Cuando pronunciamos la palabra maestro, es probable que en la mente aparezcan dos definiciones: La primera nos remite a todas esas personas que enseñan o forman, especialmente aquellas de la que recibimos conocimientos muy valiosos.
La segunda tiene que ver con la perfección y relevancia dentro de su género, es decir, porque está hecho con maestría, y también existen personas que combinan ambas definiciones, pues ejecutan su trabajo con toda la perfección posible, pero al mismo tiempo heredan sus conocimientos a sus aprendices.
Por eso es que en este Día del Maestro queremos recordar a los Takumi, término con el que se conoce a los maestros artesanos en Japón y cuya filosofía fue adoptada por Mazda para conseguir la calidad, eficiencia y confort que caracterizan a sus vehículos.
Un ejemplo de la habilidad aplicada de los Takumi es la espada japonesa, increíblemente afilada pero que no se rompe y además es rígida pero tiene flexibilidad. Ellos desarrollan su técnica mediante un proceso continuo de ensayo y error.
Es mucho más que enseñar, los discípulos tienen que observar lo que hace el maestro y aprender de su habilidad. Con las espadas, lo importante es saber cuándo y con que ángulo se debe golpear el hierro.
Aprender observando al maestro hasta que aprenden su propia maestría. Esto se puede comparar con lo que hoy en día hacen en Mazda: crear algo de gran calidad, pues pese a los avances tecnológicos, al final todo depende del talento y la sensibilidad humana.
Mazda implementó su sistema de aprendizaje en 1996, un programa de formación particular que dura dos años y que, cuando te gradúas, has adquirido habilidad, conocimientos, confianza y compromiso. Los graduados ocupan sus respectivos puestos de trabajo y empiezan, a su vez, a formar a otros más jóvenes.
En Mazda, un Takumi nunca deja de aprender y siempre trata de subir de nivel, desarrollan su confianza haciendo su trabajo lo mejor posible, sin excusas.
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