Las eclécticas calles de la colonia Roma de la Ciudad de México han sido proyectadas en todo el mundo gracias al estreno de la última película de Alfonso Cuarón, que lleva el mismo nombre que este barrio burgués venido a menos y renacido en los últimos años como cuna hipster.
Galerías de arte, modernos cafés, tiendas de moda y restaurantes internacionales se entremezclan con desgastadas fachadas de estilo europeo llenas de cableados, puestos de tacos callejeros y vendedores ambulantes en esta colonia que encarna las grandes contradicciones del México actual.
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Aquí es posible ver a un joven despertar a los vecinos con una campana para anunciar que el camión de la basura ha llegado, cerca de un espacio de coworking donde empresas emergentes llenas de extranjeros diseñan las últimas aplicaciones para celulares.
Estos espectáculos cotidianos rinden homenaje a los orígenes circenses de este barrio, pues fue Edward Walter Orrin, propietario de un importante circo, quien compró en 1902 los terrenos para fundar esta colonia a las afueras de lo que entonces era la capital mexicana.
La nueva colonia Roma adoptó el nombre de un pueblecito ubicado en esos terrenos que se llamaba La Romita, se estructuró en calles con ángulo recto y quedó delimitada por la calzada Chapultepec, que hoy en día es una de las principales avenidas de Ciudad de México.
Paradójicamente, la europeización de México que buscaban barrios como esta colonia no se vio reflejada en la nomenclatura de sus calles, que adoptaron nombres de ciudades y estados mexicanos como Orizaba, Oaxaca, Colima o Tabasco.
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Cines, cabarés, cafés y una importante plaza de toros se encargaron de saciar las ganas de ocio de esta clase adinerada que había abandonado los carruajes para desplazarse en los primeros automóviles que circulaban por la ciudad. Pero lo mismo que impulsó el nacimiento de la Roma marcó su decadencia, ya que otras zonas más modernas y tranquilas como Polanco comenzaron a atraer en la década de 1930 la atención de la burguesía capitalina.
Pero como ave fénix, la Roma resurgió de sus cenizas y se convirtió, junto con su vecina colonia Condesa, en hogar de artistas bohemios atraídos por su buena ubicación y los bajos precios de la vivienda.
Laura, vecina de la colonia, recuerda que hace 25 años pagaba 2 mil pesos mensuales por un amplio departamento que ahora podría costar cerca de 30 mil pesos.
Pero la Roma se sigue resistiendo a su total transformación y todavía se puede escuchar un llamado popular "se compran colchones, tambores..." a pocos metros de una exclusiva tienda de muebles.