/ jueves 12 de mayo de 2022

Joan Manuel Serrat se despide de México, país que le dio refugio en la década de los 70

Inicia en Guadalajara la gira de despedida del cantautor español, cuyos delitos ante Franco fueron cantar en catalán y denunciar las ejecuciones del régimen franquista

La de Joan Manuel Serrat nunca fue una voz plácida para la dictadura de Francisco Franco. Cantar en catalán y hablar sobre las ejecuciones en el régimen franquista fueron sus delitos. El 2 de julio de 1973, tuvo que pagar 50 mil pesetas al gobierno español para que la Guardia Civil no se lo llevara preso. Ya no tenía mucho que hacer en su tierra: había sido acusado de “injurias al Estado”. Entonces emprendió la ruta de escape segura: México.

Décadas antes, cientos de exiliados republicanos habían encontrado en suelo mexicano un refugio ante el fascismo. Serrat sabía que aquí encontraría grandes amigos. Y así fue. La primera casa que lo recibió fue la de los Taibo, una familia asturiana encabezada por Paco Ignacio Taibo I, historiador, escritor y periodista. Allí, entre calientes fabadas, jamón serrano y vinos tintos, conoció también a los dos hijos de éste: el actual director del Fondo de Cultura Económica (FCE), Paco Ignacio Taibo II, y el escritor Benito Taibo.

En México, Serrat también se encontró con personajes que lo cambiaron para siempre: Luis Buñuel, Max Aub, Luis Alcoriza y Juan Rulfo. Con todos ellos tejió vínculos emocionales e intelectuales que lo formaron como un artista hispanoamericano en todo el sentido de la palabra.

“A Joan Manuel no le gusta sentirse el centro de atención, sino ser uno más en la mesa. Yo creo que por eso se sentía a gusto en las comidas multitudinarias que se organizaban en casa de mis padres, porque supongo que, en otros lugares, había reverenciales silencios para que él pudiera hablar. En mi casa, en cambio, era uno más de la familia. Por lo tanto, tenía que luchar por tomar la palabra tanto como el resto”, recuerda en entrevista Benito Taibo, a propósito de la gira de despedida del cantautor catalán, quien cerrará una carrera artística de casi 60 años.

El autor de Mediterráneo y Penélope llamó a su última gira El vicio de cantar 1965-2022. Su última gira de conciertos en el país inicia hoy en el Auditorio Telmex de Guadalajara; el sábado, en el Auditorio Pabellón de Monterrey, y el miércoles y jueves de la próxima semana, en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

“Estamos ansiosos por verlo y, simultáneamente, muy tristes de saber que sus amigos y seguidores no volveremos oírlo cantar. Es una agridulce sensación de saber que estaremos en el último de sus conciertos. Sin lugar a dudas, Joan Manuel fue el gran detonador de la educación sentimental de toda una generación”, comenta Taibo, quien recuerda las veces en las que acompañó a Serrat al estadio para ver al Atlante, equipo al que el intérprete le guardó un cariño especial sólo porque comparte los colores con su club de sangre: el FC Barcelona.

"Más de una vez fuimos al estadio con Juan Villoro, con Eduardo Mendoza y con David Huerta”, apunta Taibo.

MEJOR EL MIEDO QUE LA VERGÜENZA

El conflicto persigue a Serrat desde antes de nacer. Sus padres vivieron la Guerra Civil Española (1936-1939) en carne propia. Su madre, Ángeles Teresa, fue una rebelde aragonesa que debió escapar de Belchite por los bombardeos fascistas. Su padre, Josep Serrat, un notable político y anarcosindicalista que conoció los horrores de los campos de concentración.

Su mamá fue la que le inculcó el gusto por el canto durante las labores domésticas. Su padre, en cambio, le heredó el espíritu de lucha que tanto abrazó durante el régimen franquista para cantar en lo que odiaba Franco: el catalán.

“Tuve suerte, nací en la mejor casa en la que podía haber nacido. Me crié con cariño y buenos maestros. Dediqué tiempo a lo que me gustaba hacer, a lo que quería hacer y a lo que creía que debía hacer. Vivo, hasta la fecha, una época gloriosa, en la que lo peor pasó en mi infancia y en la adolescencia”, dijo Serrat en una entrevista con El País en 2021.

José Luis Cantón Paterna, académico de la Universidad de Barcelona, destaca la ocasión en la que El Nen del Poble-sec (El niño de Poble-sec) —como lo apodaron sus amigos— se negó a cantar en castellano la canción La, la, la, durante el Festival de la Canción de Eurovisión en 1968.

“Sin duda Serrat sigue siendo un icono de Cataluña, una bandera cultural para muchas generaciones del siglo XX. Serrat impuso su voz en pleno franquismo, cuando había un acoso y una persecución real en contra de las comunidades catalanas, a las que se les prohibía hablar en su idioma”, asegura Cantón Paterna.

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En 2013, Joan Manuel declaró que “es mejor pasar miedo que pasar vergüenza”. Y así lo ha hecho durante 65 años. Por eso no tuvo temor al adherirse al Els Setze Jutges, un colectivo disidente de cantautores y pensadores que, desde 1961, se dio a la misión de impulsar la canción catalana a través de un movimiento cultural que después llamarían Nova Cançó (Nueva canción). Sus declaraciones a la prensa levantaron polémica entre los círculos más conservadores de España: “Me gusta cantar en la lengua que me prohíben”.

“Joan Manuel es un hombre muy sensible, sensato e inteligente. Y muy catalán, en el mejor de los sentidos, de un pueblo que fue tantas veces perseguido y obligado a no poder usar su idioma. Joan siempre ha estado del lado de las causas nobles y dignas en Europa y en el mundo. Su gran legado es la recuperación de la voz y la palabra, la recuperación de inmensos poetas (como Antonio Machado y Miguel Hernández) y la certeza de que, si hay belleza en el mundo, hay que salir a buscarla”, concluye Benito Taibo.



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La de Joan Manuel Serrat nunca fue una voz plácida para la dictadura de Francisco Franco. Cantar en catalán y hablar sobre las ejecuciones en el régimen franquista fueron sus delitos. El 2 de julio de 1973, tuvo que pagar 50 mil pesetas al gobierno español para que la Guardia Civil no se lo llevara preso. Ya no tenía mucho que hacer en su tierra: había sido acusado de “injurias al Estado”. Entonces emprendió la ruta de escape segura: México.

Décadas antes, cientos de exiliados republicanos habían encontrado en suelo mexicano un refugio ante el fascismo. Serrat sabía que aquí encontraría grandes amigos. Y así fue. La primera casa que lo recibió fue la de los Taibo, una familia asturiana encabezada por Paco Ignacio Taibo I, historiador, escritor y periodista. Allí, entre calientes fabadas, jamón serrano y vinos tintos, conoció también a los dos hijos de éste: el actual director del Fondo de Cultura Económica (FCE), Paco Ignacio Taibo II, y el escritor Benito Taibo.

En México, Serrat también se encontró con personajes que lo cambiaron para siempre: Luis Buñuel, Max Aub, Luis Alcoriza y Juan Rulfo. Con todos ellos tejió vínculos emocionales e intelectuales que lo formaron como un artista hispanoamericano en todo el sentido de la palabra.

“A Joan Manuel no le gusta sentirse el centro de atención, sino ser uno más en la mesa. Yo creo que por eso se sentía a gusto en las comidas multitudinarias que se organizaban en casa de mis padres, porque supongo que, en otros lugares, había reverenciales silencios para que él pudiera hablar. En mi casa, en cambio, era uno más de la familia. Por lo tanto, tenía que luchar por tomar la palabra tanto como el resto”, recuerda en entrevista Benito Taibo, a propósito de la gira de despedida del cantautor catalán, quien cerrará una carrera artística de casi 60 años.

El autor de Mediterráneo y Penélope llamó a su última gira El vicio de cantar 1965-2022. Su última gira de conciertos en el país inicia hoy en el Auditorio Telmex de Guadalajara; el sábado, en el Auditorio Pabellón de Monterrey, y el miércoles y jueves de la próxima semana, en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

“Estamos ansiosos por verlo y, simultáneamente, muy tristes de saber que sus amigos y seguidores no volveremos oírlo cantar. Es una agridulce sensación de saber que estaremos en el último de sus conciertos. Sin lugar a dudas, Joan Manuel fue el gran detonador de la educación sentimental de toda una generación”, comenta Taibo, quien recuerda las veces en las que acompañó a Serrat al estadio para ver al Atlante, equipo al que el intérprete le guardó un cariño especial sólo porque comparte los colores con su club de sangre: el FC Barcelona.

"Más de una vez fuimos al estadio con Juan Villoro, con Eduardo Mendoza y con David Huerta”, apunta Taibo.

MEJOR EL MIEDO QUE LA VERGÜENZA

El conflicto persigue a Serrat desde antes de nacer. Sus padres vivieron la Guerra Civil Española (1936-1939) en carne propia. Su madre, Ángeles Teresa, fue una rebelde aragonesa que debió escapar de Belchite por los bombardeos fascistas. Su padre, Josep Serrat, un notable político y anarcosindicalista que conoció los horrores de los campos de concentración.

Su mamá fue la que le inculcó el gusto por el canto durante las labores domésticas. Su padre, en cambio, le heredó el espíritu de lucha que tanto abrazó durante el régimen franquista para cantar en lo que odiaba Franco: el catalán.

“Tuve suerte, nací en la mejor casa en la que podía haber nacido. Me crié con cariño y buenos maestros. Dediqué tiempo a lo que me gustaba hacer, a lo que quería hacer y a lo que creía que debía hacer. Vivo, hasta la fecha, una época gloriosa, en la que lo peor pasó en mi infancia y en la adolescencia”, dijo Serrat en una entrevista con El País en 2021.

José Luis Cantón Paterna, académico de la Universidad de Barcelona, destaca la ocasión en la que El Nen del Poble-sec (El niño de Poble-sec) —como lo apodaron sus amigos— se negó a cantar en castellano la canción La, la, la, durante el Festival de la Canción de Eurovisión en 1968.

“Sin duda Serrat sigue siendo un icono de Cataluña, una bandera cultural para muchas generaciones del siglo XX. Serrat impuso su voz en pleno franquismo, cuando había un acoso y una persecución real en contra de las comunidades catalanas, a las que se les prohibía hablar en su idioma”, asegura Cantón Paterna.

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En 2013, Joan Manuel declaró que “es mejor pasar miedo que pasar vergüenza”. Y así lo ha hecho durante 65 años. Por eso no tuvo temor al adherirse al Els Setze Jutges, un colectivo disidente de cantautores y pensadores que, desde 1961, se dio a la misión de impulsar la canción catalana a través de un movimiento cultural que después llamarían Nova Cançó (Nueva canción). Sus declaraciones a la prensa levantaron polémica entre los círculos más conservadores de España: “Me gusta cantar en la lengua que me prohíben”.

“Joan Manuel es un hombre muy sensible, sensato e inteligente. Y muy catalán, en el mejor de los sentidos, de un pueblo que fue tantas veces perseguido y obligado a no poder usar su idioma. Joan siempre ha estado del lado de las causas nobles y dignas en Europa y en el mundo. Su gran legado es la recuperación de la voz y la palabra, la recuperación de inmensos poetas (como Antonio Machado y Miguel Hernández) y la certeza de que, si hay belleza en el mundo, hay que salir a buscarla”, concluye Benito Taibo.



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