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Como papás a veces vivimos del recuerdo, sobre todo en lo que respecta a las cosas que nos gustan. Siempre que vemos o escuchamos algo tenemos la necesidad de compararlo con nuestras épocas y nuestros gustos. Ante la mínima provocación solemos interpretar la modernidad con menos cualidades y menos originalidad.
Las frases como “en mis tiempos la música era mejor”, “esas sí eran bandas”, “antes la escuela sí era difícil” y un largo etcétera forman parte de nuestro lenguaje ante nuestros hijos. Uno de los temas recurridos de esta comparación son las caricaturas.
Hay dos grandes diferencias entre nuestra experiencia y la de nuestros hijos. La primera en lo que respecta a los tiempos. Nosotros tuvimos que tener una gran paciencia para poder terminar de ver una caricatura. En algunos casos incluso tuvimos que esperar un semana completa o más, dependiendo si a la empresa se le ocurría poner una repetición.
La otra gran diferencia es el repertorio. Mientras que nuestra generación se conformó con ver caricaturas japonesas en su mayoría, con muchos años en el mercado, nuestros hijos disfrutan de una amplia variedad de caricaturas de muchos países, en el momento que ellos quieran y la cantidad que quieran. No es que sea bueno o malo, simplemente es diferente.
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