/ domingo 17 de febrero de 2019

Amarcord (Recuerdos) de Federico Campbell

Estos textos conmemoran al escritor, ensayista y periodista tijuanense que durante su trayectoria de más de medio siglo nos entregó una visión crítica del México contemporáneo.

El 15 de febrero se cumplió un lustro de la muerte de Federico Campbell. Estos textos conmemoran al escritor, ensayista y periodista tijuanense que durante su trayectoria de más de medio siglo nos entregó una visión crítica del México contemporáneo.

En estas entregas están desde diferentes ópticas las facetas alrededor de sus núcleos de reflexión. Desde su condición de migrante, su familia llegó de Sonora a Tijuana, hasta la trascendencia de su figura para los jóvenes tijuanenses que viajaban a estudiar a la Ciudad de México donde su paisano se había hecho de un nombre en el mundo literario y periodístico. Su sobrino nos regala un retrato familiar, y su incipiente biógrafo nos comparte un manuscrito inédito del autor.

El descubrimiento más importante para Campbell, nos dice su amigo el documentalista Felipe Parra, para entender y comprender las entrañas de Tijuana y México, fue el escritor siciliano Leonardo Sciascia. Su obra le ayudó a descifrar el poder de la mafia siciliana, sus vínculos con la política y el clero, y trasladarlos a la realidad mexicana. La mafia y el sistema político mexicano son hermanos, “hermanos de sangre”.

La Tijuana de los Campbell

La situación del traslado de tradiciones, costumbres e identidades desde diversas partes del país e incluso de otros países, le ha dado a Tijuana una conformación social con una gran riqueza humana y cultural como pocos otros lugares. Una de las familias que dejarían un legado cultural a la ciudad, fueron los Campbell Quiroz

por José Gabriel Rivera Delgado*

Federico Campbell Quiroz fue uno de los hijos pródigos de Tijuana más sobresalientes. Se caracterizó por crear una literatura donde su Tijuana, era parte de su espacio narrativo, no podía dejar de mencionarla ya sea en una columna periodística, en un cuento o una novela.

Sin duda alguna, se le ha distinguido como uno de los escritores y periodistas tijuanenses más destacados en el contexto nacional.

Campbell se destacó a lo largo de su vida por ser un escritor multidisciplinario: cuento, crónica, novela, entrevista, columna cultural, edición, ensayo y traducción, fueron parte de su riqueza intelectual que aportó a las letras mexicanas.

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SUS ORÍGENES

Es nativo de Tijuana, donde nació a las 1:45 de la tarde del primero de julio de 1941, siendo registrado por su madre el 5 de agosto, en el Palacio de Gobierno, ubicado en la calle Segunda y “B”, hoy Constitución, donde en la actualidad se encuentra el Antiguo Palacio Municipal, sede del IMAC y del Archivo Histórico de la Ciudad; lugares que posteriormente Federico visitaría innumerables ocasiones para dictar conferencias o presentar libros.

Su padre era telegrafista y laboraba en la Oficina de Correos y Telégrafos de Tijuana, entonces ubicada en la calle “C”, hoy Niños Héroes, casi esquina con calle Segunda.

Por su parte, su madre María del Carmen Quiroz se desempeñó como maestra de escuela primaria.

Los lectores informados no son una mayoría, pero existen

Sobre su apellido Campbell, el escritor Elmer Mendoza recordaba una anécdota de Federico que era recurrente en él, cuando había personas que lo vinculaban con el tradicional producto estadounidense: “influenciados por la sopa, no era fácil escribir tu nombre; siempre lo aclarabas con humor y con ese poder innato que tienen los tijuanos que les sirve para pactar con los demonios y para hacer amigos asombrados”.

Cursó la primaria en la escuela Pensador Mexicano, en la colonia Revolución, y la secundaria en el Centro Escolar Agua Caliente, que le marcó por estar en ese emblemático excasino con abundantes ornamentaciones doradas y evocaciones de las mil y una noches bajo la tutela de brillantes profesores (exiliados españoles).

UNA FAMILIA MIGRANTE

A lo largo de la historia, Tijuana se ha caracterizado como una ciudad receptora constante de miles de personas que arribaron del interior de la República Mexicana o de otros países, por diversos motivos o circunstancias.

Tal conformación social se manifiesta en una riqueza humana y cultural como pocas ciudades de nuestro país e incluso, de la propia América Latina. Esto se debe a la situación del traslado de tradiciones, costumbres e identidades que, en la frontera de Tijuana, se han amalgamado, incluyendo claro está, la vinculación binacional con San Diego, California, dando por resultado un nuevo sentido identitario de sus habitantes.

Todas las personas o familias que han arribado a Tijuana en el transcurso de los 130 años de su historia oficial (1889-2019), han tenido y tienen sus propias historias y aventuras de las múltiples formas que emprendieron sus recorridos desde su terruño hasta esta ciudad fronteriza mexicana.

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Una de esas familias que dejarían un legado cultural a la ciudad de Tijuana fueron los Campbell Quiroz que, en un una primera escala, arribaron a Ensenada en 1940 y un año después a Tijuana, pues don Federico padre, cabeza de familia, era nativo de Magdalena, Sonora, y se desempeñaba como telegrafista. La unión matrimonial de don Federico Campbell y doña María del Carmen Quiroz, quien era originaria de la comarca de Chinipas, Chihuahua, fue la procreación de tres hijos: Sarina que nació en Navojoa, Sonora, y Silvia y Federico, ya nativos de la ciudad de Tijuana.

El distinguido historiador David Piñera Ramírez rememora la época de la niñez de Campbell: “A Federico le tocó vivir los años de la posguerra de la Tijuana de fines de los cuarenta y cincuenta, marcada por una gran afluencia de marinos estadounidenses que visitaban los bares de la avenida Revolución, que relucía significativamente por las luces de gas neón, mientras que el resto de la ciudad, vivía en ambiente comunitario, plasmado por el trabajo de sus habitantes que llegaban de todas partes de la república mexicana, como fue el caso de Federico Campbell antes de iniciar su autoexilio”.

Los seis grados de separación

por Eduardo Flores Campbell

El pasado 15 de febrero se cumplieron cinco años de la muerte del periodista y narrador Federico Campbell, debido a complicaciones derivadas de la gripa AH1N1.

De este escritor mexicano mucho se ha comentado que en su obra literaria y periodística “puso al norte en el centro”, yo sólo podría decir que mi tío Federico –hermano de mi madre Sarina Campbell-, es un autor vigente a través de sus ensayos críticos que giran en torno a los del aquí y ahora: la injusticia social, el crimen organizado, la impunidad, la descomposición social, la hermandad de sangre entre delincuencia y poder, la degradación de los redactores fantasmas al servicio de políticos venales, así como el ineludible papel de los periodistas para criticar los excesos del poder y buscar la verdad.

La teoría de los seis grados de separación dice que cualquier persona está conectada a otra a través de una cadena de cinco conocidos y con las redes sociales los grados de separación se reducen más. En cierta forma, Federico Campbell era el grado de separación entre muchos de nosotros que de otra manera no tendríamos nada en común. Así, gracias a él, las conexiones se dieron igual en Ciudad de México, Sicilia, Roma, San Diego o en Tijuana. Conexiones que nos llevan el epicentro de sus afinidades electivas.

Y el cine fue una de los placeres estéticos y de conexión compartidas durante toda la vida. Recuerdo vivamente los detalles de sus charlas sobre el film noir o el neorrealismo italiano. Cómo a través de una película había llegado a la obra de Leonardo Sciascia, quien no tenía más de “cuatrocientos cultos” lectores. Leonardo Sciascia le develó los laberintos del poder y la mafia siciliana a través de El caso Moro y de una cinta de Francesco Rosi: Cadáveres excelentes, recreación cinematográfica de la obra El Contexto.

Aún resuenan sus apasionados comentarios sobre la cinta Rocco y sus hermanos de Luchino Visconti y hablar de la poética Roma de Fellini, las historias entretejidas de Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini y las exquisitas imágenes de Roma a ojo de dron de la película La gran belleza de Paolo Sorrentino. Para Federico, Tijuana era su Roma, su Sicilia, su San Diego tormento y fuente de inspiración. ¿Qué opinión tendría hoy de la Roma de Alfonso Cuarón? ¿Qué pensaría de la pesadilla populista naranja del norte, y de la otra cara de la misma moneda en el sur? Nadie lo sabe, pero gracias a la vigencia de sus textos lo podemos imaginar.

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Y para recordarlo, apostando al efecto mariposa, he compartido en mi cuenta de Facebook artículos que hablan de su vida, y una que otra película. Textos escritos antes y después de su muerte por queridos amigos y colegas de mi tío Federico. Ahí está el sublime texto “Federico en una nube”, de Juan Villoro. También compartí las charlas que en Política y Moral describe Eduardo Clavé, la anécdota del joven Campbell que nos describe Sergio Sarmiento, y la historia soterrada del núcleo de la literatura de Tijuana que fingió desinterés al tío, mientras le leía en privado como lo expresa lúcidamente Heriberto Yépez en “Tijuana: amor-odio por Campbell”.

Bien dice Eduardo Clavé que después de desayunar con Federico preguntó: “Oye Eduardo, ¿tú crees que sirve de algo lo que escribo?” Yo creo a muchos nos hizo la misma pregunta, desde un país en donde se podía denunciar todo y no pasaba nada. Martin Solares en “Federico Campbell como piloto aviador”, lo recuerda en el café, señalando a alguien sospechoso a las 3 (oeste, a su derecha), 6(sur atrás) o 9(el este, a su izquierda). Y por supuesto coincido con el escritor Vicente Alfonso, quien suele decir que “somos muchos los que le llamábamos y seguiremos llamándole Maestro”. Porque el agradecimiento y la amistad no tienen fecha de caducidad.

Una vez, el tío Federico me contó un chiste de escritores: “Me gusto mucho tu artículo, pero lo que más me gusto fue el epígrafe”. Esa charla mientras degustaba con placer unos pancakes, especialidad culinaria de la que era experto, motivó que yo escribiera “Primeras líneas”, un artículo a base de citas: el secreto estaba en hacer las conexiones correctas.

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Para Federico, regresar a Tijuana siempre despertaba una serie de sentimientos encontrados, con cierta dosis de tristeza y melancolía de la que poco hablaba. Se desvanecían conforme pasaban los días gracias a los amigos y la familia. Me gustaría decir que mi casa, donde se hospedó en los últimos años, era su casa en Tijuana pero eso no es cierto.

Su verdadero centro de operaciones era la legendaria Librería El Día, de Alfonso López –Don Alfonso-, quien de corazón ofreció su casa –de libros-, y la mesa de su escritorio, donde Federico se citaba con sus amigos. Ahí llegaban a verle el promotor cultural Leobardo Sarabia, el periodista Jaime Chaidez Bonilla, y su amigo desde la juventud Jacinto Astiazarán entre muchos otros.

A muchos tijuanenses les gusta la buena ropa, la buena comida, el buen vino e ir a San Diego. Federico no era la excepción. Si en Tijuana la agenda siempre era ocupada, San Diego significaba el escape, la distracción, las verdaderas vacaciones. Aparte de ir de compras, le gustaba visitar el barrio de Hillcrest, sus librerías y cafés. Visitar Little Italy–el barrio italiano-, desayunar en Zucchero o comer una buena pasta en el Filippi’s. Y por supuesto, ver jugar a los Padres de San Diego en su viejo estadio Qualcomm o en el moderno Petco Park.

Su irresistible pasión

por Felipe Parra

Los secretos del proceso creativo, en ocasiones son indescifrables, decía el ensayista y escritor Federico Campbell al referirse a la obra de grandes escritores, por ejemplo la de Juan Rulfo. Porque en el principio de su elección como profesional de la escritura o escritor, quería saber por qué escribían, cómo escribían, entrar en la piel del artista, ver a través del otro (Infame Turba).

Federico podía imaginar el quehacer del escritor como un proceso o método en el que se crea una edificación en la inmensidad del desierto o en un espacio vacío a la orilla de carretera y, poco a poco, van apareciendo construcciones efímeras o grandiosas. Era un ejercicio necesario para convertirse en escritor, sobre todo, conocer a través de los mejores.

Thomas Mann al hacer la introducción a la versión alemana de El Agente Secreto de Joseph Conrad, observa como este escritor polaco se hizo inglés para hacerse marinero por su irresistible pasión por la navegación, a sailor, hizo un cambio de nacionalidad al asumir que era necesario por el oficio primordial de otro pueblo: ser marino inglés, reinventarse con lo mejor del mundo (Thomas Mann. Textos Críticos.2016). Federico Campbell lo hace para ser de los mejores escritores del mundo, como un trashumante .

TIJUANA NOIR

Al recordar las largas entrevistas con el escritor y periodista Campbell, no puedo dejar de reflexionar sobre la pasión por saber de los mejores para explicar sobre su vida, la vida de otros, su obra y su personalísima Tijuana noir. Hay en él un deseo de reinventarse una y otra vez para sentir y comprender su entorno inmediato.

Y la deslumbrante, bulliciosa y oscura vida nocturna de Tijuana de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, en la que le tocó vivir y ser testigo de que todo lo prohibido en su vecina California era posible y permitido en las épicas parrandas de la calle Revu. Era la moral ambiente, comentaba Federico, políticos y delincuentes se asociaban para enriquecerse: excaudillos revolucionarios y la mafia norteamericana hermanados en la operación de casinos, tráfico de drogas y de mujeres, entre otros quehaceres mundanos. (Federico Campbell. Regreso a casa. 2014).

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Su primera herramienta fue la novela negra norteamericana con su santísima trinidad asistiéndole (Dashiel Hammett, Raymond Chandler, Ross MacDonald) con tramas que parecían sacadas del Casino de Aguacaliente, en las que el poder económico, el político y el crimen organizado conspiraban para apoderarse del sistema político y económico norteamericano. Cuando la santísima trinidad las escribieron no era una ficción, era una amenaza real. Y claro el arquetipo del detective duro y honesto que llega a la verdad, no siempre a la justicia. Para Federico Campbell un detective privado en México, es una quimera, lo más cercano es un periodista honesto y crítico.(Federico Campbell. La era de la criminalidad.2014).

Pero quizá el descubrimiento más importante para él, en el entendimiento y comprensión de las entrañas de Tijuana y México, fue el escritor siciliano Leonardo Sciascia, que a través de su obra entendió el poder de la mafia siciliana, sus vínculos con los políticos y el Vaticano, le permitió abordar bajo otra luz la realidad mexicana. Para Federico Campbell ambos sistemas políticos son hermanos, hermanos de sangre.

Y ese será uno de los ejes fundamentales para su nuevo enfoque como periodista y ensayista, sobre la relación orgánica entre criminalidad, política y poder en México. La Tijuana noirde su adolescencia se devela y sonríe al hablar sobre el amasiato siciliano-mexicano de poderes, que funcionaba y funciona. (La Memoria de Sciascia.1989; Pretexta. 1979).

Y en lo íntimo, el drama familiar de un padre sumido en las debilidades de la bebida como el Cónsul, personaje central de la novela Bajo el Volcán de Malcom Lowry, así describía el drama entre su padre y él. Esencialmente un padre ausente o como tragedia griega de Sófocles. Hay un desgarramiento que jamás curara, ni aún con las charlas íntimas sobre ese tema con Juan Rulfo. La memoria ayuda a recordar y elegir, parcializar, no importa huir hacia adelante: su hermana Sarina no recuerda al padre que él dibuja. Y aún hablando de su padre muchos años después el dolor está a flor de piel (La clave Morse.2001; Padre y Memoria, 2009; Regreso a casa, 2014).

Y parafraseando a Thomas Mann, una de las irresistibles pasiones de Federico Campbell fue ser en otro, para ser el mismo, pero nuevo e iluminarnos con ese pensamiento fragmentario, obra abierta.

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El adiós a Ítaca

por Jorge Conde

Apenas tenía unos meses de haber llegado al Distrito Federal, la ciudad era impresionante, pero lo era aún más el estar en el centro político, económico e intelectual del país. Estábamos un grupo de jóvenes estudiantes tijuanenses recorriendo las librerías de Insurgentes Sur recopilando bibliografía para nuestro grupo de estudios, acabábamos de tener acceso a las Actas Tupamaras ¡un ejemplar para cada uno! cuando entramos a una pequeña librería donde se encontraba Federico platicando con el dueño. Yo no lo reconocí, pero inmediatamente el reconoció a Rogelio quien también era de Tijuana y me reconoció como “hermano de Mabel”.

Se inició la plática, que si Gramci, que si las tesis de abril, que si la vía insurreccional, o que si la teoría del foco, además recordaba cada lugar común de Tijuana como si fuera un capítulo de Tijuanenses, se identificó más con Rogelio que era mayor, pero recordó a mi familia, tan cercana a la suya, y poco a poco iba yo reconociendo a ese hombre ilustre que huyó de la ciudad para poder lograr su extraordinaria trayectoria.

Federico pasaba de las teorías revolucionarias a charlar sobre jazz y blues, de los detalles en Las Tortas El Pulpo y sus famosos tacos dorados, a las aventuras del Lagarto, un especie de James Dean local y sus amigos, toda su plática me fascinaba, eran los mismos tacos que comía yo en el mismo restaurante, y el hermano menor del Lagarto era mi amigo, nunca oí un discurso tan coherente y deslumbrante sobre unos tacos refritos.

Su reflexión sociocultural lo llevaba a reconocer a los tijuanenses en su medio como si lo hubiese estudiado detalladamente desde la escuela secundaria, su visión parecía la de un hijo pródigo que entendía a su ciudad y sus habitantes desde temprana hora con elementos teóricos, quién sabe de dónde sacados cuando partió siendo aún un adolescente. No sé si fue un mecanismo de defensa ante la ciudad de la que huía.

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Explicarla y explicar a su generación le permitía tomar distancia, pero a su vez reclamar su pertenencia, se alejaba y la veía como el teórico psicoanalista, y al comentarla mantenía la relación con los Pegasos o con los Chiuas, con los equipos de basquetbol, o de beisbol, su genialidad era contrastada con una actitud permanente de duda, “¿hice bien en decirlo o debí haberlo evitado?” o ¿es que la duda era parte del método cartesiano que lo acompañó toda la vida? Federico es el héroe del pueblo, es quien regresa eternamente a Ítaca, pero a la vez es el que se aleja de ella, se aleja de la figura paterna con la que va a reconciliarse al escribir La clave Morse.

Pero a Ítaca cada vez que llega inicia de nuevo su partida, es tal su amor a la tierra de su vida que la mayor parte de su obra literaria habla de ella, La Clave Morse, Los Brothers, Tijuanenses, Transpeninsular, Todo lo de las focas, y sin embargo cada llegada va acompañada de un plan de partida. Federico no ocupa de su ciudad para contar con amigos, sin embargo todos los tijuanenses que lo conocimos lo apreciamos, lo admiramos. La sala más popular del Centro Cultural Tijuana lleva su nombre, sus amigos se cuentan entre los chucos y los intelectuales, entre los viejos basquetbolistas y editores de fanzines y revistas. Su familia se cuenta desde su familia nuclear, hasta la típica familia extendida mexicana de esas de que “es mi primo, ya sabes sin ser mi primo” que a los extranjeros cuesta tanto trabajo comprender.

Federico fue el amigo fiel, leal, solidario, que tanto te aconsejaba un texto, como tomaba con la mayor humildad un consejo, bueno de seguro hubo quien a diferencia de mi sabría decirle algo útil. Pero lo más notorio era la sencillez del trato que a todos nos otorgaba. Federico fue el amigo maestro, fue el hermano o el primo, fue quien nos señalaba cómo mantener la modestia ante todo, y más cada vez que se hacía más grande.

Campbell era además de escritor periodista, como tal nunca trató de tomar una posición neutral, la corrupción lo ofendía, lo mismo que el abuso del poder, y la constante violación del Estado de Derecho. El periodismo fue su trinchera militante, fue el espacio donde denunció aquello que le parecía erróneo y equivocado, tal como lo conocí en Insurgentes sur, permaneció toda su vida, que si Gramci, que si Reich, que si Sciascia, que si la invasión, que si la aldea, que si el atropello, que si la duda cartesiana, que si los amigos y la delicia de los tacos.

En fin, Federico será una constante referencia en el mundo bajacaliforniano y en el universo mexicano. En la ciudad de México encontré a muy temprana edad el centro intelectual del país en un joven tijuanense, no esperé su regreso a Ítaca.


* Historiador egresado de la Universidad Autónoma de Baja California. Autor de numerosos artículos y obras sobre la historia de Tijuana. Es presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Correspondiente Tijuana e investigador del Archivo Histórico de Tijuana-IMAC.


El 15 de febrero se cumplió un lustro de la muerte de Federico Campbell. Estos textos conmemoran al escritor, ensayista y periodista tijuanense que durante su trayectoria de más de medio siglo nos entregó una visión crítica del México contemporáneo.

En estas entregas están desde diferentes ópticas las facetas alrededor de sus núcleos de reflexión. Desde su condición de migrante, su familia llegó de Sonora a Tijuana, hasta la trascendencia de su figura para los jóvenes tijuanenses que viajaban a estudiar a la Ciudad de México donde su paisano se había hecho de un nombre en el mundo literario y periodístico. Su sobrino nos regala un retrato familiar, y su incipiente biógrafo nos comparte un manuscrito inédito del autor.

El descubrimiento más importante para Campbell, nos dice su amigo el documentalista Felipe Parra, para entender y comprender las entrañas de Tijuana y México, fue el escritor siciliano Leonardo Sciascia. Su obra le ayudó a descifrar el poder de la mafia siciliana, sus vínculos con la política y el clero, y trasladarlos a la realidad mexicana. La mafia y el sistema político mexicano son hermanos, “hermanos de sangre”.

La Tijuana de los Campbell

La situación del traslado de tradiciones, costumbres e identidades desde diversas partes del país e incluso de otros países, le ha dado a Tijuana una conformación social con una gran riqueza humana y cultural como pocos otros lugares. Una de las familias que dejarían un legado cultural a la ciudad, fueron los Campbell Quiroz

por José Gabriel Rivera Delgado*

Federico Campbell Quiroz fue uno de los hijos pródigos de Tijuana más sobresalientes. Se caracterizó por crear una literatura donde su Tijuana, era parte de su espacio narrativo, no podía dejar de mencionarla ya sea en una columna periodística, en un cuento o una novela.

Sin duda alguna, se le ha distinguido como uno de los escritores y periodistas tijuanenses más destacados en el contexto nacional.

Campbell se destacó a lo largo de su vida por ser un escritor multidisciplinario: cuento, crónica, novela, entrevista, columna cultural, edición, ensayo y traducción, fueron parte de su riqueza intelectual que aportó a las letras mexicanas.

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SUS ORÍGENES

Es nativo de Tijuana, donde nació a las 1:45 de la tarde del primero de julio de 1941, siendo registrado por su madre el 5 de agosto, en el Palacio de Gobierno, ubicado en la calle Segunda y “B”, hoy Constitución, donde en la actualidad se encuentra el Antiguo Palacio Municipal, sede del IMAC y del Archivo Histórico de la Ciudad; lugares que posteriormente Federico visitaría innumerables ocasiones para dictar conferencias o presentar libros.

Su padre era telegrafista y laboraba en la Oficina de Correos y Telégrafos de Tijuana, entonces ubicada en la calle “C”, hoy Niños Héroes, casi esquina con calle Segunda.

Por su parte, su madre María del Carmen Quiroz se desempeñó como maestra de escuela primaria.

Los lectores informados no son una mayoría, pero existen

Sobre su apellido Campbell, el escritor Elmer Mendoza recordaba una anécdota de Federico que era recurrente en él, cuando había personas que lo vinculaban con el tradicional producto estadounidense: “influenciados por la sopa, no era fácil escribir tu nombre; siempre lo aclarabas con humor y con ese poder innato que tienen los tijuanos que les sirve para pactar con los demonios y para hacer amigos asombrados”.

Cursó la primaria en la escuela Pensador Mexicano, en la colonia Revolución, y la secundaria en el Centro Escolar Agua Caliente, que le marcó por estar en ese emblemático excasino con abundantes ornamentaciones doradas y evocaciones de las mil y una noches bajo la tutela de brillantes profesores (exiliados españoles).

UNA FAMILIA MIGRANTE

A lo largo de la historia, Tijuana se ha caracterizado como una ciudad receptora constante de miles de personas que arribaron del interior de la República Mexicana o de otros países, por diversos motivos o circunstancias.

Tal conformación social se manifiesta en una riqueza humana y cultural como pocas ciudades de nuestro país e incluso, de la propia América Latina. Esto se debe a la situación del traslado de tradiciones, costumbres e identidades que, en la frontera de Tijuana, se han amalgamado, incluyendo claro está, la vinculación binacional con San Diego, California, dando por resultado un nuevo sentido identitario de sus habitantes.

Todas las personas o familias que han arribado a Tijuana en el transcurso de los 130 años de su historia oficial (1889-2019), han tenido y tienen sus propias historias y aventuras de las múltiples formas que emprendieron sus recorridos desde su terruño hasta esta ciudad fronteriza mexicana.

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Una de esas familias que dejarían un legado cultural a la ciudad de Tijuana fueron los Campbell Quiroz que, en un una primera escala, arribaron a Ensenada en 1940 y un año después a Tijuana, pues don Federico padre, cabeza de familia, era nativo de Magdalena, Sonora, y se desempeñaba como telegrafista. La unión matrimonial de don Federico Campbell y doña María del Carmen Quiroz, quien era originaria de la comarca de Chinipas, Chihuahua, fue la procreación de tres hijos: Sarina que nació en Navojoa, Sonora, y Silvia y Federico, ya nativos de la ciudad de Tijuana.

El distinguido historiador David Piñera Ramírez rememora la época de la niñez de Campbell: “A Federico le tocó vivir los años de la posguerra de la Tijuana de fines de los cuarenta y cincuenta, marcada por una gran afluencia de marinos estadounidenses que visitaban los bares de la avenida Revolución, que relucía significativamente por las luces de gas neón, mientras que el resto de la ciudad, vivía en ambiente comunitario, plasmado por el trabajo de sus habitantes que llegaban de todas partes de la república mexicana, como fue el caso de Federico Campbell antes de iniciar su autoexilio”.

Los seis grados de separación

por Eduardo Flores Campbell

El pasado 15 de febrero se cumplieron cinco años de la muerte del periodista y narrador Federico Campbell, debido a complicaciones derivadas de la gripa AH1N1.

De este escritor mexicano mucho se ha comentado que en su obra literaria y periodística “puso al norte en el centro”, yo sólo podría decir que mi tío Federico –hermano de mi madre Sarina Campbell-, es un autor vigente a través de sus ensayos críticos que giran en torno a los del aquí y ahora: la injusticia social, el crimen organizado, la impunidad, la descomposición social, la hermandad de sangre entre delincuencia y poder, la degradación de los redactores fantasmas al servicio de políticos venales, así como el ineludible papel de los periodistas para criticar los excesos del poder y buscar la verdad.

La teoría de los seis grados de separación dice que cualquier persona está conectada a otra a través de una cadena de cinco conocidos y con las redes sociales los grados de separación se reducen más. En cierta forma, Federico Campbell era el grado de separación entre muchos de nosotros que de otra manera no tendríamos nada en común. Así, gracias a él, las conexiones se dieron igual en Ciudad de México, Sicilia, Roma, San Diego o en Tijuana. Conexiones que nos llevan el epicentro de sus afinidades electivas.

Y el cine fue una de los placeres estéticos y de conexión compartidas durante toda la vida. Recuerdo vivamente los detalles de sus charlas sobre el film noir o el neorrealismo italiano. Cómo a través de una película había llegado a la obra de Leonardo Sciascia, quien no tenía más de “cuatrocientos cultos” lectores. Leonardo Sciascia le develó los laberintos del poder y la mafia siciliana a través de El caso Moro y de una cinta de Francesco Rosi: Cadáveres excelentes, recreación cinematográfica de la obra El Contexto.

Aún resuenan sus apasionados comentarios sobre la cinta Rocco y sus hermanos de Luchino Visconti y hablar de la poética Roma de Fellini, las historias entretejidas de Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini y las exquisitas imágenes de Roma a ojo de dron de la película La gran belleza de Paolo Sorrentino. Para Federico, Tijuana era su Roma, su Sicilia, su San Diego tormento y fuente de inspiración. ¿Qué opinión tendría hoy de la Roma de Alfonso Cuarón? ¿Qué pensaría de la pesadilla populista naranja del norte, y de la otra cara de la misma moneda en el sur? Nadie lo sabe, pero gracias a la vigencia de sus textos lo podemos imaginar.

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Bien dice Eduardo Clavé que después de desayunar con Federico preguntó: “Oye Eduardo, ¿tú crees que sirve de algo lo que escribo?” Yo creo a muchos nos hizo la misma pregunta, desde un país en donde se podía denunciar todo y no pasaba nada. Martin Solares en “Federico Campbell como piloto aviador”, lo recuerda en el café, señalando a alguien sospechoso a las 3 (oeste, a su derecha), 6(sur atrás) o 9(el este, a su izquierda). Y por supuesto coincido con el escritor Vicente Alfonso, quien suele decir que “somos muchos los que le llamábamos y seguiremos llamándole Maestro”. Porque el agradecimiento y la amistad no tienen fecha de caducidad.

Una vez, el tío Federico me contó un chiste de escritores: “Me gusto mucho tu artículo, pero lo que más me gusto fue el epígrafe”. Esa charla mientras degustaba con placer unos pancakes, especialidad culinaria de la que era experto, motivó que yo escribiera “Primeras líneas”, un artículo a base de citas: el secreto estaba en hacer las conexiones correctas.

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Para Federico, regresar a Tijuana siempre despertaba una serie de sentimientos encontrados, con cierta dosis de tristeza y melancolía de la que poco hablaba. Se desvanecían conforme pasaban los días gracias a los amigos y la familia. Me gustaría decir que mi casa, donde se hospedó en los últimos años, era su casa en Tijuana pero eso no es cierto.

Su verdadero centro de operaciones era la legendaria Librería El Día, de Alfonso López –Don Alfonso-, quien de corazón ofreció su casa –de libros-, y la mesa de su escritorio, donde Federico se citaba con sus amigos. Ahí llegaban a verle el promotor cultural Leobardo Sarabia, el periodista Jaime Chaidez Bonilla, y su amigo desde la juventud Jacinto Astiazarán entre muchos otros.

A muchos tijuanenses les gusta la buena ropa, la buena comida, el buen vino e ir a San Diego. Federico no era la excepción. Si en Tijuana la agenda siempre era ocupada, San Diego significaba el escape, la distracción, las verdaderas vacaciones. Aparte de ir de compras, le gustaba visitar el barrio de Hillcrest, sus librerías y cafés. Visitar Little Italy–el barrio italiano-, desayunar en Zucchero o comer una buena pasta en el Filippi’s. Y por supuesto, ver jugar a los Padres de San Diego en su viejo estadio Qualcomm o en el moderno Petco Park.

Su irresistible pasión

por Felipe Parra

Los secretos del proceso creativo, en ocasiones son indescifrables, decía el ensayista y escritor Federico Campbell al referirse a la obra de grandes escritores, por ejemplo la de Juan Rulfo. Porque en el principio de su elección como profesional de la escritura o escritor, quería saber por qué escribían, cómo escribían, entrar en la piel del artista, ver a través del otro (Infame Turba).

Federico podía imaginar el quehacer del escritor como un proceso o método en el que se crea una edificación en la inmensidad del desierto o en un espacio vacío a la orilla de carretera y, poco a poco, van apareciendo construcciones efímeras o grandiosas. Era un ejercicio necesario para convertirse en escritor, sobre todo, conocer a través de los mejores.

Thomas Mann al hacer la introducción a la versión alemana de El Agente Secreto de Joseph Conrad, observa como este escritor polaco se hizo inglés para hacerse marinero por su irresistible pasión por la navegación, a sailor, hizo un cambio de nacionalidad al asumir que era necesario por el oficio primordial de otro pueblo: ser marino inglés, reinventarse con lo mejor del mundo (Thomas Mann. Textos Críticos.2016). Federico Campbell lo hace para ser de los mejores escritores del mundo, como un trashumante .

TIJUANA NOIR

Al recordar las largas entrevistas con el escritor y periodista Campbell, no puedo dejar de reflexionar sobre la pasión por saber de los mejores para explicar sobre su vida, la vida de otros, su obra y su personalísima Tijuana noir. Hay en él un deseo de reinventarse una y otra vez para sentir y comprender su entorno inmediato.

Y la deslumbrante, bulliciosa y oscura vida nocturna de Tijuana de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, en la que le tocó vivir y ser testigo de que todo lo prohibido en su vecina California era posible y permitido en las épicas parrandas de la calle Revu. Era la moral ambiente, comentaba Federico, políticos y delincuentes se asociaban para enriquecerse: excaudillos revolucionarios y la mafia norteamericana hermanados en la operación de casinos, tráfico de drogas y de mujeres, entre otros quehaceres mundanos. (Federico Campbell. Regreso a casa. 2014).

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Pero quizá el descubrimiento más importante para él, en el entendimiento y comprensión de las entrañas de Tijuana y México, fue el escritor siciliano Leonardo Sciascia, que a través de su obra entendió el poder de la mafia siciliana, sus vínculos con los políticos y el Vaticano, le permitió abordar bajo otra luz la realidad mexicana. Para Federico Campbell ambos sistemas políticos son hermanos, hermanos de sangre.

Y ese será uno de los ejes fundamentales para su nuevo enfoque como periodista y ensayista, sobre la relación orgánica entre criminalidad, política y poder en México. La Tijuana noirde su adolescencia se devela y sonríe al hablar sobre el amasiato siciliano-mexicano de poderes, que funcionaba y funciona. (La Memoria de Sciascia.1989; Pretexta. 1979).

Y en lo íntimo, el drama familiar de un padre sumido en las debilidades de la bebida como el Cónsul, personaje central de la novela Bajo el Volcán de Malcom Lowry, así describía el drama entre su padre y él. Esencialmente un padre ausente o como tragedia griega de Sófocles. Hay un desgarramiento que jamás curara, ni aún con las charlas íntimas sobre ese tema con Juan Rulfo. La memoria ayuda a recordar y elegir, parcializar, no importa huir hacia adelante: su hermana Sarina no recuerda al padre que él dibuja. Y aún hablando de su padre muchos años después el dolor está a flor de piel (La clave Morse.2001; Padre y Memoria, 2009; Regreso a casa, 2014).

Y parafraseando a Thomas Mann, una de las irresistibles pasiones de Federico Campbell fue ser en otro, para ser el mismo, pero nuevo e iluminarnos con ese pensamiento fragmentario, obra abierta.

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El adiós a Ítaca

por Jorge Conde

Apenas tenía unos meses de haber llegado al Distrito Federal, la ciudad era impresionante, pero lo era aún más el estar en el centro político, económico e intelectual del país. Estábamos un grupo de jóvenes estudiantes tijuanenses recorriendo las librerías de Insurgentes Sur recopilando bibliografía para nuestro grupo de estudios, acabábamos de tener acceso a las Actas Tupamaras ¡un ejemplar para cada uno! cuando entramos a una pequeña librería donde se encontraba Federico platicando con el dueño. Yo no lo reconocí, pero inmediatamente el reconoció a Rogelio quien también era de Tijuana y me reconoció como “hermano de Mabel”.

Se inició la plática, que si Gramci, que si las tesis de abril, que si la vía insurreccional, o que si la teoría del foco, además recordaba cada lugar común de Tijuana como si fuera un capítulo de Tijuanenses, se identificó más con Rogelio que era mayor, pero recordó a mi familia, tan cercana a la suya, y poco a poco iba yo reconociendo a ese hombre ilustre que huyó de la ciudad para poder lograr su extraordinaria trayectoria.

Federico pasaba de las teorías revolucionarias a charlar sobre jazz y blues, de los detalles en Las Tortas El Pulpo y sus famosos tacos dorados, a las aventuras del Lagarto, un especie de James Dean local y sus amigos, toda su plática me fascinaba, eran los mismos tacos que comía yo en el mismo restaurante, y el hermano menor del Lagarto era mi amigo, nunca oí un discurso tan coherente y deslumbrante sobre unos tacos refritos.

Su reflexión sociocultural lo llevaba a reconocer a los tijuanenses en su medio como si lo hubiese estudiado detalladamente desde la escuela secundaria, su visión parecía la de un hijo pródigo que entendía a su ciudad y sus habitantes desde temprana hora con elementos teóricos, quién sabe de dónde sacados cuando partió siendo aún un adolescente. No sé si fue un mecanismo de defensa ante la ciudad de la que huía.

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Explicarla y explicar a su generación le permitía tomar distancia, pero a su vez reclamar su pertenencia, se alejaba y la veía como el teórico psicoanalista, y al comentarla mantenía la relación con los Pegasos o con los Chiuas, con los equipos de basquetbol, o de beisbol, su genialidad era contrastada con una actitud permanente de duda, “¿hice bien en decirlo o debí haberlo evitado?” o ¿es que la duda era parte del método cartesiano que lo acompañó toda la vida? Federico es el héroe del pueblo, es quien regresa eternamente a Ítaca, pero a la vez es el que se aleja de ella, se aleja de la figura paterna con la que va a reconciliarse al escribir La clave Morse.

Pero a Ítaca cada vez que llega inicia de nuevo su partida, es tal su amor a la tierra de su vida que la mayor parte de su obra literaria habla de ella, La Clave Morse, Los Brothers, Tijuanenses, Transpeninsular, Todo lo de las focas, y sin embargo cada llegada va acompañada de un plan de partida. Federico no ocupa de su ciudad para contar con amigos, sin embargo todos los tijuanenses que lo conocimos lo apreciamos, lo admiramos. La sala más popular del Centro Cultural Tijuana lleva su nombre, sus amigos se cuentan entre los chucos y los intelectuales, entre los viejos basquetbolistas y editores de fanzines y revistas. Su familia se cuenta desde su familia nuclear, hasta la típica familia extendida mexicana de esas de que “es mi primo, ya sabes sin ser mi primo” que a los extranjeros cuesta tanto trabajo comprender.

Federico fue el amigo fiel, leal, solidario, que tanto te aconsejaba un texto, como tomaba con la mayor humildad un consejo, bueno de seguro hubo quien a diferencia de mi sabría decirle algo útil. Pero lo más notorio era la sencillez del trato que a todos nos otorgaba. Federico fue el amigo maestro, fue el hermano o el primo, fue quien nos señalaba cómo mantener la modestia ante todo, y más cada vez que se hacía más grande.

Campbell era además de escritor periodista, como tal nunca trató de tomar una posición neutral, la corrupción lo ofendía, lo mismo que el abuso del poder, y la constante violación del Estado de Derecho. El periodismo fue su trinchera militante, fue el espacio donde denunció aquello que le parecía erróneo y equivocado, tal como lo conocí en Insurgentes sur, permaneció toda su vida, que si Gramci, que si Reich, que si Sciascia, que si la invasión, que si la aldea, que si el atropello, que si la duda cartesiana, que si los amigos y la delicia de los tacos.

En fin, Federico será una constante referencia en el mundo bajacaliforniano y en el universo mexicano. En la ciudad de México encontré a muy temprana edad el centro intelectual del país en un joven tijuanense, no esperé su regreso a Ítaca.


* Historiador egresado de la Universidad Autónoma de Baja California. Autor de numerosos artículos y obras sobre la historia de Tijuana. Es presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Correspondiente Tijuana e investigador del Archivo Histórico de Tijuana-IMAC.


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