/ miércoles 3 de julio de 2019

Pobreza y soledad, la terrible vida del actor Ernesto Gómez Cruz

“Vivo en una soledad terrible y aplastante, que me tiene esperando el fin de mis días, aunque si surge algo nuevo con gusto seré uno de los primeros en apuntarme", dice el actor de 85 años de edad

Una terrible soledad y abandono agobian al actor Ernesto Gómez Cruz, quien a sus 85 años de edad no recibe propuestas de trabajo en cine, teatro o televisión, por lo que confiesa que a este paso sólo espera el fin de sus días.

“Vivo en una soledad terrible y aplastante, que me tiene esperando el fin de mis días, aunque si surge algo nuevo con gusto seré uno de los primeros en apuntarme, aunque a este paso sólo espero la muerte, esa es segura que llega”, señaló el actor.

En entrevista con Notimex, el actor de cintas como El callejón de los milagros y Los Caifanes, reconoció que sus facultades visuales ya no son las mismas e incluso tiene una grave pérdida de memoria, que le impide llevar una vida fluida.

Aceptó que ya no tiene retención en los diálogos, y eso provoca que no consiga oportunidades, y afirmó que buscó al productor Juan Osorio, con quien trabajó en la telenovela El Padre Gallo (1986). “Lo busqué para ver si tenía algo de trabajo, pero he esperado horas y no lo he encontrado”.

Con una trayectoria de más de 50 años, Gómez Cruz siente que su vida está igual como cuando empezó en el arte de la actuación: “sin nada, porque cuando voy a mi casa veo que ya no es mía, ahora es de mis hijas. Por eso vivo solo, rentando un cuartito y sin un peso en la bolsa”.

Dijo que sólo espera que llegue el momento "para partir y no regresar, claro, cuando Dios lo juzgue conveniente. Me voy a una gira larga y ya no regreso. Me molesta recordar viejos tiempos, mejor vivo el instante”.

Foto Cuartoscuro

Ganas de sentirse útil

Con una figura cansada, el actor afirmó que quiere sentirse activo y útil, por lo que ingresó como secretario de Jubilación de la Asociación Nacional de Actores (ANDA).

“Quiero sentirme vivo y servir a mi sindicato, creo que mi presencia es fuerte colaborando en la cartera de la ANDA, aunque siento que no me toman en serio, pero algún día necesitarán del apoyo de alguien, como yo ahora lo estoy sintiendo”.

Su actual labor en la sede de los actores demanda 10 horas al día, pero en realidad solo cubre entre cinco y seis. “Me dedico a plasmar mi firma en documentos concernientes a la jubilación de cualquier compañero; me siento útil en ese aspecto, pese a que dé la impresión de que estoy estorbando”.

Consideró que estar en la ANDA es un refugio para sentirse útil, porque por el momento no tiene llamados ni propuestas de trabajo, “y como funcionario sindical por lo menos se me pasan las horas viendo pasar a la gente y prefiero estar así que en casa en soledad absoluta”.

“Yo no vivo del pasado”

Una de las películas que lo encumbró en la cinematografía nacional es Los Caifanes (1966): “Recuerdo a Juan Ibáñez, Enrique Álvarez Félix, Óscar Chávez, Sergio Jiménez, Eduardo López Rojas y Carlos Monsiváis, de vez en cuando la veo, aunque ya no me satisface estar recordando lo que fue”.

Dijo que intenta mantenerse en la realidad por muy cruel que esta sea.

“No me place traer recuerdos al presente, aunque en las noches vienen a mi mente algunas actuaciones que hice, también tengo recuerdos con Sergio Jiménez, quien me tendió la mano yo recién llegado de Veracruz”, afirma el actor.

Con estudios de actuación en el Centro Cultural del Bosque en el Teatro Orientación, Ernesto recordó que en su adolescencia fue un vago, sin oficio ni beneficio, un joven que no reparaba en qué quería de su vida sino deambular por la calles del centro de Veracruz, hasta que encontró a unos amigos, que le invitaron a hacer teatro.

De su larga trayectoria en el Séptimo Arte, parece sólo recordar el valor de Los Caifanes en su vida, en la que considera, fue más su personalidad la que lo llevó a ser parte de esa historia más que su talento como actor.

Entre otras películas que rodó, y que lo consagraron en la cinematografía nacional se encuentran Cadena perpetua, Aquellos años, El crimen de padre Amaro, El Norte, Canoa, Santos Peregrinos, La víspera, Tívoli y Mariana, Mariana.

Una terrible soledad y abandono agobian al actor Ernesto Gómez Cruz, quien a sus 85 años de edad no recibe propuestas de trabajo en cine, teatro o televisión, por lo que confiesa que a este paso sólo espera el fin de sus días.

“Vivo en una soledad terrible y aplastante, que me tiene esperando el fin de mis días, aunque si surge algo nuevo con gusto seré uno de los primeros en apuntarme, aunque a este paso sólo espero la muerte, esa es segura que llega”, señaló el actor.

En entrevista con Notimex, el actor de cintas como El callejón de los milagros y Los Caifanes, reconoció que sus facultades visuales ya no son las mismas e incluso tiene una grave pérdida de memoria, que le impide llevar una vida fluida.

Aceptó que ya no tiene retención en los diálogos, y eso provoca que no consiga oportunidades, y afirmó que buscó al productor Juan Osorio, con quien trabajó en la telenovela El Padre Gallo (1986). “Lo busqué para ver si tenía algo de trabajo, pero he esperado horas y no lo he encontrado”.

Con una trayectoria de más de 50 años, Gómez Cruz siente que su vida está igual como cuando empezó en el arte de la actuación: “sin nada, porque cuando voy a mi casa veo que ya no es mía, ahora es de mis hijas. Por eso vivo solo, rentando un cuartito y sin un peso en la bolsa”.

Dijo que sólo espera que llegue el momento "para partir y no regresar, claro, cuando Dios lo juzgue conveniente. Me voy a una gira larga y ya no regreso. Me molesta recordar viejos tiempos, mejor vivo el instante”.

Foto Cuartoscuro

Ganas de sentirse útil

Con una figura cansada, el actor afirmó que quiere sentirse activo y útil, por lo que ingresó como secretario de Jubilación de la Asociación Nacional de Actores (ANDA).

“Quiero sentirme vivo y servir a mi sindicato, creo que mi presencia es fuerte colaborando en la cartera de la ANDA, aunque siento que no me toman en serio, pero algún día necesitarán del apoyo de alguien, como yo ahora lo estoy sintiendo”.

Su actual labor en la sede de los actores demanda 10 horas al día, pero en realidad solo cubre entre cinco y seis. “Me dedico a plasmar mi firma en documentos concernientes a la jubilación de cualquier compañero; me siento útil en ese aspecto, pese a que dé la impresión de que estoy estorbando”.

Consideró que estar en la ANDA es un refugio para sentirse útil, porque por el momento no tiene llamados ni propuestas de trabajo, “y como funcionario sindical por lo menos se me pasan las horas viendo pasar a la gente y prefiero estar así que en casa en soledad absoluta”.

“Yo no vivo del pasado”

Una de las películas que lo encumbró en la cinematografía nacional es Los Caifanes (1966): “Recuerdo a Juan Ibáñez, Enrique Álvarez Félix, Óscar Chávez, Sergio Jiménez, Eduardo López Rojas y Carlos Monsiváis, de vez en cuando la veo, aunque ya no me satisface estar recordando lo que fue”.

Dijo que intenta mantenerse en la realidad por muy cruel que esta sea.

“No me place traer recuerdos al presente, aunque en las noches vienen a mi mente algunas actuaciones que hice, también tengo recuerdos con Sergio Jiménez, quien me tendió la mano yo recién llegado de Veracruz”, afirma el actor.

Con estudios de actuación en el Centro Cultural del Bosque en el Teatro Orientación, Ernesto recordó que en su adolescencia fue un vago, sin oficio ni beneficio, un joven que no reparaba en qué quería de su vida sino deambular por la calles del centro de Veracruz, hasta que encontró a unos amigos, que le invitaron a hacer teatro.

De su larga trayectoria en el Séptimo Arte, parece sólo recordar el valor de Los Caifanes en su vida, en la que considera, fue más su personalidad la que lo llevó a ser parte de esa historia más que su talento como actor.

Entre otras películas que rodó, y que lo consagraron en la cinematografía nacional se encuentran Cadena perpetua, Aquellos años, El crimen de padre Amaro, El Norte, Canoa, Santos Peregrinos, La víspera, Tívoli y Mariana, Mariana.

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