/ miércoles 8 de marzo de 2017

Amigos se dedicaron ayer a revivir a Jesús Silva Herzog

  • Miguel Reyes Razo

¿Cómo era? ¿Recuerdas? ¿Te acuerdas? Fue aquel día.Ocurrió aquella vez. Sucedió cuando nos enseñó a nadar. ¡Paf!nos echaba al agua. Éramos muy chiquitos. ¡Qué fuerte era!Natación, tenis, frontón.

Vozarrón que impresionaba. Agudo, elocuente debatidor.Inolvidable el que sostuvo con Rolando Cordera que era Diputado delPSUM. Marcada su probidad. Material e intelectual ¿eh? EnCleveland no dejaron hecho polvo. Le echó los kilos. Y serecuperó. Haz memoria. Míralo. Frente a Ronald Reagan y JohnGavin y Miguel de la Madrid. Llueve y no deja de llover en La Paz,Baja California.

Sus brazos -sus bíceps- poderosos soportan los constantes,abusivos, puñetazos que uno o dos de los hijos del Presidente deMéxico le asestan. “Tío”, lo llaman. “Tío”. Igual que aGustavo Petriccioli. “Porque yo los llevo al fut. O al deportivo.Porque su papá siempre está muy ocupado”. “Tío”. ComoGastón Alegre.

Su cadáver reposa en un elegante ataúd de finas maderas. Cajaopaca; mate. Decenas, cientos, miles de flores blancas lo rodean.Empleados infatigables acarrean coronas, ramos, arreglos.

Enrique Peña Nieto, Carlos Salinas de Gortari, Manlio FabioBeltrones, Emilio Gamboa Patrón, Óscar Argüelles. Greta yEnrique Ochoa. Dos amplísimas salas alojan a los apenados. A lostristes que no ceden lugar a la muerte. Se dan a la tarea dereconstruir, revivir a Jesús Silva Herzog-Flores. A fuerza depalabras lo presentan vigoroso, pleno, lleno de fibra. Triunfador.Victorioso. Coherente, consecuente. Dueño de sí. De frente afrente -en diálogo-. En círculo -en animada discusión- A pasolento todos aportan.

“Jesús fue lo que mamó”, sentenció contundente un hombreque charlaba con Javier Jiménez Espriú. El Ingeniero -quiencolaboró en la UNAM con el rector Guillermo Soberón- asintió.“Su padre, su familia. Su educación... Eso fue Jesús”...

La escena transcurre en un club deportivo de los rumbos de lacalzada de Tlalpan. El Presidente Luis Echeverría encabeza unhomenaje a Jesús Silva Herzog. Autor -entre otras obras- de unaHistoria de México destinada a estudiantes de bachillerato. Yaestá ciego. Escucha elogios.

Recitan su biografía. Cuando interviene alza las manos. Laspone delante de sus ojos sin vida. Exclama: “¡Estas manos jamásse mancharon con dádiva indebida! ¡Y mi ánimo no flanqueó anteelevada recomendación. Ni por sonrisa de mujer bonita!”.

“¡Toma esa foto; tómala!”- exige, ruega casi MauroJiménez Lazcano a un fotógrafo que reacciona con lentitud eindiferencia. La foto se pierde. Se aloja en algún lugar de lamemoria.

Años después el secretario de Hacienda Jesús SilvaHerzog-Flores acepta la compañía del reportero Miguel Reyes Razo.Lo invita a la casa paterna. En la calle Monte Líbano. En lasLomas de Chapultepec. Casa pequeña. El poderoso funcionarioacomoda a su padre en la silla de ruedas. Asegura sus pies.

Algo instruye a Esther. La mujer de su padre. El grupo se muevehacia el Senado. A la casona de Xicoténcatl. El distinguidomexicano recibirá la Medalla Belisario Domínguez. Ya es muyanciano. Tal vez ni se da cuenta ya de lo que ocurre a sualrededor. El hijo empuja la silla. Los fotógrafos disparan susinstrumentos para captar al delicado profesor.

No se ve a Rafael Reséndiz. El comunicador del Secretario deHacienda no aparece. Jesús Silva Herzog Márquez pronunciará eldiscurso en nombre de su reconocido gran abuelo.

Canas -cabelleras muy blancas- y pasos lentos, titubeantes enlas salas de la funeraria Eusebio Gayosso. En su sede de FélixCuevas. Presencia del Tiempo. “Hoy no hay tanta gente como ellunes. Hasta Raúl Salinas de Gortari vino. Mire aquí tengo lafoto”, compartió el joven reportero de Teveuno de apellido Ruiz.Muy activo persiguió a Sergio García Ramírez, a AlejandroCarrillo Castro, a Rolando Cordera Campos. “A lo mejor despuésde la comida, como a las cinco vendrán otros. Ya sabe. A las 6 dela tarde será la cremación”.

“SENTÍ QUE MI FRANQUEZA IRRITÓ AL PRESIDENTE DE LAMADRID Y QUE ME PEDIRÍA MI RENUNCIA. ME ANTICIPÉ. SE LA ENTREGUEY SE ESFUMÓ MI CARRERA POLÍTICA”, JESUS SILVAHERZOG-FLORES

Ocurrió en Roma. En septiembre de 1989. Don Eduardo PesqueiraOlea era el representante de México ante la FAO. Entonces narró aMiguel Reyes Razo.

“Pues estábamos en la dura crisis. El presidente Miguel de laMadrid convocó a gabinete y gobernadores. No había lana. Apenas460 millones de dólares. Nada. Y el gabinete y los gobernadoresque decían sus urgencias. “Dinero... Dinero... Dinero... Y elPresidente que invita a su Secretario de Hacienda. “A ver, SeñorSecretario. A ver Chucho. ¿Qué le dices a estos señores? ¿Cuáles la respuesta...?”.

Chucho tomó su lápiz amarillo. Lo hizo girar entre sus dedosantes de dejarlo caer sobre la mesa frente a él y con simplezarespondió:

“Pues si se trata de pedir... ¡Que pidan! ¡No hay!”. Sonóentre áspera, agria, fastidiada la respuesta de Chucho. Elpresidente Miguel de la Madrid no pudo ocultar su disgusto. En eseclima terminó aquella reunión.

“Dejé pasar unos días ente de ir a la oficina delPresidente. Siempre me recibía de buen talante. Y yo le llevaba unchiste. Le contaba una anécdota que lo ponía de buen humor. Y esaocasión: “Oye Presidente, como que el otro día Chucho estuvomedio frío, medio cortante. ¿No te parece, Presidente?”

“A mí, me respondió el presidente De la Madrid, narróPesqueira, no me pareció nada de lo que tú dices, Eduardo. A míme pareció una actitud muy pinche...”

“Ya se ‘fregó’ Jesús”. Pensé. Me dije. Entendí queya no tenía la confianza del Presidente. Que su carrera hacia la“grande” estaba concluida...

Eso fue en septiembre de 1989. En Roma.

Tiempo después el reportero Miguel Reyes Razo platicó loanterior con don Jesús Silva Herzog Flores.

“En un 95 por ciento es verdad ese relato. Así ocurrió. Trasaquella reunión yo entendí que el presidente De la Madrid mepediría mi renuncia. Me anticipé. Yo se la entregué”.

Julio A. Millán. Miguel Tirado Rasso. Julio Faesler. Jorge L.Tamayo, Francisco Suarez Dávila, Enrique Loaeza Tovar, GerardoBueno Zirión, Luis de Pablo, Rafael Riva Palacio -líder de lostrabajadores del Infonavit. Ifigenia Martínez y su hijo AlfredoNavarrete. El notario Ignacio Sotoborja y Anda. El exitosofiscalista Eduardo Revilla y Julio Camelo y Genaro Borrego...EDUQUÉ A MIS HIJOS EN LA SENCILLEZ Y EL DEPORTE; NIGUARURAS NI AYUDANTES. EN BICI SE IBAN A LA UNIVERSIDAD: SILVAHERZOG

Flores blancas enviaron Miguel Alemán Velasco y su esposa.También el exembajador Jorge Espinosa de los Reyes. Lo mismo queEnrique de la Madrid Cordero.

Juan Ibáñez -tan creativo e imaginativo- organizó “Azul”.Homenaje a Agustín Lara. Ballet y cantantes. De “Farolito” a“María Bonita”. Que se represente en Sevilla. En la FeriaMundial. Y en Madrid. En el Teatro de la Comunidad. Y el Embajadorde México Jesús Silva Herzog-Márquez entre chulaponas. Mujeresde mantilla y peinetas. Sacadas de zarzuelas.

“¿Dónde vas con mantón de Manila?

Y en el año 1995 en Washington. Reunión Binacional. FernandoOrtiz Arana, Jesús Ortega, Pedro Ettiene, Gabriel Jiménez Remus.Y el embajador de México, Jesús Silva Herzog Flores.

“Quédese con el grupo, Reyes Razo. Entre con nosotros aldespacho de Bill Clinton”- propuso el diplomático. Y todos losdemás asintieron.

“Aquí lo cuidamos”, dijo Ortiz Arana.

Lo cual fue escuchado por otro informador. Los vigilantes de laCasa Blanca lo descubrieron. Envidioso denunció: “Hay otroreportero. Está con el embajador”, delató.

“No entrará nadie que no sea plenamente identificado”-advirtieron los ayudantes de Clinton.

“Pues ya ni hablar. Nos cayeron. No se pudo. Ni modo”,concluyó don Jesús Silva Herzog Flores . “Ya salgase, ReyesRazo”. Había que obedecer. Se frustró la intentona.

Luis Videgaray, Luis Castro, Graco Ramírez, Eduardo Vega,Gabino Fraga, Manuel Arango, Macario Schettino. A todos recibe elbrillante Jesús Silva Herzog-Márquez. Consume tazas de té. Decafé. A todos agradece frases balsámicas. A todos prestaoído.

“Su padre -le dicen- contaba que ustedes, sus hijos eraneducados en la sencillez. Sin guaruras ni vigilantes. “Se van enbici de aquí a la Universidad. A la UNAM”, decía. La familiavivía en la calle Xico. A pocos cientos de metros de launiversidad. A la entrada de la casa un fotomural del abuelo.

Ayer cerca de las 3 de la tarde:

“¿No se le antoja ir a comer?- le preguntaron al célebrenieto.

“¡Cómo no!. A ver si al ratito me escapo!”- confesó contímida sonrisa.

Ayer después de las 6:00 de la tarde en esa funeraria de lacalle Félix Cuevas el fuego transformó en ceniza el cadáver deJesús Silva Herzog-Flores.

  • Miguel Reyes Razo

¿Cómo era? ¿Recuerdas? ¿Te acuerdas? Fue aquel día.Ocurrió aquella vez. Sucedió cuando nos enseñó a nadar. ¡Paf!nos echaba al agua. Éramos muy chiquitos. ¡Qué fuerte era!Natación, tenis, frontón.

Vozarrón que impresionaba. Agudo, elocuente debatidor.Inolvidable el que sostuvo con Rolando Cordera que era Diputado delPSUM. Marcada su probidad. Material e intelectual ¿eh? EnCleveland no dejaron hecho polvo. Le echó los kilos. Y serecuperó. Haz memoria. Míralo. Frente a Ronald Reagan y JohnGavin y Miguel de la Madrid. Llueve y no deja de llover en La Paz,Baja California.

Sus brazos -sus bíceps- poderosos soportan los constantes,abusivos, puñetazos que uno o dos de los hijos del Presidente deMéxico le asestan. “Tío”, lo llaman. “Tío”. Igual que aGustavo Petriccioli. “Porque yo los llevo al fut. O al deportivo.Porque su papá siempre está muy ocupado”. “Tío”. ComoGastón Alegre.

Su cadáver reposa en un elegante ataúd de finas maderas. Cajaopaca; mate. Decenas, cientos, miles de flores blancas lo rodean.Empleados infatigables acarrean coronas, ramos, arreglos.

Enrique Peña Nieto, Carlos Salinas de Gortari, Manlio FabioBeltrones, Emilio Gamboa Patrón, Óscar Argüelles. Greta yEnrique Ochoa. Dos amplísimas salas alojan a los apenados. A lostristes que no ceden lugar a la muerte. Se dan a la tarea dereconstruir, revivir a Jesús Silva Herzog-Flores. A fuerza depalabras lo presentan vigoroso, pleno, lleno de fibra. Triunfador.Victorioso. Coherente, consecuente. Dueño de sí. De frente afrente -en diálogo-. En círculo -en animada discusión- A pasolento todos aportan.

“Jesús fue lo que mamó”, sentenció contundente un hombreque charlaba con Javier Jiménez Espriú. El Ingeniero -quiencolaboró en la UNAM con el rector Guillermo Soberón- asintió.“Su padre, su familia. Su educación... Eso fue Jesús”...

La escena transcurre en un club deportivo de los rumbos de lacalzada de Tlalpan. El Presidente Luis Echeverría encabeza unhomenaje a Jesús Silva Herzog. Autor -entre otras obras- de unaHistoria de México destinada a estudiantes de bachillerato. Yaestá ciego. Escucha elogios.

Recitan su biografía. Cuando interviene alza las manos. Laspone delante de sus ojos sin vida. Exclama: “¡Estas manos jamásse mancharon con dádiva indebida! ¡Y mi ánimo no flanqueó anteelevada recomendación. Ni por sonrisa de mujer bonita!”.

“¡Toma esa foto; tómala!”- exige, ruega casi MauroJiménez Lazcano a un fotógrafo que reacciona con lentitud eindiferencia. La foto se pierde. Se aloja en algún lugar de lamemoria.

Años después el secretario de Hacienda Jesús SilvaHerzog-Flores acepta la compañía del reportero Miguel Reyes Razo.Lo invita a la casa paterna. En la calle Monte Líbano. En lasLomas de Chapultepec. Casa pequeña. El poderoso funcionarioacomoda a su padre en la silla de ruedas. Asegura sus pies.

Algo instruye a Esther. La mujer de su padre. El grupo se muevehacia el Senado. A la casona de Xicoténcatl. El distinguidomexicano recibirá la Medalla Belisario Domínguez. Ya es muyanciano. Tal vez ni se da cuenta ya de lo que ocurre a sualrededor. El hijo empuja la silla. Los fotógrafos disparan susinstrumentos para captar al delicado profesor.

No se ve a Rafael Reséndiz. El comunicador del Secretario deHacienda no aparece. Jesús Silva Herzog Márquez pronunciará eldiscurso en nombre de su reconocido gran abuelo.

Canas -cabelleras muy blancas- y pasos lentos, titubeantes enlas salas de la funeraria Eusebio Gayosso. En su sede de FélixCuevas. Presencia del Tiempo. “Hoy no hay tanta gente como ellunes. Hasta Raúl Salinas de Gortari vino. Mire aquí tengo lafoto”, compartió el joven reportero de Teveuno de apellido Ruiz.Muy activo persiguió a Sergio García Ramírez, a AlejandroCarrillo Castro, a Rolando Cordera Campos. “A lo mejor despuésde la comida, como a las cinco vendrán otros. Ya sabe. A las 6 dela tarde será la cremación”.

“SENTÍ QUE MI FRANQUEZA IRRITÓ AL PRESIDENTE DE LAMADRID Y QUE ME PEDIRÍA MI RENUNCIA. ME ANTICIPÉ. SE LA ENTREGUEY SE ESFUMÓ MI CARRERA POLÍTICA”, JESUS SILVAHERZOG-FLORES

Ocurrió en Roma. En septiembre de 1989. Don Eduardo PesqueiraOlea era el representante de México ante la FAO. Entonces narró aMiguel Reyes Razo.

“Pues estábamos en la dura crisis. El presidente Miguel de laMadrid convocó a gabinete y gobernadores. No había lana. Apenas460 millones de dólares. Nada. Y el gabinete y los gobernadoresque decían sus urgencias. “Dinero... Dinero... Dinero... Y elPresidente que invita a su Secretario de Hacienda. “A ver, SeñorSecretario. A ver Chucho. ¿Qué le dices a estos señores? ¿Cuáles la respuesta...?”.

Chucho tomó su lápiz amarillo. Lo hizo girar entre sus dedosantes de dejarlo caer sobre la mesa frente a él y con simplezarespondió:

“Pues si se trata de pedir... ¡Que pidan! ¡No hay!”. Sonóentre áspera, agria, fastidiada la respuesta de Chucho. Elpresidente Miguel de la Madrid no pudo ocultar su disgusto. En eseclima terminó aquella reunión.

“Dejé pasar unos días ente de ir a la oficina delPresidente. Siempre me recibía de buen talante. Y yo le llevaba unchiste. Le contaba una anécdota que lo ponía de buen humor. Y esaocasión: “Oye Presidente, como que el otro día Chucho estuvomedio frío, medio cortante. ¿No te parece, Presidente?”

“A mí, me respondió el presidente De la Madrid, narróPesqueira, no me pareció nada de lo que tú dices, Eduardo. A míme pareció una actitud muy pinche...”

“Ya se ‘fregó’ Jesús”. Pensé. Me dije. Entendí queya no tenía la confianza del Presidente. Que su carrera hacia la“grande” estaba concluida...

Eso fue en septiembre de 1989. En Roma.

Tiempo después el reportero Miguel Reyes Razo platicó loanterior con don Jesús Silva Herzog Flores.

“En un 95 por ciento es verdad ese relato. Así ocurrió. Trasaquella reunión yo entendí que el presidente De la Madrid mepediría mi renuncia. Me anticipé. Yo se la entregué”.

Julio A. Millán. Miguel Tirado Rasso. Julio Faesler. Jorge L.Tamayo, Francisco Suarez Dávila, Enrique Loaeza Tovar, GerardoBueno Zirión, Luis de Pablo, Rafael Riva Palacio -líder de lostrabajadores del Infonavit. Ifigenia Martínez y su hijo AlfredoNavarrete. El notario Ignacio Sotoborja y Anda. El exitosofiscalista Eduardo Revilla y Julio Camelo y Genaro Borrego...EDUQUÉ A MIS HIJOS EN LA SENCILLEZ Y EL DEPORTE; NIGUARURAS NI AYUDANTES. EN BICI SE IBAN A LA UNIVERSIDAD: SILVAHERZOG

Flores blancas enviaron Miguel Alemán Velasco y su esposa.También el exembajador Jorge Espinosa de los Reyes. Lo mismo queEnrique de la Madrid Cordero.

Juan Ibáñez -tan creativo e imaginativo- organizó “Azul”.Homenaje a Agustín Lara. Ballet y cantantes. De “Farolito” a“María Bonita”. Que se represente en Sevilla. En la FeriaMundial. Y en Madrid. En el Teatro de la Comunidad. Y el Embajadorde México Jesús Silva Herzog-Márquez entre chulaponas. Mujeresde mantilla y peinetas. Sacadas de zarzuelas.

“¿Dónde vas con mantón de Manila?

Y en el año 1995 en Washington. Reunión Binacional. FernandoOrtiz Arana, Jesús Ortega, Pedro Ettiene, Gabriel Jiménez Remus.Y el embajador de México, Jesús Silva Herzog Flores.

“Quédese con el grupo, Reyes Razo. Entre con nosotros aldespacho de Bill Clinton”- propuso el diplomático. Y todos losdemás asintieron.

“Aquí lo cuidamos”, dijo Ortiz Arana.

Lo cual fue escuchado por otro informador. Los vigilantes de laCasa Blanca lo descubrieron. Envidioso denunció: “Hay otroreportero. Está con el embajador”, delató.

“No entrará nadie que no sea plenamente identificado”-advirtieron los ayudantes de Clinton.

“Pues ya ni hablar. Nos cayeron. No se pudo. Ni modo”,concluyó don Jesús Silva Herzog Flores . “Ya salgase, ReyesRazo”. Había que obedecer. Se frustró la intentona.

Luis Videgaray, Luis Castro, Graco Ramírez, Eduardo Vega,Gabino Fraga, Manuel Arango, Macario Schettino. A todos recibe elbrillante Jesús Silva Herzog-Márquez. Consume tazas de té. Decafé. A todos agradece frases balsámicas. A todos prestaoído.

“Su padre -le dicen- contaba que ustedes, sus hijos eraneducados en la sencillez. Sin guaruras ni vigilantes. “Se van enbici de aquí a la Universidad. A la UNAM”, decía. La familiavivía en la calle Xico. A pocos cientos de metros de launiversidad. A la entrada de la casa un fotomural del abuelo.

Ayer cerca de las 3 de la tarde:

“¿No se le antoja ir a comer?- le preguntaron al célebrenieto.

“¡Cómo no!. A ver si al ratito me escapo!”- confesó contímida sonrisa.

Ayer después de las 6:00 de la tarde en esa funeraria de lacalle Félix Cuevas el fuego transformó en ceniza el cadáver deJesús Silva Herzog-Flores.

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