En el consultorio en el que atiende a diario a numerososdesplazados sirios cerca de la frontera turca, el dentista MuhanadKabtur apenas se puede mover: su clínica es una caravana.
Este sirio de 36 años no cuenta las horas en esta clínicamóvil en la que atiende a algunas de las 350 mil personas quehabitan el sector de Azaz, región rebelde de la provincia de Alepo(norte) devastada por la guerra.
Nada que ver con el ritmo de su consultorio en Azaz antes de queestallase la guerra en 2011: entonces los pacientes llegaban a unahora precisa y les dedicaba unos 45 minutos a cada uno, con laposibilidad de tomarse pausas.
"Ahora, cada cual anuncia su nombre y pasa por orden de llegada.Apenas termino con uno que ya está llegando el siguiente",explica.
"Es un caos, no hay organización... No hay el menor descanso,desde que comienza la jornada hasta el final", agrega.
Frente a la caravana, una veintena de personas, en su mayoríamujeres y niños, esperan su turno.
Entran uno por uno. La asistente de Muhanad Kabtur anota elnombre de cada uno.
Con una túnica blanca, el dentista cuenta chistes paradistender el ambiente, sobre todo a los niños un pocotemerosos.
Una de las primeras pacientes que se instala en la silla verdeclaro es una niña con un velo floreado.
A pesar de las condiciones de trabajo, Kabtur dice estarcontento de ofrecer cuidados gratuitos a víctimas civiles delconflicto, que causó más de 300 mil muertos y obligó a más dela mitad de la población a abandonar su hogar, generando una gravecrisis humanitaria.
"Hubiese podido emigrar y vivir tranquilamente como hicieronotros médicos, pero decidí permanecer aquí para vivir y morir enmi país", dice. "Quería ayudar a mis compatriotas, que menecesitan". "COMO DE MI FAMILIA"
Antes de la apertura del consultorio en octubre, con la ayuda dela Asociación de Doctores Independientes (ADI), que le paga unsalario mensual, y de la ONG Barada, Kabtur ofrecía sus serviciosen un sillón ambulante. Su caravana lleva como logo un dienteblanco rodeado de un círculo verde. En su interior hay materialmoderno, como en una clínica normal.
Cada día recibe en promedio a más de una decena de pacientespara simples consultas o actos de cirugía dental.
Kabtur ofrece consultas en el campo Al-Rayan, donde hallaronrefugio miles de desplazados, pero también en otros campos de lazona de Azaz.
"Ayudo a personas que viven en condiciones terribles", afirmael dentista, padre de dos niñas. "Es lo mínimo que podía hacer,ayudar a gente que son como de mi familia".
Y aunque en unos meses Siria entrará en su sexto año de guerracivil sin que se vislumbre ninguna solución política en elhorizonte, Kabtur asegura no querer pensar en el futuro.
"No pienso en lo que me va a suceder después de la guerra.Quiero que esta guerra se termine pero de momento quiero curar a lagente con los medios disponibles", dice. "Es mi únicaambición".