/ jueves 22 de abril de 2021

Con el estreno de La Paloma y el Lobo, Armando Hernández celebra 20 años de carrera

Pensar que han pasado 20 años desde que estrenó De la calle, su primera película como actor

Pensar que han pasado 20 años desde que estrenó De la calle, su primera película como actor, provoca que Armando Hernández sea consciente del paso del tiempo: “Me siento como reliquia”, dice entre risas.

“Ahora entiendo el cliché ‘se dicen fácil 20 años, pero ha pasado mucho tiempo’. Con estas cosas de pronto te das cuenta del momento donde estás, cuando te hacen estas preguntas sobre tu trayectoria y te vuelves una figura”, dice en entrevista con El Sol de México uno de los actores más versátiles de su generación.

Desde Amarte duele en cine; Los héroes del norte o Capadocia en televisión; hasta su participación como invitado regular en el fenómeno televisivo Me caigo de risa, Armando Hernández ha diversificado su carrera casi por casualidad.

“Se me presentaron oportunidades y siempre dije que sí. He confiado en mi intuición y como llegué a la actuación de manera fortuita, me considero afortunado”.

Si bien era fanático del cine y la televisión nunca se imaginó en la pantalla. Todo pasó porque no era el más aplicado.

“Estaba haciendo una obra de teatro en tercero de secundaria, y Alejandro Reza, el director de casting me vio ahí. Entré a la obra de la escuela porque iba mal en unas materias y era para no irme a extraordinarios. El resto es historia”, recuerda.

Así, terminó actuando en cintas como Amarte duele, o interpretando a Julio César Chávez, en la bioserie autorizada por el mismo boxeador.

Ahora estrena La Paloma y el Lobo, de Carlos Lenin, un drama sobre una pareja con una relación desgastada que ha sido desplazada por la violencia de su pueblo.

“El Lobo es uno de los personajes que más trabajo me ha costado, porque no tiene muchos diálogos. Sin embargo la carga emocional y la densidad se tenían que lograr con mi control y las expresiones faciales”.

Por este papel, el actor recibió su tercera nominación al Ariel (la primera fue Amarte duele en 2003 y la segunda Fuera del cielo en 2007). Y nuevamente, lograr ese papel fue algo fortuito.

“Conozco a Carlos Lenin desde que era estudiante. Me invitó a hacer su tesis (el corto 24° 51' Latitud norte), sin goce de sueldo ni nada. Uno va y le apuesta a ver qué pasa. ¿Y qué pasó? Que gracias a ese corto hago La Paloma y el Lobo y a Julio César Chávez en su serie. Nunca he buscado ver qué sí o qué no; al contrario, es sentirse agradecido con estas oportunidades”.

Por La Paloma y el Lobo, Armando Hernández no sólo logró dejar su marca como histrión, sino también en la colonia Cuchilla del Tesoro, donde creció. El colectivo I Love Cuchilla, pintó un mural con su rostro, tomando como inspiración una escena de esta película.

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“Quedó plasmada mi bella carita en mi barrio”, bromea. “Cuando hacen cosas como estas, me doy cuenta de todo lo que ha pasado. Ha sido satisfactorio pasar de las películas que se hacían de magazine, de fotografía y revelado, a una era digital; de trabajar en televisión, cine y teatro, a las plataformas. Es cuando ya me pesan los años y digo ‘caray, ya ha pasado un rato’”.

Y como actor aún falta mucho por hacer, reflexiona. Recién estrenó la tercera temporada de Se rentan cuartos; presentará su primer villano en El repatriado, una serie de Disney+ y espera el estreno de la película El asesino del olvido. “Me falta todo por hacer. Yo sigo descubriendo”, asegura.

Pensar que han pasado 20 años desde que estrenó De la calle, su primera película como actor, provoca que Armando Hernández sea consciente del paso del tiempo: “Me siento como reliquia”, dice entre risas.

“Ahora entiendo el cliché ‘se dicen fácil 20 años, pero ha pasado mucho tiempo’. Con estas cosas de pronto te das cuenta del momento donde estás, cuando te hacen estas preguntas sobre tu trayectoria y te vuelves una figura”, dice en entrevista con El Sol de México uno de los actores más versátiles de su generación.

Desde Amarte duele en cine; Los héroes del norte o Capadocia en televisión; hasta su participación como invitado regular en el fenómeno televisivo Me caigo de risa, Armando Hernández ha diversificado su carrera casi por casualidad.

“Se me presentaron oportunidades y siempre dije que sí. He confiado en mi intuición y como llegué a la actuación de manera fortuita, me considero afortunado”.

Si bien era fanático del cine y la televisión nunca se imaginó en la pantalla. Todo pasó porque no era el más aplicado.

“Estaba haciendo una obra de teatro en tercero de secundaria, y Alejandro Reza, el director de casting me vio ahí. Entré a la obra de la escuela porque iba mal en unas materias y era para no irme a extraordinarios. El resto es historia”, recuerda.

Así, terminó actuando en cintas como Amarte duele, o interpretando a Julio César Chávez, en la bioserie autorizada por el mismo boxeador.

Ahora estrena La Paloma y el Lobo, de Carlos Lenin, un drama sobre una pareja con una relación desgastada que ha sido desplazada por la violencia de su pueblo.

“El Lobo es uno de los personajes que más trabajo me ha costado, porque no tiene muchos diálogos. Sin embargo la carga emocional y la densidad se tenían que lograr con mi control y las expresiones faciales”.

Por este papel, el actor recibió su tercera nominación al Ariel (la primera fue Amarte duele en 2003 y la segunda Fuera del cielo en 2007). Y nuevamente, lograr ese papel fue algo fortuito.

“Conozco a Carlos Lenin desde que era estudiante. Me invitó a hacer su tesis (el corto 24° 51' Latitud norte), sin goce de sueldo ni nada. Uno va y le apuesta a ver qué pasa. ¿Y qué pasó? Que gracias a ese corto hago La Paloma y el Lobo y a Julio César Chávez en su serie. Nunca he buscado ver qué sí o qué no; al contrario, es sentirse agradecido con estas oportunidades”.

Por La Paloma y el Lobo, Armando Hernández no sólo logró dejar su marca como histrión, sino también en la colonia Cuchilla del Tesoro, donde creció. El colectivo I Love Cuchilla, pintó un mural con su rostro, tomando como inspiración una escena de esta película.

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“Quedó plasmada mi bella carita en mi barrio”, bromea. “Cuando hacen cosas como estas, me doy cuenta de todo lo que ha pasado. Ha sido satisfactorio pasar de las películas que se hacían de magazine, de fotografía y revelado, a una era digital; de trabajar en televisión, cine y teatro, a las plataformas. Es cuando ya me pesan los años y digo ‘caray, ya ha pasado un rato’”.

Y como actor aún falta mucho por hacer, reflexiona. Recién estrenó la tercera temporada de Se rentan cuartos; presentará su primer villano en El repatriado, una serie de Disney+ y espera el estreno de la película El asesino del olvido. “Me falta todo por hacer. Yo sigo descubriendo”, asegura.

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