Las autoridades de Singapur, una pequeña y rica ciudad-estado del sureste de Asia, han decidido declarar la guerra a los coches, aplicando peajes y aumentando exponencialmente los precios de los vehículos, pero también invirtiendo en el transporte público.
Estas medidas intentan evitar las situaciones extremas que viven megalópolis de la región como Yakarta o Manila. De momento, las medidas están siendo respetadas por los habitantes de Singapur, acostumbrados a un gobierno de corte autoritario que castiga con duras penas los pequeños delitos y controla estrictamente los medios de comunicación.
Las autoridades decidieron el mes pasado congelar el número de coches privados en circulación a partir de febrero y durante al menos dos años, una decisión polémica que disparó el precio de las licencias COE.
Para compensar estas duras medidas, Singapur tiene una amplia red de transporte público, pero el metro se ha visto afectado por retrasos y averías en plena hora punta. Tampoco ha hecho grandes esfuerzos para promover los coches eléctricos.