Esta será una semana triste para el Centro Histórico. Uno de sus cafés más populares bajará la cortina por decisión del gobierno. Se trata del Café Tintico, un espacio donde se fundían en una sola las culturas colombiana y mexicana, donde más de 30 fotógrafos y 50 músicos expusieron su trabajo en los últimos nueve años.
En agosto el Fideicomiso del Centro Histórico les notificó a través de un contador que debían entregar el espacio. Primero se les dio 15 días naturales, pero ante la imposibilidad de lograrlo, Mayerly Beltrán solicitó más tiempo, y se le concedió una prórroga que vence el próximo 31 de octubre, día en el que el Café Tintico entrará en un letargo indefinido.
¿Cuáles fueron las razones para pedirles cerrar? se le pregunta a la impulsora de este proyecto, a lo que responde: “Esto fue sin ninguna razón clara, no se nos consultó. Ellos consideran que nuestro proyecto no cumple con los objetivos del Fideicomiso, que no es un proyecto cultural y no dan más explicaciones”.
“No sabía que los objetivos del Fideicomiso habían cambiado, yo tenía entendido que era la recuperación de la vida de barrio, el apoyo a colectivos culturales, proteger a estos lugares que le han dado vida al Centro y que ya son espacios legendarios y cuidar que la iniciativa privada y las grandes marcas no se apoderaran del Centro”, añade Mayerly.
Es aquí cuando toca un tema que ha generado preocupación en no pocas personas: el Centro Histórico está viviendo un fenómeno o de expulsión de lo popular, de la mercantilización del patrimonio histórico, del aburguesamiento, como contaron a El Sol de México el antropólogo Vicente Moctezuma y el cronista Jorge Pedro Uribe Llamas.
“Ahora estamos viendo en el Centro Histórico que cada vez hay más Airbnb, que están desalojando edificios completos para convertirlos en hoteles boutique, esto no genera la vida de comunidad, de barrio, que se está perdiendo en el Centro Histórico”, dice Mayerli, impulsora de los pocos cafés en la calle de Cuba, donde predomina la vida nocturna.
¿Se buscó un diálogo?, se le insiste mientras sus colaboradores se alistan a preparar los primeros y últimos servicios del Café Tintico, donde ya es evidente la mudanza. “Con el Fideicomiso del Centro no hubo diálogo, la decisión está tomada, me hicieron firmar un convenio de entrega de las instalaciones, que se tiene que hacer el 31 de octubre”, dice.
“Que, con seis meses de haber llegado, sin ni siquiera haber venido a sentarse un día aquí a comer, a revisar la carta, a charlar conmigo, a analizar lo que hemos hecho, analizar nuestro discurso, que un contador decida que (el Tintico) no es un proyecto para el Centro Histórico, es supremamente violento”, lamenta con visible desconcierto.
Esta situación imprevista mantiene a Mayerly Beltrán en un torbellino de trámites y temas que saldar: finiquitar a sus seis colaboradores, dejar claras las cuentas de luz y agua, llevar todo el mobiliario a una bodega, brindar los últimos servicios. Los efectos de este momento podrían ser prolongados, pues por ahora no hay nuevos planes para el Café Tintico, pero la esperanza queda viva.
“Tintico seguirá en las redes sociales porque nuestro espíritu siempre fue promover la cultura colombiana en la Ciudad de México, nuestra música, nuestra alegría, nuestras aportaciones a México como migrantes”, culmina Mayerly en vísperas de que baje la cortina de República de Cuba 43.
A unas calles de ahí, en el 86 de Donceles, el Café Río también corre peligro. Gema, su actual propietaria pudo contar poco –porque el martes habrá una audiencia como parte de un proceso legal que se sigue- pero mencionó que los dueños del edificio le pidieron el local y con ello podría terminar una tradición de 58 años, de la que fueron testigos personas como el periodista Jacobo Zabludovzky, el empresario Carlos Slim o el cronista Guillermo Tovar y de Teresa, entre muchos otros. Esa máquina del tiempo que es el Café Río -la máquina con la preparan el café es la misma desde 1961- podría extinguirse del Centro Histórico.