/ lunes 26 de diciembre de 2016

Michelle Obama auxilia a Santa en noche maratónica

Para la mayoría de la gente, hablar por teléfono en Nochebuenacon la primera dama de Estados Unidos es una sorpresa inesperada.Pero Austin esperaba dar con otra persona.

“Quiero oír hablar a Santa Claus”, dijo Austin, uno de losniños que llamaron el sábado al programa de Rastro de Santa delNORAD, y que se encontró a Michelle Obama al otro lado de lalínea.

Papá Noel no podía ponerse al teléfono, explicó conpaciencia la primera dama, “porque está repartiendo todos losregalos”, y llevaba 3 millones para la última hora de la mañanaen Honolulu, donde le presidente Barack Obama y su familia estánde vacaciones.

Había un toque agridulce este año, el último en el que laprimera dama cumplió con su ritual navideño anual recibiendollamadas de niños que querían saber cuánto progreso había hechoexactamente Santa en su viaje. La próxima primera dama, MelaniaTrump, decidirá el año que viene si continúa con latradición.

Pero había otra cosa que preocupaba a Austin: ¿sabría SanNicolás a dónde ir?

“Voy a mudarme a otra casa”, comentó Austin, al igual queotros tres niños en North Carolina.

Ningún problema, afirmó la señora Obama.

“Podrá encontrarte sin importar a dónde vayas” dijo,según una transcripción difundida por la Casa Blanca. “Eso eslo especial de Santa”.

La primera dama pasó una media hora recibiendo llamadas antesde acudir con su esposo, sus hijas Sasha y Malia y amigos de lafamilia a comer en el Side Street Inn, popular entre vecinos yturistas en Hawaii por su atmósfera distendida y su comida grasa.Después la familia acudió a Breakout Waikiki, una experiencia de“acción en vivo” en la que los visitantes se ven“atrapados” en una sala y deben trabajar juntos paraescapar.

Pero antes de la diversión en familia hubo una lección degeografía, en la que la primera dama informó a los niños sobrelos lugares más recientes que había visitado Santa en su viajerepartiendo regalos: Sardinia, Malta y Hungría, por nombraralgunos.

Si la primera dama aprendió algo, fue un curso rápido sobrelos regalos más codiciados del momento.

Una niña llamada Kirsten dijo a la señora Obama que quería undron. Joshua había pedido un garaje de Hot Wheels, mientras queAiden quería una patineta.

Pero fue el regalo de Adilyn el que tomó a la primera dama porsorpresa.

“Mañana me traerán un erizo”, dijo Adilyn.

Para la mayoría de la gente, hablar por teléfono en Nochebuenacon la primera dama de Estados Unidos es una sorpresa inesperada.Pero Austin esperaba dar con otra persona.

“Quiero oír hablar a Santa Claus”, dijo Austin, uno de losniños que llamaron el sábado al programa de Rastro de Santa delNORAD, y que se encontró a Michelle Obama al otro lado de lalínea.

Papá Noel no podía ponerse al teléfono, explicó conpaciencia la primera dama, “porque está repartiendo todos losregalos”, y llevaba 3 millones para la última hora de la mañanaen Honolulu, donde le presidente Barack Obama y su familia estánde vacaciones.

Había un toque agridulce este año, el último en el que laprimera dama cumplió con su ritual navideño anual recibiendollamadas de niños que querían saber cuánto progreso había hechoexactamente Santa en su viaje. La próxima primera dama, MelaniaTrump, decidirá el año que viene si continúa con latradición.

Pero había otra cosa que preocupaba a Austin: ¿sabría SanNicolás a dónde ir?

“Voy a mudarme a otra casa”, comentó Austin, al igual queotros tres niños en North Carolina.

Ningún problema, afirmó la señora Obama.

“Podrá encontrarte sin importar a dónde vayas” dijo,según una transcripción difundida por la Casa Blanca. “Eso eslo especial de Santa”.

La primera dama pasó una media hora recibiendo llamadas antesde acudir con su esposo, sus hijas Sasha y Malia y amigos de lafamilia a comer en el Side Street Inn, popular entre vecinos yturistas en Hawaii por su atmósfera distendida y su comida grasa.Después la familia acudió a Breakout Waikiki, una experiencia de“acción en vivo” en la que los visitantes se ven“atrapados” en una sala y deben trabajar juntos paraescapar.

Pero antes de la diversión en familia hubo una lección degeografía, en la que la primera dama informó a los niños sobrelos lugares más recientes que había visitado Santa en su viajerepartiendo regalos: Sardinia, Malta y Hungría, por nombraralgunos.

Si la primera dama aprendió algo, fue un curso rápido sobrelos regalos más codiciados del momento.

Una niña llamada Kirsten dijo a la señora Obama que quería undron. Joshua había pedido un garaje de Hot Wheels, mientras queAiden quería una patineta.

Pero fue el regalo de Adilyn el que tomó a la primera dama porsorpresa.

“Mañana me traerán un erizo”, dijo Adilyn.

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