A pesar de las limitantes de conectividad en zonas rurales, del escaso conocimiento en tecnologías digitales y la poca cultura del dato que hay en el sector agrícola, en México hay más de 42 mil sitios de codesarrollo de innovaciones geo-referenciados.
Esto demuestra que propiciar un cambio es posible y que el campo está dispuesto a recibir la innovación digital, adoptarla y adaptarla en la medida en que genere beneficios en los ingresos y la sustentabilidad, afirmó Daniel Núñez del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
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Coordinador de Sistemas de Información del Programa de Sistemas Agroalimentarios del Centro, comentó que actualmente se desarrolla una versión actualizada de la aplicación Agrotutor, diseñada para productores agrícolas que provee datos comparativos geo-localizados a la ubicación de un cultivo, como rendimiento potencial, costos históricos, recomendaciones agrícolas y predicciones climáticas así como precios de comercialización.
En el Taller en línea: Uso del Sistema e-Agrology, en el marco del lanzamiento del proyecto Tech-Maíz, implementada por la Red Latinoamericana de Maíz en colaboración con el CIMMYT, participaron 40 investigadores de Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú, México, Argentina y Brasil.
Se trata de un proyecto que abona a la construcción de una Agricultura para la Paz, que promueve el CIMMYT para conmemorar los 50 años del Premio Nobel de la Paz otorgado al doctor Norman Borlaug, y que durante los próximos cuatro años fortalecerá capacidades de investigadores, técnicos y pequeños y medianos productores de toda América Latina.
El principal objetivo de conocer esta valiosa herramienta es hacer que los investigadores y técnicos se familiaricen con ella, aprecien sus bondades y motivarlos a que exploren la réplica de experiencias de uso como la que existe en México para incluir e-Agrilogy en sus propuestas de proyectos, expresó José Luis Zambrano, de Ecuador, coordinador de la Red Iberoamericana de Tech-Maíz.
Captura carbono
Por otra parte, los Centros de Investigación Internacionales de CGIAR, junto con agricultores de pequeña escala de México y Perú, identifican las mejores prácticas agrícolas para capturar cabono y evitar que llegue a la atmósfera.
Para alimentarse, la humanidad depende de los suelos. Sin embargo, el 52% de la tierra utilizada para cultivar alimentos está moderada o severamente degradada, lo cual disminuye su capacidad para cumplir con las funciones ecosistémicas, como la regulación del clima.
Se informó que en un contexto donde se estima que la agricultura es responsable del 39% de las emisiones de gases de efecto invernadero, investigadores del Sistema CGIAR, recopilan evidencia para identificar las mejores prácticas agronómicas que lleven a los suelos agrícolas a transformarse en una solución en lugar de un problema.
De acuerdo a Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivo para América Latina del CIMMYT, el término “captura de carbono”, implica la eliminación del CO2 de la atmósfera, que es en donde tiene implicaciones negativas y su almacenamiento en biomasa en forma de vegetación, en el océano y ambientes terrestres incluidos los suelos agrícolas.
“El contenido de carbono en los suelos agrícolas, depende de los factores relacionados con su formación, pero puede modificarse por los cambios en su manejo”, comentó.
Simon Fonteyne, líder del proyecto en el CIMMYT, señaló que en conjunto con la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, el CIMMYT desarrolla el proyecto Terradot, para impulsar la adaptación de sistemas de producción, con base en agricultura de conservación, que pueden aumentar los niveles de carbono orgánico del suelo y mejorar así su calidad y apoyar la mitigación del cambio climático.
Este nuevo proyecto se desarrolla en Chiapas, donde se realizaron muestreos de suelo en la plataformas de investigación del HUB Chiapas del Centro, en los municipios de Villa Corzo, Venustiano Carranza y San Andrés Larráinzar.
“Estas plataformas nos pueden ayudar a entender qué prácticas capturan más carbono. Se determina el contenido de materia orgánica, carbón orgánico del suelo y su densidad”, comentó Abel Saldivia Tejeda, investigador del CIMMYT.
La estrategia es aumentar el contenido de carbono en el suelo, mejorar su distribución y estabilidad y encapsularlo dentro de agregados estables para protegerlo de los procesos microbianos por largo tiempo.
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“Por esta razón se mide el carbono en el suelo para ver sí las prácticas sustentables pueden ayudar a captar carbono en las parcelas y así disminuir emisiones”.
