/ viernes 14 de enero de 2022

Pie de Nota | Ómicron y la muerte de la estadística

La pandemia está evolucionando muy rápido y el acercamiento político a la misma también debe de ir cambiando.

Con la avalancha de casos recientes de Ómicron en todo el mundo ha surgido una nueva categorización de las personas: los que lo tienen, los que creen que lo tienen y los que lo van a tener.

Cuestión de tiempo. Aunque esta cepa del virus ha comprobado ser altamente contagiosa, afortunadamente es mucho menos letal que la Delta, en tanto que las vacunas han sido eficaces para reducir aún más sus impactos para la salud.

➡️ Cannabis podría prevenir el coronavirus en las células humanas, según estudio

Gráfico: El Sol de México

Dicho eso, la gran cantidad de casos que se acumulan como nunca antes en lo que va de dos años de pandemia, supone un cambio radical en la importancia que las pruebas para detectar el Covid-19 tenían en nuestras vidas.

De acuerdo con datos oficiales, sólo del 25 de diciembre al 8 de enero se registró la realización de 934 mil pruebas para Covid-19 en México. Nunca antes se habían registrado tantas, siendo el dato más cercano las 650 mil de la segunda quincena de agosto pasado al inicio de la tercera ola de contagios.

Pero acá hay un truco: millones de pruebas rápidas caseras han ido inundando el mercado poco a poco, las cuales ya se adquieren en cualquier farmacia o incluso son entregadas a domicilio; casos confirmados que no van a parar a los libros de la Secretaría de Salud.

A diferencia del 2020 y la mayoría del 2021, cuando las pruebas eran estúpidamente caras, escasas o realizadas exclusivamente por gobiernos y laboratorios, hoy hay una altísima disponibilidad con todo y largas filas.

Esto representa una severa afectación a la confiabilidad de la data sobre casos confirmados no sólo en México, sino en el mundo.

La data de por sí ya era deficiente ante la cifra negra de casos no reportados por centros de salud, cuchareados por políticos, o de plano por personas que se contagiaron y ni siquiera se enteraron.

A esto sumaría yo la capacidad de detección de dichas pruebas rápidas. No le resultará extraña la historia del conocido que se hizo prueba rápida que salió negativa y al seguir los síntomas pagó por una de PCR la cual finalmente confirmó el contagio. Personalmente supe de tres casos así sólo esta semana.

Síntoma de esta incapacidad de tener certeza fue que la Secretaría de Salud de la CdMx salió la semana pasada a decir bajita la mano: si estornuda seguramente tiene Covid-19, no es necesario que sature los hospitales para confirmarlo, no de lata.

➡ Deltacrón y flurona: la OMS explica por qué no debemos utilizar los conceptos

Reacciones parecidas han ocurrido en Reino Unido, Francia, Singapur, China, Israel o EU, por decir algunos, donde los gobiernos han facilitado la dispersión de pruebas rápidas en supermercados para que los contagiados se enteren que lo están y se guarden en sus casas un rato.

La pandemia está evolucionando muy rápido y el acercamiento político a la misma también debe de ir cambiando.

Por ejemplo, voces médicas autorizadas en EU como Luciana Borio, David Michaels o Ezekiel Emanuel, todos exfuncionarios sanitarios reconocidos, urgieron a Joe Biden a llevar al país a reconocer "una nueva normalidad" en la que se cuide a los más vulnerables sin interrumpir la vida de los sanos y vacunados para así evitar el estancamiento en un "perpetuo estado de emergencia".

"Se siente como si estuviéramos siempre peleando la crisis de ayer y no necesariamente estamos pensando sobre lo que se tiene que hacer para prepararnos para lo que viene. El objetivo del presidente es derrotar al virus, el enfoque debe ser salvar tantas vidas sea posible", escribieron los médicos según reportó The New York Times.

Ómicron le vino a dar al traste a la frágil verdad científica que suponíamos tener sobre el tamaño de la pandemia.

Surge así el problema de que si no podemos medir el virus en el corto plazo no sabemos dónde anda y qué hace. Entonces, muerta la estadística sobre la cual basábamos nuestras vidas, salidas y rutinas, toca resignificar lo que es estar contagiado de Covid-19 hoy.

Caminamos en el terreno de la incertidumbre, amigos míos. No necesariamente tiene que ser malo.


Con la avalancha de casos recientes de Ómicron en todo el mundo ha surgido una nueva categorización de las personas: los que lo tienen, los que creen que lo tienen y los que lo van a tener.

Cuestión de tiempo. Aunque esta cepa del virus ha comprobado ser altamente contagiosa, afortunadamente es mucho menos letal que la Delta, en tanto que las vacunas han sido eficaces para reducir aún más sus impactos para la salud.

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Gráfico: El Sol de México

Dicho eso, la gran cantidad de casos que se acumulan como nunca antes en lo que va de dos años de pandemia, supone un cambio radical en la importancia que las pruebas para detectar el Covid-19 tenían en nuestras vidas.

De acuerdo con datos oficiales, sólo del 25 de diciembre al 8 de enero se registró la realización de 934 mil pruebas para Covid-19 en México. Nunca antes se habían registrado tantas, siendo el dato más cercano las 650 mil de la segunda quincena de agosto pasado al inicio de la tercera ola de contagios.

Pero acá hay un truco: millones de pruebas rápidas caseras han ido inundando el mercado poco a poco, las cuales ya se adquieren en cualquier farmacia o incluso son entregadas a domicilio; casos confirmados que no van a parar a los libros de la Secretaría de Salud.

A diferencia del 2020 y la mayoría del 2021, cuando las pruebas eran estúpidamente caras, escasas o realizadas exclusivamente por gobiernos y laboratorios, hoy hay una altísima disponibilidad con todo y largas filas.

Esto representa una severa afectación a la confiabilidad de la data sobre casos confirmados no sólo en México, sino en el mundo.

La data de por sí ya era deficiente ante la cifra negra de casos no reportados por centros de salud, cuchareados por políticos, o de plano por personas que se contagiaron y ni siquiera se enteraron.

A esto sumaría yo la capacidad de detección de dichas pruebas rápidas. No le resultará extraña la historia del conocido que se hizo prueba rápida que salió negativa y al seguir los síntomas pagó por una de PCR la cual finalmente confirmó el contagio. Personalmente supe de tres casos así sólo esta semana.

Síntoma de esta incapacidad de tener certeza fue que la Secretaría de Salud de la CdMx salió la semana pasada a decir bajita la mano: si estornuda seguramente tiene Covid-19, no es necesario que sature los hospitales para confirmarlo, no de lata.

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Reacciones parecidas han ocurrido en Reino Unido, Francia, Singapur, China, Israel o EU, por decir algunos, donde los gobiernos han facilitado la dispersión de pruebas rápidas en supermercados para que los contagiados se enteren que lo están y se guarden en sus casas un rato.

La pandemia está evolucionando muy rápido y el acercamiento político a la misma también debe de ir cambiando.

Por ejemplo, voces médicas autorizadas en EU como Luciana Borio, David Michaels o Ezekiel Emanuel, todos exfuncionarios sanitarios reconocidos, urgieron a Joe Biden a llevar al país a reconocer "una nueva normalidad" en la que se cuide a los más vulnerables sin interrumpir la vida de los sanos y vacunados para así evitar el estancamiento en un "perpetuo estado de emergencia".

"Se siente como si estuviéramos siempre peleando la crisis de ayer y no necesariamente estamos pensando sobre lo que se tiene que hacer para prepararnos para lo que viene. El objetivo del presidente es derrotar al virus, el enfoque debe ser salvar tantas vidas sea posible", escribieron los médicos según reportó The New York Times.

Ómicron le vino a dar al traste a la frágil verdad científica que suponíamos tener sobre el tamaño de la pandemia.

Surge así el problema de que si no podemos medir el virus en el corto plazo no sabemos dónde anda y qué hace. Entonces, muerta la estadística sobre la cual basábamos nuestras vidas, salidas y rutinas, toca resignificar lo que es estar contagiado de Covid-19 hoy.

Caminamos en el terreno de la incertidumbre, amigos míos. No necesariamente tiene que ser malo.


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