/ miércoles 2 de octubre de 2024

Javier sobrevivió al 2 de octubre gracias a una confusión de los militares

Uno de los participantes del movimiento estudiantil cuenta cómo él y un amigo sobrevivieron a la matanza, pues parecían miembros del Batallón Olimpia

El ingeniero Javier Altamirano Ortiz atribuye a sus botas y su corte tipo militar haber sobrevivido a la matanza de Tlatelolco, pues ese día tenía un atuendo similar al de los soldados que entraron a la Plaza de las Tres Culturas, lo que, sospecha, hizo que el Batallón Olimpia no lo reconociera a la primera como uno de los manifestantes.

Su relación con el movimiento no sólo fue ideológica, sino también de logística, ya que él y sus amigos se encargaron de imprimir la propaganda que ninguna imprenta quería hacer por temor a sufrir represalias.

Más de 350 personas fueron acribilladas y más de 2 mil fueron detenidas el 2 de octubre de 1968, de acuerdo con la CNDH

El entonces estudiante del Centro Nacional de Enseñanza Técnica Industrial y sus compañeros encontraron un negocio en el Centro Histórico, donde un empleado les negó el servicio, pero con el afán de ayudarlos les regaló disimuladamente una máquina inservible; le dijo que él la dejaría cerca de la puerta del establecimiento, para que se la llevaran.

Esa máquina los hizo activos en el movimiento, los jóvenes los buscaban para imprimir la propaganda, sólo les pedían el papel, la tinta, dinero para el camión y la torta.

Imprimíamos para todos los compañeros, porque era muy muy difícil que alguien nos imprimiera y nos hicimos importantes, porque teníamos esa oportunidad de divulgar la propaganda en las fábricas, en los camiones y eso nos dio un cierto nivel, lo cual hicimos con mucho orgullo”, relató.

El 2 de octubre de 1968, Javier llegó a la Plaza de las Tres Culturas con su amigo Aarón, quien tenía un atuendo similar de cabello corto y botas militares, pues ambos estaban en vísperas de haber hecho su servicio militar.

Puedes leer: CDMX cambiará el nombre de una colonia para borrar a Díaz Ordaz

En ese lugar, calcula, ya había 500 personas. Gracias a su máquina, integrantes del movimiento les dijeron que el ingeniero y profesor Heberto Castillo les daría una carta para imprimirla y ser entregada de 18:30 a 19:00 horas, durante el mitin.

Advertidos de la presencia de agentes, caminaron hacia la puerta de la iglesia de Santiago Apóstol, ubicándose uno en cada extremo del templo, para salvar la misiva en caso de que algún soldado se las quisiera quitar.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones


Recordó que, alrededor de las 18:00 horas, más jóvenes llegaron a Tlatelolco, eran entre 20 y 30, tenían corte militar, algunos llegaban en pares y se hacían señas con los ojos, como si planearan algo. Pocos minutos después, un helicóptero se instaló a la altura del edificio Chihuahua y lanzó dos bengalas.

Al lanzar las bengalas de color verde, los jóvenes que estaban ahí, que sí eran entre 20 y 30, sacan un guante, se lo ponen casi todos en la mano izquierda, sacan unas armas y gritan ‘¡batallón Olimpia!’ Empiezan a correr y empiezan a disparar, si hubieran sabido quiénes éramos nosotros a lo mejor nos hubiera tocado ser los primeros en morir”, dijo.

Javier y Aarón corrieron, se olvidaron de la carta que les entregaría Castillo, el ruido de las balas provenientes de la azotea del edificio Chihuahua opacó por completo el ruido del mitin. En cuestión de minutos, decenas de muertos yacían en la explanada y recargados en las paredes del edificio y de la iglesia.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Los manifestantes corrieron hacia una fuente frente a oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde Javier, al percatarse de que un soldado golpeaba a una señora, lo confrontó, lo aventó a la fuente y lo desarmó. Ello provocó que los militares lo corretearan; ante la persecución, Javier orientó a cerca de 200 personas a adentrarse a la zona arqueológica de Tlatelolco, para protegerse de la balacera, ahí se resguardaron hasta alrededor de las 21:00 horas.

Posiblemente como a las nueve de la noche ya nos sacaron (…). Cada vez que nos levantamos y pasábamos para irnos caminando nos daban un culatazo, una patada y con palabras soeces, de tal manera que, ya lloviendo muy fuerte, nos trajeron detrás de la iglesia. Cuando llegamos, ya por la lluvia había desaparecido gran cantidad de la sangre; pero la que logró cuajarse en la fuente de Relaciones Exteriores, los patos de la fuente se estaban comiendo la sangre”, detalló.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Soldados, uniformados y vestidos de civiles, afirmó, los amenazaban conforme los sacaban, todos manos arriba y de espaldas, había señores, jóvenes, mujeres y hasta niños. Estuvieron de pie hasta pasadas las 12:00 de la noche, para posteriormente subirlos a camiones.

“Eran entre 20 camiones o 18 a lo mejor, pero muchos eran del Estado de México. Nos empezaron a subir y, cuando nos sentaron, arriba había un militar y un civil, ambos armados, y nos dijeron ‘el primero que intente escapar es hombre muerto’. Muchos lloraban, muchos no sabíamos qué hacer y de aquí salimos cerca de la 1:00 o 2:00 de la mañana y nos llevaron a la cárcel de Santa Martha Acatitla”, comentó.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

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De acuerdo con Altamirano Ortiz, a raíz de que dejó de participar en actividades de 1968, su expediente está perdido.

Ahora resulta que no tengo mi expediente, está perdido, no existo para la Secretaría de Educación Pública ni existo para el ISSSTE, a pesar de que tengo documentos originales que los he presentado; pero no me los reciben, porque no hay archivos míos y en esto estoy buscando, porque quiero recobrar un fondo que teníamos y ver si tengo derecho a una pensión, porque creo que sí lo tengo; pero no, no hay antecedentes, desaparecieron”, lamentó.

El ingeniero Javier Altamirano Ortiz atribuye a sus botas y su corte tipo militar haber sobrevivido a la matanza de Tlatelolco, pues ese día tenía un atuendo similar al de los soldados que entraron a la Plaza de las Tres Culturas, lo que, sospecha, hizo que el Batallón Olimpia no lo reconociera a la primera como uno de los manifestantes.

Su relación con el movimiento no sólo fue ideológica, sino también de logística, ya que él y sus amigos se encargaron de imprimir la propaganda que ninguna imprenta quería hacer por temor a sufrir represalias.

Más de 350 personas fueron acribilladas y más de 2 mil fueron detenidas el 2 de octubre de 1968, de acuerdo con la CNDH

El entonces estudiante del Centro Nacional de Enseñanza Técnica Industrial y sus compañeros encontraron un negocio en el Centro Histórico, donde un empleado les negó el servicio, pero con el afán de ayudarlos les regaló disimuladamente una máquina inservible; le dijo que él la dejaría cerca de la puerta del establecimiento, para que se la llevaran.

Esa máquina los hizo activos en el movimiento, los jóvenes los buscaban para imprimir la propaganda, sólo les pedían el papel, la tinta, dinero para el camión y la torta.

Imprimíamos para todos los compañeros, porque era muy muy difícil que alguien nos imprimiera y nos hicimos importantes, porque teníamos esa oportunidad de divulgar la propaganda en las fábricas, en los camiones y eso nos dio un cierto nivel, lo cual hicimos con mucho orgullo”, relató.

El 2 de octubre de 1968, Javier llegó a la Plaza de las Tres Culturas con su amigo Aarón, quien tenía un atuendo similar de cabello corto y botas militares, pues ambos estaban en vísperas de haber hecho su servicio militar.

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En ese lugar, calcula, ya había 500 personas. Gracias a su máquina, integrantes del movimiento les dijeron que el ingeniero y profesor Heberto Castillo les daría una carta para imprimirla y ser entregada de 18:30 a 19:00 horas, durante el mitin.

Advertidos de la presencia de agentes, caminaron hacia la puerta de la iglesia de Santiago Apóstol, ubicándose uno en cada extremo del templo, para salvar la misiva en caso de que algún soldado se las quisiera quitar.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones


Recordó que, alrededor de las 18:00 horas, más jóvenes llegaron a Tlatelolco, eran entre 20 y 30, tenían corte militar, algunos llegaban en pares y se hacían señas con los ojos, como si planearan algo. Pocos minutos después, un helicóptero se instaló a la altura del edificio Chihuahua y lanzó dos bengalas.

Al lanzar las bengalas de color verde, los jóvenes que estaban ahí, que sí eran entre 20 y 30, sacan un guante, se lo ponen casi todos en la mano izquierda, sacan unas armas y gritan ‘¡batallón Olimpia!’ Empiezan a correr y empiezan a disparar, si hubieran sabido quiénes éramos nosotros a lo mejor nos hubiera tocado ser los primeros en morir”, dijo.

Javier y Aarón corrieron, se olvidaron de la carta que les entregaría Castillo, el ruido de las balas provenientes de la azotea del edificio Chihuahua opacó por completo el ruido del mitin. En cuestión de minutos, decenas de muertos yacían en la explanada y recargados en las paredes del edificio y de la iglesia.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Los manifestantes corrieron hacia una fuente frente a oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde Javier, al percatarse de que un soldado golpeaba a una señora, lo confrontó, lo aventó a la fuente y lo desarmó. Ello provocó que los militares lo corretearan; ante la persecución, Javier orientó a cerca de 200 personas a adentrarse a la zona arqueológica de Tlatelolco, para protegerse de la balacera, ahí se resguardaron hasta alrededor de las 21:00 horas.

Posiblemente como a las nueve de la noche ya nos sacaron (…). Cada vez que nos levantamos y pasábamos para irnos caminando nos daban un culatazo, una patada y con palabras soeces, de tal manera que, ya lloviendo muy fuerte, nos trajeron detrás de la iglesia. Cuando llegamos, ya por la lluvia había desaparecido gran cantidad de la sangre; pero la que logró cuajarse en la fuente de Relaciones Exteriores, los patos de la fuente se estaban comiendo la sangre”, detalló.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Soldados, uniformados y vestidos de civiles, afirmó, los amenazaban conforme los sacaban, todos manos arriba y de espaldas, había señores, jóvenes, mujeres y hasta niños. Estuvieron de pie hasta pasadas las 12:00 de la noche, para posteriormente subirlos a camiones.

“Eran entre 20 camiones o 18 a lo mejor, pero muchos eran del Estado de México. Nos empezaron a subir y, cuando nos sentaron, arriba había un militar y un civil, ambos armados, y nos dijeron ‘el primero que intente escapar es hombre muerto’. Muchos lloraban, muchos no sabíamos qué hacer y de aquí salimos cerca de la 1:00 o 2:00 de la mañana y nos llevaron a la cárcel de Santa Martha Acatitla”, comentó.

Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

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De acuerdo con Altamirano Ortiz, a raíz de que dejó de participar en actividades de 1968, su expediente está perdido.

Ahora resulta que no tengo mi expediente, está perdido, no existo para la Secretaría de Educación Pública ni existo para el ISSSTE, a pesar de que tengo documentos originales que los he presentado; pero no me los reciben, porque no hay archivos míos y en esto estoy buscando, porque quiero recobrar un fondo que teníamos y ver si tengo derecho a una pensión, porque creo que sí lo tengo; pero no, no hay antecedentes, desaparecieron”, lamentó.

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