/ viernes 19 de marzo de 2021

Mi mamá y el sexo | Yes, we fuck!

El sexo no es exclusivo de las personas que tienen cuerpos esculturales como los que se ven en las películas o en los comerciales

¿Has intentado abrir un condón con los dientes sin usar las manos y sin romper el látex? Es bastante sexy e interesante. Ahora, piensa en hacerlo como un ejercicio de empatía con quienes no tienen extremidades y también necesitan usar un preservativo.

Tal vez has intentado abrir el paquete con los ojos vendados para hacer un poco más sabrosa esa noche de pasión. Ahora, piensa en las personas ciegas que también necesitan abrir un condón. ¿Te has detenido a sentir si la cajita tiene una leyenda en braille por algún lado? ¿Cómo revisan la fecha de caducidad? ¿Pedirán ayuda al personal de la farmacia para verificar eso?

Digamos que esta noche se te antojó que el condón sea saborizado. En este punto digamos que tu empatía por las personas con discapacidad física o intelectual logra identificar que el sentido del gusto podría compensar otros sentidos que son altamente estimulantes en las relaciones sexuales, como el tacto y la vista.

El sexo no es exclusivo de las personas que tienen cuerpos esculturales como los que se ven en las películas o en los comerciales. Si al tabú que existe sobre la sexualidad, sumamos los otros tantos tabúes que giran en torno a las discapacidades, el resultado es la invisibilización de algo que es obvio: las personas con discapacidad también tienen sexualidad y tienen derecho a ejercerla.

En 2015, se estrenó Yes, We Fuck!, un documental español sobre la sexualidad y la diversidad funcional. Presenta escenas sexuales explícitas con la intención de desmontar las imágenes tradicionales que se difunden en medios masivos sobre las relaciones íntimas.

Los directores del documental, Antonio Centeno y Raúl de la Morena, entrevistaron a jóvenes con discapacidad intelectual que platican sobre sus gustos, prácticas e inquietudes sexuales. Esos chicos cuentan cómo practican el autoerotismo en su cuarto o en la ducha.

“Cuando me besan en el cuello, me pongo súper cachonda. No sé por qué, pero me siento feliz”, dice una de las jóvenes que participa en la sesión grupal grabada para este documental. “¡Hijo mío, que en la vida hay que saber echar un buen polvo solo!”, comenta otro joven con Síndrome de Down.

También dan voz a sus padres que explican cómo han influido en la vida sexual de sus hijos. Hay quienes incluso comparten que decidieron esterilizar a sus hijas. “Hay que separar la sexualidad de la reproducción”, dice una de las madres. Otros comentan que educaron a sus hijos para diferenciar entre lo público y lo privado, una herramienta fundamental para tener una sexualidad saludable y prevenir situaciones de abuso.

Los niños, sin importar su condición, deben aprender que sólo ellos pueden tocar su cuerpo y esto debe hacerse en privado. Ningún adulto puede tocarlos. Mucho menos en privado.

Hace algunos años, un maestro de kínder me preguntó qué iba yo a hacer cuando mi hijo con Trisomía 21 me informara de su primer sueño húmedo. “Aunque no tuviera Down, no sé qué le respondería”, recuerdo que le contesté. Ese día, decidí que quería especializarme como educadora sexual.

Cuando se trata de discapacidad intelectual hay que hablar del triple tabú, pues el estereotipo que recae sobre este tipo de condiciones es el de la asexualidad. Es común escuchar que se refieran a las personas con Down como angelitos cariñosos y sin malicia.

Esas preconcepciones equivocadas hacen que las personas con discapacidad intelectual sean más vulnerables a situaciones de abuso sexual.

Organizaciones como Mental Disability Rights International y Human Rights Watch emiten, año con año, informes sobre las agresiones y las violaciones que familiares y cuidadores comenten sobre las personas con discapacidad. En esos reportes se ha denunciado que las instituciones civiles que albergan a este tipo de población esterilizan de forma rutinaria a las mujeres ante su incapacidad para protegerlas de los abusos sexuales por parte del personal con el que trabajan.

La esterilización forzada viola los derechos reproductivos de cualquier persona. Esto sumado a que no termina con el problema de raíz. Sin protección, del encuentro sexual puede derivar un embarazo, pero también la transmisión de enfermedades. Así que la esterilización no soluciona nada, peor aún, lo agrava todo.

En el marco del Día Mundial del Síndrome de Down, este 21 de marzo, hay que hablar de los derechos sexuales y reproductivos de las personas que viven con esta condición.

Hace poco, a través de una entrevista que publicó la asociación civil Yo También, me enteré de que la astrónoma y divulgadora científica Julieta Fierro tenía un hermano con Down. En la conversación se refiere a la importancia de hablar con apertura sobre sexualidad y discapacidad. “Es mejor eso a que estén ahí en la calle masturbándose contra un árbol”, comentó.

Mis juguetes sexuales

En las relaciones heterosexuales tradicionales es quizá donde exista el mayor número de mujeres que no logran experimentar un orgasmo. Hay estudios que refieren que la mitad de las mujeres rara vez o nunca los han vivido. De eso ya se ha hablado mucho. Tanto que, en 2012, cuando el inventor alemán Michael Lenke leyó esas estadísticas, pensó en cómo la presión de aire podría estimular el clítoris.

Lenke rondaba los 60 años e hizo que su esposa Brigitte, de 57, probara sus prototipos. El primero utilizaba una pequeña bomba de acuario que provocaba una succión demasiado fuerte. El clítoris tiene 8 mil terminaciones nerviosas, el doble que el glande del pene, así que debieron pasar dos años de pruebas para lograr la presión adecuada para un artefacto que se ha comercializado mundialmente y que ha sido replicado por distintas compañías.

Se le conoce como “succionador de clitoris”. El precio promedio de una versión básica es de 500 pesos. No es un vibrador ni un dildo como los que podría imaginarse al entrar a una sex shop. De hecho, si lo deja en la mesa de la sala podría parecer un control remoto. Algunas marcas producen diseños que asemejan un pequeño pingüino.

No tenga pena en decirle a su esposo que no llega al orgasmo. El 50% de las mujeres vive lo mismo. Tampoco le deje a él toda la responsabilidad de que usted alcance el placer. Platiquen sobre qué dispositivos podrían ayudarlos a tener una vida sexual en pareja mucho más placentera.


* Periodista y divulgadora en sexualidad saludable.

@mimamayelsekso


¿Has intentado abrir un condón con los dientes sin usar las manos y sin romper el látex? Es bastante sexy e interesante. Ahora, piensa en hacerlo como un ejercicio de empatía con quienes no tienen extremidades y también necesitan usar un preservativo.

Tal vez has intentado abrir el paquete con los ojos vendados para hacer un poco más sabrosa esa noche de pasión. Ahora, piensa en las personas ciegas que también necesitan abrir un condón. ¿Te has detenido a sentir si la cajita tiene una leyenda en braille por algún lado? ¿Cómo revisan la fecha de caducidad? ¿Pedirán ayuda al personal de la farmacia para verificar eso?

Digamos que esta noche se te antojó que el condón sea saborizado. En este punto digamos que tu empatía por las personas con discapacidad física o intelectual logra identificar que el sentido del gusto podría compensar otros sentidos que son altamente estimulantes en las relaciones sexuales, como el tacto y la vista.

El sexo no es exclusivo de las personas que tienen cuerpos esculturales como los que se ven en las películas o en los comerciales. Si al tabú que existe sobre la sexualidad, sumamos los otros tantos tabúes que giran en torno a las discapacidades, el resultado es la invisibilización de algo que es obvio: las personas con discapacidad también tienen sexualidad y tienen derecho a ejercerla.

En 2015, se estrenó Yes, We Fuck!, un documental español sobre la sexualidad y la diversidad funcional. Presenta escenas sexuales explícitas con la intención de desmontar las imágenes tradicionales que se difunden en medios masivos sobre las relaciones íntimas.

Los directores del documental, Antonio Centeno y Raúl de la Morena, entrevistaron a jóvenes con discapacidad intelectual que platican sobre sus gustos, prácticas e inquietudes sexuales. Esos chicos cuentan cómo practican el autoerotismo en su cuarto o en la ducha.

“Cuando me besan en el cuello, me pongo súper cachonda. No sé por qué, pero me siento feliz”, dice una de las jóvenes que participa en la sesión grupal grabada para este documental. “¡Hijo mío, que en la vida hay que saber echar un buen polvo solo!”, comenta otro joven con Síndrome de Down.

También dan voz a sus padres que explican cómo han influido en la vida sexual de sus hijos. Hay quienes incluso comparten que decidieron esterilizar a sus hijas. “Hay que separar la sexualidad de la reproducción”, dice una de las madres. Otros comentan que educaron a sus hijos para diferenciar entre lo público y lo privado, una herramienta fundamental para tener una sexualidad saludable y prevenir situaciones de abuso.

Los niños, sin importar su condición, deben aprender que sólo ellos pueden tocar su cuerpo y esto debe hacerse en privado. Ningún adulto puede tocarlos. Mucho menos en privado.

Hace algunos años, un maestro de kínder me preguntó qué iba yo a hacer cuando mi hijo con Trisomía 21 me informara de su primer sueño húmedo. “Aunque no tuviera Down, no sé qué le respondería”, recuerdo que le contesté. Ese día, decidí que quería especializarme como educadora sexual.

Cuando se trata de discapacidad intelectual hay que hablar del triple tabú, pues el estereotipo que recae sobre este tipo de condiciones es el de la asexualidad. Es común escuchar que se refieran a las personas con Down como angelitos cariñosos y sin malicia.

Esas preconcepciones equivocadas hacen que las personas con discapacidad intelectual sean más vulnerables a situaciones de abuso sexual.

Organizaciones como Mental Disability Rights International y Human Rights Watch emiten, año con año, informes sobre las agresiones y las violaciones que familiares y cuidadores comenten sobre las personas con discapacidad. En esos reportes se ha denunciado que las instituciones civiles que albergan a este tipo de población esterilizan de forma rutinaria a las mujeres ante su incapacidad para protegerlas de los abusos sexuales por parte del personal con el que trabajan.

La esterilización forzada viola los derechos reproductivos de cualquier persona. Esto sumado a que no termina con el problema de raíz. Sin protección, del encuentro sexual puede derivar un embarazo, pero también la transmisión de enfermedades. Así que la esterilización no soluciona nada, peor aún, lo agrava todo.

En el marco del Día Mundial del Síndrome de Down, este 21 de marzo, hay que hablar de los derechos sexuales y reproductivos de las personas que viven con esta condición.

Hace poco, a través de una entrevista que publicó la asociación civil Yo También, me enteré de que la astrónoma y divulgadora científica Julieta Fierro tenía un hermano con Down. En la conversación se refiere a la importancia de hablar con apertura sobre sexualidad y discapacidad. “Es mejor eso a que estén ahí en la calle masturbándose contra un árbol”, comentó.

Mis juguetes sexuales

En las relaciones heterosexuales tradicionales es quizá donde exista el mayor número de mujeres que no logran experimentar un orgasmo. Hay estudios que refieren que la mitad de las mujeres rara vez o nunca los han vivido. De eso ya se ha hablado mucho. Tanto que, en 2012, cuando el inventor alemán Michael Lenke leyó esas estadísticas, pensó en cómo la presión de aire podría estimular el clítoris.

Lenke rondaba los 60 años e hizo que su esposa Brigitte, de 57, probara sus prototipos. El primero utilizaba una pequeña bomba de acuario que provocaba una succión demasiado fuerte. El clítoris tiene 8 mil terminaciones nerviosas, el doble que el glande del pene, así que debieron pasar dos años de pruebas para lograr la presión adecuada para un artefacto que se ha comercializado mundialmente y que ha sido replicado por distintas compañías.

Se le conoce como “succionador de clitoris”. El precio promedio de una versión básica es de 500 pesos. No es un vibrador ni un dildo como los que podría imaginarse al entrar a una sex shop. De hecho, si lo deja en la mesa de la sala podría parecer un control remoto. Algunas marcas producen diseños que asemejan un pequeño pingüino.

No tenga pena en decirle a su esposo que no llega al orgasmo. El 50% de las mujeres vive lo mismo. Tampoco le deje a él toda la responsabilidad de que usted alcance el placer. Platiquen sobre qué dispositivos podrían ayudarlos a tener una vida sexual en pareja mucho más placentera.


* Periodista y divulgadora en sexualidad saludable.

@mimamayelsekso


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