“Un día me doy cuenta que estoy sangrando de uno de mis senos, como si me hubiera cortado; fue algo terrible y más cuando leo que ninguna secreción debe salir de ellos, y si es así, es cáncer maligno”.
Ella es Rossy Mariscal Del Ángel, de profesión maestra, una mujer muy estimada en los círculos sociales, por su carisma, su altruismo y quien un día vivió uno de los peores miedos que pueda enfrentar una mujer, el tener cáncer de mama.
Rossy es una de las mujeres que se une a EL SOL DE TAMPICO para promover la cultura de la prevención, dando su testimonio, y muy amable estuvo en nuestras nuevas instalaciones para platicar sobre el proceso tan duro y terrible que vivió, hace casi un año y medio.
“Fui a Oaxaca, mi tierra natal, a una fiesta, y cuando llego a mi casa veo con sorpresa que algo no estaba bien, porque al quitarme mi ropa interior, específicamente mi sostén me doy cuenta que tenía sangre, estaba manchado del lado izquierdo; en ese momento lo único que pensé: me corté un dedo, ¿qué me pasó?, ¿me rasguñe?, pero no, cuando accidentalmente me rozo mi pezón empieza a escurrir sangre, Dios, en ese momento salí de mi vestidor a la cama, donde estaba mi esposo, porque era de noche, le dije: José Luis estoy sangrando, me abraza y trata de tranquilizarme”, nos relata Rossy.
Agrega que en ese momento anhelaba que le dijera que todo estaba bien, pero “yo veía que la sangre estaba ahí, como si me hubiera cortado, hablé con mi hermana, que es doctora, y me dijo que tempranito me examinaría”.
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Para Rossy la noche fue larga, interminable y sobre todo muy angustiosa, pensaba, antes que nada, que se iba a morir y qué sería de su familia, su esposo, sus hijos, su madre; “fueron las peores horas de mi vida, me encomendé a Dios con toda mi fe y devoción”, relata.
José Luis y ella investigaron en el internet lo relacionado al sangrado y todos los artículos coincidían: “Ningún tipo de secreción debe salir del seno y si es así, es cáncer maligno, sentí que me moría, quería salir corriendo, estaba alterada, desconcertada, no enojada, no sabía qué hacer, pensaba ¿qué va a ser de mis hijos?, no pensaba en mí, pensaba en ellos, mi familia se va a ir a pique, nunca pensé que podía curarme”, agrega.
Continúa: “Llega mi hermana, me revisa, me recomienda que acuda al ginecólogo y al oncólogo y así lo hago, me realizan varios estudios y continúa mi sufrimiento, el periodo de entrega de los resultados es agónico, terrible, lleno de incertidumbre y yo cada vez me sentía más en el piso, sentía que mi cuerpo no era mío, que yo no podía estar viviendo eso”.
Cuando se entrevista con el ginecólogo éste le dice: “Señora, hay que hacer una operación, porque esto no está bien, me dijo hay que realizarse una biopsia para ver qué cáncer tiene y necesito analizar el tejido”.
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