La mayoría de los jóvenes que han salido a apoyar a las víctimas del terremoto del martes pasado no vivieron los sismos de septiembre de 1985. De hecho, dos de cada cinco capitalinos no habían nacido cuando aquella desgracia cimbró el centro del país.
Se trata de una buena parte de la generación de los millennials (que nacieron en las décadas de 1980 y 1990) y toda la llamada generación Z (que llegó a este mundo a partir del año 2000).
Juntos suman 3.8 millones de jóvenes, adolescentes y niños en la Ciudad de México que solo conocían el terror de 1985 por imágenes o historias. Ahora les tocó vivir la tragedia en carne propia y los más grandes de ellos supieron reaccionar a la altura de las circunstancias.
Catalogados por algunos como jóvenes egoístas e indiferentes, esta generación dio una lección a sus detractores. A través de las redes sociales y sus dispositivos móviles pronto se organizaron para ayudar a los damnificados.
Apoyan como pueden. Con palas y picos acuden en auxilio de las personas enterradas entre los edificios destruidos, acarrean botes llenos de escombros para facilitar la actividad de los rescatistas, organizan centros de acopio, reparten agua, comida y medicamentos y abren sus hogares a los que no pueden regresar a sus casas por el riesgo de que éstas colapsen.
Son los hijos y nietos de los jóvenes que hace 32 años se volcaron a las calles para ayudar a los que perdieron todo y han dado muestra de que no son indiferentes al dolor ajeno.
Este medio recopiló las historias de seis jóvenes que apoyan en las cercanías del inmueble de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma.