/ martes 19 de marzo de 2019

Antimonumentos retoman las calles para no olvidar

Estas esculturas han fungido como una forma de colocar en el espacio público las exigencias de atención social

Entre otras cosas, la calle es un espacio para la protesta social. Es ahí donde se vierten demandas ciudadanas, se defienden causas o se exige justicia. La ocupación de la calle es un derecho y como tal ha dado cabida a manifestaciones que no habrían llegado de otra forma de no ser por los ciudadanos de a pie. Difícil que un gobierno use la calle para criticarse a sí mismo.

Es así que Reforma, la avenida más importante de la Ciudad de México y del país –llamada en algún momento Paseo de la Emperatriz- pasó de ser un paseo de monumentos históricos a uno donde se han sembrado antimonumentos con los que se defiende el derecho a la justicia, a la memoria, a la verdad y no repetición del daño.

El más reciente fue colocado el 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, en avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes. Llamado antimonumenta por las agrupaciones de feministas, este espacio busca visibilizar el problema de los distintos tipos de violencia contra las mujeres. “¡Ni una más!”, se lee.

En entrevista con El Sol de México el arquitecto forense y especialista en memoriales, Sergio García-Beltrán, destacó que un monumento “es un objeto que ocupa el espacio público con el objetivo de no olvidar un suceso, generalmente histórico” y comúnmente es colocado por decisión del gobierno en turno.

Por otra parte un memorial es la creación de “un espacio público con el objetivo de, no sólo no olvidar el pasado, sino evitar que vuelva a suceder y en ese sentido sólo estamos hablando de sucesos trágicos”. Es así que esta definición se acerca más a lo que es un antimonumento que la de monumento.

De esta manera los antimonumentos son un constante recordatorio a la ciudadanía y a las autoridades de que hay víctimas y familias que no han recibido justicia. “En ausencia de tener los espacios institucionales, esta es una forma de colocar en el espacio público una exigencia de que necesitan ser atendidos”, explicó.

Foto: Roberto Hernández

Además ante las posibles muestras de rechazo de los ya instalados, comentó: “puede que la forma no nos agrade, pero no podemos dejar a un lado que las motivaciones por las cuales surgen esos objetos son reales, que lastiman y asesinan a muchas personas”.

Y enfatizó: “el colocar un antimonumento para nada cancela ningún uso de ese espacio público, no está restándonos, sino que está tratando de apelar a nuestra empatía y eso es a lo que debemos ponerle atención”.

Entre otras cosas, la calle es un espacio para la protesta social. Es ahí donde se vierten demandas ciudadanas, se defienden causas o se exige justicia. La ocupación de la calle es un derecho y como tal ha dado cabida a manifestaciones que no habrían llegado de otra forma de no ser por los ciudadanos de a pie. Difícil que un gobierno use la calle para criticarse a sí mismo.

Es así que Reforma, la avenida más importante de la Ciudad de México y del país –llamada en algún momento Paseo de la Emperatriz- pasó de ser un paseo de monumentos históricos a uno donde se han sembrado antimonumentos con los que se defiende el derecho a la justicia, a la memoria, a la verdad y no repetición del daño.

El más reciente fue colocado el 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, en avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes. Llamado antimonumenta por las agrupaciones de feministas, este espacio busca visibilizar el problema de los distintos tipos de violencia contra las mujeres. “¡Ni una más!”, se lee.

En entrevista con El Sol de México el arquitecto forense y especialista en memoriales, Sergio García-Beltrán, destacó que un monumento “es un objeto que ocupa el espacio público con el objetivo de no olvidar un suceso, generalmente histórico” y comúnmente es colocado por decisión del gobierno en turno.

Por otra parte un memorial es la creación de “un espacio público con el objetivo de, no sólo no olvidar el pasado, sino evitar que vuelva a suceder y en ese sentido sólo estamos hablando de sucesos trágicos”. Es así que esta definición se acerca más a lo que es un antimonumento que la de monumento.

De esta manera los antimonumentos son un constante recordatorio a la ciudadanía y a las autoridades de que hay víctimas y familias que no han recibido justicia. “En ausencia de tener los espacios institucionales, esta es una forma de colocar en el espacio público una exigencia de que necesitan ser atendidos”, explicó.

Foto: Roberto Hernández

Además ante las posibles muestras de rechazo de los ya instalados, comentó: “puede que la forma no nos agrade, pero no podemos dejar a un lado que las motivaciones por las cuales surgen esos objetos son reales, que lastiman y asesinan a muchas personas”.

Y enfatizó: “el colocar un antimonumento para nada cancela ningún uso de ese espacio público, no está restándonos, sino que está tratando de apelar a nuestra empatía y eso es a lo que debemos ponerle atención”.