Iván Ramírez tenía sólo cinco años cuando recibió de supapá una moto 55 cc. Muy pronto ganó confianza y empezó a correry a ganar.
Los fines de semana se volvieron un ritual: iba con sus padres yhermanas a ver las carreras y a competir. En la adolescencia,empezó a coleccionar victorias en el motocross y supercross enMéxico y Estados Unidos. Conocido por su estilo aguerrido y porsentirse cómodo a altas velocidades, acumuló los títulos en laBaja 500, de 2007 (clase 21: motores de 126 cc a 250 cc), en laBaja 1000, de 2008 (clase 21), y fue campeón en score.
Nacido en Ensenada, Baja California, donde también arrancó lacompetencia off-road más larga del mundo, Iván ya tenía undestino esperándolo. Su amor por el desierto se le dabanaturalmente. “Cuando algunos amigos me llaman y les digo queestoy en el desierto entrenando, no lo aprecian. Para mí es lomejor del mundo”. Esa relación con la tierra también le haforjado un amor especial por su país.
La cercanía a la frontera americana hizo que él tambiéncorriera en Estados Unidos.
Con amigos en ambos lados, la idea de representar a México sedesarrolló como un pretexto para ser más competitivo. Poco a pocomigró del motocross al rally.
Fue hasta 2013 que Iván conoció el lado mortal del hobby queen este punto se había vuelto su profesión. En el desierto de laBaja 1000, el piloto, entonces con tan solo 20 años, vio de cercala muerte de Kurt Caselli, su mejor amigo y mentor. Por primeravez, el mexicano se dio cuenta de que en su deporte, se estabajugando la vida. Aunque fue su valentía por la que RedBulldecidió cumplir todos sus sueños.
“Es mi trabajo y lo amo, pero tengo que estar al 100 porciento, o mejor no lo hago. Tengo que hacer una carrera másinteligente. Agradezco a todos los que confían en mí, es un gustoque lo hagan”, concluyó Ramírez.