/ viernes 30 de octubre de 2020

Everardo González lleva los desiertos del mundo al FICM

En el documental Yermo cuenta la relación y dependencia mutua del ser humano con la naturaleza

MORELIA, Mich. La necesidad de conocer otros mundos y otras perspectivas sobre la realidad han sido la motivación de Everardo González para realizar cine documental. En 18 años ha filmado siete largometrajes en los que retrata la diversidad cultural y las problemáticas sociales dentro y fuera de México, lo que le ha permitido viajar y conocer parte de la diversidad cultural del mundo.

Cerca de cumplir 50 años, el ganador de cuatro premios Ariel reconoce al tiempo como uno de sus grandes temores. “Una de las cosas que más me preocupa de la vejez es no poder dedicarme a lo que me dedico. Y un día va a pasar porque mi trabajo no sólo es físico, también uno va pasando un poco de moda, si así se quiere llamar, y vienen las nuevas generaciones a las que les toca su turno, así que financiar las películas que yo hago será difícil algún día”.

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El director cita al recién fallecido Paul Leduc, “un cineasta de su talla que nunca pudo levantar financiamiento para El volcán. De mis miedos más profundos tiene que ver con eso, porque yo he visto el mundo gracias a mi oficio. Yo viajo porque eso es lo que me hace ganar la vida, no porque yo tenga dinero para vacacionar”.

Esa inquietud por conocer el mundo llevó a Everardo González a visitar diez desiertos ubicados en México, Mongolia, Perú, India, Estados Unidos, Marruecos, Chile, Namibia e Islandia. Fue así como surgió Yermo, documental en el que expone la relación y dependencia de los seres humanos con la naturaleza y los animales que lo habitan.

“Los desiertos son el espacio en el que quizá me siento más cómodo. Es un lugar cuya presión viene de su grandeza, hay mucho silencio. Y me maravilla mucho pensar que estoy pisando lo que algún día fueron los océanos, las rutas de los grande s saurios, es el origen de las civilizaciones, de la agricultura, ganadería, pensamiento mágico, el origen de las religiones, por lo menos de las consolidadas en el mundo”.

A diferencia de sus trabajos anteriores, Yermo nació sin un guion ni una planeación previa y le llevó seis años de trabajo. “Fue una iniciativa de Alfredo de Stéfano, un artista visual de Saltillo que hace paisaje monumental en desiertos. Él me invitó para hacer una especie de detrás de cámaras de su trabajo, por lo que realicé muy poca investigación sobre el tema. Era un proyecto que se financiaba enteramente con su obra y los patrocinios que conseguía. La película realmente está contada con los retazos o con lo que iba a ser la periferia por la que a mí me contrataron”.

Esto implicó que Everardo González realizara el trabajo solo, sin contar con un equipo de producción que lo acompañara. “Fue un proyecto muy físico porque Alfredo iba haciendo su trabajo con su cámara y su tripie. Y yo era una mula: el tripie, la cámara, el sonido, la mochila… Yo pensaba que me estaba haciendo viejo cargando todo en el lomo, caminaba y sentía que me faltaba el aire. Hasta que el guía me dijo: ‘estás a 5 mil 200 metros de altura, camina despacio”, recuerda entre risas.

El viaje lo enfrentó no sólo a los rayos del sol, sino también a las bajas temperaturas en el desierto de Mongolia con 14 grados bajo cero; a los pueblos sin señal telefónica ni energía eléctrica. “Llegas a lugares donde no tienes batería y esperas llegar al poblado a cargarla, pero te encuentras con casas con celdas solares donde si cargas el equipo los dejas sin luz todo el día siguiente”.

Después de presentarse en la gira de documentales Ambulante, Yermo compite en la sección de Largometraje Documental de la decimoctava edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. El largometraje, que está disponible en la plataforma Cinépolis Klic el día de hoy, implicó un trabajo de seis años que para el director significó una serie de reflexiones sobre la grandeza natural del mundo.

“Nos bajaríamos dos botellas de mezcla platicando de todo eso. Pero lo que más curiosidad me dio es que el desierto es el origen de muchas cosas que conocemos. Y una de las que más me alucinaban es que estaba pisando lo que alguna vez fueron los grandes océanos; eso es gigantesco, es una gran experiencia”.





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MORELIA, Mich. La necesidad de conocer otros mundos y otras perspectivas sobre la realidad han sido la motivación de Everardo González para realizar cine documental. En 18 años ha filmado siete largometrajes en los que retrata la diversidad cultural y las problemáticas sociales dentro y fuera de México, lo que le ha permitido viajar y conocer parte de la diversidad cultural del mundo.

Cerca de cumplir 50 años, el ganador de cuatro premios Ariel reconoce al tiempo como uno de sus grandes temores. “Una de las cosas que más me preocupa de la vejez es no poder dedicarme a lo que me dedico. Y un día va a pasar porque mi trabajo no sólo es físico, también uno va pasando un poco de moda, si así se quiere llamar, y vienen las nuevas generaciones a las que les toca su turno, así que financiar las películas que yo hago será difícil algún día”.

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El director cita al recién fallecido Paul Leduc, “un cineasta de su talla que nunca pudo levantar financiamiento para El volcán. De mis miedos más profundos tiene que ver con eso, porque yo he visto el mundo gracias a mi oficio. Yo viajo porque eso es lo que me hace ganar la vida, no porque yo tenga dinero para vacacionar”.

Esa inquietud por conocer el mundo llevó a Everardo González a visitar diez desiertos ubicados en México, Mongolia, Perú, India, Estados Unidos, Marruecos, Chile, Namibia e Islandia. Fue así como surgió Yermo, documental en el que expone la relación y dependencia de los seres humanos con la naturaleza y los animales que lo habitan.

“Los desiertos son el espacio en el que quizá me siento más cómodo. Es un lugar cuya presión viene de su grandeza, hay mucho silencio. Y me maravilla mucho pensar que estoy pisando lo que algún día fueron los océanos, las rutas de los grande s saurios, es el origen de las civilizaciones, de la agricultura, ganadería, pensamiento mágico, el origen de las religiones, por lo menos de las consolidadas en el mundo”.

A diferencia de sus trabajos anteriores, Yermo nació sin un guion ni una planeación previa y le llevó seis años de trabajo. “Fue una iniciativa de Alfredo de Stéfano, un artista visual de Saltillo que hace paisaje monumental en desiertos. Él me invitó para hacer una especie de detrás de cámaras de su trabajo, por lo que realicé muy poca investigación sobre el tema. Era un proyecto que se financiaba enteramente con su obra y los patrocinios que conseguía. La película realmente está contada con los retazos o con lo que iba a ser la periferia por la que a mí me contrataron”.

Esto implicó que Everardo González realizara el trabajo solo, sin contar con un equipo de producción que lo acompañara. “Fue un proyecto muy físico porque Alfredo iba haciendo su trabajo con su cámara y su tripie. Y yo era una mula: el tripie, la cámara, el sonido, la mochila… Yo pensaba que me estaba haciendo viejo cargando todo en el lomo, caminaba y sentía que me faltaba el aire. Hasta que el guía me dijo: ‘estás a 5 mil 200 metros de altura, camina despacio”, recuerda entre risas.

El viaje lo enfrentó no sólo a los rayos del sol, sino también a las bajas temperaturas en el desierto de Mongolia con 14 grados bajo cero; a los pueblos sin señal telefónica ni energía eléctrica. “Llegas a lugares donde no tienes batería y esperas llegar al poblado a cargarla, pero te encuentras con casas con celdas solares donde si cargas el equipo los dejas sin luz todo el día siguiente”.

Después de presentarse en la gira de documentales Ambulante, Yermo compite en la sección de Largometraje Documental de la decimoctava edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. El largometraje, que está disponible en la plataforma Cinépolis Klic el día de hoy, implicó un trabajo de seis años que para el director significó una serie de reflexiones sobre la grandeza natural del mundo.

“Nos bajaríamos dos botellas de mezcla platicando de todo eso. Pero lo que más curiosidad me dio es que el desierto es el origen de muchas cosas que conocemos. Y una de las que más me alucinaban es que estaba pisando lo que alguna vez fueron los grandes océanos; eso es gigantesco, es una gran experiencia”.





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