/ viernes 16 de octubre de 2020

Alguien tiene que morir de Manolo Caro, retrata tabúes en la España franquista

Han pasado más de 70 años y parece que la realidad no ha cambiado mucho. Al menos es lo que Manolo Caro ha querido mostrar

En la España franquista de los años cincuenta, ser homosexual era tabú. Los funcionarios más fuertes podían caer apenas ellos o alguno de sus seres cercanos tuviera una relación con una persona de su mismo sexo.

Han pasado más de 70 años y parece que la realidad no ha cambiado mucho. Al menos es lo que Manolo Caro ha querido mostrar con Alguien tiene que morir, un thriller de tres capítulos en el que el director aborda los prejuicios respecto a la homosexualidad en la élite franquista y que funciona como espejo para visibilizar la realidad que ocurre actualmente en México.

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“Creo que el momento no puede ser mejor. Alguien tiene que morir llega a un México donde hay crímenes de odio, persecución, polarización, un entorno en el que casi nos quieren obligar a la autocensura; me parece aterrador. Y creo que si no recordamos que hemos pasado por ese lugar, y cómo la historia lo marcó, vamos a seguir cometiendo errores o repitiendo estos momentos tan críticos”, cuenta el realizador.

La miniserie que estrena hoy por Netflix tiene como protagonista a Gabino (Alex Speitzer), un joven veinteañero que después de una década regresa con su familia a España junto a Lázaro (Isaac Hernández), un bailarín de ballet. La cercanía entre ambos genera una ola de rumores sobre su sexualidad, que entre la élite se convierte en rumor, mientras en casa es un completo tabú.

“En ese tema de las familias y cómo se expresan no noto mucho cambio”, comenta Alejandro Speitzer. Me refiero a esto de que aceptamos siempre y cuando no sea de nuestra familia. O la idea de que ciertas personas ven cool tener un amigo o amiga gay. Pero sucede en tu casa y las cosas cambian, ahí sí hay cuestionamiento y te preguntan si estás de acuerdo con eso”.

De ahí que la serie juegue con la idea de que “una jaula de oro sigue siendo una jaula”, señala el actor español Carlos Cuevas, quien en la historia interpreta a un viejo amigo de Gabino. “Tiene que ver con la metáfora de la reflexión franquista: La idea de tener una cierta movilidad dentro de algo muy reducido, encerrado, con estos personajes que creen tener libertades, un cosmos, un espacio y que en realidad viven en una cueva de cristal”.

Alguien tiene que morir expone de igual forma cómo los prejuicios ante la homosexualidad y otros temas, pueden generar divisiones en una sociedad. “Y eso nos hace observar lo que a nivel colectivo se nos está diciendo, cómo una sociedad dividida no es una sociedad que pueda construir un país. Eso nos habla directamente a nosotros como mexicanos”, refiere Cecilia Suárez, quien por séptima vez vuelve a hacer mancuerna con Manolo Caro.

El régimen franquista se ilustra a través de Gregorio, “el subdirector general de prisiones, un cargo muy importante para el régimen franquista y que representaba lo que tenía que ver con ese aparato represor que simbolizaban las cárceles”, dice Ernesto Alterio, quien le da vida.

Para mantener los negocios de la familia Gregorio planea junto a su madre Amparo, interpretada por Carmen Maura, casar a su hijo con Cayetana, una chica de clase alta que se inmiscuye en la relación entre Gabino y el bailarín de ballet.

“Ella podía salirse con la suya en ese momento histórico, porque era de la clase alta, de la ultra derecha, el lado conservador. La educación que recibió la hacía comportarse con ese egoísmo y poca empatía con la que se comporta y que la hace no medir las consecuencias de sus actos, por lo que luego se desencadenan las consecuencias”, dice Ester Expósito, quien es Cayetana en la serie.

Alguien tiene que morir significa el primer trabajo de Manolo Caro alejado de la comedia, porque después de tres temporadas de La casa de las flores, “no quería comparaciones y quería hacer algo que me retara y pusiera mi mente y cuerpo en otra cosa” dice.

Físicamente le vino bien, “porque la comedia me desgasta mucho; es como si hicieras ejercicio todo el tiempo en el set, tienes que estar pensando en el montaje, silencios, reacción, el timing. Ahora estaba muy divertido porque me relajaba, veía, y escuchaba a los actores, tenían sus silencios y eso me emocionaba.

La serie forma parte del contrato de exclusividad que Manolo Caro firmó con Netflix en mayo de 2019 y del que también se desprendió la serie de tres temporadas La casa de las flores.

En la España franquista de los años cincuenta, ser homosexual era tabú. Los funcionarios más fuertes podían caer apenas ellos o alguno de sus seres cercanos tuviera una relación con una persona de su mismo sexo.

Han pasado más de 70 años y parece que la realidad no ha cambiado mucho. Al menos es lo que Manolo Caro ha querido mostrar con Alguien tiene que morir, un thriller de tres capítulos en el que el director aborda los prejuicios respecto a la homosexualidad en la élite franquista y que funciona como espejo para visibilizar la realidad que ocurre actualmente en México.

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“Creo que el momento no puede ser mejor. Alguien tiene que morir llega a un México donde hay crímenes de odio, persecución, polarización, un entorno en el que casi nos quieren obligar a la autocensura; me parece aterrador. Y creo que si no recordamos que hemos pasado por ese lugar, y cómo la historia lo marcó, vamos a seguir cometiendo errores o repitiendo estos momentos tan críticos”, cuenta el realizador.

La miniserie que estrena hoy por Netflix tiene como protagonista a Gabino (Alex Speitzer), un joven veinteañero que después de una década regresa con su familia a España junto a Lázaro (Isaac Hernández), un bailarín de ballet. La cercanía entre ambos genera una ola de rumores sobre su sexualidad, que entre la élite se convierte en rumor, mientras en casa es un completo tabú.

“En ese tema de las familias y cómo se expresan no noto mucho cambio”, comenta Alejandro Speitzer. Me refiero a esto de que aceptamos siempre y cuando no sea de nuestra familia. O la idea de que ciertas personas ven cool tener un amigo o amiga gay. Pero sucede en tu casa y las cosas cambian, ahí sí hay cuestionamiento y te preguntan si estás de acuerdo con eso”.

De ahí que la serie juegue con la idea de que “una jaula de oro sigue siendo una jaula”, señala el actor español Carlos Cuevas, quien en la historia interpreta a un viejo amigo de Gabino. “Tiene que ver con la metáfora de la reflexión franquista: La idea de tener una cierta movilidad dentro de algo muy reducido, encerrado, con estos personajes que creen tener libertades, un cosmos, un espacio y que en realidad viven en una cueva de cristal”.

Alguien tiene que morir expone de igual forma cómo los prejuicios ante la homosexualidad y otros temas, pueden generar divisiones en una sociedad. “Y eso nos hace observar lo que a nivel colectivo se nos está diciendo, cómo una sociedad dividida no es una sociedad que pueda construir un país. Eso nos habla directamente a nosotros como mexicanos”, refiere Cecilia Suárez, quien por séptima vez vuelve a hacer mancuerna con Manolo Caro.

El régimen franquista se ilustra a través de Gregorio, “el subdirector general de prisiones, un cargo muy importante para el régimen franquista y que representaba lo que tenía que ver con ese aparato represor que simbolizaban las cárceles”, dice Ernesto Alterio, quien le da vida.

Para mantener los negocios de la familia Gregorio planea junto a su madre Amparo, interpretada por Carmen Maura, casar a su hijo con Cayetana, una chica de clase alta que se inmiscuye en la relación entre Gabino y el bailarín de ballet.

“Ella podía salirse con la suya en ese momento histórico, porque era de la clase alta, de la ultra derecha, el lado conservador. La educación que recibió la hacía comportarse con ese egoísmo y poca empatía con la que se comporta y que la hace no medir las consecuencias de sus actos, por lo que luego se desencadenan las consecuencias”, dice Ester Expósito, quien es Cayetana en la serie.

Alguien tiene que morir significa el primer trabajo de Manolo Caro alejado de la comedia, porque después de tres temporadas de La casa de las flores, “no quería comparaciones y quería hacer algo que me retara y pusiera mi mente y cuerpo en otra cosa” dice.

Físicamente le vino bien, “porque la comedia me desgasta mucho; es como si hicieras ejercicio todo el tiempo en el set, tienes que estar pensando en el montaje, silencios, reacción, el timing. Ahora estaba muy divertido porque me relajaba, veía, y escuchaba a los actores, tenían sus silencios y eso me emocionaba.

La serie forma parte del contrato de exclusividad que Manolo Caro firmó con Netflix en mayo de 2019 y del que también se desprendió la serie de tres temporadas La casa de las flores.

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