Después de una motocicleta, hablando en términos terrenales, el Mazda MX-5 es sin duda el segundo artefacto que ofrece al conductor la sensación de libertad más placentera que una máquina puede ofrecer, una fórmula que la firma japonesa ha conservado a la perfección desde su nacimiento, en 1989.
Una sensación que se acentúa aún más cuando liberas un pequeño seguro anclado en la parte superior del marco del parabrisas y con el brazo desplazas el techo de lona hasta que se oculta por completo, y comienzas a enfrentar alguna carretera secundaria, entre las montañas, como la libre a Puebla o la carretera que te lleva al Ajusco.
Por fuera, el diseño kodo aplicado en este roadster es espectacular, una combinación bien equilibrada de trazos rectos y volúmenes redondeados que generan proporciones exactas, aderezados con hermoso color rojo Mazda. El frente lo protagonizan la enorme parrilla, los estilizados faros y el largo cofre, mientras que en la parte trasera las calaveras redondas completan el diseño.
Los primeros kilómetros a bordo del MX-5 nos sirven para fundirnos con el auto, conocer su comportamiento en cada cambio de dirección y conocer el rango de revoluciones por minuto en las que el motor de cuatro cilindros atmosférico de 2.0 litros, con 181 caballos de fuerza y 151 libras-pie de torque, enviado al eje trasero por medio de una transmisión manual de seis velocidades, se siente más cómodo y enérgico.
Después de esto comenzamos a incrementar el ritmo de manejo y es sorprendente la capacidad de reacción y tacto de la dirección, pues si bien la suspensión, un tanto rígida dada su orientación deportiva, cumple con su función de filtrar las irregularidades del camino, deja pasar información valiosa en términos de adherencia y deslizamiento en las ruedas delanteras, a través del volante y directo a tus manos.
Los cambios bruscos de dirección son pan comido para un auto tan ligero (1,065 kilogramos) pues más allá del buen agarre que ofrecen los neumáticos y de la calibración de las suspensiones, su bajo centro de gravedad hace toda la diferencia, motivándote a encontrar los límites de este coche.
El tacto de la transmisión es sólido y de recorridos cortos entre cambio y cambio, y es tan precisa que por momentos da la sensación de que es tu mano la que directamente se encarga de meter y sacar los engranes, así de estrecha es la conexión.
El comportamiento del motor es sobresaliente en un ritmo de manejo rápido si lo mantienes revolucionado, por ahí de las 5 mil vueltas, justo en ese punto se mantiene alerta, para que, al presionar el acelerador, la reacción sea más inmediata, pero ello no implica que la carrera en ascenso de la aguja del cuentarrevoluciones no sea un deleite para los sentidos, algo que pocos motores atmosféricos de cuatro cilindros pueden ofrecer hoy en día.
Estamos tan encantados con este convertible, que ni siquiera hemos tocado la pantalla táctil a color de 7 pulgadas del sistema de infoentretenimiento, y aunque cuenta con conectividad Apple CarPlay y Android auto, así como un equipo de audio con seis bocinas, preferimos que la única música que llegue a nuestros oídos es la del viento, el motor y las llantas aferrándose al pavimento.
Es entonces cuando te das cuenta de que la conexión entre el auto y el conductor es tan estrecha, que te despierta tantas sensaciones y que te saca tantas sonrisas, que cosas prácticas como los escasos 130 litros de espacio disponibles en la cajuela o que no tengas espacios en el habitáculo para votar tu celular, pasen a segundo término, pues definitivamente es un auto hecho para disfrutar el manejo a lo grande.
FICHA TÉCNICA
- Motor 2.0L SKYACTIV-G
- Potencia 181 Hp
- Torque 151 Lb-pie
- Transmisión Manual 6 vel.
Precio desde $405,900
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