/ miércoles 21 de julio de 2021

Un decálogo para hacer las paces con el agua

Aunque el desabasto en lugares como la Ciudad de México es cada vez más alarmante, las inundaciones son cada vez más frecuentes

Cualquiera que resida en la Ciudad de México y sus periferias sabrá que la capital del país no se caracteriza precisamente por su eficaz y equitativa gestión del agua. Los motivos son muchos y variados, pues van desde su posición geográfica, infraestructura, tratamiento de aguas residuales, fenómenos meteorológicos y el cambio climático. Sí, el cambio climático.

Cuando se habla de dicho término, se suele poner sobre la mesa la preocupación por reducir y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global, pero es necesario también, por otro lado, comprender la manera en la que este fenómeno está modificando la relación de los seres humanos con el recurso vital: el agua.

De acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema), la capital del país está en riesgo de aumentar su temperatura promedio, que actualmente es de 2.25°C, a 3°C para el año 2050, lo que provocaría una reducción de lluvias de entre el 50 a 75% y reduciría la disponibilidad del agua en un 13 o 17 por ciento.

Lo anterior repercutirá en la alteración de los patrones de lluvia y en el incremento de los eventos meteorológicos extremos, tales como las inundaciones y sequías, pues estos se volverían más intensos y frecuentes.

El problema del abastecimiento

El abastecimiento del agua en la Ciudad de México implica un gran reto para la urbe, pues contribuye al aumento de los gases de efecto invernadero para hacer llegar a sus habitantes el líquido vital.

Lo anterior se debe a que su gestión implica transportarla desde mantos acuíferos que están en el subsuelo, así como trasladarla desde distancias lejanas, tal es el caso del sistema Lerma-Cutzamala, del cual la capital obtiene hasta un 24% de su abasto, por lo que es necesario mantener un bombeo del agua que a lo largo de su recorrido suma un kilómetro de altura, lo que implica el uso de energía, en su mayoría no renovable, que se estima puede llegar a superar la usada en la Red del Metro de la capital o bien, equivale a la energía eléctrica que se usa en la ciudad de Puebla.

Aunado a ello también pueden encontrarse pipas que abastecen en las colonias en las que el servicio del agua no llega con frecuencia por lo que su operación implica también emisiones de dióxido de carbono.

La falta de acceso al agua en cantidad y calidad suficiente es un problema que afecta a la población de forma desigual, de acuerdo con Greenpeace, pues las colonias y los pueblos más pobres sufren con más frecuencia dicho problemas, por lo que además se convierten en la población mayormente vulnerable ante catástrofes.

Datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) indican que dos de cada diez habitantes de la capital no tienen acceso al agua todos los días, por lo que urge dar atención prioritaria al desabasto.

Foto: Omar Flores

Desabasto en pandemia

Al problema se le suma la situación mundial por la que el mundo entero atraviesa desde hace ya año y medio y que ha exigido una gran demanda del ejercicio de la sanidad, por supuesto nos referimos a la pandemia del Covid-19 que ha cobrado la vida de más de cuatro millones de personas y para la que las autoridades de salud han determinado como mayor defensa la higiene personal, llevando como estandarte el correcto lavado de manos.

De acuerdo con la Oficina para América Latina de la Coalición Internacional para el Hábitat, “en el contexto de la pandemia, deben atenderse los llamados y recomendaciones que desde marzo y abril del año pasado hicieron diversos Expertos de la ONU, incluyendo Relatores especiales sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento y a la vivienda adecuada para la protección y garantía de estos derechos en la lucha contra el COVID-19, a través de medidas específicas que aseguren a la población tanto lugar para resguardarse como acceso a agua limpia y suficiente”.

Tal y como lo han informado autoridades de salud nacionales e internacionales, muchas de las enfermedades que actualmente padecemos están vinculadas con la calidad del agua que consumimos o su abastecimiento.

Asimismo, la falta de ésta limita la higiene personal, lo que agudiza las probabilidades de adquirir alguna enfermedad o infección, sobre todo en niñas y niños.

Según información de Greenpeace, “antes de la pandemia, la carga de morbilidad atribuida a la falta de agua, saneamiento e higiene equivalía a 1.8 millones de defunciones y la pérdida de más de 75 millones de años de vida sana en el mundo. No obstante, tras el surgimiento del nuevo virus estas muertes podrían dispararse”.

Las enfermedades provocadas por el agua contaminada pueden ser el cólera, la diarrea, la fiebre tifoidea, la poliomielitis y la disentería.

Para la Ciudad de México, según con el consejo Consultivo del Agua de la CDMX, la cobertura de agua potable en zonas urbanas es del 96.4%, mientras que en zonas rurales es del 69%; no obstante, en términos generales, el 92% de la población tiene acceso al agua potable, aunque el porcentaje se reduce si se considera su calidad, ya que 78% del agua se utiliza para fines agropecuarios.

La posible solución: Visión de cuenca

Ante el notable problema de la gestión del agua en la Ciudad de México, un grupo de 30 organizaciones, entre las que se encuentran Greenpeace, Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua y Movimiento de Jóvenes por el Agua, entre otros, han puesto sobre la mesa un decálogo de recomendaciones que contribuyan a una adecuada gestión del agua en la Ciudad de México desde una visión de cuenca.

Esto quiere decir que debe ser considerada la situación de la región hidrológica a la que pertenece la Ciudad de México, lo que, de acuerdo con Greenpeace, representa “un paso para aminorar nuestro impacto en la emisión de los gases que aceleran el aumento de la temperatura, así como en la adaptación a estos cambios reduciendo los daños a los que la población pueda verse expuesta”.

A los 10 ejes estratégicos propuestos se les conoce como Plan General de Manejo Socioambiental de la Cuenca y se enfocan en la educación socioambiental vinculada al entendimiento del sistema hídrico, climático, social y político en ese vive en la CDMX; en la cosecha y gestión de la lluvia, promoviendo el abastecimiento de agua en viviendas en zonas de mayor precariedad hídrica, y la retención local del agua, la infiltración y recarga de acuíferos en el espacio urbano; la conservación y protección de suelos de infiltración; la disminución en el consumo y ahorro de agua; y el reúso y tratamiento de agua.

Asimismo, también contempla la reparación de la red de abastecimiento de agua y de drenaje; la regeneración y conservación de ecosistemas, tales como bosque de agua, cañadas, barrancas, manantiales, humedales, ríos urbanos y cuerpos de agua entre otros; la participación ciudadana y comunitaria significativa en los planes hídricos; la gestión de riesgos hídricos y climáticos con indicadores y monitoreo de avance progresivo en la Ciudad; y la definición de microcuencas de atención prioritaria conforme a criterios de justicia social, derechos humanos y vulnerabilidad socioambiental.

Foto: Roberto Hernández

Prácticas que deben ser eliminadas

En contraparte Greenpeace asegura que, así como es necesario ampliar los esfuerzos para la gestión adecuada del agua, también hay acciones que no deben continuar, es decir la visión de la restauración de la Cuenca es incompatible con proyectos que continúan poniendo en riesgo la gestión del agua. Ejemplo de ello es el puente vehicular en el humedal de Xochimilco y la propuesta de duplicar la extensión de los dos pisos vehiculares en la ciudad.

“Para poder movernos hacia un futuro vivible, es necesario detener la implementación de proyectos que priorizan y promueven el uso de vehículos motorizados particulares, el espacio de cemento más que el suelo agrícola y de conservación o el uso de combustibles fósiles sobre energía renovable descentralizada”, expresó Greenpeace.

Además, indicó que tampoco se debe permitir que siga ocurriendo la opacidad en la gestión hídrica por parte de las instituciones de la Ciudad de México en cuanto a la asignación y ejecución de proyectos de infraestructura hídrica, la falta de datos públicos sobre el número de pozos y la disponibilidad de agua actual y futura, e insistió en combatir la impunidad en torno al robo del agua.

También indicó que debe ser erradicada desde raíz la corrupción en el sector inmobiliario pues aseguró que es uno de los sectores que mayores índices de corrupción presenta.

De acuerdo con las 30 organizaciones, de seguir con los ejes temáticos del Plan General del Manejo Socioambiental de la Cuenca podrá lograrse una gestión del agua mucho más justa y equitativa, lo que reducirá las emisiones de carbono en la Ciudad de México y provocará una mejor adaptación de sus habitantes, además de que se podrán evitar grandes catástrofes meteorológicas.

“La adecuada gestión del agua permitirá una distribución más equitativa y justa, la recarga del acuífero, el saneamiento de ríos, el mantenimiento de las zonas lacustres y sus humedales promoviendo la reducción de emisiones, aminorar significativamente los efectos de la isla de calor que provoca el espacio construido de la ciudad y mejorar la adaptación de la ciudad, haciéndola más resiliente tanto frente a la escasez como a las inundaciones”, determinó.

En un comunicado, las 30 organizaciones firmantes han reconocido que el gobierno actual de la Ciudad de México ha dirigido esfuerzos para mejorar la gestión del agua con una preocupación por la emergencia climática.

Aseguran que entre los planes más significativos de la actual administración se encuentra el programa de captación de agua de lluvia, distintos proyectos culturales para promover una nueva cultura del agua, así como la adopción de una perspectiva de infraestructura verde o azul de los proyectos de la ciudad.

Detallaron que ha sido relevante la construcción de jardines infiltrantes y humedales, así como las acciones dirigidas a la reducción de fugas y sectorización en el sistema de aguas y destacaron el compromiso más reciente de disminuir la extracción de dos metros cúbicos por segundo a través del cierre de pozos para reducir la sobreexplotación y los hundimientos en la capital a la par que se da acceso de agua a la población.

No obstante, detalló que todas estas acciones deben llevarse a cabo de la mano con la ciudadanía y resaltó que es importante generar vínculos con las instituciones de gobierno y que se mantengan aún con el cambio de administración.

“Nos comprometemos a avanzar en una agenda pedagógica de sistemas vivos y una nueva visión climática e hídrica, que nos ayude a generar las bases para el cambio de fondo que requiere nuestra ciudad y su ciudadanía. Es necesario entender que, si bien la mala gestión del agua aumenta riesgos y vulnerabilidad social, una buena gestión de este recurso podría ser nuestra mejor aliada para la mitigación y adaptación al cambio climático a nivel local”, concluyeron las organizaciones.

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Cualquiera que resida en la Ciudad de México y sus periferias sabrá que la capital del país no se caracteriza precisamente por su eficaz y equitativa gestión del agua. Los motivos son muchos y variados, pues van desde su posición geográfica, infraestructura, tratamiento de aguas residuales, fenómenos meteorológicos y el cambio climático. Sí, el cambio climático.

Cuando se habla de dicho término, se suele poner sobre la mesa la preocupación por reducir y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global, pero es necesario también, por otro lado, comprender la manera en la que este fenómeno está modificando la relación de los seres humanos con el recurso vital: el agua.

De acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema), la capital del país está en riesgo de aumentar su temperatura promedio, que actualmente es de 2.25°C, a 3°C para el año 2050, lo que provocaría una reducción de lluvias de entre el 50 a 75% y reduciría la disponibilidad del agua en un 13 o 17 por ciento.

Lo anterior repercutirá en la alteración de los patrones de lluvia y en el incremento de los eventos meteorológicos extremos, tales como las inundaciones y sequías, pues estos se volverían más intensos y frecuentes.

El problema del abastecimiento

El abastecimiento del agua en la Ciudad de México implica un gran reto para la urbe, pues contribuye al aumento de los gases de efecto invernadero para hacer llegar a sus habitantes el líquido vital.

Lo anterior se debe a que su gestión implica transportarla desde mantos acuíferos que están en el subsuelo, así como trasladarla desde distancias lejanas, tal es el caso del sistema Lerma-Cutzamala, del cual la capital obtiene hasta un 24% de su abasto, por lo que es necesario mantener un bombeo del agua que a lo largo de su recorrido suma un kilómetro de altura, lo que implica el uso de energía, en su mayoría no renovable, que se estima puede llegar a superar la usada en la Red del Metro de la capital o bien, equivale a la energía eléctrica que se usa en la ciudad de Puebla.

Aunado a ello también pueden encontrarse pipas que abastecen en las colonias en las que el servicio del agua no llega con frecuencia por lo que su operación implica también emisiones de dióxido de carbono.

La falta de acceso al agua en cantidad y calidad suficiente es un problema que afecta a la población de forma desigual, de acuerdo con Greenpeace, pues las colonias y los pueblos más pobres sufren con más frecuencia dicho problemas, por lo que además se convierten en la población mayormente vulnerable ante catástrofes.

Datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) indican que dos de cada diez habitantes de la capital no tienen acceso al agua todos los días, por lo que urge dar atención prioritaria al desabasto.

Foto: Omar Flores

Desabasto en pandemia

Al problema se le suma la situación mundial por la que el mundo entero atraviesa desde hace ya año y medio y que ha exigido una gran demanda del ejercicio de la sanidad, por supuesto nos referimos a la pandemia del Covid-19 que ha cobrado la vida de más de cuatro millones de personas y para la que las autoridades de salud han determinado como mayor defensa la higiene personal, llevando como estandarte el correcto lavado de manos.

De acuerdo con la Oficina para América Latina de la Coalición Internacional para el Hábitat, “en el contexto de la pandemia, deben atenderse los llamados y recomendaciones que desde marzo y abril del año pasado hicieron diversos Expertos de la ONU, incluyendo Relatores especiales sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento y a la vivienda adecuada para la protección y garantía de estos derechos en la lucha contra el COVID-19, a través de medidas específicas que aseguren a la población tanto lugar para resguardarse como acceso a agua limpia y suficiente”.

Tal y como lo han informado autoridades de salud nacionales e internacionales, muchas de las enfermedades que actualmente padecemos están vinculadas con la calidad del agua que consumimos o su abastecimiento.

Asimismo, la falta de ésta limita la higiene personal, lo que agudiza las probabilidades de adquirir alguna enfermedad o infección, sobre todo en niñas y niños.

Según información de Greenpeace, “antes de la pandemia, la carga de morbilidad atribuida a la falta de agua, saneamiento e higiene equivalía a 1.8 millones de defunciones y la pérdida de más de 75 millones de años de vida sana en el mundo. No obstante, tras el surgimiento del nuevo virus estas muertes podrían dispararse”.

Las enfermedades provocadas por el agua contaminada pueden ser el cólera, la diarrea, la fiebre tifoidea, la poliomielitis y la disentería.

Para la Ciudad de México, según con el consejo Consultivo del Agua de la CDMX, la cobertura de agua potable en zonas urbanas es del 96.4%, mientras que en zonas rurales es del 69%; no obstante, en términos generales, el 92% de la población tiene acceso al agua potable, aunque el porcentaje se reduce si se considera su calidad, ya que 78% del agua se utiliza para fines agropecuarios.

La posible solución: Visión de cuenca

Ante el notable problema de la gestión del agua en la Ciudad de México, un grupo de 30 organizaciones, entre las que se encuentran Greenpeace, Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua y Movimiento de Jóvenes por el Agua, entre otros, han puesto sobre la mesa un decálogo de recomendaciones que contribuyan a una adecuada gestión del agua en la Ciudad de México desde una visión de cuenca.

Esto quiere decir que debe ser considerada la situación de la región hidrológica a la que pertenece la Ciudad de México, lo que, de acuerdo con Greenpeace, representa “un paso para aminorar nuestro impacto en la emisión de los gases que aceleran el aumento de la temperatura, así como en la adaptación a estos cambios reduciendo los daños a los que la población pueda verse expuesta”.

A los 10 ejes estratégicos propuestos se les conoce como Plan General de Manejo Socioambiental de la Cuenca y se enfocan en la educación socioambiental vinculada al entendimiento del sistema hídrico, climático, social y político en ese vive en la CDMX; en la cosecha y gestión de la lluvia, promoviendo el abastecimiento de agua en viviendas en zonas de mayor precariedad hídrica, y la retención local del agua, la infiltración y recarga de acuíferos en el espacio urbano; la conservación y protección de suelos de infiltración; la disminución en el consumo y ahorro de agua; y el reúso y tratamiento de agua.

Asimismo, también contempla la reparación de la red de abastecimiento de agua y de drenaje; la regeneración y conservación de ecosistemas, tales como bosque de agua, cañadas, barrancas, manantiales, humedales, ríos urbanos y cuerpos de agua entre otros; la participación ciudadana y comunitaria significativa en los planes hídricos; la gestión de riesgos hídricos y climáticos con indicadores y monitoreo de avance progresivo en la Ciudad; y la definición de microcuencas de atención prioritaria conforme a criterios de justicia social, derechos humanos y vulnerabilidad socioambiental.

Foto: Roberto Hernández

Prácticas que deben ser eliminadas

En contraparte Greenpeace asegura que, así como es necesario ampliar los esfuerzos para la gestión adecuada del agua, también hay acciones que no deben continuar, es decir la visión de la restauración de la Cuenca es incompatible con proyectos que continúan poniendo en riesgo la gestión del agua. Ejemplo de ello es el puente vehicular en el humedal de Xochimilco y la propuesta de duplicar la extensión de los dos pisos vehiculares en la ciudad.

“Para poder movernos hacia un futuro vivible, es necesario detener la implementación de proyectos que priorizan y promueven el uso de vehículos motorizados particulares, el espacio de cemento más que el suelo agrícola y de conservación o el uso de combustibles fósiles sobre energía renovable descentralizada”, expresó Greenpeace.

Además, indicó que tampoco se debe permitir que siga ocurriendo la opacidad en la gestión hídrica por parte de las instituciones de la Ciudad de México en cuanto a la asignación y ejecución de proyectos de infraestructura hídrica, la falta de datos públicos sobre el número de pozos y la disponibilidad de agua actual y futura, e insistió en combatir la impunidad en torno al robo del agua.

También indicó que debe ser erradicada desde raíz la corrupción en el sector inmobiliario pues aseguró que es uno de los sectores que mayores índices de corrupción presenta.

De acuerdo con las 30 organizaciones, de seguir con los ejes temáticos del Plan General del Manejo Socioambiental de la Cuenca podrá lograrse una gestión del agua mucho más justa y equitativa, lo que reducirá las emisiones de carbono en la Ciudad de México y provocará una mejor adaptación de sus habitantes, además de que se podrán evitar grandes catástrofes meteorológicas.

“La adecuada gestión del agua permitirá una distribución más equitativa y justa, la recarga del acuífero, el saneamiento de ríos, el mantenimiento de las zonas lacustres y sus humedales promoviendo la reducción de emisiones, aminorar significativamente los efectos de la isla de calor que provoca el espacio construido de la ciudad y mejorar la adaptación de la ciudad, haciéndola más resiliente tanto frente a la escasez como a las inundaciones”, determinó.

En un comunicado, las 30 organizaciones firmantes han reconocido que el gobierno actual de la Ciudad de México ha dirigido esfuerzos para mejorar la gestión del agua con una preocupación por la emergencia climática.

Aseguran que entre los planes más significativos de la actual administración se encuentra el programa de captación de agua de lluvia, distintos proyectos culturales para promover una nueva cultura del agua, así como la adopción de una perspectiva de infraestructura verde o azul de los proyectos de la ciudad.

Detallaron que ha sido relevante la construcción de jardines infiltrantes y humedales, así como las acciones dirigidas a la reducción de fugas y sectorización en el sistema de aguas y destacaron el compromiso más reciente de disminuir la extracción de dos metros cúbicos por segundo a través del cierre de pozos para reducir la sobreexplotación y los hundimientos en la capital a la par que se da acceso de agua a la población.

No obstante, detalló que todas estas acciones deben llevarse a cabo de la mano con la ciudadanía y resaltó que es importante generar vínculos con las instituciones de gobierno y que se mantengan aún con el cambio de administración.

“Nos comprometemos a avanzar en una agenda pedagógica de sistemas vivos y una nueva visión climática e hídrica, que nos ayude a generar las bases para el cambio de fondo que requiere nuestra ciudad y su ciudadanía. Es necesario entender que, si bien la mala gestión del agua aumenta riesgos y vulnerabilidad social, una buena gestión de este recurso podría ser nuestra mejor aliada para la mitigación y adaptación al cambio climático a nivel local”, concluyeron las organizaciones.

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