/ domingo 31 de diciembre de 2017

Un año cruel para la Ciudad de México

Uno de los grandes problemas que vive la ciudad es la inseguridad y le siguen agua, salud y educación

Nos gusta escuchar ese casi himno capitalino… Ese, el de “Mi ciudad, que es chinampa en un lago escondido” y que cantaba Guadalupe Trigo y quien a la manera de Bernardo de Balbuena en 1604 en su Grandeza Mexicana, hace la apología de la Ciudad de México; un encanto; una ciudad mágica y armoniosa; colorida y libre al paso; comercio; trabajo, buen clima y “buen trato”.

Es la misma ciudad a la que Alfonso Reyes, con aires de Alexander von Humboldt, escriturara aquel: “¡Viajero, detente, que has llegado a la región más transparente del aire!” y a la que Carlos Fuentes nos obliga con un final de novela: “Aquí nos tocó, qué le vamos a hacer”…

El Distrito Federal machito, ahora feminizado en Ciudad de México, es refugio y casa de peregrinos; es la metrópoli que todo lo ve y todo lo perdona, es el conglomerado al que hemos llegado por millones luego de la 2ª Guerra Mundial desde los distintos estados de la República para encontrarnos aquí y hacer vida aquí: a pesar de todo: ¿algo más federal que eso?

Así que hoy aquí vivimos casi 20 millones de mexicanos al grito de guerra para trabajar –si se tiene la fortuna de contar con empleo-, para aliviar los dolores del cuerpo; para aprender las letras del abecedario o para especializarnos en carreras ilustres y promisorias… Es una ciudad que no se detiene ni se contiene, que vive despierta 24 horas al días en acción y emoción y que a pesar de todo nos da felicidad, no por decreto, si por voluntad de cada uno de los que aquí estamos.

Esta es la Ciudad de México en tiempos de Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno quien, como cantara Cri-Cri, “soñaba que era rey, y al momento quiso un pastel…”. Pues nada que al final no fue precandidato y parece ser que no gobernará al país mexicano de norte a sur y de este a oeste.

2017 fue un año cruel para la Ciudad de México. Los sismos nos recordaron la fragilidad urbana y humana; pero también hay otros grandes problemas irresueltos. Aquí algunos ejemplos, a saber.

A preguntas a diestra y siniestra los capitalinos responden que uno de los grandes problemas de la capital mexicana es el de la inseguridad; sigue el tema del transporte; el agua; la salud; la educación; acceso a vivienda; asentamientos irregulares; crecimiento desordenado; vialidad –sin duda-, desempleo, empleo informal –que es desempleo disfrazado--, y más.

El de la inseguridad porque a pesar de que el jefe de gobierno y “su equipo” de trabajo dicen que no, no y no, resulta que cada día más la capital del país está sumergida en aguas lodosas de la delincuencia criminal...

Cada día ocurren más ajusticiamientos, asaltos violentos, crímenes de índole diversa y es esta una ciudad que se ha convertido un arsenal sin que el gobierno capitalino acierte a detener este fenómeno que hace que por “quítame estas pajas” cualquiera saque una fusca y la use en tanto que los cuerpos de seguridad son incapaces de cuidarnos, ocupados en sus propios asuntos de restituir sus bajos salarios…

Esto es: Según el Observatorio de la Ciudad de México (OCMx), aquí se alcanzó la cifra de homicidios dolosos más alta de la que se tenga registro. La tasa registrada en el segundo cuatrimestre de 2017 es la más alta desde 1997, con 4.27 casos por cada 100 mil habitantes.

Otro fenómeno irresuelto es el de la vialidad. El transporte público no es funcional. El Metro, que puede ser la solución, está en plena decadencia y padece de enfermedades crónicas: envejecimiento de sus instalaciones, envejecimiento de sus vagones, lentitud en su servicio, masificación, aumento en su tarifa sin la repercusión en buen servicio según se prometió:

Doce líneas, 226 kilómetros, 195 estaciones y un promedio de cinco millones de usuarios cada día. En cada línea ocurren incidentes graves: connatos de incendio, inundaciones, goteras, fallas eléctricas, retrasos criminales, robos y asaltos a usuarios, vendimia agraviante y poca decisión del gobierno capitalino para solucionar todo esto.  La solución mundial a los congestionamientos vehiculares, como es el diseño de eficientes sistema de transporte público aquí es inexistente: ni Metro, ni Metrobús o Tren suburbano son suficientes: y nada se hace para cambiar esto…

En tanto, se priorizó el uso del vehículo particular, lo que hace que la capital del país se haya convertido en un inmenso estacionamiento todos los días. Según un estudio de la empresa Tom Tom: “los automovilistas de la CdMx tardan 66% más en llegar a su destino en comparación con la misma distancia en condiciones ideales de tránsito.” Esto es: cada conductor de vehículo que se tarda hasta una hora en los embotellamientos o lentitud de tránsito pierde al año un total de 227 horas promedio, que es decir, horas-hombre-producción-salario-combustible-desgaste vehicular-seguros...

No hay infraestructura adecuada para la vialidad, no hay movilidad coordinada, no hay gestión del tráfico, no hay seguridad vial, hay descuido del peatón como prioridad, no hay estacionamientos  suficientes ni apropiados, no hay ayuda de agentes de tránsito…  Según un estudio del doctor Carlos Gershenson, de la UNAM: “Vagones de Metro que se desbordan de usuarios, avenidas convertidas en inmensos estacionamientos, largas filas para tomar el Metrobús…: Tenemos una sociedad –dice- donde poseer un auto es algo aspiracional”. Según la revista The Economist “hay casi nueve millones de autos registrados en 2017” y nadie contiene esta avalancha vehicular mediante sistemas de transporte público eficientes, puntuales y seguros.

En tanto salud, los sistemas públicos son masificados e inhumanos. Maltrato y dilación. Ciertamente los hospitales de especializaciones funcionan, pero son de tono federal y los sistemas de salud en la Ciudad de México son insuficientes y de una burocracia interminable. Las enfermedades más dañinas entre los capitalinos son las enfermedades del corazón, tumores malignos, neumonía,

gripe, enfermedades cerebrovasculares, pulmonares crónicas, diabetes…

Hay falta de agua frecuente. Según datos oficiales, 1 millón 250 mil personas no tienen agua aquí, y cuando la hay es de mala calidad; y aunque se insiste en que está potabilizada, la verdad es que la mayoría duda en consumirla, por lo que el costo del agua se multiplica porque se consumen millones de litros de agua embotellada con precios estratosféricos. Agua privatizada ya.

Según la Secretaría de Desarrollo Económico, la Ciudad de México tiene una tasa de desempleo de 3.77%, esto es, por lo menos 162 mil personas económicamente activas no tienen trabajo; 12.3% de los ocupados tiene ingresos inferiores al salario mínimo (509 mil 719 personas) en tanto que un millón 192 mil personas están en el sector informal: sin pago de impuestos, sin beneficios sociales y sí pagando cuotas por derecho de piso a autoridades delegacionales que han prohijado que la capital del país se haya convertido en una feroz vendimia.

La tragedia de los sismos de septiembre de este año demostró una vez más los grados de corrupción, pero también la falta de planeación de una ciudad en zona sísmica cuyo crecimiento debiera ser horizontal y no vertical como se hace ahora con edificios interminables y de alto riesgo. Ciertamente, conseguir esos permisos de construcción tiene un significado económico. La Ciudad de México en los tiempos de Miguel Ángel Mancera es una capital desorganizada, inconexa, con altísima marginación social, con desempleo, con empleo informal, malos sistemas educativos, de salud, de transporte, violenta, con criminalidad creciente, con altos grados de corrupción de gobierno, de impunidad, de inseguridad fatal, con desconfianza de unos con otros…

Y, bueno, apenas una fotografía en blanco y negro de la capital que fue “chinampa en un lago escondido”, la ciudad en la que según Balbuena hay “Recuas, carros, carretas, carretones, de plata, oro, riquezas, bastimentos, cargados salen, y entran a montones. De varia traza y varios movimientos, varias figuras, rostros y semblantes, de hombres varios, de varios pensamientos…” Y que Alfonso Reyes y Carlos Fuentes la elogiaran por sí y en sí: Todo aquí está cifrado. Y con este retrato hablado habremos de comenzar 2018 en la capital que es “Rehilete que engaña la vista al girar…”

Nos gusta escuchar ese casi himno capitalino… Ese, el de “Mi ciudad, que es chinampa en un lago escondido” y que cantaba Guadalupe Trigo y quien a la manera de Bernardo de Balbuena en 1604 en su Grandeza Mexicana, hace la apología de la Ciudad de México; un encanto; una ciudad mágica y armoniosa; colorida y libre al paso; comercio; trabajo, buen clima y “buen trato”.

Es la misma ciudad a la que Alfonso Reyes, con aires de Alexander von Humboldt, escriturara aquel: “¡Viajero, detente, que has llegado a la región más transparente del aire!” y a la que Carlos Fuentes nos obliga con un final de novela: “Aquí nos tocó, qué le vamos a hacer”…

El Distrito Federal machito, ahora feminizado en Ciudad de México, es refugio y casa de peregrinos; es la metrópoli que todo lo ve y todo lo perdona, es el conglomerado al que hemos llegado por millones luego de la 2ª Guerra Mundial desde los distintos estados de la República para encontrarnos aquí y hacer vida aquí: a pesar de todo: ¿algo más federal que eso?

Así que hoy aquí vivimos casi 20 millones de mexicanos al grito de guerra para trabajar –si se tiene la fortuna de contar con empleo-, para aliviar los dolores del cuerpo; para aprender las letras del abecedario o para especializarnos en carreras ilustres y promisorias… Es una ciudad que no se detiene ni se contiene, que vive despierta 24 horas al días en acción y emoción y que a pesar de todo nos da felicidad, no por decreto, si por voluntad de cada uno de los que aquí estamos.

Esta es la Ciudad de México en tiempos de Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno quien, como cantara Cri-Cri, “soñaba que era rey, y al momento quiso un pastel…”. Pues nada que al final no fue precandidato y parece ser que no gobernará al país mexicano de norte a sur y de este a oeste.

2017 fue un año cruel para la Ciudad de México. Los sismos nos recordaron la fragilidad urbana y humana; pero también hay otros grandes problemas irresueltos. Aquí algunos ejemplos, a saber.

A preguntas a diestra y siniestra los capitalinos responden que uno de los grandes problemas de la capital mexicana es el de la inseguridad; sigue el tema del transporte; el agua; la salud; la educación; acceso a vivienda; asentamientos irregulares; crecimiento desordenado; vialidad –sin duda-, desempleo, empleo informal –que es desempleo disfrazado--, y más.

El de la inseguridad porque a pesar de que el jefe de gobierno y “su equipo” de trabajo dicen que no, no y no, resulta que cada día más la capital del país está sumergida en aguas lodosas de la delincuencia criminal...

Cada día ocurren más ajusticiamientos, asaltos violentos, crímenes de índole diversa y es esta una ciudad que se ha convertido un arsenal sin que el gobierno capitalino acierte a detener este fenómeno que hace que por “quítame estas pajas” cualquiera saque una fusca y la use en tanto que los cuerpos de seguridad son incapaces de cuidarnos, ocupados en sus propios asuntos de restituir sus bajos salarios…

Esto es: Según el Observatorio de la Ciudad de México (OCMx), aquí se alcanzó la cifra de homicidios dolosos más alta de la que se tenga registro. La tasa registrada en el segundo cuatrimestre de 2017 es la más alta desde 1997, con 4.27 casos por cada 100 mil habitantes.

Otro fenómeno irresuelto es el de la vialidad. El transporte público no es funcional. El Metro, que puede ser la solución, está en plena decadencia y padece de enfermedades crónicas: envejecimiento de sus instalaciones, envejecimiento de sus vagones, lentitud en su servicio, masificación, aumento en su tarifa sin la repercusión en buen servicio según se prometió:

Doce líneas, 226 kilómetros, 195 estaciones y un promedio de cinco millones de usuarios cada día. En cada línea ocurren incidentes graves: connatos de incendio, inundaciones, goteras, fallas eléctricas, retrasos criminales, robos y asaltos a usuarios, vendimia agraviante y poca decisión del gobierno capitalino para solucionar todo esto.  La solución mundial a los congestionamientos vehiculares, como es el diseño de eficientes sistema de transporte público aquí es inexistente: ni Metro, ni Metrobús o Tren suburbano son suficientes: y nada se hace para cambiar esto…

En tanto, se priorizó el uso del vehículo particular, lo que hace que la capital del país se haya convertido en un inmenso estacionamiento todos los días. Según un estudio de la empresa Tom Tom: “los automovilistas de la CdMx tardan 66% más en llegar a su destino en comparación con la misma distancia en condiciones ideales de tránsito.” Esto es: cada conductor de vehículo que se tarda hasta una hora en los embotellamientos o lentitud de tránsito pierde al año un total de 227 horas promedio, que es decir, horas-hombre-producción-salario-combustible-desgaste vehicular-seguros...

No hay infraestructura adecuada para la vialidad, no hay movilidad coordinada, no hay gestión del tráfico, no hay seguridad vial, hay descuido del peatón como prioridad, no hay estacionamientos  suficientes ni apropiados, no hay ayuda de agentes de tránsito…  Según un estudio del doctor Carlos Gershenson, de la UNAM: “Vagones de Metro que se desbordan de usuarios, avenidas convertidas en inmensos estacionamientos, largas filas para tomar el Metrobús…: Tenemos una sociedad –dice- donde poseer un auto es algo aspiracional”. Según la revista The Economist “hay casi nueve millones de autos registrados en 2017” y nadie contiene esta avalancha vehicular mediante sistemas de transporte público eficientes, puntuales y seguros.

En tanto salud, los sistemas públicos son masificados e inhumanos. Maltrato y dilación. Ciertamente los hospitales de especializaciones funcionan, pero son de tono federal y los sistemas de salud en la Ciudad de México son insuficientes y de una burocracia interminable. Las enfermedades más dañinas entre los capitalinos son las enfermedades del corazón, tumores malignos, neumonía,

gripe, enfermedades cerebrovasculares, pulmonares crónicas, diabetes…

Hay falta de agua frecuente. Según datos oficiales, 1 millón 250 mil personas no tienen agua aquí, y cuando la hay es de mala calidad; y aunque se insiste en que está potabilizada, la verdad es que la mayoría duda en consumirla, por lo que el costo del agua se multiplica porque se consumen millones de litros de agua embotellada con precios estratosféricos. Agua privatizada ya.

Según la Secretaría de Desarrollo Económico, la Ciudad de México tiene una tasa de desempleo de 3.77%, esto es, por lo menos 162 mil personas económicamente activas no tienen trabajo; 12.3% de los ocupados tiene ingresos inferiores al salario mínimo (509 mil 719 personas) en tanto que un millón 192 mil personas están en el sector informal: sin pago de impuestos, sin beneficios sociales y sí pagando cuotas por derecho de piso a autoridades delegacionales que han prohijado que la capital del país se haya convertido en una feroz vendimia.

La tragedia de los sismos de septiembre de este año demostró una vez más los grados de corrupción, pero también la falta de planeación de una ciudad en zona sísmica cuyo crecimiento debiera ser horizontal y no vertical como se hace ahora con edificios interminables y de alto riesgo. Ciertamente, conseguir esos permisos de construcción tiene un significado económico. La Ciudad de México en los tiempos de Miguel Ángel Mancera es una capital desorganizada, inconexa, con altísima marginación social, con desempleo, con empleo informal, malos sistemas educativos, de salud, de transporte, violenta, con criminalidad creciente, con altos grados de corrupción de gobierno, de impunidad, de inseguridad fatal, con desconfianza de unos con otros…

Y, bueno, apenas una fotografía en blanco y negro de la capital que fue “chinampa en un lago escondido”, la ciudad en la que según Balbuena hay “Recuas, carros, carretas, carretones, de plata, oro, riquezas, bastimentos, cargados salen, y entran a montones. De varia traza y varios movimientos, varias figuras, rostros y semblantes, de hombres varios, de varios pensamientos…” Y que Alfonso Reyes y Carlos Fuentes la elogiaran por sí y en sí: Todo aquí está cifrado. Y con este retrato hablado habremos de comenzar 2018 en la capital que es “Rehilete que engaña la vista al girar…”

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