviene contra los realistas que solamente se encontraban en posesión en el puerto de Veracruz, Orizaba y Córdoba, el puerto de Acapulco y la capital, había sido tanto el éxito del Plan de Iguala que casi la totalidad de las grandes guarniciones se habían sumado voluntariamente.

José Joaquín de Herrera y su grupo de la novena división de Oriente, había sido derrotado en Tepeaca por las fuerzas realistas al mando del coronel Francisco Hevia, que los desplazó a San Andrés Chalchicomula, donde lo alcanzó Hevia y lo hizo bajar a Orizaba, lugar en el que trató de refugiarse, pero ante la proximidad del enemigo y ante la falta de colaboración de los de Orizaba se dirigió a Córdoba.

Al conocerse en la villa la derrota de Herrera y que Hevia preparaba sus tropas para atacar Córdoba, el capitán Gómez que estaba al cargo de la plaza intentó abandonarla para fortificarse en Coscomatepec, pero los cordobeses estaban dispuestos a enfrentar a los realistas y reuniéndose en junta popular acordaron los medios de la defensa que quedó a cargo de Francisco Calatayud y Antonio López Guardaelmuro.

El 10 de mayo ante el rumor de que los realistas se encontraban en Naranjal se apresuraron a las labores de fortificación.

Foto: El Sol de Córdoba

Era la mañana del 15 de mayo de 1821 cuando José Joaquín de Herrera pidió al capitán Félix Luna que vigilara el camino de Orizaba del lado de Tuxpango, como así lo hizo con un grupo de jinetes llegó hasta Río Blanco y hubo que replegarse hasta el puente de Zapopan que cruza el Metlac, el motivo era que las tropas del batallón de castilla al mando del teniente coronel Hevia, se presentaba con el firme propósito de recuperar y asaltar la villa de Córdoba, dejando el libre tránsito a las tropas españolas que entraron sin novedad a lo que es actualmente la avenida 11.

Los defensores de la villa se apretaron a la guardia de las trincheras que habían sido construidas. Don Francisco Hevia con su temeridad reconocida entró fácilmente y estableció su cuartel general en la plaza de San Sebastián llevando su osadía hasta ingresar a la casa de Don Antonio de Zevallos, a quien en tono de amistad pero enérgico le dijo “salga usted paisano que no a dejar de ser cordobés vivo por desafectos al rey”.

A las tres de la tarde se inició un tiroteo que fue contestado por otro lado.

Hevia conocía perfectamente la traza de la villa y ordenó empezar a derribar puertas.

Foto: El Sol de Córdoba

El 16 de mayo fue un día decisivo para las armas del trigarante de Córdoba, debido a que por la mañana había sido muerto el coronel del batallón de Castilla, Francisco Hevia.

Al momento que lo mataron, se dice que el capital Pascual de los Santos también fue alcanzado por las balas, por lo que señalaron que había sido de los Santos quien le había disparado, aunque se supo dos días después.

A partir de la muerte de Hevia, los soldados españoles dejaron de disparar por un momento reinado el silencio y luego volvió la guerra; tomó el mando el coronel Blas del Castillo y Lina, quien logró acercarse a las trincheras enemigas y les prendió fuego, el cual fue sofocado por los defensores rechazando a los realistas hasta sus posiciones (de esa acción se deriva el término de casa quemada).

Todo esto fue el 17, para el 18 llegó el coronel Antonio López de Santa Anna con 300 soldados de infantería y 200 de caballería a reforzar a los cordobeses, amagando a los realistas a quienes cañonero para hacer hacerlos salir.

Foto: El Sol de Córdoba

Para el día 20 José Joaquín de Herrera intimidó su rendición, su comandante Castillo Luna pidió tiempo para una junta con sus tropas, pero se reinició en la noche y nuevamente se suspendió la madrugada del 21 de mayo, las tropas trigarantes comprobaron que los realistas habían abandonado el campo de batalla y así el lunes 21 de mayo, la población de Córdoba festejaba el triunfo sobre las armas realistas terminando la jornada histórica.

Según señala de la Mora, esta batalla fue una de las de mayo importancia durante la etapa que se tuvo a partir de la promulgación del Plan de Iguala por el general Agustín de Iturbide.

Sin duda alguna, el motivo que hizo que Iturbide escogiera a Córdoba para entrevistarse con el personaje que había mandado Fernando VII a gobernar Nueva España y que llegara al puerto de Veracruz el 30 de julio de 1821, a su llegada le informó de la situación, ya que la casi totalidad del virreinato se había sumado al movimiento del Plan de Iguala y solo estaba controlado por los realistas, los puertos de Veracruz, Acapulco y la capital, ante esto tomó protesta de su cargo ante el comandante Dávila y entonces no le quedaban más que dos opciones, regresarse a España o tratar de tener arreglos con el jefe trigarante, optó por el segundo escribiéndole a Iturbide pidiéndole una cita, ya que se encontraba en Puebla, donde lo agasajaron con el platillo de los Chiles en Nogada, de ahí lo citó para el 24 de agosto en la villa de Córdoba, donde suscribieron Los Tratados de Córdoba, mediante los cuales se reconoció la independencia por el representante del rey, Don Juan O'Donojú.

Córdoba, Ver.- La Batalla de la defensa de Córdoba ocurrida un 21 de mayo de 1821 en la Villa fue un hecho de relevancia, por los habitantes lucharon por su independencia, derrotando al Ejército Realista Español; este suceso sirvió para que el 24 de agosto del mismo año, se reunieran en la población Agustín de Iturbide, Jefe del Ejército Trigarante y Juan O’Donojú, último Virrey de la Nueva España, para firmar los tratados de Córdoba, mediante los cuales se reconocía la independencia del país y se daba fin a la guerra.

  UN POCO DE HISTORIA

El cronista de la ciudad, Rafael de la Mora Herrera, hace una remembranza de la historia y por qué Córdoba recibió el título de heroica.

Debemos recordar que un suceso externo habría de ocasionar que la Independencia de México se consumara muy distinta a como se pensó en un inicio. A principios de 1820 una sublevación en España, encabezada por el comandante del batallón de Asturias, Rafael del Riego, había obligado a Fernando VII A aceptar nuevamente la Constitución de Cádiz, derogada por él para recuperar el trono después de vencer a Napoleón.

Esto ocasionó que en la Nueva España pensaran que afectaría a las clases dominantes, alto clero y militares, al desaparecer sus fueros y privilegios que tenían con absolutismo.

Foto: El Sol de Córdoba

Así que iniciaron juntas en la iglesia de la Profesa, encabezadas por el canónigo Matías Monteagudo con el fin de que el Virrey siguiera gobernando conforme a las leyes de Indias. Por recomendación de Monteagudo, y el oidor Bataller, se nombró a Agustín de Iturbide, comandante general del sur, cargo al que había renunciado Gabriel Armijo, con la consigna de acabar con los pocos insurgentes que aún quedaban capitaneados por Vicente Guerrero y Pedro Ascencio, pero Iturbide tenía hecho su plan que sin duda elaboró, y se le proporcionaron 25 mil soldados por él seleccionados.

El 14 de febrero de 1821 proclamaron su Plan de Iguala, invitando a participar en el lado de la independencia a los insurgentes, a los realistas, indios castas y esclavos, a los cuales llamó mexicanos, incluyendo a europeos y asiáticos, señalándoles que su patria era América porque en ella vivían y se proclama la Independencia de la América Septentrional, que ya no reconoce ni depende de España y que no le anima otro deseo a su ejército que conservar su religión.

Desplegando una desenfrenada actividad epistolar se invitó a sumarse al Plan de Iguala o de las tres garantías que eran: independencia, religión y unión, mismas que representó en los tres colores de la bandera  ideada para tal fin, y que confeccionó el sastre barbero Magdaleno Ocampo el 24 de febrero de 1821.

Foto: El Sol de Córdoba

La defensa de la iglesia y de la religión católica establecida en el plan, le significó el apoyo del clero tanto mexicano como español.

José Joaquín de Herrera, que había sido destacado soldado realista hasta llegar al grado de coronel y después de haberse significado en la lucha contra la insurgencia, estando en Acapulco, pide su retiro de las tropas realistas, siendo aceptado y dado de baja del servicio del rey el 5 de agosto de 1820, con el grado de teniendo coronel.

Pero el destino lo volvió a tentar cuando la guarnición del fuerte de San Carlos en Perote se sumaba al ejercito trigarante de Iturbide, le ofrecieron que fuera él su comandante cosa que aceptó, haciéndose subordinado de Iturbide.

Foto: El Sol de Córdoba

Entonces es cuando interviene contra los realistas que solamente se encontraban en posesión en el puerto de Veracruz, Orizaba y Córdoba, el puerto de Acapulco y la capital, había sido tanto el éxito del Plan de Iguala que casi la totalidad de las grandes guarniciones se habían sumado voluntariamente.

José Joaquín de Herrera y su grupo de la novena división de Oriente, había sido derrotado en Tepeaca por las fuerzas realistas al mando del coronel Francisco Hevia, que los desplazó a San Andrés Chalchicomula, donde lo alcanzó Hevia y lo hizo bajar a Orizaba, lugar en el que trató de refugiarse, pero ante la proximidad del enemigo y ante la falta de colaboración de los de Orizaba se dirigió a Córdoba.

Al conocerse en la villa la derrota de Herrera y que Hevia preparaba sus tropas para atacar Córdoba, el capitán Gómez que estaba al cargo de la plaza intentó abandonarla para fortificarse en Coscomatepec, pero los cordobeses estaban dispuestos a enfrentar a los realistas y reuniéndose en junta popular acordaron los medios de la defensa que quedó a cargo de Francisco Calatayud y Antonio López Guardaelmuro.

El 10 de mayo ante el rumor de que los realistas se encontraban en Naranjal se apresuraron a las labores de fortificación.

Foto: El Sol de Córdoba

Era la mañana del 15 de mayo de 1821 cuando José Joaquín de Herrera pidió al capitán Félix Luna que vigilara el camino de Orizaba del lado de Tuxpango, como así lo hizo con un grupo de jinetes llegó hasta Río Blanco y hubo que replegarse hasta el puente de Zapopan que cruza el Metlac, el motivo era que las tropas del batallón de castilla al mando del teniente coronel Hevia, se presentaba con el firme propósito de recuperar y asaltar la villa de Córdoba, dejando el libre tránsito a las tropas españolas que entraron sin novedad a lo que es actualmente la avenida 11.

Los defensores de la villa se apretaron a la guardia de las trincheras que habían sido construidas. Don Francisco Hevia con su temeridad reconocida entró fácilmente y estableció su cuartel general en la plaza de San Sebastián llevando su osadía hasta ingresar a la casa de Don Antonio de Zevallos, a quien en tono de amistad pero enérgico le dijo “salga usted paisano que no a dejar de ser cordobés vivo por desafectos al rey”.

A las tres de la tarde se inició un tiroteo que fue contestado por otro lado.

Hevia conocía perfectamente la traza de la villa y ordenó empezar a derribar puertas.

Foto: El Sol de Córdoba

El 16 de mayo fue un día decisivo para las armas del trigarante de Córdoba, debido a que por la mañana había sido muerto el coronel del batallón de Castilla, Francisco Hevia.

Al momento que lo mataron, se dice que el capital Pascual de los Santos también fue alcanzado por las balas, por lo que señalaron que había sido de los Santos quien le había disparado, aunque se supo dos días después.

A partir de la muerte de Hevia, los soldados españoles dejaron de disparar por un momento reinado el silencio y luego volvió la guerra; tomó el mando el coronel Blas del Castillo y Lina, quien logró acercarse a las trincheras enemigas y les prendió fuego, el cual fue sofocado por los defensores rechazando a los realistas hasta sus posiciones (de esa acción se deriva el término de casa quemada).

Todo esto fue el 17, para el 18 llegó el coronel Antonio López de Santa Anna con 300 soldados de infantería y 200 de caballería a reforzar a los cordobeses, amagando a los realistas a quienes cañonero para hacer hacerlos salir.

Foto: El Sol de Córdoba

Para el día 20 José Joaquín de Herrera intimidó su rendición, su comandante Castillo Luna pidió tiempo para una junta con sus tropas, pero se reinició en la noche y nuevamente se suspendió la madrugada del 21 de mayo, las tropas trigarantes comprobaron que los realistas habían abandonado el campo de batalla y así el lunes 21 de mayo, la población de Córdoba festejaba el triunfo sobre las armas realistas terminando la jornada histórica.

Según señala de la Mora, esta batalla fue una de las de mayo importancia durante la etapa que se tuvo a partir de la promulgación del Plan de Iguala por el general Agustín de Iturbide.

Sin duda alguna, el motivo que hizo que Iturbide escogiera a Córdoba para entrevistarse con el personaje que había mandado Fernando VII a gobernar Nueva España y que llegara al puerto de Veracruz el 30 de julio de 1821, a su llegada le informó de la situación, ya que la casi totalidad del virreinato se había sumado al movimiento del Plan de Iguala y solo estaba controlado por los realistas, los puertos de Veracruz, Acapulco y la capital, ante esto tomó protesta de su cargo ante el comandante Dávila y entonces no le quedaban más que dos opciones, regresarse a España o tratar de tener arreglos con el jefe trigarante, optó por el segundo escribiéndole a Iturbide pidiéndole una cita, ya que se encontraba en Puebla, donde lo agasajaron con el platillo de los Chiles en Nogada, de ahí lo citó para el 24 de agosto en la villa de Córdoba, donde suscribieron Los Tratados de Córdoba, mediante los cuales se reconoció la independencia por el representante del rey, Don Juan O'Donojú.

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