/ miércoles 14 de abril de 2021

Sobandero, el oficio que se niega a morir en las manos curativas de don José

No utilizo ungüentos, ni pomadas, sólo crema corporal, pues no es correcto trabajar con medicamentos que provocan choques de temperatura en el cuerpo, dice el experimentado sobador radicado en San Luis Potosí

Para torceduras, contracturas, cansancio y estrés, las manos de José Jesús Gómez, sanan cualquier dolencia física que puedan padecer las mujeres y hombres que después de largas jornadas de trabajo, buscan descanso para su adolorido cuerpo. Sobandero de oficio, con una larga trayectoria a las afueras y en algunos de los rincones del Mercado República, este hombre de 75 años de edad logra brindar alivio físico oportuno a quien lo solicite.

Una bicicleta estacionada es su consultorio, en ella un cartel de color naranja chillante anuncia al Sobandero del República. Una lista de dolencias que puede tratar se leen un poco amontonadas, pero lo suficientemente nítidas para aquellas personas que buscan curar el malestar que les provoca la espalda, la rodilla o las piernas.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

Con todo y mamut, memes destrozan logo del aeropuerto Felipe Ángeles

Las palmas de José cuentan una historia, la de muchos potosinos que confían en el antiguo oficio de “sobar” para curar los malestares de su cuerpo. Obreros, albañiles, amas de casa, cocineras y personal de limpieza son su clientela más destacada.

Porque él como sobandero sabe que para muchos su oficio es una solución pronta y económica para el dolor y para la fatiga, pues con todos sus años de trayectoria reconoce que hasta el trabajo físico más simple tiene sus consecuencias.

“Yo comencé como muchos viendo y aprendiendo el oficio. Inicié siendo cargador, mensajero de una florería y ayudante de una hierbería en el mercado, donde me enseñaron a ser sobandero. Me hice de mis clientes, la gente comenzó a buscarme porque cobraba muy poco por “sobarles”, 50 pesos de aquél entonces”.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Tengo buena mano, eso me ha dicho mi clientela. Sobo pensando en disminuir el dolor de las personas”.

José es el de las manos mágicas, las que curan y alivian. Al día puede llegar a tener más de cinco clientes, los cuales varían en malestares; algunas veces por cargar objetos pesados, estar encorvados en la oficina o al realizar alguna actividad física, la gente lo visita para relajar y calmar el estrés físico de sus días.

“Viene de todo, pero la mayoría de mi clientela son obreros, maestros albañiles y señoras. Lo que más me piden es que les sobe las rodillas, los pies y la espalda. Cada trabajo suele durar más de 20 minutos”.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

Descubren ciudad faraónica intacta en Egipto; tiene más de 3 mil años de antigüedad

José comienza su rutina a las 12 del día. Llega en su bicicleta y se pone en puntos estratégicos donde la gente ya sabe buscarlo. A la par renta un sitio en un estacionamiento cercano al mercado, el cual ha acondicionado como su “camilla de trabajo'' y es ahí donde todos los días lleva a su clientela que con pudor no quiere ser vista en la calle mientras la soban.

Los más valientes se recuestan en la acera o se sientan en las rampas del mercado para que José los sobe, se quitan la camisa o se suben el pantalón pues les urge aliviar el malestar.

Dentro de cada “sobada” -como él indica-, este sobandero se prepara calentando sus manos que ya reflejan los largos años de trabajo. “No utilizo ungüentos, ni pomadas. Yo sólo utilizo crema corporal, pues no es correcto trabajar con medicamentos que provocan choques de temperatura en el cuerpo. Depende de lo que le duela a mi clientela, analizo por dónde empezar. Vienen muy agotados y cansados, sólo buscan un espacio que calme su tensión y sobre todo uno que sea accesible, pues la gente que acude conmigo es lo único que puede costear”.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

¿Qué tan segura es la vacuna de AstraZeneca? Aquí todo lo que necesitas saber

Sobar para sanar, esa es la encomienda de José desde hace ya algunos años. “Me siento orgulloso, mis manos me han dado la oportunidad de ayudar a más gente y de subsistir. Es bonito calmar el dolor físico de las personas. Muchos prefieren venir conmigo a gastar dinero en algo que tal vez no calme su malestar. Han sido años de mucho trabajo y la gente ya me conoce, y por supuesto siguen viviendo conmigo”

Esposo y padre de dos hijos, José Jesús es la esperanza del dolor, para muchos que como él han enfrentado las complicaciones de la vida y el trabajo, que a diario se enfrentan al esfuerzo físico para salir adelante. Este sobandero se abraza a un oficio que se niega a morir, trabajo que aprendió de manera empírica, pero que su experiencia le ha otorgado el conocimiento óptimo de reconocer el cuerpo y saber cómo curarlo con sus manos.

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Una bicicleta estacionada es su consultorio, en ella un cartel de color naranja chillante anuncia al Sobandero del República. Una lista de dolencias que puede tratar se leen un poco amontonadas, pero lo suficientemente nítidas para aquellas personas que buscan curar el malestar que les provoca la espalda, la rodilla o las piernas.

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“Yo comencé como muchos viendo y aprendiendo el oficio. Inicié siendo cargador, mensajero de una florería y ayudante de una hierbería en el mercado, donde me enseñaron a ser sobandero. Me hice de mis clientes, la gente comenzó a buscarme porque cobraba muy poco por “sobarles”, 50 pesos de aquél entonces”.

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Los más valientes se recuestan en la acera o se sientan en las rampas del mercado para que José los sobe, se quitan la camisa o se suben el pantalón pues les urge aliviar el malestar.

Dentro de cada “sobada” -como él indica-, este sobandero se prepara calentando sus manos que ya reflejan los largos años de trabajo. “No utilizo ungüentos, ni pomadas. Yo sólo utilizo crema corporal, pues no es correcto trabajar con medicamentos que provocan choques de temperatura en el cuerpo. Depende de lo que le duela a mi clientela, analizo por dónde empezar. Vienen muy agotados y cansados, sólo buscan un espacio que calme su tensión y sobre todo uno que sea accesible, pues la gente que acude conmigo es lo único que puede costear”.

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