El Centro Histórico de la Ciudad de México alberga un sinfín de construcciones que han visto pasar los años frente a sus fachadas y que actualmente pasan desapercibidos aunque tuvieron una época de esplendor. Un caso particular es el Cine Teresa, que pasó de un lugar visitado por la élite mexicana a una plaza en la que se venden teléfonos.
En 1924, tan solo unos años después de la Revolución Mexicana, por primera vez abrió las puertas el lujoso cine Teresa, ubicado en el número 109 de Eje Central Lázaro Cárdenas.
El recinto tenía una amplia sala de proyección, con espacio para seis mil personas, en la que se presentaban películas mudas acompañadas de música de piano en vivo, de acuerdo con el Museo Archivo de la Fotografía.
Sin embargo, ese solo fue el principio de una historia llena de altibajos para la construcción inspirada en el estilo Art Decó.
De lujoso a controversial
Por más de 10 años sus puertas se mantuvieron abiertas para recibir a los cinéfilos de la época, hasta que en 1934 las obras y remodelaciones viales sobre la avenida San Juan de Letrán provocaron que las instalaciones del Cine Teresa fueran demolidas.
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Las instalaciones pasaron demolidas algunos años, pero en 1942 comenzó una nueva etapa en el recinto ya que en el mismo lugar se construyó un nuevo Cine Teresa. Probablemente, la nueva oportunidad al recinto, idea del arquitecto mexicano Francisco J. Serrano, fue la mejor etapa que tuvo.
A partir de la reconstrucción, el Cine Teresa adquirió una imagen de la fachada hasta el interior. En la entrada el estilo Art Decó acaparaba la atención, y en su interior reflejaba el lujo con sus pasamanos de cristal, madera fina, bronce y acabados de mármol en el vestíbulo.
Tal era el nivel de elegancia que la élite mexicana frecuentaba el lugar para disfrutar los éxitos de hollywood estrenados en aquella época. Además de las producciones del Cine de Oro mexicano, que también tuvo un gran auge.
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En 1992 una nueva tragedia llegó con la crisis económica, pues los dueños del Cine Teresa tenían pérdidas y se negaron a vender el lugar, por lo que le quitaron las concesiones para proyectar películas como medida de presión.
El dueño, Jesús Ceballos intentó levantar el cine con películas francesas, sin tener éxito. Fue entonces cuando el empresario Carlos Amador donó una gran cantidad de películas eróticas, dando otro giro al contenido, y salvando el lugar.
Al menos durante un tiempo así se mantuvo, pues en 2010 cerró sus puertas. Aunque se creyó que solo sería remodelado no fue así y ahora es la plaza comercial Centro Cel Teresa, un lugar dedicada a repara teléfonos celulares.
La buena noticia es que es considerado patrimonio cultural arquitectónico y cualquier intervención en sus instalaciones debería ser aprobado por el INBA.