/ miércoles 10 de noviembre de 2021

Bunbury propició el fin de Héroes del Silencio: Antonio Cardiel

Hace 25 años, el vocalista de Héroes del silencio quería imponer reglas para continuar con el grupo, tres de los integrantes las rechazaron según el libro Héroes de leyenda de Antonio Cardiel

El final de Héroes del Silencio ocurrió en 1996, en la habitación de un hotel de Tijuana. La banda tenía casi 100 presentaciones por delante, pero Bunbury los convocó, antes, a una junta. El vocalista entregó a cada integrante unos documentos. Eran las nuevas reglas de Héroes del Silencio: menos rock, más electrónica. Juan Valdivia, el fundador del grupo, las rechazó y salió por la puerta. Así se fue al silencio una de las bandas de rock en español más popular del siglo XX.

Juan Valdivia llamó a aquella decisión de Bunbury “una dictadura”. Él fue el más afectado por la separación, admite Antonio Cardiel en entrevista con El Sol de México a propósito de la edición de Héroes de Leyenda (Plaza Janés, 2021).

Este es el primer libro que cuenta la historia completa de Héroes del Silencio desde las bocas de tres de los cuatro integrantes del grupo. Enrique Bunbury fue el único que no quiso participar, pero los otros héroes, por fin, hablaron.

“Todos siguieron con sus carreras, pero Valdivia no”. Y todo por culpa de la distonía focal, un padecimiento que poco a poco acabó con su capacidad para tocar la guitarra. Hoy, ya no la toca.

“La disfunción de la banda fue un mazazo para todos. Fue un gran cambio pasar de tener una vida imparable de estrella de rock a estar en casa sin nada que hacer. Bunbury enseguida comenzó con sus proyectos, Pedro Andreu ha formado varias bandas y mi hermano Joaquín está por sacar un LP en España. Pero Juan fue el que peor recibió ese mazazo, porque además de romperse la banda de su vida, de la cual había sido su principal motor y quizás su compositor más prolífico, se quedó en casa, al margen y con la mano enferma”, reflexiona Cardiel.

“Fue un fin muy desgraciado”, reconoce quien fue uno de los hombres más cercanos a esta banda zaragozana, la primera del rock iberoamericano que puso a gritar de euforia a media Europa en un tiempo en el que cantar en español no era sinónimo de glamour ni de candela.

Foto: heroesdelsilenciook

Para Antonio Cardiel, el público que mantiene vivo al grupo se divide en dos bandos irreconciliables: los fans irredentos y los que lo odian a muerte. Esa también fue una de las razones que lo llevaron a escribir este libro. Antonio, además de guionista y escritor, es hermano de Joaquín Cardiel, el bajista del grupo que se desmarcó de su generación por su crudeza lírica y su nula convicción por poner a bailar a las masas.

A inicios de la década de 1980, España y buena parte de Latinoamérica vivió el despertar de una resaca dictatorial que se tradujo en movimientos culturales que invitaron al desparpajo y al baile.

“En aquellos años (del inicio de las democracias) había tendencias de música pop bastante superficiales en las letras. A finales de los 70 y principios de los 80 empieza la Movida Madrileña y surge un afán de diversión marcado por letras intrascendentes y mucho baile. Pero Héroes no estaba en esa tendencia. Ellos, desde el inicio, fueron por lo siniestro, por lo oculto. Sus canciones se vistieron de ese matiz de relaciones humanas negativas, de incomprensión. Y eso es algo que no abandonan”, recuerda Cardiel.

Aquella apatía a la diversión y a la rebeldía bailable marcaría para siempre a la banda, que hasta la fecha parece destinada a conquistar mentes que prefieren escuchar música en silencio para después explotar. Sin embargo, del otro lado, aparecerían los detractores, aquellos que en la prensa española de los años ochenta los llamarían Los Héroes del aburrimiento.

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No son pocos quienes señalan a Enrique Bunbury (voz), Juan Validiva (guitarra), Pedro Andreu (batería) y Joaquín Cardiel (bajo) como los artífices de una banda arrogante y ególatra. Lo han hecho desde ambos lados del Atlántico.

“La arrogancia fue una reacción ante una crítica que les negó el pan y la sal. Al principio fueron una banda muy denostada. Su primera discográfica internacional, la EMI, intenta encasillarlos dentro de un movimiento musical dirigido a quinceañeras, aprovechándose de la belleza de Enrique en la portada. Pero ellos venían de un ambiente zaragozano muy diferente, muy variopinto, donde confluía todo tipo de tribus urbanas. Mucha gente no entendió que esa arrogancia fue una forma de autodefensa”, afirma Cardiel.




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El final de Héroes del Silencio ocurrió en 1996, en la habitación de un hotel de Tijuana. La banda tenía casi 100 presentaciones por delante, pero Bunbury los convocó, antes, a una junta. El vocalista entregó a cada integrante unos documentos. Eran las nuevas reglas de Héroes del Silencio: menos rock, más electrónica. Juan Valdivia, el fundador del grupo, las rechazó y salió por la puerta. Así se fue al silencio una de las bandas de rock en español más popular del siglo XX.

Juan Valdivia llamó a aquella decisión de Bunbury “una dictadura”. Él fue el más afectado por la separación, admite Antonio Cardiel en entrevista con El Sol de México a propósito de la edición de Héroes de Leyenda (Plaza Janés, 2021).

Este es el primer libro que cuenta la historia completa de Héroes del Silencio desde las bocas de tres de los cuatro integrantes del grupo. Enrique Bunbury fue el único que no quiso participar, pero los otros héroes, por fin, hablaron.

“Todos siguieron con sus carreras, pero Valdivia no”. Y todo por culpa de la distonía focal, un padecimiento que poco a poco acabó con su capacidad para tocar la guitarra. Hoy, ya no la toca.

“La disfunción de la banda fue un mazazo para todos. Fue un gran cambio pasar de tener una vida imparable de estrella de rock a estar en casa sin nada que hacer. Bunbury enseguida comenzó con sus proyectos, Pedro Andreu ha formado varias bandas y mi hermano Joaquín está por sacar un LP en España. Pero Juan fue el que peor recibió ese mazazo, porque además de romperse la banda de su vida, de la cual había sido su principal motor y quizás su compositor más prolífico, se quedó en casa, al margen y con la mano enferma”, reflexiona Cardiel.

“Fue un fin muy desgraciado”, reconoce quien fue uno de los hombres más cercanos a esta banda zaragozana, la primera del rock iberoamericano que puso a gritar de euforia a media Europa en un tiempo en el que cantar en español no era sinónimo de glamour ni de candela.

Foto: heroesdelsilenciook

Para Antonio Cardiel, el público que mantiene vivo al grupo se divide en dos bandos irreconciliables: los fans irredentos y los que lo odian a muerte. Esa también fue una de las razones que lo llevaron a escribir este libro. Antonio, además de guionista y escritor, es hermano de Joaquín Cardiel, el bajista del grupo que se desmarcó de su generación por su crudeza lírica y su nula convicción por poner a bailar a las masas.

A inicios de la década de 1980, España y buena parte de Latinoamérica vivió el despertar de una resaca dictatorial que se tradujo en movimientos culturales que invitaron al desparpajo y al baile.

“En aquellos años (del inicio de las democracias) había tendencias de música pop bastante superficiales en las letras. A finales de los 70 y principios de los 80 empieza la Movida Madrileña y surge un afán de diversión marcado por letras intrascendentes y mucho baile. Pero Héroes no estaba en esa tendencia. Ellos, desde el inicio, fueron por lo siniestro, por lo oculto. Sus canciones se vistieron de ese matiz de relaciones humanas negativas, de incomprensión. Y eso es algo que no abandonan”, recuerda Cardiel.

Aquella apatía a la diversión y a la rebeldía bailable marcaría para siempre a la banda, que hasta la fecha parece destinada a conquistar mentes que prefieren escuchar música en silencio para después explotar. Sin embargo, del otro lado, aparecerían los detractores, aquellos que en la prensa española de los años ochenta los llamarían Los Héroes del aburrimiento.

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No son pocos quienes señalan a Enrique Bunbury (voz), Juan Validiva (guitarra), Pedro Andreu (batería) y Joaquín Cardiel (bajo) como los artífices de una banda arrogante y ególatra. Lo han hecho desde ambos lados del Atlántico.

“La arrogancia fue una reacción ante una crítica que les negó el pan y la sal. Al principio fueron una banda muy denostada. Su primera discográfica internacional, la EMI, intenta encasillarlos dentro de un movimiento musical dirigido a quinceañeras, aprovechándose de la belleza de Enrique en la portada. Pero ellos venían de un ambiente zaragozano muy diferente, muy variopinto, donde confluía todo tipo de tribus urbanas. Mucha gente no entendió que esa arrogancia fue una forma de autodefensa”, afirma Cardiel.




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