La pandemia de Covid-19 cumplió el deseo de cualquier amante del aire puro en la Ciudad de México: ver las calles sin autos. La sorpresa fue que el cielo capitalino estuvo sucio la mayor parte del confinamiento.
El 23 de marzo se decretó en la Ciudad de México el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia y una semana después, el 30 de marzo, la declaratoria de Emergencia Sanitaria suspendió todas las actividades no esenciales para limitar la propagación del virus. Las calles de la capital quedaron vacías por semanas.
Las medidas de confinamiento provocaron que el tránsito vehicular en la capital se redujera 70 por ciento desde el 23 de marzo respecto a los niveles habituales que existían previo a la pandemia de coronavirus, indica el índice de movilidad de la aplicación de tránsito Citymapper.
La reducción vehicular para el 30 de marzo ya era superior a 80 por ciento; y para el 9 de abril, de 90 por ciento. Los bajos niveles de movilidad en la Ciudad de México se mantuvieron hasta inicios de junio, según cifras de la misma aplicación.
Lo que pasaba en las calles, sin embargo, no se reflejaba como se esperaba en el aire. De acuerdo con datos de la Dirección de Monitoreo Atmosférico, de la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema), de 70 días que transcurrieron entre el 23 de marzo y el 31 de mayo, en 60 la calidad del aire fue mala en algún punto de la urbe.
De seis contaminantes que monitorea diariamente la Ciudad de México, el ozono troposférico fue el elemento que más sobrepasó los niveles permisibles.
Para el consultor ambiental Carlos Álvarez Flores, el fenómeno era de esperarse debido a la existencia de otras fuentes contaminantes que no están prohibidas ni reguladas y que siguieron funcionando durante el confinamiento.
“¿Por qué va a bajar el ozono si tenemos otras fuentes de emisiones?... Aunque pararan todos los autos, de todas formas el ozono no va a desaparecer por las otras fuentes”, apunta.
El también ingeniero químico industrial agrega que este fenómeno pone en duda la efectividad del programa Hoy No Circula como única medida para combatir la contaminación atmosférica.
“Siempre ha existido la creencia de que los autos generan tres cuartas partes de la contaminación atmosférica, no es cierto, jamás ha sido cierto eso y la mejor prueba es ahorita… podremos parar carros y carros y carros y no va a bajar el ozono en tanto no resolvamos todo lo demás”.
¿Y qué es todo lo demás? Álvarez así lo enlista: los tiraderos a cielo abierto, la quema de pastizales, las estufas y calentadores de agua que funcionan con gas, el aeropuerto, las rosticerías, las tintorerías, las lavanderías, las panaderías, el excremento de las mascotas, los talleres de pintura y hasta el puesto de tamales que está en la esquina de tu casa.
NO SÓLO SON LOS AUTOS
El ozono contaminante nada tiene que ver con la capa de ozono que rodea al planeta y lo protege de los rayos ultravioleta. Según el experto, se podría decir que el primero es un ozono malo, mientras que el segundo es un ozono bueno.
El ozono troposférico se encuentra a nivel de superficie. Se le considera un contaminante secundario porque no lo genera directamente el hombre, sino que se produce por una reacción química en la atmósfera entre distintos contaminantes. En áreas urbanas se origina cuando los óxidos de nitrógeno, hidrocarburos crudos y compuestos orgánicos volátiles reaccionan en la atmósfera por el calor y la acción fotoquímica del sol.
Este elemento, en altas concentraciones, es perjudicial para la salud. Al ser un potente oxidante, produce irritación en los ojos y garganta, dolor en pecho, tos e inflamación de las vías respiratorias. También disminuye la función pulmonar, daña el tejido de estos órganos y agrava casos de bronquitis, enfisema y asma.
La exposición a este gas resulta más riesgosa para niños, adultos mayores y personas asmáticas o que realizan actividades al aire libre. En México no hay estadísticas concretas, pero en Europa el ozono mata prematuramente a 15 mil 100 personas cada año, indican los datos más actuales de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA, por su sigla en inglés).
En la megalópolis del Valle de México —conformada por la capital del país, el Estado de México, Querétaro, Tlaxcala, Puebla, Morelos e Hidalgo— tres contaminantes son los precursores de ozono más importantes, indica Carlos Álvarez.
En primer lugar están los óxidos de nitrógeno que se originan en todo proceso de combustión, no sólo por la gasolina de los autos. Se producen por la quema de pastizales, en los camiones de carga que funcionan con diésel, en las rosticerías, en las calderas de los hoteles, lavanderías y tintorerías y hasta en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
Álvarez centra además su atención en los aproximadamente 20 mil puestos de tamales que queman gas o carbón, lo que contribuye a la emisión de estos gases.
El segundo precursor de ozono son los hidrocarburos crudos. En este punto, el ambientalista advierte que en la megalópolis hay cuando menos 12 millones de estufas y calentadores de agua (boilers) que son responsables de emitir gas crudo todos los días, las 24 horas, debido al piloto que tienen integrado.
“Lo pilotitos que tú tienes en la estufa y en el boiler siempre están prendidos… esas emisiones que salen de la estufa y del boiler generan combustible crudo, o sea, gas que no se quema porque el tubito que llamamos piloto es un quemador arcaico y muy ineficiente que no completa la combustión”, advierte.
El último precursor de ozono es el gas metano. Se origina por la degradación de la materia orgánica en los 400 tiraderos abiertos que existen en la megalópolis. Las heces de las mascotas, añade Álvarez, también producen gas metano que se convierte en ozono. De igual forma lo hacen los talleres de pintura que liberan 40 millones de litros de thinner al año.
8 años es la antigüedad máxima que puede tener un auto para circular diario en la capital
HOY NO CIRCULA, INSUFICIENTE
La política para mantener la contaminación atmosférica a raya en la Ciudad de México ha sido el control del parque vehicular con el programa Hoy No Circula.
Éste nació en el invierno de 1989 como una medida emergente para controlar los niveles de plomo en el aire. En ese entonces la mayoría de las gasolinas que usaban los autos contenía plomo.
Un año después, el gobierno capitalino estableció el programa de forma permanente. El Hoy No Circula fue acompañado de un monitoreo de emisiones de contaminantes y una revisión semestral llamada Verificación Vehicular para determinar si un automóvil podía operar todos los días de acuerdo con los gases que emitía.
En 1997 la administración capitalina decidió exentar de la restricción de circulación a todos los autos con modelos posteriores a 1993, para incentivar el uso de autos nuevos, con el argumento de que son menos contaminantes.
El programa actual impide que vehículos con antigüedad mayor a ocho años circulen un día a la semana —de lunes a viernes— y, desde 2008, un sábado cada mes. Y cada vez que la contaminación en la capital llega a niveles extremos, las restricciones se endurecen.
Incluso en la emergencia sanitaria por el Covid-19, el gobierno de la Ciudad de México implemento un Hoy No Circula más severo en el que los autos más nuevos dejaron de circular un día a la semana.
Carlos Álvarez considera que la medida sirve para reducir el tráfico en las calles, pero es insuficiente para disminuir la contaminación atmosférica.
“Es absurdo decir que el programa Hoy No Circula resuelve el problema de la contaminación; cuando menos la contaminación de ozono no la resuelve”, comentó Álvarez.
Para que el programa tenga efectos reales, el especialista señala que el gobierno local debe adoptar otras medidas para prohibir o regular a las otras fuentes contaminantes.
El especialista enlista varias formas: clausurar los tiraderos a cielo abierto y procesar el metano que sale de la descomposición de la materia orgánica; cambiar a estufas, calderas y calentadores eléctricos; multar a quien queme pastizales y basura; implementar más transporte público eléctrico y diseñar políticas para responsabilizar a las personas por los desechos de sus mascotas.
Hay una cosa que a su juicio ha hecho falta para que todo esto sea una realidad: voluntad política.
70% disminuyó el tránsito vehicular en la metrópoli durante la Jornada Nacional de Sana Distancia
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