/ martes 25 de octubre de 2016

Miss con Down da verdaderas lecciones de vida

Con los ojos muy abiertos, los pequeños siguen el cuento queles narra Noelia Garella. Ninguno sabe que ante sí tiene n a laprimera persona con síndrome de Down que trabaja como maestra depreescolar en Argentina, y una de las pocas en el mundo.

Niños de dos y tres años rodean a “La Noe”, como la llamanen el preescolar Jermonito, y la obedecen cuando les pide sentarsepara contarles un cuento. Minutos después todos la imitan cuandoabre la boca como “un tiburón”.

“Esto me encanta. Desde que soy chica siempre soñé con sermaestra porque me gustan los niños”, contó Noelia Garella, quese graduó en 2007 de maestra preescolar en la ciudad de Córdoba yempezó a ejercer en 2012, encargada del programa de estimulacióntemprana a la lectura en el preescolar Capullitos.

“Muy rápido nos dimos cuenta de que tenía mucha vocación ydaba lo que más aprecian los niños de las salas maternales, quees el amor”, repasa Alejandra Senestrari, exdirectora de esaescuela. Si bien Noelia aún recuerda dos episodios nefastos dediscriminación cuando era niña, hoy con 31 años de edad y cuatrocomo docente de la municipalidad de Córdoba, cuenta con orgullo suexperiencia de inclusión.

“Con los niños siempre me siento bien, sus padres me adoran ylas otras maestras y las directoras que he tenido son unasdivinas”, asegura. Desde enero, junto a otra maestra, está acargo de la sala de primer año en el Jardín MaternalJeromito.

“Este año tengo un síndrome de Down”, dice entusiasmadadelante de su madre, Mercedes Cabrera, una exempleada estataljubilada. “¡Ay, es hermoso cuando nace alguien como yo”.“SOY EL MONSTRUO FELIZ”

Con el mismo tono de intriga pícara que imprime a cada comienzode cuento, Noelia describe una moraleja que su madre recuerda conojos llorosos y ella con sonrisa amplia: el día en que unadirectora de un jardín (preescolar) dijo a sus padres: “Aquí,señores, monstruos no, síndromes de Down, no”.

“Esa maestra para mí es como el cuento que les leo a loschicos: un monstruo triste, que no entiende nada y se equivoca, encambio yo soy el monstruo feliz”, sostiene.

Si para su madre es una pesadilla recordar aquel episodio,Delfor Garella, su padre, recuerda otro golpe bajo. “Cuandonació Noe, nuestra primera hija, el médico me dijo: ‘Tengo unamala noticia que darle’; yo enseguida pregunté si había muerto,y me respondió: ‘no señor, peor, es Down’“, cuenta esteingeniero civil también jubilado.

Al margen del trabajo, Noelia se desvive por el baile, “sobretodo bachata y reguetón”. Según su familia es la más sociabledel clan.

“La Noe es la que más sale, siempre tiene un plan conamigos”, dice su hermana. AUTOESTIMA, EL ANTÍDOTO

Si hay que nombrar dos características sobresalientes de NoeliaGarella, serían una autoestima que brilla y un optimismo a pruebade todo prejuicio.

Así se ganó la empatía de sus colegas.

“De ninguna manera fueron trabas”, aclaró Senestrari, hoysupervisora de preescolares municipales en Córdoba. Lo que hubofue un planteo docente “desde un lugar de responsabilidad” queconsideró que alguien con síndrome de Down no podía estar acargo de alumnos.

Pero esas dudas alimentaron un debate que terminó con unareflexión de la comunidad de padres, maestros e incluso delalcalde, que concluyeron que el trabajo de Noelia podíadignificarse.

Así se le dio la oportunidad de ejercer como maestra deasignaturas especiales, como los talleres de lectura temprana.

“Con el tiempo, esa gente (que se resistía) acompañó lainiciativa de sumar a Noe como docente”, apuntó Senestrari.

Susana Zerdan, directora de Jermonito, sostiene “que ha sidouna experiencia única en el equipo. La integración y lanaturalización con la que la asumen los chicos para nosotros ya esuna enseñanza de vida”.

“Nos dijeron que iba a haber una maestra con Síndrome de Downy que no nos asustáramos, pero a mí me pareció normal y mepareció muy buena la idea de que pueda compartir con loschicos”, sostuvo Ariel Artino, padre de uno de los pequeños.

“Yo lo que quiero es que lean, que escuchen, porque en lasociedad hay que escuchar”, subraya Noelia, que en lo personalsueña con formar una familia, dice, sin poder contener su ilusiónporque está “conociendo a alguien” que la tiene con mariposasen la panza.

Con los ojos muy abiertos, los pequeños siguen el cuento queles narra Noelia Garella. Ninguno sabe que ante sí tiene n a laprimera persona con síndrome de Down que trabaja como maestra depreescolar en Argentina, y una de las pocas en el mundo.

Niños de dos y tres años rodean a “La Noe”, como la llamanen el preescolar Jermonito, y la obedecen cuando les pide sentarsepara contarles un cuento. Minutos después todos la imitan cuandoabre la boca como “un tiburón”.

“Esto me encanta. Desde que soy chica siempre soñé con sermaestra porque me gustan los niños”, contó Noelia Garella, quese graduó en 2007 de maestra preescolar en la ciudad de Córdoba yempezó a ejercer en 2012, encargada del programa de estimulacióntemprana a la lectura en el preescolar Capullitos.

“Muy rápido nos dimos cuenta de que tenía mucha vocación ydaba lo que más aprecian los niños de las salas maternales, quees el amor”, repasa Alejandra Senestrari, exdirectora de esaescuela. Si bien Noelia aún recuerda dos episodios nefastos dediscriminación cuando era niña, hoy con 31 años de edad y cuatrocomo docente de la municipalidad de Córdoba, cuenta con orgullo suexperiencia de inclusión.

“Con los niños siempre me siento bien, sus padres me adoran ylas otras maestras y las directoras que he tenido son unasdivinas”, asegura. Desde enero, junto a otra maestra, está acargo de la sala de primer año en el Jardín MaternalJeromito.

“Este año tengo un síndrome de Down”, dice entusiasmadadelante de su madre, Mercedes Cabrera, una exempleada estataljubilada. “¡Ay, es hermoso cuando nace alguien como yo”.“SOY EL MONSTRUO FELIZ”

Con el mismo tono de intriga pícara que imprime a cada comienzode cuento, Noelia describe una moraleja que su madre recuerda conojos llorosos y ella con sonrisa amplia: el día en que unadirectora de un jardín (preescolar) dijo a sus padres: “Aquí,señores, monstruos no, síndromes de Down, no”.

“Esa maestra para mí es como el cuento que les leo a loschicos: un monstruo triste, que no entiende nada y se equivoca, encambio yo soy el monstruo feliz”, sostiene.

Si para su madre es una pesadilla recordar aquel episodio,Delfor Garella, su padre, recuerda otro golpe bajo. “Cuandonació Noe, nuestra primera hija, el médico me dijo: ‘Tengo unamala noticia que darle’; yo enseguida pregunté si había muerto,y me respondió: ‘no señor, peor, es Down’“, cuenta esteingeniero civil también jubilado.

Al margen del trabajo, Noelia se desvive por el baile, “sobretodo bachata y reguetón”. Según su familia es la más sociabledel clan.

“La Noe es la que más sale, siempre tiene un plan conamigos”, dice su hermana. AUTOESTIMA, EL ANTÍDOTO

Si hay que nombrar dos características sobresalientes de NoeliaGarella, serían una autoestima que brilla y un optimismo a pruebade todo prejuicio.

Así se ganó la empatía de sus colegas.

“De ninguna manera fueron trabas”, aclaró Senestrari, hoysupervisora de preescolares municipales en Córdoba. Lo que hubofue un planteo docente “desde un lugar de responsabilidad” queconsideró que alguien con síndrome de Down no podía estar acargo de alumnos.

Pero esas dudas alimentaron un debate que terminó con unareflexión de la comunidad de padres, maestros e incluso delalcalde, que concluyeron que el trabajo de Noelia podíadignificarse.

Así se le dio la oportunidad de ejercer como maestra deasignaturas especiales, como los talleres de lectura temprana.

“Con el tiempo, esa gente (que se resistía) acompañó lainiciativa de sumar a Noe como docente”, apuntó Senestrari.

Susana Zerdan, directora de Jermonito, sostiene “que ha sidouna experiencia única en el equipo. La integración y lanaturalización con la que la asumen los chicos para nosotros ya esuna enseñanza de vida”.

“Nos dijeron que iba a haber una maestra con Síndrome de Downy que no nos asustáramos, pero a mí me pareció normal y mepareció muy buena la idea de que pueda compartir con loschicos”, sostuvo Ariel Artino, padre de uno de los pequeños.

“Yo lo que quiero es que lean, que escuchen, porque en lasociedad hay que escuchar”, subraya Noelia, que en lo personalsueña con formar una familia, dice, sin poder contener su ilusiónporque está “conociendo a alguien” que la tiene con mariposasen la panza.

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