/ domingo 25 de marzo de 2018

Cuando dejemos de tenernos miedo

1.-Visto como está y lo confirma tres veces al día, el candidato puntero en las encuestas tiene un enemigo por encima de sus contrincantes, de sus propios colaboradores y las propias agendas personalísimas que éstos atienden, y de las mismas tareas de adoctrinamiento que sus ideólogas de bolsillo persiguen. A escuchar, creer y entender su nítida convicción y esos ataques de humildad que ya quisiera el argentino común, su mayor enemigo es del tamaño de su propia megalomanía, o sea enorme: él mismo. Más de una ocasión la magnífica sombra de su persona le ha volteado la inclinación del sol y, una vez más puede ser el exceso de autorresplandor lo que le marchite su avaricia.

2.-Las muy ventiladas triquiñuelas de la consultora política transnacional (de las que sí le gustan al amado líder), de acopiar estratégicamente los datos de redes sociales para capturar perfiles psicográficos de los votantes y generar publicidad personalizada con objeto de orientar el sentido del voto, se antojan una sofisticada versión de las antiquísimas prácticas de propaganda de secuestro psicológico que hace no mucho dieran fama a Joseph Goebbels, y reminiscentes de las que los maquiavelos y maquiavelas versión 4 de nuestro redentor vienen aplicando para que sea lo único de que se habla en México durante al menos las últimas dos décadas.

3.-Tenemos sobrados motivos para haber aprendido ya, y no suficientes razones para seguir en el engaño. Este señor puede seguir soflamando el petate otras tres campañas y su sed de venganza no será saciada; sus llamaradas persistirán “hasta que el pueblo quiera” –como se le llena la boca en decir-. Republicano, demócrata, pacífico y lo demás allá; seguidor, del desarrollo estabilizador de Ortiz Mena, del que no tiene la menor idea, hasta que suelte al tigre de la congruencia y de la unidad que todos llevamos dentro.

4.-Cuando los mexicanos nos liberemos del secuestro moral y dejemos de sentirnos taimados, ladinos y sumisos idólatras de un psicópata de paja; cuando saquemos la garra tigruna de nuestro amor propio, enseñemos la invicta entraña de nación grandiosa que nos identifica, y nos miremos en el crisol supremo de nuestro ideal de libertad, soberanía y prosperidad; ése al que por siglos nos hemos ceñido con Hidalgo y Morelos a la primera emancipación; con Juárez y Díaz a la segunda independencia; con Madero y los de Sonora a la tercera consolidación, entonces dejaremos de temblar ante la marrullería y el espejismo de un megalómano. Entonces dejaremos de tenernos miedo.

5.-Más pronto que tarde, cuando no seamos más rehenes de nuestro pánico, veremos apagarse esa amarga y aterradora etapa de violencia fratricida que nos desgarra y que, por más propaganda y mentiras que regurgita el que nunca ha tenido nada que perder, que es desfogue y pivote de la frustración subconsciente que nos infunde; entonces dejaremos de ser súbyugues de la máxima que siguen los estrategas de la consultora inglesa, según la cual para cambiar a fondo a una sociedad primero hay que romperla. Los mexicanos no somos conejillo de indias, ni de reconquistadores.

camilo@kawage.com

1.-Visto como está y lo confirma tres veces al día, el candidato puntero en las encuestas tiene un enemigo por encima de sus contrincantes, de sus propios colaboradores y las propias agendas personalísimas que éstos atienden, y de las mismas tareas de adoctrinamiento que sus ideólogas de bolsillo persiguen. A escuchar, creer y entender su nítida convicción y esos ataques de humildad que ya quisiera el argentino común, su mayor enemigo es del tamaño de su propia megalomanía, o sea enorme: él mismo. Más de una ocasión la magnífica sombra de su persona le ha volteado la inclinación del sol y, una vez más puede ser el exceso de autorresplandor lo que le marchite su avaricia.

2.-Las muy ventiladas triquiñuelas de la consultora política transnacional (de las que sí le gustan al amado líder), de acopiar estratégicamente los datos de redes sociales para capturar perfiles psicográficos de los votantes y generar publicidad personalizada con objeto de orientar el sentido del voto, se antojan una sofisticada versión de las antiquísimas prácticas de propaganda de secuestro psicológico que hace no mucho dieran fama a Joseph Goebbels, y reminiscentes de las que los maquiavelos y maquiavelas versión 4 de nuestro redentor vienen aplicando para que sea lo único de que se habla en México durante al menos las últimas dos décadas.

3.-Tenemos sobrados motivos para haber aprendido ya, y no suficientes razones para seguir en el engaño. Este señor puede seguir soflamando el petate otras tres campañas y su sed de venganza no será saciada; sus llamaradas persistirán “hasta que el pueblo quiera” –como se le llena la boca en decir-. Republicano, demócrata, pacífico y lo demás allá; seguidor, del desarrollo estabilizador de Ortiz Mena, del que no tiene la menor idea, hasta que suelte al tigre de la congruencia y de la unidad que todos llevamos dentro.

4.-Cuando los mexicanos nos liberemos del secuestro moral y dejemos de sentirnos taimados, ladinos y sumisos idólatras de un psicópata de paja; cuando saquemos la garra tigruna de nuestro amor propio, enseñemos la invicta entraña de nación grandiosa que nos identifica, y nos miremos en el crisol supremo de nuestro ideal de libertad, soberanía y prosperidad; ése al que por siglos nos hemos ceñido con Hidalgo y Morelos a la primera emancipación; con Juárez y Díaz a la segunda independencia; con Madero y los de Sonora a la tercera consolidación, entonces dejaremos de temblar ante la marrullería y el espejismo de un megalómano. Entonces dejaremos de tenernos miedo.

5.-Más pronto que tarde, cuando no seamos más rehenes de nuestro pánico, veremos apagarse esa amarga y aterradora etapa de violencia fratricida que nos desgarra y que, por más propaganda y mentiras que regurgita el que nunca ha tenido nada que perder, que es desfogue y pivote de la frustración subconsciente que nos infunde; entonces dejaremos de ser súbyugues de la máxima que siguen los estrategas de la consultora inglesa, según la cual para cambiar a fondo a una sociedad primero hay que romperla. Los mexicanos no somos conejillo de indias, ni de reconquistadores.

camilo@kawage.com

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